21/8/13

LA ESTAFA DEL SISTEMA FINANCIERO

SI HAY BROTES VERDES ¿PORQUÉ NO HAY CRÉDITO?




Hasta no disponer de crédito la economía española se deslizará hacia el abismo, no hay vuelta de hoja todo lo demás son monsergas de la casta política para permanecer en sus poltronas apelando al espejismo de una visión de brotes verdes. Falta por ver que todas las campanas echadas al vuelo sobre el descenso del paro repiquen una vez pasado la estacionalidad del verano y la contratación al servicio del turismo. De lo que se tiene que hablar no se habla: de la morterada de millones entregados a la banca desde las escuálidas arcas del Estado, se dijo en un primer momento, que la perentoria necesidad se debía a una ofrenda al dios dinero para que retornara el crédito a las empresas y las familias españolas. Bien, ya ha pasado el suficiente tiempo para catalogar que la banca que jugaba en la Champions Ligue no ha abierto el grifo del crédito y el cuentagotas es la medida empleada. Una nueva mentira a la que añadir el curriculum de falsedades del gobierno de turno que persigue la simulación de un engaño perpetuo con tal de favorecer a sus amos, los que financian el partido y a la chita callando se van embuchando miles de euros que los hace vivir en un mundo aparte. Nos tendríamos que preguntar por qué demonios los bancos no ofrecen crédito, y por tan largo periodo, si es el combustible que hace mover el motor de la economía. Una respuesta fácil sería que los bancos no disponen de la liquidez suficiente, otra por el estilo: los clientes están sobre endeudados y no tienen la capacidad de devolver lo que se les presta. Esta respuesta sería demasiado simplista por lo que se hace necesario retroceder en la moviola del tiempo para situarnos antes del trompazo de los bancos y sus primas las cajas de ahorro. Una vez agotados los depósitos de sus clientes, estas entidades financieras se lanzaron a una escalada de endeudamiento emitiendo cedulas hipotecarias y todo tipo de productos que colocaban en el mercado financiero y con el dinero obtenido volvían, una y otra vez, a repetir la operación: ofrecer al primero que se presentaba un préstamo hipotecario o un crédito para comprar un coche o ir de vacaciones. El dinero corría a raudales por los bancos.

A simple vista el problema fundamental de nuestro sistema financiero no es que unos gestores, más o menos capaces, hayan arriesgado alegremente el dinero de sus accionistas, va mucho más allá. El sistema bancario, por decirlo de la forma más suave, es una estafa que permite a base de privilegios dopar el endeudamiento como incentivo del negocio de prestar dinero. Igual que el adictivo incorporado al tabaco con tal de “enganchar” a los consumidores de cigarrillos. En la banca, este narcótico no es otro que la llamada reserva fraccionaria, un chute que mientras todo va bien revitaliza el sistema en proporción de 1 a 9 o de 1/90 según convenga a la autoridad competente que siempre es el lobby de la banca. Sin este chute que representa la reserva fraccionaria los trompazos de la banca serían más contenidos, la burbuja no tendría las graves consecuencias de afectar a todas las economías. La sobredosis de endeudamiento se genera desde el mismo momento que la gran banca decide expansionarse a través del crédito, vuelvo a lo mismo, si la expansión se realiza en base a los depósitos de los clientes cuando estos se acaban se acaba la fiesta de la otorgación de préstamos. Donde no hay no se puede sacar. Cuando se dispara una crisis es dudoso que los bancos puedan cobrar toda la cartera de crédito. Si ello fuera así, contenido al universo del dinero que realmente se dispone, (los depósitos de los clientes) bastaría con liquidar las empresas quebradas y sin visos de recuperar su viabilidad. Los accionistas y los acreedores habrían perdido el dinero invertido pero la reserva fraccionaria ha elevado el problema, como cohete a la luna, más allá de la estratosfera cuando a los bancos se les ha otorgado el privilegio de crear dinero de la nada y está aplicado como deuda en préstamos y créditos a familias y empresas. Se necesita explicarlo mejor ya que cuesta entender que los bancos puedan crear dinero de la nada.


No importa si esto no ha quedado suficientemente claro, el ejemplo que viene a continuación te lo podrá aclarar mejor: el dinero solito se multiplica. Cada vez que en algún Banco se recibe un nuevo depósito se produce el milagro, el Banco A debe realizar una reserva, como encaje bancario, que por ejemplo es del 10%, el dinero restante lo presta al público, particulares o empresas. El dinero acaba nuevamente depositado en otro Banco B en el cual se repite el ciclo. De esta manera crean dinero los bancos. De 100, miles, millones de euros o dólares o lo que se quiera, el Banco A inmovilizó en el encaje bancario 10 y el resto 90 lo destinó a ofrecer préstamos. Cuando este nuevo préstamo se depositó en el Banco B repitió la operación, inmovilizó 9 y destinó a prestamos 81. El Banco C más de lo mismo, inmovilizó 8,1 y prestó 72,9, y la rueda sigue: en las diez primeras rotaciones se ha creado un deposito inmovilizado de 65,1 y se han ofrecido préstamos por 651,3. Cuando con más rotaciones se logra crear un depósito inmovilizado de 100 se han otorgado préstamos por un monte total de 1.000. Lo que tienen los bancos en sus libros son apuntes contables del dinero en circulación en una proporción de 1 a 9. Exactamente igual a los 100 inmovilizados que responden de los 1000 otorgados en préstamos. Pero todavía hay algo más que añadir a este ejemplo de un coeficiente de caja del 10%, es decir, 100 están inmovilizados en liquido para atender las disposiciones que soliciten los clientes, pero la realidad es algo distinta tan sólo se responde, por ley, en liquido del 2% de depósitos. Dicho a la pata llana: 20 de cada 1000. Ver: Los bancos crean dinero de la nada (1). … Sigue leyendo

Pero todavía hay más para cerciorarnos como funciona el sistema bancario harto, hasta reventar, de privilegios como lo es que cada vez que un banco otorga a un cliente un préstamo, un crédito, ya sea hipotecario, de consumo, en tarjeta de crédito o en cuenta corriente, en realidad no está prestando una cantidad de dinero que previamente estaba en su posesión. Está creando, como se ha dicho dinero de la nada. Admito que cuesta de creer a una persona que lleva escuchando toda su vida cómo los bancos prestan el dinero de los depósitos de los ahorradores. Como enésimo privilegio está el requerimiento de capital propio ¡agárrate que viene curva! Por cada 1000 euros que un banco presta al Estado como Deuda Pública el requerimiento de capital es cero, nada de nada, lo que presta en hipotecas tan sólo requiere 28 euros de cada mil, y en los otros préstamos, con pocas o nulas garantías, se requieren 80 euros de capital propio contra 920 de terceros o del aire. Con todo ello se sublima que el requerimiento de capital propio frente al de terceros sea de 2 a 98 o lo que es igual 1 a 49. Con la actual y reconocida morosidad de más del 11% quiere decir que los bancos están quebrados ya que con este, exiguo, capital propio es un negocio de alto riesgo. ¿Qué pasa cuando el castillo de naipes se derrumba? Pues que nuestros políticos corren, que se las pelan, a poner el dinero perdido del capital propio, que corresponde a los accionistas, y dejan a la ciudadanía a las patas de los enfurecidos caballos desalojando de sus casas a aquellos que se descuadran con sus cuotas de la hipoteca para dejar los pisos vacíos en el banco malo para que después de quince años se pueda revitalizar su valor. Un sistema cojonudo. Ver: ¡Oh sorpresa! El dinero es un apunte contable.   Sigue leyendo

Cuando las cosas van mal
Hemos visto las peculiaridades del fabuloso chute de la reserva fraccionaria, pero como casi todos los narcóticos tiene su resaca, su mono y sus efectos secundarios. En su efecto terapéutico se puede decir que el sistema de reserva fraccionaria es el que permite a las entidades financieras dedicar a inversiones y préstamos el dinero que sus clientes depositan en sus cuentas corrientes. La única condición establecida se refiere a mantener una fracción de los mismos a modo de reservas mínimas para atender las disposiciones de efectivo de sus depositantes. Visto así no parece que tenga que ser nocivo que se reserve en caja una cantidad en efectivo que se conoce como coeficiente de caja. Los gestores de un banco pueden dormir tranquilos con una ínfima parte de los depósitos de sus clientes en caja debido a una ley matemática. La ley de los grandes números vaticina que es muy poco probable que sus clientes demanden de forma simultánea una cantidad superior al 2 o 3% del dinero que tienen depositado en la entidad bancaria. En el caso que esta situación se pueda superar siempre pueden acudir a otros bancos, en el mercado interbancario o, en última instancia, al banco central, para obtener temporalmente la liquidez necesaria. Si el banco no pasa por dificultades al día siguiente habrá nuevos ingresos de sus clientes en sus cuentas corrientes que contribuyan a restituir la normalidad y pueden devolver el préstamo, a corto plazo, contraído en el interbancario. ¿Qué pasa cuando las cosas no van bien? Pues que toda la magia del sistema de la reserva fraccionaria actúa con perniciosas consecuencias, es decir, que el chute actúa a la inversa.

El dinero es miedoso, y cuando los otros bancos se huelen que el banco que solicita interbancario, aunque sólo sea por unos días, no va bien se lo niegan. Unos sospechan de los otros y viceversa por lo que acaban todos sospechando de todos y cierran los préstamos entre bancos. De ahí que el Euribor se haya derrumbado a pesar de la evidencia de fraude para mantenerlo a flote. ¿No es este un indicio de la falta de solvencia de los bancos en general? Si ellos no se fían de ellos mismos ¿Cómo es que nosotros, sin información fidedigna, nos tenemos que fiar depositando el dinero en sus bancos? Los clientes tampoco son tontos ni se dejan engañar por el canto de sirena y algunos retiran el dinero de sus cuentas por mucho interés que el banco se comprometa a pagar. Se puede decir, con poco margen de error, que la reserva fraccionaria interfiere gravemente en el mercado de dinero y de crédito, siendo una de las principales causas de la montaña rusa de la exhuberancia de crédito y la depresión del mismo provocando ciclos perniciosos que pagan siempre los mismos. El chute de la reserva fraccionaria puede multiplicar en forma de créditos respaldados por el dinero que pasa por sus manos varias veces el volumen de los depósitos iniciales de sus clientes. El milagro está servido como la multiplicación de los panes y los peces.

La reserva fraccionaria, el fabuloso chute en los días de gloria, origina la concesión de préstamos que no están soportados por el ahorro de modo que ésta expansión artificial del crédito nos lleva al mundo ilusorio de los narcóticos alejados de la realidad. Esta multiplicación de los depósitos es equivalente a la emisión de billetes de banco sin respaldo. La explicación dada en un principio sobre el movimiento de dinero entre el Banco A, al Banco B, etc. y que originan la reserva fraccionaria son movimientos que se utilizan a diario para todo tipo de transacciones desde la domiciliación de recibos, pagos con tarjeta de débito, la extensión talones e incluso el ingreso de la nomina. Es una estafa como la copa de un pino, equivale a la falsificación de moneda consentida a base de privilegios. En los malos tiempos sucede justo el proceso inverso a la fabulosa multiplicación. Los bancos se ven atrapados en la liquidación de inversiones, la exigencia de la devolución de préstamos, en el incremento de la morosidad (en un próximo post se hace necesario tratar esta plaga) en el cierre del grifo de los créditos a lo que se añade la retirada de fondos de los clientes que prefieren mantener una mayor parte de su dinero fuera del sistema bancario.Los efectos secundarios del chute son de consecuencias perniciosas que actúan justo en sentido inverso. Es lo que tenemos, una brutal reducción del crédito que acaba produciendo una deflación difícil de combatir. Miles de millones de euros han salido de nuestro sistema por inversores extranjeros al desconfiar de la marcha de la economía española y no ha sido compensado por nuevos depósitos. Consecuentemente es fácil deducir que si una persona guarda su dinero entre el colchón interrumpe el efecto multiplicador. Es lo mismo que sacarlo del sistema y refugiarlo en un colchón llamado paraíso fiscal, pasa lo mismo cuando las grandes corporaciones y los grandes bancos extraen de su balance contable ingentes cantidades de dinero y sutilmente lo sitúan fuera del alcance de las despistadas autoridades del control monetario. Difícilmente, aunque el chute afecte a la visión de brotes verdes, volverá a circular crédito, antes los bancos tienen que devolver sus deudas a los bancos alemanes y franceses, y rebajar la inmensidad de dinero prestado sin respaldo. Para días hay caldo.

La corta historia de un billete de 100 dólares.
Para que los bancos puedan ofrecer crédito es necesario un excedente de dinero. Para que estas condiciones se puedan dar se tiene que contar con la velocidad con la que circula el dinero, no encuentro nada mejor que la represente que la siguiente “historieta” (ya publicada), Creo que merece la pena seguir la pista de este viajero billete de 100 dólares. Dice así: Un ejecutivo en viaje de negocios llega temprano a un pequeño hotel donde se aloja habitualmente. Junto al libro de registro entrega como depósito un billete de cien dólares. Mientras el huésped se dirige a su habitación, aparece en la recepción un fontanero que pretende cobrar una reparación que había realizado en el edificio. El dueño del hotel se excusa explicándole que le era imposible cancelarle la totalidad de la factura ya que debido al mal tiempo no ha recibido turistas. Sin embargo, pudo darle un anticipo de cien dólares como pago a cuenta, entregándole el billete que no había llegado a depositar en caja y prometiendo pagarle el resto en la siguiente semana. El fontanero, padre de muchos hijos, fue inmediatamente a gastarse los cien dólares en alimentos y útiles escolares. El propietario del establecimiento, que festejaba su aniversario de bodas, le pidió a su ayudante que asumiera momentáneamente el mando del negocio porque estaría ausente media hora.
Tomó el billete en sus manos y se dirigió hasta la joyería donde compró un anillo de oro por el valor de cien dólares como regalo para su esposa. El joyero había contenido durante largo tiempo sus deseos de acogerse a los favores de una joven prostituta con gran poder de seducción. El buen hombre como en los últimos tiempos le había ido muy bien en el negocio y ya había adquirido todo el material necesario para los nuevos engastes, pensó que bien podía permitirse tan saludable placer. La mujer de la vida cobro cien dólares por sus servicios, pero en aquel momento entro intempestivamente su novio, un prometedor pintor acosado por la penuria económica propia de su vida bohemia, que pidió prestados cien dólares para afrontar sus deudas. Resulta que el dueño del hotel era un amante del arte y ayudaba a los nuevos artistas suministrándoles habitación y comida durante largas temporadas, cuya cuenta podían cancelar con cuadros o cómodas cuotas fraccionadas. Más como el joven pintor deseaba amortizar sus deudas, pero necesitaba sus cuadros para una próxima exposición, se traslado al hotel y le entrego a su dueño el billete de cien dólares. Mientras esta historia de vidas coincidentes más que paralelas se desarrollaba tan vertiginosamente, el viajero decidió telefonear a un viejo amigo desde la habitación del hotel. El amigo, entusiasmado por el reencuentro, le reprocho que no hubiese ido directamente a su casa y tomaría como una ofensa si no abandonaba inmediatamente el hotel y ocupaba el cuarto de huéspedes en su casa. El viajero descendió a la recepción y explico al dueño del hotel lo sucedido: “Lo siento mucho, pero no me quedo con la habitación. He recibido una invitación que no puedo rechazar para hospedarme en casa de un amigo”. Como se trataba de un cliente formal y cumplido, el hostelero le dijo sin dilación que no tenia por qué preocuparse y que podía desalojar la habitación sin cargo alguno, devolviéndole el deposito de cien dólares que había recibido, por lo que tomo el billete que acababa de recibir del pintor y se lo entrego al viajero, quien volvió a colocarlo exactamente en el mismo sitio de su billetera de donde había salido apenas algunas horas antes.

Sabemos que la teoría monetaria incluye en sus ecuaciones matemáticas la velocidad de circulación como una variable significativa en la determinación del valor del dinero. Y a pesar de que nuestra anécdota trate precisamente de eso, la vertiginosa velocidad con que el billete regreso a su dueño original, la extrema sencillez de su mensaje, su rudimentaria y elemental imagen de la transacción económica, plantea un interrogante básico: ¿Que es realmente el dinero? Sabemos que es algo cuyo intercambio tiene que ver con la satisfacción de las necesidades y las aspiraciones humanas. Es algo cuya presencia o ausencia tiene efectos tangibles sobre la realidad. Debe de ser así, cuando el fontanero, el del super, el joyero, la prostituta, el pintor y el hotelero saldaron sus cuentas mientras el billete volvía, a la velocidad del rayo, a la cartera de su dueño.


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