UNA GRAN GUERRA MENTAL Y ESPIRITUAL
La humanidad aún no es consciente de ello. ¡A pesar de las señales!
En 2022 publicamos este artículo con el título “Todas las
grandes potencias conocen las armas psíquicas y las utilizan contra la
población”. Por su interés y vigencia hemos considerado rescatarlo del archivo
y ofrecerlo nuevamente a nuestros lectores.
“La mayor astucia del Diablo es hacer creer que no existe”. La conocida frase del poeta Charles Baudelaire solía repetirla Marenches, director del Servicio de Inteligencia Exterior de Francia (SDECE) durante las legislaturas de Georges Pompidou y Giscard d’Estaing; asesor de Ronald Reagan y cofundador durante el gobierno de George Bush del Safari Club, un proyecto de cooperación de los servicios secretos de varios países. ¿Por qué Marenches hacía uso de esta frase? La sentencia es extrapolable a todo aquello que el siniestro Poder en la sombra que domina el mundo oculta a la humanidad, con el objeto de mantenerla sumida en la ignorancia, y así trabajar con total impunidad en proyectos lesivos que, oficialmente, “no existen”.
El desconocimiento de la realidad y la credulidad ciega en
quien no merece nuestra confianza nos hace vulnerables y nos convierte en presa
fácil a merced de los depredadores. La situación distópica de hoy es
consecuencia de esta circunstancia. Por eso estamos viviendo momentos de
incertidumbre, de miedo, de inversión de valores y de psicosis colectiva, sin entender
el porqué. Pero lo cierto es que nadie sabe qué ocurrirá mañana, excepto
“ellos”. Aunque no creo que, al final, les salgan las cuentas como esperan.
¡Esto no ha terminado y estamos en pie!
Los programas de dominio nos asustan con los virus, la
economía, la energía y el cambio climático, diseñados ad hoc por
los psicópatas que dirigen el mundo. La solución, por tanto, no puede provenir
de los creadores del caos. En realidad, por extraño que parezca, la clave está
en los ciudadanos. Sí, en nosotros, en el desarrollo de nuestra conciencia.
Esto no tendrá solución si no caemos en la cuenta de que en este presente que
nos ha tocado vivir, se está librando una guerra espiritual, psíquica, mental.
Hay muchos indicios que apuntan a ello. Otra cosa es que desarrollemos la
perspicacia suficiente para descorrer el velo y la valentía para afrontarlo.
El citado Marenches, en posesión de información privilegiada
y conocedor de los programas en los que diferentes servicios secretos –su
especialidad— estaban trabajando, aseguraba en 1988 que se estaba librando la
Tercera Guerra Mundial, en la que aparte de las clásicas armas al uso:
subversivas, psicológicas, ideológicas o climáticas, capaces estas últimas de
crear a voluntad sequías, terremotos, ciclones o inundaciones a fin de
desestabilizar el mercado de alimentos y castigar a naciones enteras –eso decía
ya entonces—, aludía a la guerra psíquica, a la que calificaba de terrorífica,
capaz de contaminar mentalmente a grandes estratos de la población.
¿Y por qué al ciudadano no se le cuenta esto?, se preguntan
los ingenuos. La respuesta es obvia: porque las armas psíquicas son para
utilizarlas contra la humanidad, como de hecho ya se está haciendo de manera
amplificada con ayuda de la nanotecnología y la geoingeniería. En este campo,
lo físico y lo psíquico se yuxtaponen y complementan. Lástima que sea para el
mal.
La sociedad conoce los fusiles, las metralletas, las bombas,
los misiles e incluso el napalm, pero desconoce todo sobre estos cañones de
nuevo cuño, invisibles e intangibles, que aparentemente “no existen”, creados a
base de algo que “tampoco existe”, relacionado directamente con nuestro cerebro
y nuestra mente, expresado como “habilidades PSI”, es decir, clarividencia,
precognición, telequinesia, telepatía, poder mental, y otras cualidades que
escapan a la comprensión de nuestro universo tridimensional y a la lógica
humana. Por eso a los grandes poderes les ha resultado tan fácil ridiculizar
estas potencialidades y ocultarlas.
Los fenómenos extraños, el mundo del misterio, de lo
inexplicado, de los ovnis, de la parapsicología, de lo no tangible, de lo
insólito y de lo invisible es catalogado por la ciencia oficial positivista
como meros delirios mentales de personas desequilibradas, superchería,
superstición, propio de personas poco desarrolladas e intelectos escasamente
cultivados. Sin embargo, la ciencia avanzada, cuyos descubrimientos se
mantienen ocultos al gran público y a los propios científicos de a pie, dista
mucho de este pensamiento.
Hace mucho tiempo que la gran ciencia conoce la realidad de
estos fenómenos, y ha aprendido a reproducirlos, no para beneficio del ser
humano, sino con fines de control, militares y bélicos. Eso sí, invirtiendo, a
la par, cantidades ingentes de dinero público en propaganda y estrategias para
que el pueblo siga creyendo que se trata de puro folclore y se avergüence
incluso de hablar de ello o de contar vivencias personales en este campo. Los
medios de comunicación han hecho mucho daño en este sentido.
El viejo sueño de unos y el temor de otros se está
cumpliendo a los ojos de todos. El robot humano transhumanista es casi un
hecho. El físico y experto en sociedades secretas y proyectos de control
humano, Jacques Bergier decía: “la posibilidad de dominar el mundo por
medios psíquicos es un peligro mucho mayor que todos los que ha conocido la
humanidad”. Y advertía a los gobiernos sobre ciertas armas que algunos
científicos escondían, mucho más peligrosas que las bombas atómicas. En efecto,
estaba hablando de las armas psíquicoespirituales.
A lo largo de las últimas décadas del siglo pasado se han
ido filtrando documentos sobre el estudio de la parapsicología con fines
militares. En plena Guerra Fría, el Comité de Inteligencia de la Cámara Baja de
Estados Unidos aseguraba que las potencias que más invirtiesen en el estudio de
la parapsicología aplicada y que primero desarrollasen esas técnicas no
convencionales obtendrían una ventaja frente a otras.
Con el fin de investigar las posibilidades de las facultades
paranormales, como las enumeradas: telepatía, telequinesia, clarividencia y
otras, el gobierno de Estados Unidos creó el Proyecto Stargate. De paso, el
programa servía de pantalla para la justificación de fondos que se estaban
desviando a otros “menesteres” al margen de la ley. Secretamente, se estaba
experimentando con microondas y ELF sobre los cerebros de personas aisladas y
capas de población, y otros programas ilegales de manipulación y control bajo
la denominación de MK-Ultra y sus subprogramas, entre ellos el “Control Intracerebral
Radio Hipnótico” (RHIC) y el “Disolución Electrónica de la Memoria” (EDOM).
Estos experimentos consistían en borrado de memoria, inserción de historias no
vividas, estimulación eléctrica del cerebro, bombardeos de microondas y
ultrasonidos y modificación de la conducta sexual y social.
En 2017 la CIA liberó miles de documentos sobre el tema,
aparte de los que se habían desclasificado anteriormente, en virtud del Acta de
Libertad de Información (FOIA). Esta información ayuda a comprender la dinámica
actual de los campos electromagnéticos en todo el planeta y el internet de las
cosas, máxime si adicionamos el complemento de ciertos adyuvantes de las
inoculaciones –prohibido nombrar esto—, cuyo fin es la interacción y
modificación de los circuitos neuronales, implantar pensamientos e historias
ficticias y borrado de recuerdos. Es decir, los experimentos llevados a cabo en
EE.UU. y otras potencias –por lo cual el jefe de la CIA tuvo que declarar ante
el Senado— se están poniendo en práctica con toda la población. Pero estas
armas no están censadas y, por tanto, no se necesita licencia para operar con
ellas, ni existe ningún tipo de normativa internacional, porque “no existen”.
Alemania empezó la investigación psíquica mucho antes que
Estados Unidos. Hitler era un forofo de esta temática y el Tercer Reich realizó
numerosas investigaciones, así como búsquedas de objetos de poder, como el
santo Grial, creación de prototipos ovni, o canalizaciones con otros planos.
Debido a los aciertos de un vidente del führer sobre la guerra, Rusia
profundizó en las investigaciones en este campo. De hecho, los rusos siempre
estuvieron por delante de los estadounidenses, reconocido por ellos mismos en
un documento secreto de la CIA.
El hecho quedó demostrado en el experimento internacional Kosmos
Ziemia, que consistía en la comunicación telepática de psíquicos de todo el
mundo con el astronauta Edgar Mitchel desde el Apolo 14. El ruso Avtandil
Lomsadze fue el telépata mejor dotado. El informe sobre este experimento es muy
detallado e interesante.
En 1954, los rusos ya estaban muy avanzados en el espectro de estas capacidades
humanas. En el laboratorio secreto Academiah, próximo a la ciudad
de Novosivirsk, científicos y unidades especiales de la KGB trabajaron
activamente durante años en la investigación psíquica y avanzaron en la
dermoóptica –en la que el desaparecido Jacobo Grinberg era un experto—, en la
visión remota y en lo que más tarde se denominaría radiónica o actuación a
distancia sobre la materia. También se hicieron ensayos con armas psíquicas
para bloquear sistemas de radar.
Y en 1882, el físico William Barrett y otros eruditos de la
Universidad de Cambridge habían fundado la Sociedad para la investigación
psíquica, al que también perteneció el médico y fisiólogo, premio Nobel de
medicina, Charles Richet, autor del famoso Tratado de Metapsíquica.
Algo que se inició para descubrir las potencialidades del ser humano y
utilizarlas para su evolución y desarrollo, se convirtió en un arma peligrosa
en manos de los oscuros manipuladores del mundo.
Paradójicamente, mientras la ciencia oficial sigue
catalogando el estudio y conocimiento de estas cualidades humanas como
seudociencias, la ciencia avanzada –que nunca dice todo lo que sabe— y los
servicios secretos de las principales potencias, en conjunto con los organismos
al servicio de la Defensa de los Estados respectivos, no solo conocen su
realidad, sino que las utilizan como armas de guerra. Y esto es lo realmente
grave.
“El único poder verdadero es el del espíritu sobre el espíritu”,
decía John Buchan, seudónimo del escritor británico Lord Tweedsmuir, gobernador
general de Canadá. Lo decía desde su visión objetiva sobre las guerras, su
dilatada experiencia política y su visión del mundo.
Hablamos de guerra mental o psíquica y espiritual porque lo
mental afecta a lo espiritual; todo forma un conjunto que debe estar conectado
y en armonía. Estas armas no solo pueden destruir los átomos materiales de los
que está formado nuestro cuerpo físico, sino producir desajustes vibracionales
en los niveles atómicos más sutiles y romper el “puente” que une el alma con
nuestros cuerpos inferiores, convirtiéndonos en meros “cascarones” vacíos,
zombis, muertos en vida. Por eso es tan importante mantenernos conscientes y
cultivar nuestra parte divina.
Muchas veces me preguntan si, realmente, quienes nos dominan
en estos tiempos de distopía y se apoderan de nuestras mentes, podrían también
arrebatarnos el alma. Estoy lejos de conocer la verdad última, pero puedo
asegurar que NO, aunque sería muy largo argüir ahora las razones. Ahora bien,
hoy más que nunca, sabiendo que están al acecho –tanto los humanos como los
extrahumanos—, tenemos que estar alertas, cultivar y cuidar el alma, como
nuestro gran tesoro; el bien más preciado que tenemos.
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