Frente al esclavismo la colaboración y el respeto llegan a las oficinas
“El
coworking crece porque la empresa, tal y como la conocemos, ha llegado a
los LÍMITES DEL ESCLAVISMO. La gente busca trabajar con personas con talento,
con ganas de compartir y sin temor a que nadie pise a nadie. Todos somos buenos
y abiertos, pero en la empresa nos volvemos máquinas de matar”
«El
coworking es para el autónomo lo que el piso de estudiantes para
el estudiante: una salvación. La única manera de trabajar en un espacio grande,
con amigos, por cuatro duros, sin jefes y con la nevera llena de cervezas»
Ha llegado la hora del CO- y
compartir: consumo colaborativo, compartir casa = cohousing y cloudhousing, compartir coche, compartir lugar de trabajo = coworking y mucho más.
Este artículo publicado en la revista Marie Claire,
edición impresa, de octubre 2013 nos introduce en la situación del coworking en España y nos
muestra un auténtico oasis de compañerismo, emprendimiento e idealismo
en tiempos oscuros. ¿Por qué cada vez más personas deciden compartir
espacio y máquina de café?. Estas son sus razones que nos permiten observar un
nuevo foco de revolución social: JUNTOS PODEMOS!
Este es el PDF DEL ARTÍCULO de Carlos Risco y a continuación el
texto:
Con la debacle financiera, las empresas no han
dudado en librarse de sus trabajadores de manera masiva. Ante la imposibilidad
de lograr un contrato laboral, y con una tasa de paro del 26,9%, en
nuestro país el antiguo empleado ha devenido en emprendedor forzoso, obligado a
reinventarse y a convertirse en su propio jefe. A muchos, el emprendimiento les
ha pillado legañosos, abandonados en sus casas y con ganas de tener a algún
compañero a mano para compartir ideas, miedos o un simple café.
Idealismo 2.0
Pero hay quienes han descubierto el coworking, otra
vez un neologismo acabado en infinitivo sajón que pretende cambiarlo todo
haciendo algo de sobra conocido: COMPARTIR.
El coworking pretende ser mucho más que la
agrupación de trabajadores nómadas bajo un techo común y, nos cuentan, quiere
transformarse en un movimiento social que haga girar los negocios,
conecte a las personas y redefina los espacios. Como símbolo externo, algunas
cafeterías en Madrid habilitan espacios para trabajar y, por su lado, oficinas
compartidas se abren al exterior a través de cafeterías.
Con más de 140 miembros y una docena de nuevos
usuarios al mes, Utopic US se jacta
de ser uno de los espacios de coworking más dinámicos de Madrid. «El coworking
crece porque la empresa, tal y como la conocemos, ha llegado a los
límites del esclavismo. La gente busca trabajar con personas con
talento, con ganas de compartir y sin temor a que nadie pise a nadie. Todos somos buenos y abiertos, pero en la empresa nos volvemos
máquinas de matar, dice Yago Fernández, coordinador de esta sociedad
multidisciplinar. Utopic US (utopicus.es)
es todo un símbolo en unir a personas de diferentes disciplinas en proyectos
distintos y, como les gusta decir aquí, «transformadores», ya que, insisten,
más que lo económicamente lucrativo, lo importante es que entre sus
miembros los proyectos «dejen huella».
El espacio principal, un antiguo almacén textil,
parece la sede de una start-up de Brooklyn junto a la Plaza Mayor de Madrid.
Además, cuentan con otros tres locales en el barrio, y sendas sedes en
Barcelona, Zaragoza y Valencia. Con el ruido de fondo de una batería algo
descompasada, uno se pregunta cómo consiguen concentrarse frente a sus
ordenadores los usuarios que nos circundan, programadores web, joyeros,
DJ, actores, periodistas, sociólogos, músicos…
Tienen una cafetería, talleres de todo tipo y
alquilan el espacio para eventos. Se han celebrado hasta bodas. Las sinergias
en este ecosistema surgen a través de sus actividades. La más importante sucede
una vez al mes, el speed-meeting, una adaptación de los speeddating donde los
usuarios se presentan y entregan al «networking».
Aunque para la mayoría de sus usuarios, lo mejor del
coworking ha sido el sacarles de casa. «Estaba hasta las narices de estar en pijama»,
dice Maya Pixelskaya, una artista de pixel art basado en juegos retro que llegó
a Utopic US en busca de unos horarios de persona normal: «Se
me olvidaba comer, trabajaba hasta las cinco de la mañana. Quería ver gente».
Lo mismo le ha sucedido a Margui Mora, de 24Dientes, que, aunque le
parecía «una cosa de modernetes», se convenció de que se trabaja mejor
en comunidad: «En casa no encontrábamos el feedback y aquí cualquiera te da
su opinión». Y termina, de nuevo, con palabras inspiradoras: «Todos estamos
luchando por un sueño», como si esta especie de Facebook de carne y hueso
encerrase una revolución social.
Blanca Zayas, responsable de prensa de Tripadvisor,
que trabaja sin oficina propia, insiste en que este sistema «es mucho más
eficiente en costes y, además, promueve la creatividad y el emprendimiento».
Y eso parece extensible a otros espacios de coworking. En Dcollab (dcollab.com), Noelia
Maroto se esfuerza por mantener el mejor ambiente entre sus 16 usuarios. «Me
interesa formar una familia», dice. Y para ello selecciona a cada usuario con
una entrevista personal. Porque, a pesar del espíritu de economía P2P (sin
intermediarios), el coworking deja atrás el concepto «compañeros de oficina»
para emerger como pequeñas comunidades de autoayuda y generación de
proyectos e ideas capaces de competir con los negocios más asentados
de la economía ortodoxa. Y no todo el mundo es entonces bienvenido.
Contra la soledad del autónomo
María Rufilanchas, de la agencia de comunicación
Molaría, ha creado su propio espacio, Teta&Teta (tetaandteta.com), que
comparte con personas de selectísima confianza porque, como asegura ella misma,
necesitaba a la gente: «El coworking es para el autónomo lo que el piso de
estudiantes para el estudiante: una salvación. La única manera de trabajar
en un espacio grande, con amigos, por cuatro duros, sin jefes y con la nevera
llena de cervezas».
Manuela Moreno, guionista, llevaba años trabajando
«en bares y cafeterías», a pesar de tener oficina propia. Hasta que descubrió
La Bicicleta (labicicletacafe.com),
una cafetería temática en torno a la bicicleta urbana en el centro de Madrid
que, a semejanza de locales como el londinense Look Mum No Hands!, expande una
serie de servicios añadidos como Wi-Fi gratis y enchufes para
ordenadores.
Cuando no está charlando, la clientela del local sostiene
concentrada un portátil o una tablet. «Queríamos tener un espacio donde la
gente pueda socializar con el resto», dice Tatuara Marqués, copropietaria de
este «workplace». En la era del nomadismo y replicando el éxito de las
comunidades virtuales, donde triunfa la sabiduría común, el coworking propicia
que nuevas redes de individuos consigan objetivos individuales a la par que
conjuntos con similar éxito. En suma, lo mejor del trabajo autónomo con
lo mejor de una cooperativa.
Fuente: Revista Marie Claire España,
edición impresa, octubre 2013
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