Dinero digital, dinero de plástico, criptodinero y otras versiones de dinero no físico parecen estar dejando a un lado las clásicas monedas y billetes. En un mundo de oligopolios bancarios y tecnológicos ¿cuáles son las ventajas y los inconvenientes de este fenómeno?
Un simple gesto con la mano para pagar un café o sacar un billete de tren. Así es como mucha gente en Suecia, unas 4.000 personas ya, realizan gran parte de sus compras gracias a microchips implantados en el dorso de su mano, justo entre el pulgar y el índice. Suecia es el país que más rápidamente está dejando de usar efectivo: las compras por internet son la norma, el pago con tarjeta es el más frecuente, aumenta fuertemente el pago con el móvil, muchos establecimientos cuelgan el cartel de “No cash accepted” (no se acepta dinero en metálico) y su banco central es el que más avanzada tiene la investigación sobre una posible moneda pública digital, la e-krona.
Pero,
después de haber alentado el cambio, las autoridades suecas han
decidido echar el freno y estudiar cuáles podrían ser los efectos
de la desaparición del efectivo. En declaraciones recogidas por el
periódico canadiense Financial Post, Stefan Ingves,
gobernador del banco central de Suecia, afirma que tienen “que
encontrar una manera de lidiar con el cambio, sería un error
quedarse de brazos cruzados y luego simplemente tomar nota de que el
efectivo ha desaparecido”.
El
ritmo de desaparición del efectivo en el país nórdico es
frenético. Representa solo el 1% de su economía, comparado con el
10% de media en Europa. Únicamente el 13% de los consumidores empleó
efectivo en su última compra, según la encuesta de patrones de pago
del banco, muy lejos del 40% de 2010. Si sigue a este ritmo, para
2025 la mitad de los establecimientos no admitirán efectivo, como ya
ocurre en la mayoría de las sucursales bancarias. Ante el riesgo de
exclusión financiera que implica no poder ingresar o retirar
efectivo en las sucursales, el banco central ha empezado a obligar a
los bancos a ofrecer este servicio.
EN UNAS POCAS GRANDES MANOS
Suecia
no es el único país que avanza hacia la desaparición del efectivo.
Corea del Sur, Dinamarca, China, Reino Unido, Kenia y Somalilandia
han experimentado, por diversas razones, el auge de nuevas formas de
dinero no físico. Pero ¿por qué está desapareciendo el efectivo?
Siempre ha sido el rey de las transacciones, especialmente de las de
menor valor, pero, a partir de los años 90, la aparición de nuevas
tecnologías ha provocado que los pagos electrónicos sean muy
sencillos. Sistemas de banca online, pago a través del móvil,
plataformas de pago como Paypal y los sistemas de encriptado suponen
un porcentaje cada vez más alto de los intercambios monetarios.
Según
el Informe Mundial de Pagos de BNP Paribas, en 2016 los pagos sin
efectivo crecieron un 10% hasta los 482.000 millones. Además de los
métodos electrónicos tradicionales, como las tarjetas, el uso de
monederos electrónicos está creciendo todavía más rápido. En
2018 ascendían a casi 42.000 millones, lo que supone un 8,6% de las
transacciones realizadas con un método distinto al efectivo.
Alibaba, Tencent, Google, Apple, Facebook y Amazon llevan años en
lucha con el sector bancario por hacerse con el mercado de pagos.
American Express, en la cúspide de la tríada de los pagos
electrónicos junto con Visa y Mastercard, tenía en circulación 2,9
millones de tarjetas y el gasto de sus tenedores había aumentado un
5%, llegando a 1,1 billones de dólares, según los datos reportados
en 2018.
En
España, el último informe de la Comisión Nacional del Mercado de
Valores (CNMV) indica que el número de operaciones con tarjeta
triplicó en 2017 al de retiradas de efectivo de los cajeros. Pero
esto no quiere decir que haya una preferencia por los pagos
electrónicos, pues, según una encuesta del Banco de España (BdE),
el 53% de los españoles prefiere el efectivo como medio de pago.
Para Concha Jiménez, directora de Efectivo y Sucursales de esta
entidad, “el efectivo no está desapareciendo, de hecho, su uso
aumenta en Europa tanto en valor absoluto como en proporción al PIB,
salvo en Dinamarca, Noruega y Suecia”.
‘CUI BONO?’
Ante
la confusión que puede generar la diferencia entre datos y países,
la multitud de nuevas formas de dinero digital, puede ser
esclarecedor aplicar el principio cui bono? del derecho
romano. Se trata de analizar quién se beneficia del resultado de una
acción o situación. “Entidades financieras y Estados son los
principales beneficiarios —señala Roberto Tornamira, miembro de la
Plataforma por la Banca Pública—, pues reducen costes de emisión
y de plantilla, a la vez que aprovechan los nichos de mercado del
dinero electrónico”.
La
guerra contra el dinero en efectivo es una encrucijada de intereses
encontrados y llena de grises. A favor de la eliminación del
efectivo están algunos Estados, que agradecen la trazabilidad del
dinero electrónico para luchar contra el fraude y la evasión fiscal
o el crimen organizado. Por otro lado, las nuevas empresas
tecnológicas, como Google o Amazon, que ven un trozo de pastel
tremendamente jugoso al que todavía no le habían hincado el diente
del todo: el negocio de los servicios financieros y el minado de
datos vinculados a ellos. Por supuesto, las intermediarias
tradicionales, como Mastercard, Visa o American Express. En contra,
los defensores de la privacidad, ya que el dinero electrónico da
mayor acceso a los Estados y a las empresas privadas a los datos
individuales. Y también aquellas personas que apuestan por una
economía distribuida y luchan para reducir el poder de los
grandes holdings financieros.
Para
BNP Paribas, “las transacciones digitales de los bancos y las
carteras electrónicas pueden rastrearse más fácilmente que los
pagos en efectivo, lo que permite investigar las transacciones
sospechosas”. En el informe citado llegan a asegurar que “existe
un vínculo entre una sociedad sin dinero en efectivo y los
beneficios que brinda al disminuir los niveles de corrupción”.
En
un plano menos corporativista, economistas como Kenneth Rogoff han
defendido cambios en el sistema monetario actual. Rogoff, profesor en
Harvard y autor de Reduzcamos el papel moneda (Deusto),
comparte la visión de que con la eliminación de los billetes de
alto valor se acabaría con gran parte de la evasión fiscal y del
crimen, y asegura, además, que sería una buena herramienta de
política macroeconómica. Con poco efectivo en circulación, los
bancos centrales tendrían mayor capacidad para profundizar en la
política de tasas de interés negativas, como la seguida
actualmente, y podría forzarse a la gente a gastar el dinero y no
atesorarlo en sus cuentas bancarias. La duda es si esto es deseable.
Por el momento, la Unión Europea ha comenzado a retirar los billetes
de 500 euros.
Inte
Gloerich, de MoneyLab, un grupo de artistas, activistas e
intelectuales que experimentan y estudian formas de democratizar las
finanzas, opina, por el contrario, que “el dinero electrónico es
mucho más trazable y los niveles de vigilancia de datos a los que
nos sometan el Estado y las entidades financieras privadas puede
multiplicarse exponencialmente. Es, además, más frágil debido a
los ciberataques. Un solo ataque puede poner en jaque todo el
sistema, cosa que no pasa con el efectivo”.
Por
su parte, Jesús Manuel Utrilla, de Dinero Positivo, una organización
que trata de democratizar el dinero y la banca, afirma que “el
dinero efectivo y el dinero digital actuales no son intercambiables:
el primero es dinero emitido por los bancos centrales y, el segundo,
por los bancos privados, por lo que es más inseguro que el primero”.
El efectivo cumple aún funciones esenciales para este economista:
“Es la única forma que queda de dinero soberano que nos evita
pasar por el sistema bancario, no conlleva las cargas ambientales de
los sistemas electrónicos y permite un mejor control del gasto”.
DIVERSIDAD PARA SOBREVIVIR
La
privatización del mercado de pagos sería completa si desapareciera
el efectivo y probablemente llevaría a una situación de oligopolio,
máxime con la reciente entrada de Google y Amazon en dicho mercado.
Para Dinero Positivo, una solución sería que el Banco Central
Europeo emita su propia “moneda digital segura y que sea el público
quien decida utilizar la versión de efectivo o la digital, sin
perseguir obsesivamente el efectivo tradicional”.
Gloerich
apuesta por un sistema monetario plural, de tal manera que “exista
espacio para distintas perspectivas y que la gente pueda tener poder
y tomar decisiones sobre su propia vida”. “Presionar hacia una
sociedad sin efectivo es dañino para ciertos sectores sociales:
personas no bancarizadas, economías informales o incluso las
personas que viven en la calle de las limosnas no tendrían ninguna
opción”, añade.
Asegurar
el acceso al dinero efectivo, a pesar de la proliferación de nuevos
medios, es justamente lo que ha llevado a Suecia a parar el ritmo de
digitalización de sus pagos. “Si vamos a una digitalización total
del dinero, necesitamos estar muy políticamente activos para
salvaguardar los intereses de las personas y no de las entidades
financieras. Hay mucho trabajo que hacer”, sentencia Gloerich.
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