EL AMANECER DE OTRA ECONOMÍA
"No hay nada más poderoso que
una idea a la que le ha llegado su momento" (Víctor Hugo)
Todo lo que ha sucedido a lo largo de este año
no ha sido bueno ni malo. Simplemente ha sido necesario.
Al tomar un poco de perspectiva, concluimos que las crisis no son más
que puntos de inflexión en nuestra larga historia de transformaciones sociales
y económicas. En realidad, son el puente entre lo que somos y lo que estamos
destinados a ser.
Esta última crisis, por ejemplo, nos ha servido para darnos cuenta de
que estamos evolucionando de forma inconsciente. A grandes rasgos, hemos creado
un sistema que nos obliga a trabajar en proyectos en los que no creemos para poder comprar cosas
que no necesitamos. Y
encima pagando un precio muy alto: la progresiva deshumanización de nuestra
sociedad, así como la contaminación del medio ambiente, del que ya casi no
formamos parte.
Lo sucedido este año también ha puesto de manifiesto que como sociedad
y sistema todavía no
sabemos quiénes somos ni hacia dónde vamos. Además, esta falta de propósito y de sentido
nos genera un gran vacío en nuestro interior. Y por más que triunfe la cultura de la evasión
y el entretenimiento, no logramos llenarlo con nada del exterior. El problema es que hemos comenzado la casa
por el tejado. Nos falta lo más esencial: los pilares sobre los que sostenerla.
Y la solución pasa por aprender lo que la crisis nos ha venido a enseñar.
Entre otras lecciones, nos ha revelado que la economía es como un tablero de juego que
hemos incrustado sobre la naturaleza, en el que a través del dinero se relacionan e interactúan tres
jugadores principales: el
sistema, las empresas y los seres humanos. Y todo ello regulado por leyes diseñadas por
los Estados, que a su vez están sujetas a una ley superior denominada "causa y efecto", por la que cada individuo, organización y
nación termina por recoger lo que cosecha.
Aunque el capitalismo ha demostrado su eficacia a la hora de promover
crecimiento económico, ha resultado ineficiente para fomentar bienestar y
felicidad en la sociedad. La negatividad, el estrés, la ansiedad y la depresión
son las enfermedades más comunes de nuestro tiempo. La paradoja reside en que
somos más ricos que nunca, pero también mucho más pobres. En este caso, la
inconsciencia ha consistido en querer crecer por crecer, sin considerar la finalidad y las
consecuencias de dicho crecimiento.
Las empresas, por su parte, se han consolidado como las instituciones
predominantes. Tanto es así, que el mundo se ha convertido en un negocio
orientado a maximizar
el lucro de las organizaciones en el corto plazo, sin importar los medios que emplean para
conseguirlo ni los efectos que su exceso de codicia ocasiona sobre los seres
humanos y el planeta en el que vivimos.
Cabe recordar que desde la óptica empresarial, todo lo que está vivo es
considerado como un "recurso". Y como tal, es usado y explotado para
fines mercantilistas. Eso sí, la falta de valores y de sentido ha provocado que el corazón de las
organizaciones -las personas que las componen- haya dejado de latir. La mayoría de trabajadores se levanta los
lunes por la mañana deseando que llegue el viernes para comenzar el fin de
semana. De ahí que la improductividad derivada de la gestión mecanicista
amenace la supervivencia de las compañías socialmente más irresponsables.
Nos guste o no, estas circunstancias socioeconómicas forman parte de un
proceso evolutivo del que todos somos corresponsables. Y es precisamente la
asunción de esta responsabilidad personal el pilar del nuevo paradigma
económico que está emergiendo. Se trata de una semilla de la que está empezando
a brotar la denominada "economía consciente", cuyo
objetivo es que el sistema,
las empresas y los seres humanos cooperen para crear un bienestar social y
económico verdaderamente eficiente y sostenible.
El primer gran reto que promueve la economía consciente es la responsabilidad social corporativa, que consiste en alinear el afán de lucro de
las empresas con la humanización de sus condiciones laborales y el respeto por
el medio ambiente. Otra característica es el comercio justo, que apuesta por establecer una relación comercial voluntaria e igualitaria
entre productores y consumidores, de manera que todos salgamos ganando.
En paralelo, también está cobrando fuerza el consumo responsable y ecológico, que nos invita a comprar lo que
verdaderamente necesitamos en detrimento de lo que deseamos, tratando de que
con nuestras compras apoyemos a organizaciones que favorezcan la paz social y
la conservación del medio ambiente. Por último, cada día está ganando más
adeptos el ahorro
consciente, que
consiste en poner nuestro dinero en bancos éticos, que, a diferencia de los
convencionales, sólo invierten en proyectos que realmente benefician a la
sociedad.
La transformación de las empresas y del sistema siempre comienza
con el cambio de mentalidad de los seres humanos. No
en vano, nosotros diseñamos y ejecutamos los planes y objetivos de las
empresas. Nosotros consumimos sus productos y utilizamos sus servicios. Y en
definitiva, con nuestra manera de ganar dinero y de gastarlo construimos día a
día el sistema en el que vivimos. Sólo al asumir que somos co-creadores del
mundo que habitamos podemos decidir cambiarlo, cambiándonos primeramente a
nosotros mismos. Y, lo queramos ver o no, es una decisión que tomamos cada día.
Borja Vilaseca.
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