EDUCACIÓN ECOSOCIAL PREFIGURATIVA
Frente al colapso medioambiental y civilizacional
En este artículo esbozamos la propuesta de una Educación
Ecosocial Prefigurativa que se corresponda, aquí y ahora, con las exigencias y
urgencias que plantea el estado de colapso al que, de manera más o menos
inminente, nos enfrentamos como especie y como civilización humana.
Según muchos datos científicos disponibles estamos viviendo y sufriendo los inicios, ya avanzados, de un desequilibrio sistémico total en nuestro planeta. Un momento de tránsito hacia un estado desconocido. Una espiral de transformaciones no predecibles que impacta tanto en la naturaleza como en la sociedad. “Disponemos de las evidencias científicas y de las señales visibles y obvias que anuncian que la especie humana, a través de un modelo productivo depredador, ha alterado las condiciones de posibilidad de todas las formas de vida, no sólo de la propia.
Estamos experimentando de manera acelerada un desequilibrio sistémico generalizado. Tanto la vida social como la vida de la naturaleza han entrado en un bucle de transformaciones impredecibles”, afirmaba Paolo Cacciari hace algunos unos años.
La hipótesis colapso es, entonces, una hipótesis
razonable. El colapso es una distopía, es decir, algo no deseado pero probable,
a la cual no tenemos una utopía, algo deseado, pero poco probable, que
oponerle. Nuestra época se caracteriza por el agotamiento de la imaginación utópica
por parte de las fuerzas que tradicionalmente la encarnaban, es decir, las
izquierdas. Malos tiempos son estos donde las distopías son más fuertes que las
utopías. Pero es lo que hay. ¿Podemos construir, no obstante, algún espacio
utópico en los amplios territorios distópicos, sin recurrir, por supuesto, a la
manida esperanza, imprecisa, desmovilizadora y buenista? Esta es la
apuesta de una Educación ecosocial
prefigurativa: situarse en los débiles intersticios utópicos que deja la
fuerte realidad distópica e imaginar formas educativas activas, participativas,
que contribuyan a un mejor ajuste del descalabro que viene.
Proponemos una Educación Ecosocial prefigurativa, definida
más abajo, que sitúe sus objetivos mucho más allá de la toma de “conciencia
ambiental”, del “conocimiento ecológico” o del desarrollo de “actitudes,
valores y compromisos para acciones y responsabilidades éticas para el uso
racional de los recursos, con el propósito de lograr un desarrollo adecuado y
sustentable” (UNESCO). Mucho más allá de “una educación moral y de un
consumismo ilustrado”, según la definición de Roy Scranton. Esto es importante,
pero insuficiente: debemos conectarlos y enriquecerlos con el aprendizaje y
creación de modos de supervivencia comunitaria pensando en
escenarios, más o menos próximos, inhóspitos biológica y culturalmente.
La tarea de una educación ecosocial, en el contexto del
colapso, es participar en la transformación de las urgencias ecológicas en
urgencias sociopolíticas. Es importante transitar desde individuos informados a
comunidades actuantes. La Educación Ecosocial la entendemos como una
herramienta de resiliencia y resistencia comunitaria en un momento histórico
donde las luchas por la emancipación coinciden con las luchas por la
supervivencia. Proponemos una educación que nos ayude a sobrevivir, física y
espiritualmente. Necesitamos aprendizajes y, sobre todo, prácticas
transformadoras autónomas y colectivas que pre-figuren, es decir,
imaginen y anticipen los muchos desastres, actuales y por venir y los modos
colectivos de enfrentarlos. Una prefiguración que, por supuesto, reconozca y
valore, la memoria histórica de las comunidades.
La educación ecosocial así concebida, debe tener una
identidad pedagógico/didáctica distintiva. Nosotros proponemos que se asiente
en una Pedagogía de lo Común, que
abocetaremos más abajo. No se trata sólo de la elaboración detallada de
contenidos ecosociales sino de proponer modos y maneras específicas para
desplegar estos nuevos contenidos en un nuevo tipo de aula y escuela, cuyos
diseños específicos en este texto no podemos abordar. La educación ecosocial
que propugnamos deberá pronunciarse acerca de la forma escuela y
de la forma aula en un horizonte de colapso como el que
estamos avizorando. Esto transformará lo escolar y cuestionará
las distinciones entre lo informal y lo formal, entre la educación en la
familia y la educación en la escuela, entre la educación intramuros y la
educación extramuros etc.
Está claro que tanto los contenidos como las estructuras de
enseñanza y aprendizaje deben ser pensados para situaciones de
desestabilización prolongada, en muchos casos en el contexto de economías de
guerra, con debilitamiento de las redes de suministro habituales e incluso, por
escasez energética y previsiblemente con la desaparición o reducción
significativa de las formas digitales de enseñanza actualmente en uso. Una
educación enfrentada al colapso ecológico y civilizacional debe partir de
escenarios muy diferentes a los actuales donde la idea de educación
expandida, en cualquier lugar y en todo momento y
realizada en muchos casos por los cualquiera alcanzará mayor
relevancia por la fuerza de los hechos.
En situaciones como éstas la misma idea de transmisión,
quedará en entredicho porque una gran parte de los saberes y destrezas
necesarias para enfrentar lo nuevo serán necesariamente una combinación de
restos de los antiguos modos y contenidos educativos con otros emergentes,
derivados de una casuística muy compleja, imposible de delinear desde aquí.
Según nuestra propuesta una educación ecosocial, deber ser:
a) para la supervivencia; b) prefigurativa; c) expandida; d) exaptativa;
e) comunitaria; f) basada en una Pedagogía de lo Común.
a) Para la supervivencia
Dice el educador Erik Assadourian «Puesto que aprender es
algo natural para los seres vivos y aumenta sus probabilidades de seguir con
vida puede que la función más importante de la educación sea facilitar la
supervivencia, tanto para el individuo que aprende como para el grupo social (y
la especie) a la que pertenece”. Hasta antes de la intensa y extensa división
social y técnica del trabajo en el capitalismo industrial y la vinculación de
la educación con el sistema productivo y el mercado, la educación, siempre fue
para la supervivencia, es decir, para la vida, como no podía ser de otra
manera.
Pueblos y culturas siempre han necesitado que sus miembros
individuales y colectivos posean las herramientas, materiales, simbólicas y
conductuales, para sobrevivir en sus contextos de vida particulares. La
soberanía alimentaria y culinaria, los oficios, los saberes prácticos han sido
en la mayor parte de la historia de la humanidad lo que había, necesariamente,
que transmitir, expandir y perfeccionar. El intercambio de objetos y muchos
otros elementos culturales, se hacía siempre desde una posición de autonomía
con mayor o menor capacidad de autosuficiencia. Pueblos y culturas tenían la
aptitud para vivir y sobrevivir en base a sus propios recursos locales
disponibles, a su capacidad técnica de procesarlos e intercambiar sus excedentes.
Tiempos austeros y, en muchos casos de miseria y necesidades, pero no
necesariamente peores, porque al menos no contenían la destrucción inminente de
nuestros tiempos.
El industrialismo primero y el consumismo y el digitalismo
después, ofrecieron un aumento de los satisfactores disponibles,
según la terminología Manfred Max Neef, conectando el sistema productivo con
los deseos y no con las necesidades, extendiendo sin límites la división social
y técnica del trabajo. El resultado es que somos ahora individuos y grupos con
muy poca autonomía y capacidad para satisfacer por nosotros mismos incluso
nuestros requerimientos más básicos. Dependemos, excesivamente, individual y
colectivamente, de las funciones y objetos aportados por otros. No sabemos cultivar
nuestros propios alimentos, hacer nuestra propia vestimenta, viajar con nuestra
propia fuerza motriz, etc. Para cada una de estas tareas dependemos de objetos,
servicios o prótesis tecnológicas de las que otros disponen. Cualquier
alteración en su disponibilidad nos deja precarios y vulnerados.
Una educación ecosocial, horizontal y participativa,
debería, por lo tanto, desarrollar contenidos y prácticas que nos haga menos
vulnerables a la restricción de satisfactores, que será uno de los efectos más
probables del colapso. En un contexto de reducción de la división social y
técnica del trabajo una educación ecosocial como la planteada debería servirnos
para construir y reconstruir vínculos de solidaridad en espacios cada vez más
autosuficientes y colaborativos. Recordemos que la división del trabajo es una
cuestión técnica, de eficacia y eficiencia, mientras que la colaboración es una
cuestión ética, de autocuidado y cuidado desde lo común.
b) Prefigurativa y prospectiva
La prefiguración es una práctica de imaginación colectiva,
aquí y ahora, de escenarios sociales futuros que sirvan para guiar la acción
presente. La pre-figuración anarquista en política hablaba de comenzar a
construir aquí y ahora la sociedad deseada, de imaginar posibilidades sociales y
construirlas ahora, viviendo el presente como se desea el futuro, relacionando
los movimientos de oposición con los movimientos de construcción. Esto
implicaba la autoorganización social y la democracia participativa,
desarrollando redes de producción y consumo en entornos con vínculos
horizontales, solidarios y federados. Todos estos elementos pueden ser
recuperados por la educación ecosocial prefigurativa.
La educación ecosocial debe ser parte de los mecanismos
colectivos que traten de aumentar la probabilidad de que no se realicen los
escenarios distópicos (lo probable pero no deseable) y de aumentar la
probabilidad de que se realicen los escenarios utópicos (lo deseable pero poco
probable). En cada circunstancia social, en cada momento histórico, en cada
espacio geográfico los escenarios serán utópicos y/o distópicos dependiendo de
las variables consideradas, del estado del colapso y de los proyectos en marcha
de los actores.
Imaginar escenarios posibles aporta a la educación ecosocial
un principio de realidad, mecanismo eficaz para convocar voluntades actuantes
en el presente frente a futuribles no deseados. Dice Michel
Godet que la construcción de escenarios, técnica central de la Prospectiva, es
una reflexión colectiva para iluminar la acción presente con la luz de los
futuros posibles, utópicos o distópicos agregaríamos nosotros. Un escenario no
es la realidad futura sino un medio de representación de esa realidad, para
mejorar la compresión de la acción actual y poder elegir los caminos que pueden
conducir a un futuro no-peor. La prefiguración permite a los grupos que
participan en una dinámica de educación ecosocial crear visiones compartidas de
situaciones que les conciernen vitalmente y adecuar los saberes y prácticas a
sus exigencias de transformación. Por ejemplo, un escenario de restricciones de
agua en el corto plazo permite a las comunidades, de modo asambleario y
participativo, imaginar acciones de mitigación y ajuste frente a esas
realidades de escasez.
c) Expandida
Desde hace años sabemos que la educación ha salido de los
marcos restringidos de los tiempos y espacios de la escuela. “¿Y si la
educación ocurriera en cualquier momento y en cualquier lugar?” se preguntaban
hace algunos años los pensadores y activistas de ZEMOS98. Las tecnologías digitales
y otros factores como la ampliación de los emisores educativos estaban y están
propiciando muchos fuera de lugar espacio más allá de los
muros de las instituciones educativas que rompen la identificación entre la
escolarización y la educación. En situaciones de indudable debilitamiento de
las instituciones de educación, y con ello de la uniformidad educativa, se hará
imprescindible el diseño, construcción y apropiación de nuevos lugares donde
desarrollar las prácticas pedagógicas. Las plazas, los lugares de trabajo, las
asociaciones de vecinos, las instituciones educativas, los bosques, los
desiertos, los huertos urbanos y rurales, los talleres de oficios, los
sindicatos, las casas, los patios, los comedores solidarios… son y serán
lugares y tiempos propicios para ejercer la educación ecosocial, intramuros y
extramuros, cobijada y a la intemperie.
Pero, junto con el espacio y el tiempo, la expansión también
se referirá a los sujetos de la educación, es decir, a la ampliación de los
actores o protagonistas de esta educación prefigurativa que ahora serán los
cualquiera, los autoconvocados y convocantes a crear espacios y momentos de
difusión de saberes resilientes a partir de sus propios diagnósticos y
necesidades.
d) Exaptativa
Los paleontólogos Stephen Jay Gould y Elisabeth Vbra (1982)
acuñaron el término aptación que define dos formas de ajuste
de una estructura biológica al entorno: adaptación y exaptación. La
adaptación tiene que ver con “grandes procesos históricos de cambio o
creaciones para funciones definitivas que están diseñadas específicamente para
la tarea que desempeñan”. Gould y Vbra propusieron introducir el término
exaptación para dar cuenta de funciones que mejoran el actual ajuste de una
estructura independientemente de su origen histórico. Una exaptación es “una
característica cuyo origen no puede ser atribuido a la acción directa de la
selección natural”. Se trata de funciones nuevas para estructuras
preexistentes, o en términos de Gould & Vbra “son aptos para su actual
papel, pero no fueron diseñados para ello”. Los rasgos exaptados desarrollan
una nueva vida en un contexto distinto al original. El caso más citado es el de
las plumas del fósil jurásico Archaeopteryx que originalmente
tenían una función de regulación térmica y después cumplirían una importante
función para el vuelo.
Sin embargo, el concepto de exaptación ha tenido una suerte
irregular en el campo de la biología evolutiva y no ha concitado consensos.
Pero, en disciplinas como la historia de la tecnología, la arqueología, la
arquitectura y otras más, el concepto ha sido exitoso. Se considera exaptación,
por ejemplo, la imprenta que diseñó Gutemberg a partir de diversas piezas
incluyendo una prensa de madera originalmente usada en la fabricación de vino y
que adquiere una nueva función cultural. La reutilización en arqueología se
refiere al aprovechamiento de carnes por parte de los homínidos y humanos,
cazado por otros animales, pero también, se refiere al uso de piezas
arqueológicas encontradas en yacimientos de culturas anteriores. El re-uso de
puntas de flechas u otros elementos como vasijas, etc. ha sido siempre una
práctica cultural de recuperación de elementos fabricados en otros contextos y
que se le vuelve a dar un uso semejante o diferente al original. En arquitectura
se considera exaptación, por ejemplo, la transformación de una antigua
edificación industrial en una galería de arte. En antropología cultural es el
aprovechamiento de artefactos, pero también de pensamientos, informaciones,
conductas o formas organizativas que cobran nueva vida en nuevos contextos. El
trueque, por ejemplo, es una forma organizativa y valórica cuyo origen se
pierde en la historia y la prehistoria, pero que renace cada vez que la
economía monetaria colapsa.
En vista de lo anterior, entendemos por educación
ecosocial exaptativa aquella que estimula la reinterpretación, la
reutilización, el reciclaje, la recombinación, la mezcla… de elementos
culturales y naturales, simbólicos y materiales prexistentes, dando lugar a la
aparición de estructuras adecuadas, exaptadas, a las nuevas
circunstancias del colapso. La práctica de reutilización resultará central en
las postrimerías de unas sociedades donde muchos de cuyos componentes dejarán
de funcionar, principalmente por reducción o desaparición de las fuentes
energéticas que las sostenían, pero también por desajustes entre los objetos y
sus usos originales. Se producirán grandes procesos de obsolescencia, de
objetos y sujetos, esta vez no programada, que deberían estimular
una imaginación técnica adecuadas a las condiciones de
carencia, pobreza, precariedad e incluso miseria de unas sociedades que estarán
sometidas a fuerzas inversas a la del progreso, las cuales, sin
embargo, deberán ser aprovechadas en un sentido positivo.
e) Comunitaria
Programa de educación en salud comunitaria. Debilitadas las
redes de protección colectiva, los escenarios de futuros individualismos,
autoritarismos y eco-fascismos pueden ser más probables que los escenarios de
comunidad solidaria. Sin embargo, no podemos dejar de pensar y apostar por la
reconfiguración que podrían tener los espacios comunitarios como medios de
acogida, apoyo mutuo y protección frente a las embestidas disgregadoras y
autoritarias. También como espacios de imaginación e innovación social y, por
supuesto, no sólo de resiliencia, sino de resistencia frente a lo que se
avecina. Lo comunitario no como utopía sino como recurso para la atenuación de
las distopias. Lo comunitario ex novo, no como recuperación
nostálgica de la arcadia perdida sino como una forma organizacional adaptativa
y exaptativa a un presente trágico.
La resiliencia y la resistencia comunitaria implicará el
rediseño de los aspectos conductuales, valóricos, ideológicos y también de los
aspectos vinculares y organizativos de la convivencia. En situaciones
claramente tensionadas por la escasez deberían emerger formas sociales
comunitarias nuevas u otras ya olvidadas y reinventadas en los nuevos
contextos. Formas comunitarias asentadas localmente y usuarias de tecnologías
apropiadas, es decir, ajustadas en escala y gasto energético a las
condiciones de escasez e inevitable austeridad. El papel de la educación
ecosocial, ahora y en un futuro cercano, deberá promover y difundir
aprendizajes capaces de sostener formas sociales nuevas, tanto desde el punto
de vista técnico como ético. Una reducción de la división social y técnica del
trabajo deberá ser correlativa a la difusión de éticas y prácticas
colaborativas y solidarias.
f) Basada en una Pedagogía de lo Común
Una pedagogía de lo Común critica el modelo educativo actual
basado en la “transmisión” de contenidos culturales desde un polo lleno a otro
vacío y en la explicación de esos contenidos por parte de
alguien que sabe a otros que no saben. Promueve, por el contrario, un
modelo creador donde tanto la transmisión como la explicación
quedan subordinadas a la emergencia de lo nuevo, a partir de la estimulación de
las interacciones entre sujetos del aula considerados como iguales y
diferentes.
Se trata de sustituir el actual aula trivial,
donde la valoración de la calidad se basa en un sinsentido: la correspondencia
entre la información de salida al sistema-aula deber ser lo más cercana posible
a la información de entrada. Una Pedagogía de lo Común, por el contrario, se
propone que la interacción entre los iguales y diferentes en el aula tenga un
efecto creador: algo nuevo debe emerger después de una experiencia de aula.
Algo que antes no estaba después de la experiencia común aparece y despliega su
potencia innovadora.
En una situación de colapso, donde tanto las formas
educativas como los contenidos a transmitir y explicar, estarán cuestionados en
su vigencia y ajuste a las nuevas condiciones de vida y supervivencia, una
Pedagogía de lo común ofrece la posibilidad de estimular la imaginación y la inventiva
colectiva.
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