LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN
"Hay que limitar el poder económico de las
empresas"
Christian Felber es el
impulsor de la economía del bien común, una corriente que propone poner la
economía al servicio de la ciudadanía, potenciar las empresas y productos
éticos y medir el bienestar de las personas
"La característica más
destacada de la construcción de la unión monetaria es la falta de
democracia"
"Es un éxito ideológico
el que el mercado aparezca como natural, cuando es en su totalidad creación del
Estado"
Christian Felber no es
economista pero su propuesta, la llamada economía del bien común, tiene cada vez más adeptos.
Sus ideas son sencillas y con un parecido razonable a las que desde otras
corrientes de pensamiento heterodoxo han cobrado fuerza aupadas por la crisis y
la búsqueda de alternativas: economía al servicio de la ciudadanía, medir el
bienestar más allá de datos económicos, potenciar el comercio justo...
Este pensador austriaco propone, por
ejemplo, un semáforo del bien común que sirva para identificar rápidamente cómo
de ético es un producto o empresa. En Austria, están también poniendo las bases
de un futuro banco del bien común, con las mismas funciones de una entidad
financiera habitual pero guiado no sólo por la viabilidad económica, sino por
su aportación a la sociedad. Y donde la palabra especular, claro está, estaría
prohibida.
¿Qué es la
economía del bien común?
Es un modelo
económico completo alternativo, tanto al capitalismo como al comunismo, que
describe la totalidad de los elementos clave de un orden económico. En Austria
y Alemania, el 90% de la población desea otro orden económico porque el que
actúa ya no está en sintonía con los valores que están en la Constitución y en
los corazones de la gente. La economía del bien común es una economía de
mercado ética, solidaria, democrática, humana, sostenible, justa y también
liberal, en el sentido de que todos gocen realmente de los mismos derechos y
libertades, también económicos.
¿Y es compatible
con el sistema actual o es algo que hay que ir sustituyendo poco a poco?
No hay que
cambiarlo todo, también sería una economía de mercado, también habría oferta y
demanda, empresas y dinero. Pero algunos factores se modificarían, otros se
intercambiarían por completo y otros se mantendrían iguales. Actualmente, el
bien común es un efecto secundario posible pero no garantizado, y el
crecimiento del capital es el objetivo supremo. Eso se invertiría: el capital
sería un medio para el nuevo objetivo, que es el bien común. En la mayoría de
las constituciones de los países democráticos se dice que el objetivo debe ser
el bien común, y el capital, el dinero y el beneficio deben ser el medio para
conseguirlo.
Entonces, más que
una revolución, ¿sería una reforma del sistema?
Depende de cómo
definas revolución; si la defines como una inversión de medios y objetivos,
entonces sí lo sería.
¿Y sería
compatible con el euro y la unión económica tal y como la conocemos ahora?
Yo diría que no,
porque la característica más destacada de la construcción de la unión monetaria
es la falta de democracia, y la característica del bien común es la
construcción democrática del sistema económico. Sería impensable que a través
de un proceso democrático se construya el euro de esta forma en la que está. Si
el pueblo pudiera escoger entre varias alternativas, escogería otra forma de
hacer las cosas.
¿Qué mide el bien
común?
Los valores más
importantes de una sociedad, la satisfacción de las necesidades básicas y los
fines más importantes. Es algo que no está escrito en ninguna parte, sólo se
puede averiguar de forma democrática mediante una consulta. El producto del
bien común sería el nuevo indicador del éxito de la economía nacional. El
pueblo decidiría en procesos democráticos desde abajo cuáles son esos valores y
necesidades importantes a medir. La buena noticia es que, según la psicología y
la ética intercultural, son prácticamente idénticas o sumamente convergentes en
todo el mundo.
¿La gente
decidiría qué es lo que hay que priorizar y medir?
Eso es. Nosotros
proponemos que se hagan reuniones del bien común en los municipios y que se
llegue a unos veinte factores para componer el índice de felicidad, de calidad
de vida o del bien común municipal.
¿Cómo hacer que
las empresas se guíen por el bien común y no por la búsqueda de beneficios?
Ya existe el
balance del bien común mediante un ejercicio muy sencillo: el balance mide cómo
la empresa aplica cinco valores, que son dignidad, justicia, solidaridad,
sostenibilidad y democracia.
Pero cómo se mide,
por ejemplo, la justicia o la solidaridad en una empresa, ¿qué se tiene en
cuenta?
Hemos desarrollado
una matriz donde formamos intersecciones entre los grupos de contacto
–proveedores, clientes, trabajadores...– e indicadores del bien común que, de
momento, son 17. Es igual que el balance financiero, lo mide la empresa, pero
sólo tiene validez cuando tenga el aval de un auditor.
¿Y quién dice qué
es lo que tienen que medir las empresas?
De momento, somos
nosotros: la asociación privada de la economía del bien común. Pero queremos
que esto se convierta en ley, igual que otras leyes que obligan a las empresas
a que hagan balances financieros. Hasta ahora nos apoyan 1.400 empresas y 300
implementan ya este balance. Pero somos aún muy jóvenes, sólo tenemos tres años
de existencia.
Dice usted que es
liberal, pero esta corriente es una forma de intervenir en la economía, ¿no es
así?
Intervencionismo
es una palabra vacía. Hay que definir qué es liberal y qué es una intervención.
Que el Estado te dé una licencia para abrir un negocio o un banco es
intervencionismo. La ley que te obliga a hacer auditorías, o la propia
propiedad privada, es intervencionismo. Sin embargo, solamente aquellas
intervenciones que interesan no son consideradas como tales, se consideran
naturales, propias del mercado, mientras que otras intervenciones del mismo
Estado que no convienen las llaman intervencionismo estatal. Es una ofensa
intelectual. Es un éxito ideológico el que el mercado aparezca como natural,
cuando es en su totalidad creación del Estado. La única diferencia entre la
economía del bien común y la actual es que las reglas del juego se harían en
sintonía con los valores de las constituciones y no en contra.
Lo que propone
tiene mucho de otras corrientes como el comercio justo o la economía feminista,
¿no le parece?
Sí, nuevo no
contiene prácticamente nada, solamente junta conclusiones. Si existe el
comercio justo o injusto, lo que hago es primar lo que nos interesa: el justo.
La cuestión es qué nos interesa primar, si lo bueno o lo malo.
Por ejemplo, la
economía feminista busca indicadores económicos alternativos para medir el
bienestar de una sociedad más allá del PIB. ¿Su índice del bien común serviría
para eso?
Sí. Además, la
atención desequilibrada hacia lo monetario se puede considerar patriarcal.
Tenemos muchos enfoques del feminismo y del ecofeminismo. Lo más importante
para mí es la valoración relativa del trabajo reproductivo y la desvalorización
relativa del trabajo productivo, por ejemplo, disminuyendo el máximo de
propiedad privada y reduciendo el horario laboral medio para tener más espacio
para el trabajo reproductivo, propio y social.
Proponen limitar
la propiedad privada, ¿por qué?, ¿cómo lo harían?
No es propuesta
política sino que demandamos que se debata en procesos democráticos
descentralizados. ¿Por qué limitar la libertad a la propiedad? Porque en una
sociedad verdaderamente liberal todas las libertades están limitadas, y la
limitación de las libertades es la esencial liberal. A pesar de que todo el
mundo está de acuerdo en que mi libertad acaba donde empieza la tuya, y lo
practicamos en casi todos los ámbitos de la convivencia, una sola libertad, la
de propiedad, es ilimitada ,y, si la cuestionas, te tachan de antiliberal y
comunista. Hay que limitarla para que el poder económico de una empresa no
pueda ser tan grande como para aplastar las libertades económicas de otras
empresas y los propios derechos políticos.
Proponéis también
otras limitaciones, ¿cuáles?
No habría ningún
tipo de rendimientos del capital, los ingresos serían sólo a través del trabajo
y no habría ningún tipo de especulación, ni intereses, ni dividendos.
Limitaríamos la desigualdad máxima en los ingresos, el tamaño de las empresas y
el derecho hereditario. El objetivo es liberal: que no haya ninguna
sobreconcentración de poder. Las grandes empresas tienen demasiado poder, tanto
en el mercado como en el ámbito político. Liberaríamos también a las empresas
de la coerción de tener que crecer a través de absorber a otras, del canibalismo.
¿Limitarían la
posibilidad de que las empresas hagan donaciones a partidos políticos?
Donaciones cero, o
quizá mil euros por empresa, pero sí limitarlas para que no haya desigualdad y
que no el más poderoso pueda dar más.
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