"Esta
forma de representación
puede sonar extraña
en la actualidad puesto que la mayoría
de la ciudadanía
asocia el concepto de democracia con la celebración
de elecciones".
(Yago Bermejo, director del Laboratorio de Inteligencia colectiva para la democracia.)
(Yago Bermejo, director del Laboratorio de Inteligencia colectiva para la democracia.)
Una
de las consecuencias más
evidentes de la última
gran recesión
ha sido el cuestionamiento de la política
tradicional. Envueltos de sospecha por los casos de corrupción,
débiles
ante las imposiciones del mercado, corroídos
por batallas internas y centrados, a menudo, en la propaganda más
que en el buen gobierno, los partidos políticos
acumulan ante los ojos de la opinión
pública
un desprestigio que consume los cimientos de la democracia. En este
contexto, la antigua idea de la elección
de representantes por sorteo, lo que técnicamente
se denomina insaculación,
está
tomando fuerza dentro del debate para buscar alternativas a una
democracia atrapada en la dinámica
de los ciclos electorales, los aparatos de los partidos y sus
estrategias de
comunicación
.
El
historiador y autor de del libro Contra
las elecciones (Taurus,
2017), David Van Reybrouck, define esta percepción
negativa de la ciudadanía
como el síndrome
de fatiga democrática.
Según
Van Reybrouck, son cuatro los diagnósticos
que pretenden explicar este síndrome.
En primer lugar, el de quienes culpan a los políticos
tradicionales, presentándose
como alternativa desde plataformas populistas. Le Pen, en Francia;
Abascal, en España;
Trump, en Estados Unidos; Farage, en Reino Unido; o Bolsonaro, en
Brasil, son claros ejemplos de este discurso. En segundo lugar, hay
quien, desde una perspectiva tecnócrata,
señala
a la propia democracia como problema de base.
En tercer lugar, existe
la crítica
hacia la democracia representativa, presentándose
la democracia directa como solución
al problema, pero siempre como proceso complementario a cámaras
de representantes electos en las urnas. Finalmente, hay quien, como
el autor, entiende que el sistema de elección
es el origen del problema, proponiendo la representación
democrática
por sorteo como alternativa.
Esta
forma de representación
puede sonar extraña
en la actualidad puesto que la mayoría
de la ciudadanía
asocia el concepto de democracia con la celebración
de elecciones, pero ya en la Atenas de los siglos V y IV a.C.
existían
instituciones legislativas, ejecutivas y judiciales que estaban total
o parcialmente formadas por ciudadanos escogidos por sorteo. De esa
tradición
se han heredado los jurados populares, aunque en las democracias
liberales los poderes ejecutivo y legislativo han quedado en manos de
los representantes propuestos por los partidos políticos
y apoyados en las urnas. Inspirada
por las fórmulas
de elección
atenienses,
en marzo de 2015 se creó
la Sortition
Foundation en
el Reino Unido, con el objetivo de hacer pedagogía
sobre este concepto e impulsar proyectos que demuestren su
eficiencia.
Brett
Hennig, director de la Sortition Foundation y autor del libro The
end of politicians (El
fin de los políticos),
explica que su proyecto propone tres fases mediante las que
normalizar las cámaras
de representantes escogidos aleatoriamente. “Primero,
debemos implementar asambleas de ciudadanos seleccionados por sorteo.
Luego, hay que institucionalizar
estas asambleas para que participen en los procesos de toma de
decisiones de forma legal y permanente.
Finalmente,
aunque sea una fase muy controvertida, deberíamos
substituir cámaras
de representantes electos por cámaras
formadas mediante sorteo”,
detalla Hennig. Una de las reivindicaciones de la fundación
es la sustitución
de la Cámara
de los Lores del Parlamento británico
por una Cámara
de Ciudadanos, para involucrar a la gente corriente en las
instituciones
británicas.
Al
cierre de esta edición
estaba previsto que en el pleno de Madrid se votara a finales de
enero el Reglamento del Observatorio de la Ciudad con la intención
de crear una institución
formada por 57 ciudadanos y ciudadanas escogidos aleatoriamente. Se
trata del primer intento de institucionalización
de la insaculación
en España.
“Se
están
buscando experiencias que demuestren que es posible hacerlo, que no
es una locura.
Hay que demostrar que las decisiones que se tomen en estas asambleas
de ciudadanos pueden ser tan buenas e incluso mejores que las que se
toman en las instituciones actuales”,
sostiene el director del Laboratorio de Inteligencia colectiva para la democracia,
Yago Bermejo. Preguntado sobre cómo
los partidos políticos
tradicionales ven estas propuestas, Bermejo considera que las
formaciones españolas
aún
van muy “perdidas
con estos temas”.
“Gobiernos
como los de Macron, en Francia, o Merkel, en Alemania, están
planteando proyectos de representación
por sorteo. El impulso europeo es muy importante para que se
normalice la implementación
en España”,
concluye Bermejo.
De
momento, la experiencia en Madrid puede ser la punta de lanza de una
antigua pero revolucionaria forma de entender la democracia que
permite dar una respuesta ciudadana al descrédito
de los partidos políticos
y, a la vez, mostrar una salida viable y democratizadora ante el auge
internacional de las derechas populistas.
Èric
Lluent
redaccion@lamarea.com
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