26/6/21

Los enormes cambios que en los individuos dejan los tentáculos del antropoceno

CUENTOS SOBRE EL PRINCIPIO DEL FIN

Durante el último lustro los medios de comunicación han asumido que la crisis ecológica es uno de los temas principales que deben tratar, lo que también les ha llevado a publicitar, desde sus secciones de Cultura, algunas obras de ficción que afrontan esa crisis, muchas veces desde una perspectiva distópica. Si bien la distopía es una temática que no había desaparecido del arte, parecía que el gran público de los países enriquecidos se había olvidado de ella mientras disfrutaba de las consecuencias de la bonanza económica y abrazaba la fe en el crecimiento perpetuo. 

Las empresas editoras, ante las noticias del rápido calentamiento global y las primeras consecuencias de la crisis energética, creyeron que podrían encontrar clientes explotando ese género y editaron algunas obras muy destacables, como la novela Natura, de Iolanda Zúñiga, en la que la autora describe un escenario futuro en el que nuestra realidad (pre-pandémica) ya no es muy reconocible.

En 2011 se publicó Soft apocalypse, de Will McInstosh, una colección de relatos (o una novela, pues de las dos maneras puede leerse) que en cada capítulo/cuento da un salto adelante en el tiempo (unas veces de semanas, otras de años) para afrontar el principio del fin de nuestra civilización. La novela (en castellano, editorial Gigamesh) describe cómo será nuestra sociedad en los primeros momentos del colapso derivado de las crisis energética y climática.

El libro es sugerente por la manera que el autor tiene de afrontar el momento en que nuestra realidad comienza a transformarse en distopía, e interesante más que por sus logros literarios, por acercar a los seguidores de la fantasía científica el tema del colapso civilizatorio desde unos postulados muy realistas. Por más que los grandes maestros del género, sirva de ejemplo Ursula Le Guin, ya trataran este tema en sus obras con más acierto que McInstosh.

Los cuentos de McInstosh comienzan en la primavera de 2023 pero, aunque ahora ya sabemos más sobre algunas de las cosas que van a determinar que nuestro futuro sea como McIntosh lo inventó en 2011, aún faltaba por describir un escalón intermedio entre las distopías puras y el día de hoy. Otro libro publicado este mismo año (Noticias del Antropoceno, de José María Merino) llena ese hueco al indagar en los primeros indicios en nuestro presente de ese “apocalipsis tibio” que va a terminar en la distopía de Natura.

La calidad literaria del libro de Merino es indudablemente superior al de McInstosh y Noticias del Antropoceno tiene otro valor fundamental: es una herramienta eficaz para acercar al gran público (un público no especializado, no necesariamente ideologizado) el colapso de nuestra civilización. José María Merino escoge el género en el que es un maestro, el cuento, para afrontar el tema del cambio de era desde una perspectiva poliédrica.

Como cualquier libro de relatos Noticias… es irregular pero hay muchos, muchos aciertos en esta colección que estudia de manera integral el colapso. El primero es la multiplicidad de perspectivas; detrás de las crisis ecológicas, económicas y energéticas el autor señala los cambios morales y personales que están transformando el mundo en un lugar distinto.

Ya en el cuento que sirve de prólogo anuncia que fue la búsqueda de un significado para la palabra “antropoceno” lo que llevó al autor a escribir el libro: un jubilado en sus viajes para “descubrir de nuevo, viejos lugares que había conocido en su juventud y madurez” se encuentra con la destrucción causada por el turismo de masas, por la importación de especies de flora y fauna, por el industrialismo, por el mal urbanismo… La decepción le hace abandonar sus excursiones hasta que, un día, leyendo el periódico, descubre el nombre que sirve para describir ese nuevo mundo: “Vaya, vaya —murmuró, sosegado—. ¡Lo que pasa es que estamos entrando en el Antropoceno!”.

También acierta el autor al abandonar el tono de propaganda ecologista y el proselitismo y, en muchas ocasiones, presenta las transformaciones simplemente como cosas que hay. Así en el cuento «El séptimo continente», la enorme isla de plásticos del Pacífico no es más ni menos que el escenario de la trama; en «Arte natural» los enormes tapones de residuos de las alcantarillas de las grandes ciudades son aprovechados por el sistema económico para obtener un beneficio especulativo o, en uno de los relatos futuristas, («El cuento de los amóviles») los protagonistas viven al lado de una de las enormes depuradoras que producen agua potable para una ciudad “en una época en que” —según explica el narrador— “el cambio climático había desertizado la mayor parte de la península”.

En algunos cuentos, en el momento más inesperado aparecen las voces sabias de las personas apegadas a la tierra: “No crecer tanto, hijo… Los seres humanos somos demasiados. Y tratar mejor al planeta. Y ayudar a sobrevivir a esos animales, si podemos”, dice alguien en «La gota fría». En otra de las historias la realidad invade el relato por la boca de uno de sus protagonistas que, ante el tono suave y el espíritu optimista del narrador, le acaba diciendo: “Lo que hay que contar es que estamos en las últimas, en una situación de emergencia mundial! ¿Para que valen los escritores? ¿No sois vosotros los que deberíais enteraros primero y dar la voz de alarma? […] Me vuelvo con mis colmenas. Moriré con las botas puestas. Tú sigue con lo tuyo, también, que remedio. Pero esto se va a la mierda, entérate de una puñetera vez.” Toda una poética para el volumen.

Aunque cualquier selección es injusta, creo que destacan del conjunto cuatro relatos:

  • «Metal, Madera, Piedra, Corazón» en el que el autor recupera la defensa de la unidad del cosmos y un cierto panteísmo; temas que continúan apareciendo aquí y allí en su obra desde el cuento «El soñador», publicado en la colección Cuentos del Reino Secreto de 1982.
  • «Designio causal», una suerte de excusatio non petita, en la que José María Merino ataca el uso del dicterio “demagogo apocalíptico” como arma del statu quo contra aquellas personas que denuncian su funcionamiento criminal.
  • «La fuerza del aire», en el que demuestra con su templado humorismo noroccidental, como el poder asume cualquier idea de transformación (en este caso, las energías verdes) siempre que encuentre la manera de pervertirlo y sacarle provecho.
  • «Que rico, el cordero», que afronta el especismo (y el veganismo) desde un enfoque tan poco usual y partidista que puede transformar este cuento en una herramienta esencial para que cualquiera de los más prejuiciados se comience a plantear el animalismo desde una perspectiva ética.

Otros relatos («Vueltas y vueltas»; «¿Quién soy yo?»; «Dentro de la red»; «Monoparental»; «El Caso del mortal MasterChef Junior»; «¿Emotique?»; «Alas» o «Renacer») escapan un poco de la unidad temática ampliando de más el concepto de antropoceno para penetrar en determinadas características psicológicas y sociales del ser humano contemporáneo. Un hilo más sutil une estos cuentos con la nueva era, pero sirven para dejar constancia de los enormes cambios que en los individuos y su personalidad deja alguno de los tentáculos del antropoceno: las tecnologías, el consumismo o el industrialismo.

RODRIGO OSORIO

(Artículo publicado originalmente en gallego en el blog Saber Sustentar de El Salto.)

https://www.15-15-15.org/webzine/2021/06/05/cuentos-sobre-el-principio-del-fin/  

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