“Nos fagocitaremos a nosotros mismos,
lo que es una ventana de oportunidad
para amortiguar algo el descenso.”
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DURANTE Y TRAS EL COLAPSO:
La Revolución Solidaria (1ª Parte)
La Revolución Solidaria (1ª Parte)
Resulta un tanto irónico que
las soluciones que se daban hace décadas
para evitar el colapso de nuestra civilización sean prácticamente las mismas
que las que vamos a defender y usar para adaptarnos al colapso e incluso las
mismas que dentro de un siglo –si conseguimos evitar la barbarie– perseguirán los constructores de las nuevas civilizaciones
a lo largo del milenio.
Sé que es un
riesgo tratar de prever lo que va a pasar en el futuro cercano y parece pura
especulación siquiera intuir por dónde puede caminar la humanidad durante este
milenio. Sin embargo, la historia de la humanidad se mide en muchas decenas de
milenios y no son pocos los transcurridos ya desde la última glaciación. Así
que una perspectiva histórica amplia puede ayudarnos tanto como nuestra
acumulación sin precedentes de conocimientos.
En La
Revolución Solidaria (IEPALA 2001), cuyo
esqueleto tiene ya dos décadas, me propuse ser optimista porque llevaba ya un
tiempo entre ONGs de desarrollo humano y ecologistas. A mis amigos de batallas y a mí nos pasaba frecuentemente que las noticias del
día y el conocimiento de nuestra Historia anegaban nuestro optimismo, tratando
de hundir los ánimos que nos impulsaban a seguir luchando para salvar a la humanidad y para salvar
la Tierra. Apliqué un análisis científico y otro artístico pero con espíritu y sesgos optimistas.
En el análisis de la realidad de
entonces no entró el tema del pico de los recursos finitos, en especial del
petróleo convencional, a pesar de que mientras escribía el libro leí el
artículo de Campbell y Laherrère de 1998 que me pareció revelador [1]. Pero
la vorágine de las injusticias humanas, la deforestación y la sobrepesca y sus
consiguientes pérdidas de biodiversidad, y el cambio climático, no dejaban casi
espacio para otro aún más. Parte de mi
análisis venía de decir sí a charlas, cursos y conferencias relacionados con la
demanda de la época: los Desarrollo Sostenible, Biodiversidad y Cambio Climático
ocuparon mi agenda de profesor que cree que la tercera pata, la divulgación, es
también importante (las otras dos patas son obviamente la docencia y la
investigación, las únicas que se valoran en la Universidad). En todo caso,
estos temas eran suficientes para saber –y ya había de hecho bastante consenso
científico- que el mundo iba por la carretera del colapso pisando el
acelerador.
Sin embargo,
aunque con dudas, muchos teníamos la esperanza de que una mezcla de
revoluciones transformaría esta Civilización a tiempo para no tener que pasar
por un colapso traumático.
Lo que
desarrollé entonces fue una cadena de argumentos sencillos:
1.
La gravedad del problema es
inmensa por lo que:
2.
Es urgente una revolución
tecnológica –que es nuestra vía característica de interacción con la naturaleza y entre nosotros-.
Pero esta revolución tecnológica tiene que ser dirigida en una dirección
adecuada, por lo que:
3.
Se necesita una revolución
económica y política urgente que
elimine además la enorme desigualdad humana a escala planetaria; pero a su vez
esta revolución necesita, para poder darse, que la humanidad:
4.
Se embarque en una urgente
revolución ética y de valores; espiritual.
Al conjunto lo llamé Revolución
Solidaria. Ésta Revolución (de incluso más
entidad que la Agrícola e Industrial) debía hacerse en las siguientes décadas y
completarse prácticamente del todo antes del 2030 (ya que los Límites
al Crecimiento nos indicaban que antes de esa
fecha comenzaba el largo descenso).
Hoy sonrío con mi exceso de
optimismo. En parte era buscado, pero entonces pensé que el instinto de
supervivencia como especie sería nuestro acicate. Esto y la contundencia y el
consenso con que la ciencia nos advertía, ya que después de todo, la ciencia se
suponía había sustituido parcialmente a otras iglesias de tipo deísta a la hora de dirigir la opinión.
Resultó que nuestro instinto de
supervivencia como especie es muy flojo (se sabía, porque desde la antropología
se tenía claro, pero no imaginé cuán poco), y tampoco nos movemos ni por los
más mínimos de la racionalidad de la que tanto presumimos cuando nos comparamos
con los otros seres vivos (se sabía,
porque desde la sociología y la psicología se tenía claro, pero no imaginé cuán
poco).
Luego seguí
aprendiendo de cientos de conversaciones y lecturas: Muchas personas no querían
llegar al punto 1º porque preferían ignorarlo y/o porque veían imposible que
nos moviéramos por la Revolución Solidaria:
nuestra cultura ha generado legiones de creyentes en que nuestros instintos son
básicamente de lucha egoísta en una arena competitiva que resuelve los
problemas o pone a cada uno en su sitio, a la vez que nos hace descreídos hacia
nuestros instintos –que son como mínimo los mayoritarios- de cooperación, amor
y solidaridad.
En realidad nos comportamos insolidariamente
por nuestra gran capacidad de terminar haciendo lo que creemos; como dicen
genialmente Durán y Reyes en En la espiral de la energía: “vemos lo que creemos” bajo el dictado de nuestra cultura
incluso por encima de nuestros instintos, genes o como quieran llamarlo (esa
libertad paradójicamente es la que hoy nos hace menos libres, incapaces hasta
ahora de elegir la vía solidaria).
Otras personas
pasan por el punto 1º pero se quedan en el 2º. Son nuestros archiconocidos
tecno-optimistas, dominados por el mito del progreso. No querían oír hablar
mucho de la gran desigualdad humana porque intuyen que el tema no es solo
resoluble tecnológicamente; normalmente son gentes sin estudios en
antropología, historia, sociología y filosofía; suelen ser ingenieros o
científicos de ciencias básicas (físicos, químicos, bioquímicos) y/o creyentes
compulsivos de la religión cientifista más reduccionista. La desigualdad humana
y ecológica es para ellos un tema tan
incómodo como mínimo.
Entre unos y otros creyentes impedirían la Revolución Solidaria que impediría el
colapso de nuestra Civilización. Unos pocos creen que esos cuatro puntos o
similares siguen siendo factibles aún hoy.
A estos lectores les gustó la
Revolución Solidaria, sobre todo su carga artística-espiritual. Y después de
todo iba dirigido el libro a ellos, pues necesitaban ánimos para contribuir a
conformar una masa crítica que
aunque minoritaria sí podía desatar los cambios que movieran al mundo
(Prigogine [2] y
otros termodinámicos dicen que a veces, sin que sepamos bien porqué, en un
sistema complejo alejado del equilibrio –lo que vale para una sociedad humana-
una parte pequeña puede cambiar rápidamente el todo).
Quizás ese 1% despierto ayudara a despertar al 98% dormido, que como dice
Chomsky, “ni sabe que lo está”. Pero este razonamiento de cambio desde la
minoría vale también para el 98% dormido y especialmente para ese 1% más rico de la humanidad
que está despierto. La historia reciente ha mostrado que nuestra minoría no ha cambiado de raíz el mundo, incluso
muestra que la minoría ultrarrica tiene
más probabilidades de hacerlo (maneja un flujo mucho mayor de energía y, por
supuesto, de poder); pero había que intentarlo. Además, en contra nuestra
estaba que las inercias de nuestro sistema eran de un tamaño muy
superior al que ya entonces imaginábamos. En los cuatro puntos.
La gravedad de los problemas era
mayor, no sólo porque no contábamos con el que se convertiría en el primer gran
obstáculo: el del acceso a un flujo grande de energía y con él de materiales
(suelos, agua y minerales), sino porque además en realidad se quedaron cortos:
eran conservadores; en parte por la propia naturaleza de la metodología
científica y su interacción social. Además descubriríamos nuevas y más fuertes
realimentaciones positivas entre los problemas. Con lo que sabemos hoy, efectivamente en los años 90 del
siglo XX el colapso seguramente ya no tenía forma de evitarse.
A finales de
2015 es ya una obviedad que la mayoría se empeña en no ver. Es más, diría que
la razón fundamental de que siempre ha sido inevitable el colapso de esta
civilización, no es el pico del petróleo unido a los otros picos en un contexto
de cambio climático, pérdida de biodiversidad y funciones ecosistémicas y
aumento desgarrador de la desigualdad humana. No. La razón fundamental es que
la mayoría no quieren ver que el colapso se nos viene encima y de hecho no lo
verán como tal una vez que todo lo que definimos como civilización occidental
se vaya viniendo abajo.
Para los que
no vivimos del todo en la inopia va este mensaje que puede parecer demasiado
desesperanzador. Pero no lo es, y llevo ya más de un lustro tratando de
explicar por qué no lo es; sin éxito, pero aun así paciente y esperanzado por
hacer entender mis argumentos.
Y es que el
camino que vamos a tomar una parte de la humanidad va a ser precisamente
prácticamente igual al descrito por la Revolución Solidaria –descartadas las
hipótesis de extinción humana en el próximo milenio o la vuelta a las cavernas
de unos pocos millones de humanos supervivientes, ambas con probabilidad no
despreciable y en aumento-.
Así que
veremos las tres revoluciones que durante y tras el colapso pondremos en
marcha.
La re-evolución tecnológica (durante y tras el colapso)
Hace dos o
tres décadas habríamos necesitado terminar de completar una Revolución
Tecnológica que habría transformado el sistema económico y político mundial a
la vez que para darse esa revolución tecnológica se tendría que haber
transformado el sistema económico y político.
Los
ecologistas de hace cincuenta años, y muchos aún hoy, midieron y miden mal la
interacción entre las tecnologías verdes necesarias para cambiar a un mundo de
civilización sostenible y el sistema político-económico. Muchos imaginaron que
los pequeños molinos eólicos, los paneles fotovoltaicos en el tejado de tu
granja y la huerta ecológica cambiarían el mundo: proporcionando más libertad,
más equidad y más necesidades humanas cubiertas a la vez que dejábamos en paz a
Gaia. Seguramente.
Algunos
creyeron que eso se podría hacer dentro del sistema económico –capitalismo
verde- (Brown, Lovins, Rifkin), otros pensaban con acierto que capitalismo
verde era un oxímoron (Riehmann), una contradicción de términos que haría algo
como macro parques fotovoltaicos y molinos flotantes gigantescos que seguirían
manteniendo la desigualdad humana en el mundo sin resolver las causas raíz de
los problemas. A mí me parecía que esa contradicción interna transformaría de
hecho el sistema económico en otra cosa y que tal cual, las tecnologías
alternativas necesitaban de un impulso en una dirección que no se podía dar sin
transformar radicalmente, mientras tanto o antes, el propio sistema económico y
político.
Pero estos son
ya ejercicios imposibles del pasado. Tanto como especular si el ordenador de a
bordo de una misión tripulada a Júpiter se rebelaría contra nosotros en 2001.
El tema ahora es qué tecnologías vamos a usar durante el colapso y tras
el colapso.
Una primera respuesta que se está
poniendo de moda, en especial por parte de tecnófilos, es la llamada
biomimesis, la imitación de procesos y características de los animales y las
plantas por parte de ingenieros y arquitectos. En realidad esta imitación es
más un marketing y una piratería que un conocimiento profundo de la tecnología
de la naturaleza. Que es un marketing es obvio sin más que ver cómo se anuncian
las empresas que inventan imitando. Que en realidad
no deja de ser por ahora una piratería de los conocimientos acumulados en la
biosfera, también debería resultarnos obvio.
El proceso que siguen por ahora y
durante los primeros lustros del colapso se enmarca en realidad en el
capitalismo verde, vía que ya sabemos no funciona. No se trata de mejorar la
velocidad del nadador olímpico con un bañador que imita la piel del tiburón, ni
de reinventar el velcro inspirándose en algunas plantas. Nuestros problemas son
globales y la biomimesis que se está imponiendo en los debates es más una
Geoingeniería –imitemos lo que hace la naturaleza y regulemos nosotros también
el clima del planeta-. Tampoco seamos ingenuos en que la biomimesis va a ir por
tecnologías sencillas del estilo al pequeño molino eólico, granja ecológica y
demás. Mientras esto no colapse casi del todo será distorsionado por el sistema
y las nuevas tecnologías piratas de la naturaleza serán precisamente eso,
piratería.
Otra posible respuesta son las
famosas tres R: Reducir, Reutilizar y Reciclar.
Aparentemente igual que la revolución verde habrá que hacerlo en esquema mental de colapso y nueva civilización y por tanto en otro tipo de sociedad muy diferente; en la nuestra no podemos hacerlo porque las ganancias en eficiencia y ahorro (a eso se terminan reduciendo las tres R) sirven al sistema para seguir creciendo: es la paradoja de Jevons a estas alturas archiconocida. Hemos hecho muchos análisis de Ciclo de Vida que no han servido para cerrar los ciclos.
Aparentemente igual que la revolución verde habrá que hacerlo en esquema mental de colapso y nueva civilización y por tanto en otro tipo de sociedad muy diferente; en la nuestra no podemos hacerlo porque las ganancias en eficiencia y ahorro (a eso se terminan reduciendo las tres R) sirven al sistema para seguir creciendo: es la paradoja de Jevons a estas alturas archiconocida. Hemos hecho muchos análisis de Ciclo de Vida que no han servido para cerrar los ciclos.
Nuestra
tecnología humana es de ciclo abierto y lo seguirá siendo durante el colapso:
En los sistemas humanos (un edificio, una ciudad, la propia civilización
representada por el círculo de la siguiente figura) entra energía útil (calorífica,
eléctrica y mecánica) y dispersa esa energía en su entorno inmediato
(calorífica).
Esa energía se
utiliza para transformar/mover/cambiar materiales que recogemos del entorno (de
la biosfera) y terminan como residuos (en la biosfera) o aumentando el tamaño
(de los cacharros en casa, de la ciudad, de la civilización):
Hablamos de
ciclo abierto porque los materiales que necesitamos y los residuos proceden del
exterior; en último término de la biosfera. Y es un ciclo que también depreda
la biosfera porque buena parte de las fuentes de energía proceden también de
ella directamente y también indirectamente: Los sistemas de captación y
transformación de las energías requieren materiales que vienen de la biosfera.
No es posible en un sistema así no depredarla.
Esto es menos obvio de lo que
puede parecer a primera vista. No podemos imitar a la naturaleza porque el
sistema humano está integrado en ella y la tecnología que requeriríamos para
cerrar los ciclos materiales no solo está fuera del alcance de nuestros
tecnólogos, está fuera del alcance también de la propia sociedad.
No podemos imitar a la naturaleza porque nuestro comportamiento, nuestra
civilización, funciona radicalmente de forma diferente al funcionamiento de la
naturaleza, lo iremos viendo. Sería como pedirle a un cáncer que dejara de
depredar y crecer dentro de su hospedador, que se haga mimético con él, que lo
imite; pero no es cuestión sólo de la bioquímica, es cuestión de que ontológicamente
para dejar de hacerlo debería dejar de ser un cáncer.
Imitar a
nuestra biosfera (imprescindible para una civilización que quiera permanecer)
debe hacerse pues desde otra civilización, no desde una reforma o
transformación de la nuestra; así que en cierto sentido no es tan malo que
nuestra civilización colapse, podremos los humanos ensayar mejores y más
complejas civilizaciones.
Pero
regresemos:
Ante la escasez
energético-material que se nos echa encima con el colapso, Reduciremos, en ocasiones muy bruscamente, nuestro consumo de todo.
Durante el colapso, el metabolismo de todas las ciudades mayores de quizás
medio millón de habitantes será imposible de mantener, por lo que se desharán
poco a poco. Esto ralentizará y hará menos traumático (si se hiciera bien) ese
colapso porque las grandes ciudades del mundo se convertirán en nuestras
principales minas de algunos recursos materiales (en vez de extraer todo de la
biosfera extraeremos parte del círculo grande de la figura anterior).
Esta Reutilización será de
escala masiva. Idealmente deberíamos estar planificando como desurbanizar las ciudades, pero sólo lo haremos con cierto caos
(¿como en Detroit?).
Durante el colapso-transición
aprovecharemos la energía cristalizada
en las infraestructuras y estructuras hechas las décadas y siglos anteriores,
aunque otras tecnologías, como es el caso de las centrales y residuos nucleares
o la gran hidráulica, requerirán invertir energía para evitar que su deterioro
sea un grave problema (pero en un colapso realista, lo más probable es que
debamos abandonar grandes regiones permanentemente, lo que generará un problema
de cómo comunicar el “prohibido el paso” durante mil generaciones
humanas; algo bien difícil.
Nos fagocitaremos a nosotros
mismos, lo que es una ventana de oportunidad para amortiguar algo el descenso.
Por el contrario, la inercia del deterioro sobre los ecosistemas soporte y la
biosfera en su conjunto hará que tengamos que invertir recursos y energía, no
sólo en luchar por los recursos escasos
con otros grupos humanos (está en los genes de nuestra civilización, no en los
genes humanos), sino también en corregir los desastres que el caos climático y
otras consecuencias naturales seguirán
generando durante el colapso. La razón de esto último es que la transición
energética de una era fósil a –de nuevo- una era renovable, será relativamente
rápida –del orden de un siglo- pero no mucho más corta, precisamente porque
durarán décadas las minas de las ciudades y habrá centros de poder concentrado
que seguirán explotando energías fósiles seguramente cercanas y de relativo
fácil acceso.
Como la
fotovoltaica y la eólica de gran escala son sistemas tecnológicos de alta
complejidad irán desapareciendo más rápido tras cierta reutilización ¿robaremos
/ reusaremos paneles fotovoltaicos de grandes parques abandonados para
reusarlos en nuestras ecogranjas de transición durante el colapso?
Así que la vuelta
inevitable al campo y la reutilización de las
ciudades tendrán que hacerse con energía renovable que saldrá principalmente de
la biomasa vegetal, animal y humana. Esta será la única Revolución tecnológica
de las 3R que estará a nuestra disposición.
Esta
re-evolución tecnológica para una población humana inicial muy superior a la
que había en la era energética prefósil supondrá probablemente una aumento
inicial, y no necesariamente un descenso, del impacto sobre los ecosistemas
soporte, principalmente bosques naturales y los territorios de elevada diversidad
que queden. Mientras no nos transformemos en casi vegetarianos y reduzcamos
ostensiblemente nuestro número y consumo, usar energías renovables será un
problema sobre Gaia que seguirá pasándonos factura a un ritmo que nos acercará
a nuevos límites.
Una ciudad prefósil usaba un
ecoespacio para alimentar sus necesidades energéticas de decenas de veces su
tamaño (40-100 veces dicen Durán y Reyes en La espiral de la energía citando a Smil) mientras que las necesidades de
espacio de las energías fósiles son muy inferiores.
Un cálculo
simple: si volviéramos a las necesidades energéticas de biomasa de las ciudades
del siglo XVII o XVIII, necesitaríamos, para 9.000 millones de personas, todos
los bosques que quedan en el planeta… (en 1700 la población humana era más de
10 veces inferior). Esto nos condena a que durante el colapso, si este no es
muy rápido, seguiremos deteriorando los ecosistemas fuertemente, lo que
profundizará éste.
En la figura
podemos ver el ecoespacio que con fuentes renovables no hipertecnológicas
requerirían los ciudadanos de Madrid –solo la capital-:
La condena es obvia.
En todo caso
tenemos ciertos márgenes durante el colapso. Nuestra obsesión debería ser las
3R con renovables pero desde una nueva perspectiva: reducir el consumo de
energía hasta al menos un orden de magnitud por debajo de la energía no de la
biosfera sino de la geosfera. La razón es que Gaia se apaña con la geosfera
(e.g. volcanes) pero no con la antroposfera.
La energía libre disipada por el interior de la Tierra es de unos 40
TW, la biosfera fija por la fotosíntesis unos 215 TW, con esta energía controla
la geología y otros procesos y se ha adaptado a ellos durante miles de millones
de años (en ocasiones incluso esos 40 TW le han generado problemas pues algunas
grandes extinciones masivas de especies se han debido a estos procesos
geológicos). Los humanos usamos unos 47 TW de energía libre, más que la
geología, y el antropoceno es muy reciente, con lo que la biosfera no ha podido
aún lidiar, controlar, adaptarse; de ahí que la 6ª extinción masiva esté en
marcha. De los 47 TW unos 14 provienen de energías fósiles y el resto de
degradar la biosfera directa o indirectamente. Parece que no es descabellado
pensar que un límite sostenible serían 4-5 TW (el 10% de lo geológico). Pero si
tenemos en cuenta que 30 TW los destruimos ahora para alimentarnos, cobijarnos,
etc., parece imposible que con cualquier tecnología podamos ser 9.000 millones
de habitantes: los cuerpos humanos disipamos ya más de medio teravatio solo
para mantener nuestro metabolismo basal, como esos nutrientes provienen de
vegetales y nunca aprovecharemos todo (no somos máquinas 100% eficientes) y
como seguiremos usando animales (para reciclar, para tiro, para alimentación)
la cosa se convierte en misión imposible… Ya solo alimentar a los animales de
tiro requirió 1/3 de las necesidades de cultivos en los siglos de la era
prefósil…
Tendremos que
ir aprendiendo otra vez a cerrar los ciclos (reciclar, reutilizar) hasta el
punto de que la mayor parte de la energía se utilice para reciclar.
En las primeras sociedades
agrarias, esas que fueron matrilineales, frugales, equitativas, pacíficas y
seguramente bastante más felices en comparación con lo que vino después (la era
axial, el Renacimiento, la
revolución industrial, nuestro presente), no se buscaba la productividad de la
tierra, sino su permanencia (algo intrínseco a la permacultura que a veces
olvidamos empeñados en comparar / competir con
la productividad de la
agricultura industrial, ¿quizás porque queremos forzar el sistema para
alimentar a 9000 o más millones de humanos?).
El agricultor
no buscaba producir más, sino asegurarse de que sus nietos podrían seguir
produciendo (el que no lo hizo no dejó tierras fértiles a los nietos). Así que
aprendieron poco a poco que debían invertir mucha energía y esfuerzo en ayudar
a cerrar los ciclos del suelo que cultivaban (tardaron milenios en aprender,
por lo que el impacto humano sobre Gaia nunca ha sido despreciable desde
entonces).
Y aquí entramos en la clave,
diría que de TODO el ASUNTO, de todo lo que será la humanidad en los próximos
siglos y milenios si quiere ser y la clave de todo lo que pueden ser
civilizaciones prósperas del
futuro. Así que lo repito en negrita:
La mayor parte de la energía/tecnología se
utilizará para reciclar/cerrar ciclos.
Es más, reciclar no es solo un
proceso que hace magia sino que
se convertirá en parte de lo Sagrado. Y no estoy bromeando.
Una vez que
las minas urbanas se vayan agotando, las nuevas sociedades se enfrentarán otra
vez a un problema de límites de crecimiento, y así será por siempre hasta que
algunas sociedades se estabilicen en un muy bajo consumo, tecnología con
control de la población y una baja concentración del poder.
Mientras la
biosfera se va recuperando poco a poco, un reducido consumo y el diseño de las
cosas para que duren y se reutilicen serán imprescindibles. Y mucha, mucha
adaptabilidad social (que se consigue con comunicación y diversidad).
Como la fuente
de recursos energéticos y materiales será el ecosistema local, y estamos
lejísimos de las capacidades de Gaia, sencillamente será ésta la que se
encargue, como siempre ha sido, de la mayor parte de la tarea de reciclar.
Mientras el flujo de materiales y energía humano sea muy pequeño podremos
adaptarnos y ser acogidos en Gaia.
Es posible que
estas sociedades ignoren/desprecien/olviden todos los desarrollos
tecnocientíficos de nuestra actual civilización. ¿No necesitarán la teoría
cuántica?
Aunque ciertos
conocimientos/mitos/creencias perdurarán y estarán más próximos a la realidad
que los que tuvieron sociedades del pasado lejano, no se tiene porqué olvidar
la pequeñez de nuestro lugar en el tiempo y en el espacio en el Cosmos, por
ejemplo. Un mito esencial de humildad que necesitaremos (y que aún no hemos integrado en nuestra cultura). Y
quizás por ello, la ciencia y tecnología, ya no tan reduccionistas, se
desarrollen más por lo ecológico que por lo físico. Más que un interés en las
máquinas, el interés estará en la comprensión de los ciclos y flujos y
conexiones entre los seres vivos. En como aprender a integrar nuestros ciclos
en los del ecosistema, en cómo ayudar en el Gran Reciclado.
Se producirá
una autoselección de aquellas sociedades que no fracasen aquí.
Esta
coordinación con el ecosistema en las tareas del reciclado es mucho más
compleja de diseñar que una refinería de petróleo. Así que requerirá tiempo y,
si tiene éxito, generará sociedades complejas.
Tendrán una
paradójica ventaja: usarán energías renovables difusas y dispersas en un
contexto de deterioro ambiental que durará milenios: caos climático,
consecuencias de la extinción masiva de especies y de poblaciones,
contaminación química y radiactiva… Esto impedirá un crecimiento rápido al modo
cáncer característico de nuestra civilización.
Un problema
fundamental del ser humano (mucho más allá de la Revolución Industrial o del
sistema social capitalista) es que se las ha venido apañando –aunque con
altibajos- para crecer en el uso de la energía de forma hiper-exponencial,
sobre todo las sociedades que fueron ganando en dominación de los otros. Las
sociedades de un ser intrínsecamente muy tecnológico fueron modificadas o
mejor, coevolucionaron con la tecnología y la disponibilidad de energía.
En la figura podemos ver cuál y
cómo ha sido la entrada de energía per cápita promedio en las sociedades
humanas a lo largo de toda nuestra historia y las revoluciones
energéticas asociadas: No sólo hemos utilizado
flujos de energía exosomática grandes sino que estos han entrado de forma
explosiva en las sociedades, necesariamente provocando fluctuaciones y cambios
(la exergía es la capacidad de hacer cambios).
Mi hipótesis
es que un crecimiento hiper-exponencial de la energía trae inevitablemente
problemas de adaptación y una necesidad permanentemente insatisfecha de que coevolucionen
las sociedades al unísono de la energía. Esto no solo genera tensiones sino que
al no haber tiempo para que la sociedad adapte la energía/tecnología siempre a
más, tiende a generar desequilibrios cada vez más grandes con la aparición y
crecimiento de élites dominadoras (que han controlado desde siempre los flujos
energéticos y también las cosmovisiones o mitos).
En ecología a este comportamiento
de desequilibrio lo llamamos la entrada de tramposos, organismos que se las apañarían para medrar a costa de los
demás precisamente por no tener que trabajar para el sistema, sino al revés. En
Gaia, en los ecosistemas y en los organismos, existen multitud de mecanismos de
retroalimentación negativa que impiden la entrada o la extensión de esos
tramposos. A veces se fracasa temporalmente, como en el caso de un cáncer
humano que se extiende imparable. Pero no suele ser lo habitual.
Podríamos
intuir varias realimentaciones positivas actuando sobre las sociedades por
medio de la técnica-energía:
Cuanta más energía (capacidad de cambio) más
tecnología (capacidad material para captar energía) y más cambio social (que se
tiene que adaptar), el cambio social aumenta la complejidad social que aumenta
la capacidad tecnológica (especialistas). Los ciclos de realimentación positiva
tienden a generar crecimientos (o decrecimientos) exponenciales. Si se anillan
varios de estos pueden generar crecimientos explosivos, hiper-exponenciales.
Desde la aparición de las
sociedades dominadoras (estúdiese una vez más En la espiral de la
energía) al menos otro anillo más:
Solo
gracias a la enorme capacidad de cooperación y amor de los seres humanos puede
explicarse que se haya sostenido la historia de las distintas civilizaciones
ante el embate que ha supuesto la triada: energía-tecnología-poder de las
élites. Esta es la raíz de nuestras esperanzas de futuro, esas capacidades.
Podemos intuir
así la enorme oportunidad que se nos abre ahora a la humanidad ya que nunca más
–al menos durante muchas decenas de generaciones humanas- volverán a sernos
posibles flujos energéticos grandes y en crecimiento rápido. El crecimiento
vendrá solo del reciclado y eso requerirá precisamente crecer, en vez de
disminuir, nuestras capacidades de cooperación y amor (es nuestra forma de
coordinarnos bien).
Con el tiempo
algunos materiales poco utilizados por la biosfera, como los metales, volverán
a ser utilizados otra vez, pero al estar ya bastante dispersados por nuestra
civilización, nos obligará a usar mucha energía para extraerlos, por lo que el
reciclado de los mismos será una prioridad absoluta desde el principio. Si en
vez de establecer relaciones de poder, competencia y dominio por esos recursos,
establecemos relaciones de coordinación que son las necesarias para elevar las
tasas de reciclado, tendremos una oportunidad para salir de la barbarie.
Esa
oportunidad creo que la tendremos porque ni el uso de la energía crecerá de
forma rápida ni tampoco el uso de materiales, lo que da un tiempo para que la
tecnología se adapte a la sociedad (y no al revés como frecuentemente ha sido).
Durante el colapso un cierto caos será inevitable porque en este caso la
energía decrecerá de forma rápida, lo que traerá consigo una inadaptación
social muy fuerte.
El sacrificio
fortuito de nuestra civilización
paradójicamente va a ser una bendición para las siguientes a largo plazo, al
igual que la desaparición de los dinosaurios abrió una ventana de oportunidad a
los mamíferos a pesar de que estos lo pasaron muy mal durante la 5ª Gran
Extinción. Mi teoría Gaia puede ayudar a comprender estos fenómenos y a
desengancharse de una visión reduccionista neodarwinista que se está empleando
para mantener una cosmovisión –un mito- del ser humano sediento de sangre,
pesimista.
El reciclado es la clave para
vencer a la tendencia a la dispersión de los materiales de nuestra
civilización. Aquí no se viola la ley de la entropía –que se refiere sólo a la
energía y no a la materia y por tanto niega las tesis más pesimistas del
pionero Georgescu-Roegen– y la prueba contundente
es que una planta concentra/recicla el disperso y difuso CO2 de la atmósfera (unas 400
partes por millón cuando esto escribo, en un medio ya tenue) y gracias a la
energía de unos cuantos fotones incorpora esos átomos de carbono y los
concentra para formar la bella escultura viviente del organismo que llamamos
árbol.
Es decir, para
reincorporar o reciclar necesitamos un flujo controlado de energía, mayor
cuanto mayor sea la tasa de reciclado. Ese flujo además no será grande y nos lo
proporcionará la biosfera.
Reciclar un
25% del aluminio cuesta menos energía que extraerlo de la bauxita, esta es la
razón económica de porqué reciclamos. Sobre todo si no tenemos en cuenta los
gastos económicos y energéticos y la pequeña coordinación que requiere todo el
proceso (campañas del ayuntamiento, separación y espacio para el almacenaje en
el domicilio o la empresa consumidora, traslado al contenedor, traslado desde
el contenedor, etc.).
El proceso no
es lineal. Es fácil comprenderlo. Pasar del 25% al 50% de tasa de reciclado es
relativamente fácil respecto a pasar del 75% al 95%. Aunque la tasa del 100% es
un imposible (no se nos podría escapar ni un solo átomo del sistema), el
problema es que reciclar con tasas del 99% requeriría una energía y
coordinación enormes sobre todo si pensamos en los materiales importantes para
una civilización: agua, suelos (carbono, fósforo, nitrógeno) y en nuestro caso:
plásticos, metales… El grado de complejidad tecnológica sería también enorme,
desde el propio diseño de los útiles hasta la organización de la larga cadena
de procesos implicados desde la cuna hasta la cuna; las personas nos
dedicaríamos casi en exclusiva a formar parte de esa estructura de
coordinación, sin fallos. La sociedad sería definida por ese camino y
finalidad.
Aunque esto
suena a ciencia ficción (una tecnología superavanzada, una sociedad
supercompleja), fijémonos en la maravilla que surge del reciclado.
Imaginemos que un sistema recicla
con una tasa del 50% (nuestra sociedad altamente tecnológica y global recicla actualmente menos del 6% de los
recursos que usa –Alier-). De forma rápida esto significa que cuando entra una
unidad de recurso en el sistema y esta misma unidad sale en forma de residuo el
sistema ha utilizado dos unidades de recurso dentro del mismo.
De forma más
lenta: Dentro del sistema el recurso (rectángulo verde) es utilizado y
transformado pero antes de salir es reciclado al 50%, eso significa que la
mitad de lo que entró sale en forma de residuo (cuadrado marrón) y la otra
mitad vuelve a ser utilizada por el sistema. Al ser reutilizada como recurso
(cuadrado verde), el sistema vuelve a generar la mitad de la mitad como residuo
y la otra mitad de la mitad como nuevo recurso. De ahí que el conjunto de
flechas de vuelta de la figura terminen sumando un nuevo recurso virtual.
La magia de este proceso está en
verlo al revés: el sistema ha utilizado dos unidades de recurso pero sólo ha
requerido del exterior una unidad y sólo ha generado una unidad de residuo.
Automáticamente su impacto ambiental fuera del sistema es la mitad del que hubiera generado con tasa de
reciclado de cero.
Pensemos ahora
en la maravilla de complejidad de la ingeniería que desde el punto de vista
físico es un árbol.
En cierto sentido su propósito en Gaia es doble: ayudar a concentrar el carbono
disperso en la atmósfera y ayudar a reciclar el agua. Las energías implicadas
son inmensas a escala planetaria, y a escala del árbol podemos decir que casi
toda su energía se dedica a esos dos procesos (en realidad hace muchas más
cosas, claro, en los ciclos del nitrógeno y fósforo, se autorrepara, se
reproduce…). Diríamos que un árbol es uno de los ingenieros de reciclado de
materiales de Gaia.
Pero el reciclado no lo hace Gaia
solo gracias a la complejidad estructural y bioquímica de un árbol. El árbol
solo es un eslabón de una enorme cadena que mueve la gran
bicicleta. Se necesita la misma complejidad
estructural y bioquímica en el resto de elementos: al igual que los órganos y
células de un árbol deben coordinarse extraordinariamente bien para hacer sus
funciones de reciclado, “fuera” del árbol debe haber una estructura igualmente
compleja y coordinada para poder seguir utilizando/reciclando el carbono, el
agua, el nitrógeno, etc.
Reciclar a altas tasas requiere
una alta coordinación y complejidad. Hablamos de una economía circular. Pensemos en un organismo muy complejo: un
mamífero. Para nosotros, mamíferos humanos, el agua es un elemento vital.
Podemos hacer un cálculo de
cuánto se recicla el agua dentro del organismo a partir de cuántas veces circula en la economía interna. Imaginemos que bebemos un vaso de agua, ¿Cómo
y cuándo será expulsado como residuo? Y sobre todo, ¿Cómo se utiliza dentro?
El detalle es muy complejo pero
el cálculo que pretendemos hacer es bastante sencillo: basta por ejemplo con
seguir una molécula de agua ingerida, seguirle la pista hasta que sea expulsada
y contar las veces que pasa por el mismo sitio antes de salir. Una puerta fácil para ese contaje es las veces que pasa por los
riñones antes de desaparecer del sistema. El resultado son unas 200 veces [3]. La
molécula ingresó en el estómago y pasó a los intestinos donde fue absorbida
hacia el sistema circulatorio, probablemente alguna célula la absorbió durante
unas horas incluso algún día –perteneciendo a varios orgánulos celulares- hasta
que fue llevada a otro sitio. Todo ese transporte interno requiere energía y coordinación. Han de
ponerse de acuerdo los órganos y sistemas del organismo para una tarea tan
delicada. Que pase 200 veces por los riñones es equivalente a una tasa de
reciclado del 99,5%.
Un camello lo
puede hacer incluso mejor ante una necesidad adaptativa mayor: 500 veces.
La complejidad
de un mamífero es tal que desde el punto de vista de un ingeniero se nos escapa
poder reciclar con una tasa de reciclado de un 99,5%.
De hecho yo solo conozco sistemas
complejos que sean organismos capaces de esas tasas de reciclado de sus
materiales (en realidad la teoría Gaia orgánica [4] termina
diciendo que un organismo precisamente se autodefine al conseguir esas tasas de
reciclado). Resulta que en nuestra biosfera como conjunto hay tasas de
reciclado similares para elementos clave como el carbono, el nitrógeno y el
fósforo. De 200 y de hasta 500 veces.
No es perfecta Gaia, pero en todo
caso su hipertecnología es capaz de disminuir sus necesidades de estos
materiales 200 o 500 veces. O si se quiere, Gaia puede ser y alojar 200 veces
más vivientes que si no fuera capaz de reciclar casi nada. Sin esa capacidad la
máxima productividad de las selvas tropicales sería en toda la Tierra como en el desierto del
Sahara. Por suerte no recicla al 6% de nuestra civilización del siglo XXI.
La biomimesis será la guía
fundamental de las revoluciones tecnológicas que pondremos en marcha tras el
colapso. Pero la de los procesos de reciclado, no la del velcro o biodiesel.
Toda la biodiversidad,
complejidad y riqueza que observamos en la biosfera es debida fundamentalmente
a la necesidad de reciclado; necesidad que apareció a los pocos cientos de
millones de años desde la presencia de la vida en nuestro planeta. Gaia superó
sus problemas de límites al crecimiento autoformándose como organismo. Este es El
Origen de Gaia y también el origen de cualquier
sociedad sostenible y compleja humana del futuro.
Si la entropía
estabilizaba/seleccionaba, el reciclado es el motor evolutivo. Estas ideas
forman la base de mi teoría Gaia orgánica que en el futuro sustituirá al
neodarwinismo como visión explicativa del mundo humano (o eso quisiera yo).
Así como
fueron las visiones del capitalismo liberal las que dieron lugar a la teoría de
Darwin –mucho más que los pinzones de las Galápagos-, la teoría de Gaia
orgánica bebe curiosamente también del estudio de los límites del crecimiento
de nuestra sociedad capitalista y muestra un camino de imitación/supervivencia.
Todo se
realimenta.
Notas
[1] Campbell y Laherrere (1998): El fin
del petróleo barato. Scientific American.http://es.scribd.com/doc/93981440/El-Fin-Del-Petroleo-Barato
[2] Un clásico ya: “¿Tan solo una
ilusión?” (Tusquets 1988).http://www.tusquetseditores.com/titulos/metatemas-tan-solo-una-ilusion
[3] Hay distintas formas de hacernos una
idea de este valor sin tener que contar. Una divertida es a partir del tiempo de residencia del
agua en el cuerpo, que es de unas dos semanas (si bebo unos 2,5 litros de agua
al día –incluyendo la que hay en los alimentos- y mi cuerpo contiene unos 40
litros, el cociente 40/2,5 me da aproximadamente ese tiempo promedio de
estancia). Ahora me voy de cervezas de bar en bar. Tras los tres o cuatro
primeros bares –y más de un litro de cerveza en el cuerpo- mis deseos de
visitar el baño serán irrefrenables, quizás a la hora o dos de iniciado el
proceso. Así, el tiempo de residencia (dos semanas) entre el tiempo de
residencia cuando saturo el sistema y no dejo tiempo al reciclado (una o dos
horas), debe ser aproximadamente mi tasa de reciclado.
[4] Véase: http://www.bubok.es/libros/199109/Teoria-Gaia-Organica y El Origen de Gaia(editorial ABECEDARIO)
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