¿GEOINGENIERÍA? PRIMERO NO DESTERRAFORMAR
La Cop27 nos va a dejar un sabor de boca que pocos se atreverían a describir como de esperanza. Este humilde blog os trae la estrategia definitiva para afrontar el próximo lustro escapando de las ya manidas palabras “colapso”, “decrecimiento” y “New Green Deal”. Lo primero es no desterraformar.
Terraformar, menudo concepto. Hacer que un planeta pase a
ser habitable, con condiciones similares a las del planeta Tierra. De
“des-terraformar” quizá se habla menos.
Hay historias de ciencia-ficción que han trabajado bien y mucho la terraformación de otros planetas. La trilogía de Marte, de Stanley Robinson, sería un buen ejemplo. Cuando la novela busca el realismo, la terraformación es un proceso que dura varias generaciones y que combina tecnologías futuristas con una organización social (ficticia) capaz de mantener durante décadas un esfuerzo máximo y un foco inamovible.
Muy interesante, como ficción. Terrorífico, si ese tipo de proceso es nuestra esperanza a corto o medio plazo. No es una esperanza, como vamos a ver, es un engaño.Los médicos dicen “lo primero, no hacer
daño”. Para afrontar el apocalipsis climático, quizá deberíamos decir,
“lo primero, no des-terraformar”. Es imposible desde un punto de vista físico
(termodinámico), en solo unas décadas, re-capturar el carbono que se acumuló
originalmente en una escala sobrehumana, pero es posible dejar de liberarlo.
No hay Plan(eta) B. ¡Pero sí tenemos, de momento, un Planeta
A! (John Englart)
Ya tenemos un planeta medianamente habitable. Solo uno, pero tenemos la suerte de qué está justo bajo nuestros pies. Sabemos también cómo mantenerlo habitable: llevamos haciéndolo desde que existimos como especie. Bueno, un poco lo contrario, ¿no? Es el sistema Tierra el que se mantiene habitable, un poco a nuestro pesar. En realidad, en todo el tiempo que existimos como especie, la Humanidad sólo recientemente ha empezado a alterarlo rápida e intensamente.
Tan rápidamente y tan intensamente como para llevarlo, a
una temporada de caos, de momento, y potencialmente en el futuro a otro estado
estable pero inhabitable. De las muchas iniciativas para la des-terraformación,
una crucial es quemar combustibles fósiles, des-fijar carbono y dejarlo en la
atmósfera como CO2. Enormemente rentable desde el punto de vista económico,
pero claro, es, literalmente, quemar en unas pocas décadas los ahorros de
muchos millones de años.
Como con las cuentas de calorías ingeridas y quemadas, o
como las de ingresos y gastos, las cuentas del CO2 emitido y fijado no lo son
todo. Pero, como las cuentas de calorías ingeridas y quemadas y como las de
ingresos y gastos, las cuentas del CO2 emitido y fijado nos dan información
sobre el camino que estamos recorriendo. Si todo lo que emites lo fijas, y si
lo fijas en la misma forma en la que estaba originalmente, el CO2 lo vamos a
mantener estable. Este es un objetivo crucial, y, aunque de hecho la humanidad
no lo ha admitido, de palabra sí que empieza a haber consenso en esto.
De haber admitido de palabra que no hay que emitir más CO2
del que fijamos viene que hayamos empezado a hacer cuentas y a poner algunas
reglas u objetivos. De no haberlo admitido viene que nos hagamos todas las
trampas posibles para mantener el autoengaño de que podemos seguir más o menos
como siempre y que la tecnología nos salvará.
Hay un montón de formas de hacernos trampas a este
solitario. Una de las más burdas es descontar el CO2 que supuestamente, quizá o
quizá no, absorberán una serie de tecnologías que aún no están listas. Hay
muchas variaciones sobre esto, y resultan en un festival de tecno-optimismo
climático en los congresos científicos. Dispersos por todo tipo de campos de
investigación, mucha gente está presentando resultados muy prometedores, que
podrían, en algún momento, jugar un papel positivo en el cambio climático. O
no, claro. Todo merece más atención y más fondos. Como lo “Quantum”, todo
lo “Climático” atrae financiación. Algunas de estas promesas son simplemente
ciencia básica, meritoria pero de aplicación incierta, y seguro que no a corto
plazo. Y en concreto, las que se refieren a la absorción y fijación a gran
escala de CO2, que es en lo que se basan las cuentas para restar CO2 y así
poder seguir sumándolo, son poco más que una ingeniería sin una base científica
sólida. Trampas y engaños para evitar dejar de des-terraformar nuestra casa,
hoy, ya.
Otra forma más sutil de hacernos trampas es dar el mismo
valor de “carbono fijado” a una plantación de árboles nuevos que al carbón que
lleva cientos de millones de años enterrado y que, si lo dejamos estar, bien
puede seguir cientos de millones de años enterrado. Si hablamos del coste
oculto de la nuclear y recordamos lo incalculable que es mantener en
condiciones de seguridad los residuos radiactivos durante muchos miles de años,
¿hablamos de lo que cuesta asegurarnos de que se mantenga intacto un bosque
durante millones de años? O, incluso, ¿y hasta final de siglo?
Vale, pero olvidándonos de ese coste, ¿cuántos bosques caben
en el mundo? ¿Los vamos a hacer de varios pisos?
Para hacernos una idea del creciente volumen de bosque que
necesitaríamos para seguir quemando gas, carbón y petróleo y a la vez mantener
el CO2 a raya, vamos a pensar en cómo se fijó el carbono, a escala masiva,
dando lugar a lo que ahora llamamos “combustibles fósiles”. Como estamos
des-fijando el carbono, digamos que queremos imitar este proceso con el que se
fijó, para compensar. ¿Cómo lo haríamos? Plantamos árboles, plantas, helechos,
lo mismo nos da. Cuando han crecido lo bastante, los talamos, tratamos de
evitar que sean digeridos por el resto de la biomasa, los retiramos y les damos
una forma química estable, abiótica. Metano o carbón, por ejemplo. Casi
mejor lo segundo, porque aunque encontramos bolsas de gas en el subsuelo,
siempre será más estable un sólido.
Mientras hacemos la siguiente ronda de plantar vegetales,
acumulamos el carbón fijado en una gran pila, y cuando tengamos bastante,
cavamos un hoyo, y lo enterramos. Y volvemos con otro ciclo, y otro, y
otro. ¿Cuánto tardaron en generarse los depósitos de “combustibles
fósiles”? Realistamente, ¿pensamos que vamos a ser capaces de dedicar el
esfuerzo necesario para hacerlo mucho más rápido? ¿Cuánto más rápido: uno, dos
órdenes de magnitud? Sigue siendo una tarea larga, y cara. ¿No será mucho más
barato, en comparación, dejar de quemar el carbón (el petróleo, el gas) que ya
está fijo y enterradito bajo el suelo? “
¡Lo primero, no des-terraformar!”
Hay muchas variaciones imaginables, y propuestas, de estas
estrategias de fijación de carbono, y todas fallan en la escala. Emplear
energía solar para fijar químicamente el CO2 de la atmósfera, directamente.
Fijémonos en que aquí el margen de mejora tecnológica es limitado. No parece
posible mejorar 3000 millones de años de evolución para hacer más
energéticamente eficiente la fotosíntesis. O, si acaso es posible en
principio, no parece sensato apostar a que lo vamos a conseguir en los próximos
años.
Recordemos que fijar CO2 no es un resultado colateral ni
accidental del ciclo vital de las plantas, sino que es de donde sacan su
biomasa. En algunos aspectos, por ejemplo en la fijación de nitrógeno, la
industria química aún está lejos de tener el proceso tan optimizado como los
vegetales. De nuevo, la esperanza de llegar a la escala que necesitamos en un
plazo de una generación o menos no es esperanza, es autoengaño. Y no tenemos
una generación de margen, claro. Las consecuencias devastadoras del cambio
climático ya han empezado a llegar.
Una estrategia que, al menos en el juego half earth socialism se presenta como
la ganadora: el BECCS. Generar biomasa y quemarla para obtener energía, pero
fijar todo el CO2 generado. Más eficiente que la anterior, porque el CO2 tras
la combustión es muy abundante mientras que en la atmósfera está muy diluido.
Es una acepción de “fijar” un poco floja porque si el carbono lo fijásemos
bien, en forma de carbón, apenas le podríamos sacar rendimiento energético a la
biomasa. Esto es de lo que va el biochar. El BECCS juega con un “fijar” de
forma similar a como “aseguramos” los residuos nucleares: apostar a que va a ir
bien a medio plazo, pero con riesgo. Con esta apuesta, o algo similar, y
haciendo un esfuerzo notable durante generaciones, podríamos devolver el CO2 de
la atmósfera a sus niveles preindustriales, o al menos a niveles comparables a
los actuales.
¿Y por qué es creíble que salga a cuenta ese esfuerzo
intenso y a largo plazo? No porque vaya a ser barato precisamente, sino porque
tener el clima desbocado es más caro, y vamos a estar pagando ese precio de
forma continua hasta que reparemos el daño, si es que es siquiera posible
después de desestabilizarse el clima. De hecho, fijar carbono hasta volver a
los niveles preindustriales no garantiza volver al holoceno, y menos garantías
tendremos cuanto más dejemos que avance el descalabro. La reparación climática
será, si acaso, una terapia a muy largo plazo. Lo que es seguro que no puede
ser a estas alturas una medicación de rescate. La medicación de rescate, la
única intervención inmediata, es: “¡Lo primero, no des-terraformar!”
Hay que puntualizar que sólo podemos considerar al actual
enfoque para limitar o revertir el cambio climático “autoengaño” y “hacernos
trampas al solitario” si nos creemos que toda la Humanidad está jugando al
mismo juego y en igualdad de condiciones. No es así: hay una mayoría que sufre
mucho más dramáticamente el cambio climático y una minoría que, de momento,
tiene el privilegio de esquivar sus peores efectos. Coincide que el segundo
grupo tiene mucho más poder en la toma de decisiones, y más capacidad para
influir en la opinión pública. Si consideramos que es este segundo grupo quien
nos engaña y quien nos está haciendo trampas en un tema que no solo afecta a
nuestras vidas sino también a la de varias generaciones de nuestros
descendientes, lo legítimo es la autodefensa.
Para empezar y como mínimo, la autodefensa intelectual, como
el presente artículo.
La paradoja de Jevons - Un blog sobre ciencia y poder.
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