Si también tenemos
escrúpulos, entonces, siguiendo la lógica de Ted* (Ted Kaczinsky, ver la explicación al final del artículo), debemos
considerar en que categoría de loco nos encontramos: los liberales
hipócritas, cuya culpa fingida les lleva a hacer ver que les
importa aquellos que consideran inferiores, o los hipócritas
conservadores, quienes continúan creyendo en el progreso mientras
este destruye lo que desean conservar. Quizás deberíamos dejar a
un lado los inapropiados sentimientos de culpa por cosas que no
podemos esperar jamás controlar para cultivar un sentido de culpa
saludable – el de nuestra propia inacción. Aunque sus
métodos fueran dementes, Ted hizo algo. Yo escribí este libro. Y
tú, ¿Qué has hecho?” Dmitry Orlov
en Shrinking
the Tecnosphere –
Al margen de cuál sea tu
orientación política (Orlov nos indica que en los programas
políticos supuestamente "progresistas" tanto de derechas
como de izquieras jamás encontraremos expresiones del tipo
"acabemos con la tecnosfera" o "dejemos de pensar en
la demencia del crecimiento económico ilimitado"), es evidente
que ni unos ni otros han sido capaces de dar una respuesta a muchos
de los problemas que nos vienen acechando a marchas crecientes y que
hay un descontento social en aumento. Así pues y en relación al
marco tecnológico, que es el que nos ocupa ¿Cuál es nuestro lugar
en todo este barullo de ideas contradictorias? ¿Qué podemos hacer
a nivel individual y colectivo para poder ganar en autonomía y
dejar de depredar nuestra Madre Tierra por medio del continuo
incremento de la tecnologización de la sociedad? ¿Qué
responsabilidad debemos asumir en la era de los grandes cambios
sistémicos, de colapsos y nacimientos de nuevas estructuras
sociales?
El autor ruso nos invita pues a
asumir responsabilidades y a actuar para generar alternativas al
actual modelo socioeconómico insostenible (ver apartado 3), muy en
la línea de lo que Mauri Méndez nos explicaba en un
antiguo post sobre
responsabilidad radical ante el colapso ecosistémico:
“La
responsabilidad no es otra cosa que la consciencia en acción. Los
esfuerzos por parte de la sociedad de consumo por mantenernos
constantemente ocupados, distraídos e inconscientes de lo que pasa
en nuestro cuerpo son inconmensurables. Ya sea a través de la
omnipresente tecnología, el bombardeo constante de publicidad y
estímulos externos, la medicina occidental que se enfoca solamente
en paliar o silenciar los síntomas olvidando la prevención o la
comprensión de la fuente de la enfermedad, o la normalización
del consumo constante de sustancias que alteran nuestro estado de
consciencia (alcohol, café, tabaco, azúcar, etcétera...), nos
mantenemos adormecidos y anestesiados, desconectados de lo que
sucede en nuestro organismo.”
La tecnosfera
(ese superorganismo emergente
de la civilización industrial crecentista antagónico a la
biosfera) es una insuperable máquina de anestesiarnos con caramelos
que, si bien saben dulces y nos pueden satisfacer a corto plazo,
generan también dinámicas perversas que ponen en peligro la
sostenibilidad de la vida en este planeta y de muchos aspectos que
damos por hechos aún hoy en día (un plato caliente cada día, un
clima adecuado, unos ecosistemas relativamente sanos…). Si en los
pasados artículos introducimos el concepto de tecnosfera y sus
fundamentos materiales, esbozamos su desarrollo histórico y
analizamos los mecanismos que tiene para explotarnos
emocionalmente, en
este artículo trataremos de empezar a trazar algunas pinceladas que
nos permitan empezar a dibujar alternativas y gestionar mejor
nuestra relación con lo tecnológico.
1. Bienvenido
a la numerización
robopática
El objetivo de la tecnosfera es
expandirse y para ello pone en juego toda una serie de mecanismos,
como apuntamos en
el apartado 4 de nuestro último artículo sobre tecnología,
para conseguirlo en dónde el fin justifica siempre los medios. Muy
en la línea del pensamiento mecanicista que tiene ya siglos,
incluso milenios, la
tecnosfera y sus defensores intenta convertir a las personas en
meras máquinas que sigan órdenes burocráticas, con protocoles
cuantitativos estrictamente definidos y sin dejar capacidad de
cooperación espontánea, intuición o respuesta emocional ante las
situaciones cotidianas de nuestro día a días.
Pensemos en dos ejemplos que
ilustran eso:
- La
escuela: Inculcar
a las jóvenes generaciones que deben aprender a ser obedientes, a
permanecer sentados en una especie de fábrica con sillas y pizarra
y cultivar toda una serie de habilidades instrumentales a la
tecnosfera. Entre ellas se encuentran la capacidad memorística
(memorizar datos y datos de los cuales nadie después se acuerda),
de resolución de problemas numéricos en un sentido muy
reduccionista (muy específico, sin dar demasiada importancia a la
improvisación y la espontaneidad) y eventualmente en alguna
actividad crítica o creativa que eso sí, no debe ser excesivamente
crítica pues de lo contrario entraría en conflicto con la
institución escuela en sí misma. Recientemente la aparición de
portátiles, smartphones
y nuevas
tecnologías ha hecho que los alumnos acaben transformándose en
zombis adictos que están continuamente distraídos, exigentes e
inmaduros que teclean con los pulgares muy juntos y se envían fotos
de gatitos peludos muy cutre.
- El
sistema de salud: Convence
a la población de que mantener artificialmente la vida es algo
estrictamente necesario (sobre todo en el ámbito individual), así
como aumentar la cantidad de años vividos (aunque muchos sean años
de mierda). El uso de expertos es absolutamente necesario para todo:
para crear por ejemplo una dieta perfecta con un número específico
de calorías, proteínas, carbohidratos y grasas. La industria
farmacéutica y la medicina ultra especializada son instrumentales
en ello y si bien es cierto que se han conseguido avances muy
importantes también es cierto que muchos de estos dependen de
recursos no renovables como el petróleo y otros productos químicos
destructores (nuestra libertad sanitaria parece tener sus días
contados) que deberíamos poner en duda en un ejercicio de
honestidad que no suele hacerse en ninguna formación política.
La lista podría seguir ad
infinitum, pero
la idea principal es que donde antes había más espacio para la
autonomía, autosuficiencia colectiva y una cierta libertad, ahora
lo va ocupando de forma creciente la tecnosfera de manera que
delegamos de forma creciente nuestra vida diaria a sus mecanismos y
nos convencemos de que el futuro siempre nos brindará más y mayor
tecnología y que con ella se superará al ser humano y cualquier
otra especie. Todo esto parece manifestar un profundo menosprecio
por valores vitales y orgánicos fundamentales en la historia
del homo sapiens
como han sido la
capacidad intuitiva, el uso de las emociones en mediación con la
naturaleza y otros humanos o el uso de tecnologías – generalmente
artesanas e intensivas en destreza – de baja presión sobre el
medio ambiente y ubicuidad en el ambiente local. Estas instituciones
como el sistema de salud, educativo, militar… instrumentales a la
tecnosfera es lo que Dmitry Orlov llama tecnologías
políticas (ver
apartado 2).
Solo cabe pensar en el
gran entusiasmo que generan los rankings. Sea
para identificar a nuestro equipo deportivo favorito, para votar al
“mejor” cantante de la próxima edición de talentos musicales o
al consultar que posibilidad tiene de ganar un óscar tal o cual
actor, las tecnologías de la información han llevado dicho
fenómeno a un nivel industrial. No hay espacio en el que uno no
sucumba a la ingente numerización robótica
de la vida
.
Dmitry Orlov considera que la
tecnosfera es una incubadora de psicópatas porque nuestra sociedad
selecciona y cría personas sin empatía alguna, con tendencias a
menudo sadísticas basadas en seguir instrucciones frías y
protocolos muy bien específicados ciegas
a todo aquello que no se puede medir como la belleza, el sentido, la
justicia, la compasión, el amor o la justicia.
Cuando estos atributos se permiten son siempre de forma instrumental
a la tecnosfera. La justicia como algo que se compra y vende como
vemos en la no igualdad a la ley que impera; el sentido vital en
festivales masivos donde la juventud se dedica a beber y a
intoxicarse de música a todo volumen o la belleza en el siguiente
número de la versión Cuore y siguiendo unos cánones (60-90-60 a
ser posible para abajo exponencialmente) muy estrictos.
Sin embargo y aunque es cierto
que nuestra sociedad lleve generaciones seleccionando psicópatas
ninguna sociedad es funcional con un número excesivo de éstos y
por eso el ruso introduce el interesante concepto del sociólogo
Lewis Yablonsky: los humanos robópatas.
“Los robópatas son
aquellos que, al ser forzados a seguir y ejecutar órdenes
arbitrarias, han perdido su habilidad normal de identificarse con el
resto de la humanidad y han encontrado un nuevo sentido en una
identidad personal al convertirse en rigoristas. Al imponer castigos
duros e injustos insisten en que no es nada personal porque si lo
fuera amenazaría su propia identidad”.
Así pues, en la categoría de
robópatas nos encontramos a la gran mayoría de nosotros
personalizados en individuos mitad hombre-mitad máquina que sufre
psicológicamente y esta hiperalienado del mundo. Somos de hecho
máquinas rotas que debemos ceñirnos a toda una serie de parámetros
que, aunque sean absolutamente necesarios para adaptarnos a muchos
puestos de trabajo y acciones cotidianas incitan al comportamiento
neurótico (una conciencia degradada, en palabras de Claudio
Naranjo) y conspiran para deshumanizarnos de forma creciente.
Pasamos pues del individuo biológico al robopático.
2. Tecnologías
tecnosferofílicas vs. tecnosferofóbicas
Podemos clasificar a la
tecnología de formas muy diversas. En este texto distinguiremos
entre las siguientes, a partir de los conceptos que Dmitry Orlov
discute largo y tendido en su libro:
- Tecnologías tecnosferofílicas
(o biosferofóbicas):
aquellas instrumentales en el desarrollo y expansión de la
tecnosfera.
- Tecnologías
biosferofílicas (o tecnosferofóbicas): aquellas
instrumentales en minimizar los efectos perversos de la tecnosfera
sobre los humanos y la biosfera o aquellas que incluso puedan
conseguir su completa eliminación.
Dentro de las
tecnologías tecnosferofílicas distinguimos
entre:
1. Tecnologías
obligatorias y estándares personales: son
todas aquellas que te atan a la tecnosfera con un cordón umbilical
y que conforman toda una serie de artefactos y sus flujos asociados
(por ejemplo un ordenador y su necesaria conexión a la red) que
deben ser generalmente obtenidos a partir de un contraflujo
monetario (de esta manera se facilita su propagación uso),
así como toda una serie de reglas (a menudo no escritas) para
cultivar un grado de dependencia importante (una ducha diarias de
100 litros, un retrete cuyos residuos requieren más tecnología
para que no afecten a la seguridad del agua…).
2. Tecnologías de daño
ilimitado: son
tecnologías con un potencial destructivo enorme, aunque en muchos
casos no sea cuantificable. Entre ellas podemos incluir la industria
nuclear, la ingeniería genética o la nanotecnología como posibles
causas futuras de un daño catastrófico, sistémico e irreverible.
3. Tecnologías
políticas: son
aquellas que tratan de mantener el actual sistema antidemocrático y
de creciente expansión depredadora como proyecciones de la
tecnosfera a partir de mecanismos de poder con fundamentalmente tres
objetivos:
- Cambiar las
reglas del juego entre los participantes en el proceso político
- Introducir en
la consciencia de masas nuevos conceptos, valores, opiniones y
convicciones
- Manipular el
comportamiento humano directamente a partir de los medios de
comunicación de masas y otros métodos administrativos.
El autor ruso, con su notable
pizca de ironía, pone como ejemplos a una docena de los más
importantes (en el contexto de los Estados Unidos):
-
El lobby de los combustibles fósiles: que trata de convencer a la población que no hay alternativa por medio de campañas difamadoras contra el cambio climático, diseminando noticias falsas y construyendo movimientos sociales que defiendan sus intereses.
-
Los fabricantes armamentísticos: que tratan de convencernos de que es necesario que gobiernos e individuos dispongan de armas de fuego para estar más seguros
-
El sistema de política bipartidista: convencer a la gente que tiene una elección libre que hacer votando una vez cada 4 años y olvidándose el resto de los 1359 días
-
El establishment de defensa nacional: convencer a la población que el aumento del PIB en gasto militar les hace más seguros y fuertes aunque la historia haya demostrado que el mayor colapso jamás visto (el de la Unión Soviética) vino en parte porque si bien se consiguió asombrar al mundo con su gran músculo militar no fue capaz de mantener unos estándares de vida dignos para sus ciudadanos (en comparación al menos a sus “promesas” y el bloque occidental).
-
La industria médica: convencer a la gente que la creciente tecnologización y privatización de los sistemas de salud es un modo eficiente y sostenible
-
La industria educativa: convencer a la gente de que endeudándose, yendo a la universidad y asumiendo unos costes altísimos es la mejor manera de afrontar el futuro
-
El complejo industrial-penitenciario: convencer a la población de que tener en prisión un mayor porcentaje de la población del que tenía Stalin por delitos menores es seguro y eficiente
-
La industria agroindustrial: convencer a la gente de que no hay alternativa al modelo de monocultivo expansivo creciente, esconder sus impactos ambientales y negar que los alimentos procesados y muchos de ellos con organismos modificados genéticamente de dudoso impacto son seguros.
-
La industria del automóvil: convencer a la población de que el vehículo privado es la “vaca sagrada” de su libertad y que el transporte público u toros medios son claramente inferiores.
-
La industria financiera: convencer a la población de que el dinero es algo seguro, que es más seguro tenerlo en un banco que bajo un colchón y que una deuda creciente e impagable no es un problema.
-
Religión institucionalizada: convencer a la gente que es absolutamente necesario seguir las pautas de instituciones que sistemáticamente han desvirtuado y destrozado formas de vida basadas en la autonomía espiritual y comunitaria y el juicio independiente y de que hay una serie de verdades incuestionables.
-
El sistema legal: convencer a la gente de que el imperio de la ley es algo infranqueable y que produce resultados justos en vez de favorecer al que se puede permitir un ejército más grande de abogados bien pagados.
Al autor acaba añadiendo
algunas de las tecnologías que los EEUU (aunque sería más justo
hablar de bloque occidental) han usado para dominar el resto del
mundo: la estafa de
los préstamos internacionales a
través de programas de ajuste estructural del FMI, Banco Mundial y
otras instituciones que hacen a países dependientes, las
revoluciones de colores o
métodos de cambio de régimen a través primero de métodos no
violentos y una vez sembrado el caos con métodos violentos para
causar el caos social y el derrumbe de un gobierno particular
(pensemos en cómo esto ha sucedido en algunas de las primaveras
árabes) o el
terrorismo “subsidiario”
en el que se usan terceras partes para un objetivo concreto (como el
caso del islamismo radical que fue una creación de occidente en el
contexto de la guerra fría y ahora se ha vuelto en su contra).
4. Máquinas
sociales: son
grupos “específicamente organizados que subordinan la voluntad de
sus participantes a un seguido de normas explícitas y escritas,
controladas a partir de criterios objetivos y medibles que excluye
tanto como puede el juicio individual, la intuición y la acción
independiente y espontanea. En el proceso se vuelve ciega ante todo
lo que no es medible como el sentido, la belleza, la felicidad, la
justicia o la compasión. A medida que incrementa el tamaño de
estas organizaciones se vuelven más jerárquicas, burocráticas y
óptimas para la expansión de la tecnosfera y transforma a los
individuos en seres inconscientes robopáticos y psicopáticos, como
hemos mencionado anteriormente, a cambio de unos ingresos estables
(cada vez menos) y un sentido de seguridad y estabilidad.
La combinación de tecnologías
de dominación política, burocrático-organizativa y otras
encarnadas en artefactos necesarios para nuestra adaptación y en
algunos casos de daño cuasi-infinito la tecnosfera va extendiendo
sus tentáculos a medida que algunos vamos percibiendo que hemos
entrado ya en retornos decrecientes o incluso negativos de la
tecnología (si vamos más allá de un análisis reduccionista
funcional de que es lo que permite una u otra tecnología en su
plano de la utilidad personal).
Como contrapartida el autor ruso
nos propone 3 conceptos dentro de su propuesta de análisis
daño-beneficio (en una clara mofa a los economistas
convencionales).
Así pues, dentro
de las tecnologías tecnosferofóbicas distinguimos:
1. Tecnologías de
daño 0: son
tecnologías que no causan daño alguno y se encuentran debajo de la
jerarquía daño-beneficio y que se encuentran perfectamente
adaptadas a los ciclos naturales de la biosfera. Las mejores suelen
ser las llamadas tecnologías naturales.
2. Tecnologías
naturales: es un
nombre genérico para designar tecnologías que puedan mediar la
relación entre el ser humano y la biosfera de forma que
“contribuyan a su equilibrio (en sus ritmos: diurnos y anuales y
ciclos: del agua, carbono, nutrientes…) y con el flujo
ininterrumpido de generaciones humanas que con su sabiduría ha
sabido mantener un conocimiento profundo de ambientes naturales
complejos y diversos” (Orlov, pp. 129-130). El ruso pone a modo de
ejemplo tecnologías tradicionales de su tierra natal como la sauna,
la izbá (o casa de campo tradicional rusa) o la estufa rusa
centenaria. Todas parecen haber mantenido el paso del tiempo,
¿Podemos decir lo mismo de la civilización
moderna tecnoindustrial?
3. Tecnologías
anti-tecnologías: son
tecnologías que podemos conceptualizar en oposición a otras
tecnologías que consideramos dañinas y están arriba de la
jerarquía daño-beneficio. Algunos ejemplos podrían ser por
ejemplo técnicas de hackeo para desactivar ciertos componentes
dañinos de la tecnosfera o tecnologías para hacer invisible a la
gente ante el creciente control de la tecnosfera u otras para evitar
un discurso público de corte racionalista, reduccionista y
materialista (substituyéndolo por uno compartido de forma privada
por un grupo de forma subjetiva, intuitiva y mística).
3. El
análisis Daño-Beneficio y la jerarquía de daño relativo
Orlov introduce el concepto de
análisis daño-beneficio (que no tiene nada que ver con el análisis
coste-beneficio típico de la biosfera) de la siguiente manera:
“Estamos ahora preparados
para definir la principal estrategia para reducir la tecnosfera,
para privarla de ejercer sus objetivos de crecimiento, control,
dominación y por último de destrucción de la biosfera. Vivir sin
ningún tipo de tecnología está fuera de lugar: los humanos y los
homínidos que nos precedieron fabricaron y usaron herramientas
durante cerca de tres millones de años. Por otro lado, vivir con la
tecnosfera, mientras agota y detruye la biosfera y con ella a
nosotros está también fuera de lugar. Debemos encontrar una manera
de reducir conscientemente la complejidad tecnológica – el número
de elementos técnicos que permitimos en nuestro ambiente - a la vez
que incrementamos la complejidad biológica – el número de otras
especies que cultivamos y apoyamos en nuestro cacho de biosfera”.
Específicamente el ruso propone
una tabla con 32 atributos de la tecnología (que pueden ser
adaptados al gusto de una comunidad o de un individuo) en la que
asignar un valor (uno por ejemplo y otra escala subjetiva) en
función de si hace daño (d) o genera un beneficio (b).
“¿Y si hacemos lo
siguiente? Definimos una lista completa y razonable con los aspectos
positivos y negativos de la tecnología, y a continuación
seleccionamos aquellas tecnologías que usaremos para maximizar el
beneficio mientras minimizamos el daño. En el peor de los casos,
nos dará un punto de partida donde empezar; en el mejor de los
casos, reducirá la tecnosfera hasta el punto en el que ya no sea un
daño considerable”.
De esta manera podemos sumar
estos daños y beneficios en un ratio muy sencillo, el ratio
daño-beneficio (RDB):
La siguiente tabla muestra
algunos de esos atributos que nos introduce el ruso:
Dadas las limitaciones que tiene
el evaluar cada tecnología por separado, Orlov nos proponer darle
un enfoque a dicha evaluación en forma de jerarquía:
- En
primer lugar tenemos las “tecnologías que no deberían ser
permitidas” que son las que muestran un ratio D-B de la siguiente
forma y que debemos evitar o tratar de desactivar:
- En
segundo lugar, tenemos “tecnologías que pueden ser permitidas”.
Aunque puedan ser dañinas (y deba intentarse minimizar su uso)
pueden sustituir o mejorar a otras de carácter aún más dañino y
de este modo podemos dar un enfoque incrementalista muy útil para
aquellos que no se puedan permitir el lujo (casi todos) de dejar de
depender de la tecnosfera.
- En
tercer lugar tenemos las “tecnologías de daño 0” de las que ya
hemos hablado de las cuales las tecnologías naturales son su máximo
exponente. Se encuentran debajo de la jerarquía pues son las
mejores y se pueden representar de la siguiente manera:
Evidentemente el ejercicio que
nos propone el ruso tiene sus limitaciones como él mismo reconoce
por ejemplo al gestionar tecnologías de daño ilimitado muchas de
las cuales todavía no se han inventado o que no está claro el
alcance de su impacto. Para la gestión de estos procesos se
requerirían procesos de deliberación política más complejas que
pudieren dar respuestas a situaciones de alta incertidumbre e
ignorancia, en la línea de lo
que propone la ciencia posnormal.
También es cierto que a menudo
la falta de tecnologías (Orlov nos pone como ejemplo el caso de
Fukushima donde no existe tecnología alguna para contener la
radiación del reactor, donde ha ido parte de la radiación y como
su propagación en el agua) puede ser muy perjudicial.
El consejo final que nos da el
autor (a mi juicio el más interesante y relevante) es que
intentemos gestionar esta jerarquía dentro de nuestras
posibilidades más inmediatas como individuos dependientes de la
tecnosfera para reducir progresivamente nuestra dependencia. Es
evidente que hay tecnologías que nos han hecho dependientes y para
los que no hay sustitutos (difícil es asumir por ejemplo una vuelta
a los partos naturales, o a la vida sin antibióticos y ciertos
medicamentos o decirle a un minusválido que prescinda de su silla
de ruedas) pero siempre podemos intentar mitigar esa dependencia
dentro de lo posible y si no es posible existen otras estrategias
más de tipo emocional/psicológico que nos pueden ayudar (más
adelante ampliaré este punto).
4. Un
modesto plan para la transición interior en la era de los grandes
cambios
Si bien la herramienta del
análisis daño-beneficio es un primer paso para identificar
tecnologías que individualmente puedan noquear a la tecnosfera y
devolvernos el equilibrio con la biosfera pienso que no es del todo
convincente para plantearnos una respuesta sólida y más relevante
e individualizada (dado que vivimos en una sociedad muy
individualista y especializada). Además el análisis daño-beneficio
tampoco nos da herramientas de gestión de las emociones y de
nuestro bienestar más psicológico y espiritual, la llamada
“transición interior” que se antoja tan importante como la que
definimos desde un punto de vista más materialista y que grupos
como la Red de Transición España, ciertos colectivos cercanos a la
permacultura y comunidades intencionales o autores como Carolyn
Baker, Joana Macy o Charles Eisenstein (desafortunadamente muy poco
conocidos entre el público hispanohablante por estar sus trabajos
íntegramente en inglés) nos proponen.
En otras entradas hemos hablado
de modelos que pudieran iniciarnos en un proceso de transición que
si bien no sabemos qué dirección exacta tomará al menos pueda
orientarnos a cambios positivos en nuestras vidas, siendo
conscientes de las enormes dificultades que ya de por si nos pone la
tecnosfera y sus variopintas proyecciones en tecnologías políticas,
máquinas sociales, artefactos con potencial destructor masivo y
obligaciones a seguir.
Propongo un trabajo en el que
seguir cuatro pasos al que denominaremos método TIC+,
transición interior consciente en contraposición al término
comúnmente usado para designar a las tecnologías de la información
y la comunicación.
Paso 1 - Reconocimiento del
problema: es el
punto inicial para poder evaluar qué cambios están dentro de
nuestras posibilidades. Se trata de un proceso gradual de toma de
consciencia que va desde una etapa de negación y/o de anestesia
total a uno en la que entendemos las múltiples crisis que nos
acechan (social, ecológica, energética, científica…).
Describimos estos pasos en un
pasado post del mes de octubre de 2016 del compañero David Cuenta.
Estas etapas coinciden también con una serie de etapas emocionales
por los que pasa la persona que se zambulle en ellas y que fueron
descritas por Elisabeth Kübler-Ross en el contexto de aquellos
individuos que están gestionando un proceso de enfermedad terminal,
que es aplicable al contexto cuasi-terminal de nuestra civilización
y que pasan por la negación, la ira, la negociación, la depresión
y la final aceptación (aunque no de forma lineal y no deba
necesariamente materializarse pues hay individuos que jamás pasarán
el estado de negación por ejemplo).
El problema es que en medio de
tanta propaganda y ante la imposibilidad de ver alternativas sólidas
(la tecnosfera y sus distintas tecnologías juegan su papel) o de
ser estas “muy radicales” se hace muy difícil para muchos
entender la magnitud del problema (aunque afortunadamente cada vez
menos). A mi juicio está bien enseñarle a la gente gráficos y
datos científicos que avalen estos juicios, pero es absolutamente
insuficiente y hasta cierto punto contraproducente. La prueba es que
hasta ahora, después de muchas advertencias de ciertos “expertos”
sobre muchos de los problemas que tenemos, el estado de nuestros
ecosistemas y tejido social va exponencialmente a peor. Pienso
que lo más
saludable es la experiencia fenomenológica directa, es decir, a
conseguir que la persona pueda identificar los distintos problemas
en algún punto en el que le afecte directamente, huyendo de
discursos totalizadores y reduccionistas que ponen el foco en un
elemento (el cambio climático o el pico del petróleo).
Recientemente estuve en la
hipercontaminada y bella Cracovia. Al charlar con algunos compañeros
de Polonia me comentaban los grandes problemas de contaminación
local dadas las características geográficas de la ciudad y una
confluencia de factores varios que la sitúan a menudo a niveles de
megalópolis chinas. ¿Es para una persona asmática, relevante el
cambio climático o los problemas de contaminación local? Quizás
tomando este como punto de partida es posible “convencer” a esa
persona de otros problemas de ámbito local y así poco a poco ir
avanzando en conciencia. Aquí es fundamental el papel de aquellos
que llevamos más tiempo informándonos sobre el problema y el
discurso que presentamos. Debemos ser pacientes y reconocer que para
nosotros mismos es también un proceso turbulento y duro, de
apocalipsis en el sentido original del término que designa
“revelación”.
Paso 2 – Conocer tu
realidad: los
sistemas complejos como los seres humanos, las sociedades o los
ecosistemas tienen la particularidad de que se manifiestan de forma
distinta y su complejidad, como nos propone el teórico de la
complejidad Rosen “depende totalmente de cómo escojamos nuestra
interacción con el sistema dado que un sistema complejo es uno
formado por muchos subsistemas cuya descripción depende de la
decisión particular de mapeo – visión pre-analítica – que
determinará si representamos unas u otras cualidades/propiedades”.
Mientras que el pasado lunes salí entusiasmado a una jam session
jazz fantástica por su calidad musical, si hubiese puesto el
“filtro” de científico de la sostenibilidad y hubiese analizado
el patrón metabólico que hace posible el concierto quizás no
hubiera salido tan entusiasmado.
Así pues, la primera pregunta
legítima en este segundo paso sería ¿Qué veo cuando miro la
realidad? ¿Qué puede condicionar esa visión? ¿Es esa visión
útil para mí y mis problemas o esconde prejuicios importantes? Un
ejercicio que he empezado a practicar recientemente es el de en un
momento determinado intentar dar distintas visiones a una misma
situación. Esto se puede hacer anotando en una libreta por ejemplo
durante un paseo en el que podemos asociar un mismo lugar con
distintas perspectivas no reducibles entre sí, como en el caso que
acabo de comentar del concierto. En
este segundo paso debemos identificar nuestro momento vital, nuestro
lugar en el “sistema tecnoindustrial”
y nuestra vulnerabilidad a los posibles cambios y disrupciones.
Una vez pasada la etapa de consciencia es posible ya empezar a
entender qué lugar ocupamos en el mundo, cuanto de dependientes
somos de la tecnosfera y empezar a ver, en relación a qué estado
de la vida nos encontremos, qué cambios y determinaciones tomar que
pueden ir desde la aceptación de no poder cambiar hasta el cambio
radical en poco tiempo. Todo esto depende de condicionantes como la
edad, nuestro entorno social, nuestro estado económico…
El siguiente paso son toda
una serie de herramientas útiles para el autoconocimiento
personal que
en mi caso han sido bastante útiles puede servir de marco de
referencia para aquel que trata de conocerse mejor y su relación
con lo tecnológico:
- Diario de personal y diario de
pensamientos
- Cuestionamiento de creencias
fundamentales y memes sociales,
especialmente los relacionados con el mito del progreso
- Observación de los hábitos:
especialmente importante en los más básicos como la comida, el
dormir, el aseo, el ocio, la vida en familia y en pareja…
- Interpretación de los sueños
y análisis del pasado
- Técnicas de meditación (como
las que propone A. Blay en sus magníficos libros)
- Técnicas de reconocimiento de
la personalidad: como nos plantea Claudio Naranjo en su libro
Carácter y Neurosis para identificar algunos de los rasgos de
nuestra personalidad que hayan contribuido a la “degradación de
la consciencia” que, aunque tienden a formarse en etapas tempranas
de la vida siguen interaccionando con el mundo exterior
continuamente y por tanto con la tecnosfera y su perverso carácter.
- Clubes de lectura en el que
compartir las ideas que un determinado autor plantea y discutirlas
colectivamente
- Actividades colectivas en las
que se puedan generar dinámicas distintas como por ejemplo puedan
ser algunas iniciativas en transición, ecoaldeas…
- Manifestación del stress y la
disonancia cognitiva que significa el participar de la tecnosfera y
no poder hacer nada a corto plazo mediante el arte (escribiendo por
ejemplo poesía, haciendo música o cantando) dado que son
actividades que trascienden la tecnosfera. Éstas pueden ayudar
también a la creación de nuevos mitos colectivos e imaginarios
durante la transición.
Este apartado merece por si solo
un libro con distintas técnicas e ideas así que solo espero
despertar en el lector las ganas de tratar de empezar a indagar por
sí mismo en el proceso del autoconocimiento personal que, en el
plano de nuestra relación con la tecnosfera, pasa por un análisis
de qué papel juega en nuestras vidas, qué emociones/adicciones nos
genera y en qué ámbitos podemos hacer modificaciones sustanciales,
si lo creemos conveniente.
Apuntar finalmente que considero
este paso fundamental antes de embarcarse en aventuras más
ambiciosas como la de “querer cambiar el mundo” o “querer
cambiar a otra gente que está equivocada” cuyo síndrome suele
ser habitual en muchos ámbitos del ecologismo y ciertos discursos
ambientales.
Paso 3 – Conocer la
realidad de los que te rodean: este
paso se debe dar al mismo tiempo que el segundo y consiste en ir
expandiendo la realidad desde un punto de vista más colectivo.
Recomiendo empezar a analizar a nuestra propia pareja y familia,
continuar con los amigos, luego los conocidos… hasta llegar a
niveles más complejos como un “país” o “continente”. Este
tipo de análisis multi-nivel nos puede ayudar también a
identificar nuestras oportunidades y restricciones haciéndonos
preguntas de tipo: ¿Hasta qué punto depende mi familia de un
estilo de vida fosilista e insostenible? ¿A quién sirve este
estilo de vida? ¿Existen formas distintas de depender menos de la
tecnosfera y retomar el control de algunos procesos vitales como el
de la alimentación, la salud, el tipo de ocio que elegimos…?
Paso 4 – Buscar trascender
nuestra realidad y la de aquellos más cercanos o en su defecto
aceptar una realidad incómoda: si
hemos llegado al punto de un entendimiento de los grandes problemas
que genera nuestro actual estilo de vida y podemos hacer algo para
cambiarlo es el momento de intentar involucrarse más en otros
colectivos y realidades que nos los permitan. Puede ir desde un
primer estado en el que interactuamos en redes sociales con grupos
de nuestro interés hasta involucrarse directamente en iniciativas
de corte local (cooperativa de alimentos km 0, un huerto urbano que
trate de aplicar los principios de la agroecología o la
permacultura, participar en tareas divulgativas…). La pregunta
clave aquí es ¿Cómo puedo ayudar a contribuir a formar un mundo
más sostenible y justo? Personalmente opino que importa más el
camino y el proceso a recorrer que el resultado final, pues no está
en las manos de ningún individuo en particular ni colectivo
específico el futuro de la humanidad y del planeta.
Queda pues para otro artículo
el desarrollo más específico de cada uno de estos pasos (con algún
método más estructurado) y su posible modificación, pero queda
claro que, si somos honestos con nosotros mismo y nuestros hijos,
cuanto antes empecemos, más posibilidades tendremos de recobrar esa
autonomía, autosuficiencia y libertad que nos empodere en mayor
medida y nos permita volver a humanizar nuestra sociedad de
robópatas deshumanizante. Todos somos víctimas de este gran
aparato burocrático y destructor, de esa máquina social llamada
tecnosfera.
5. El
hombre sin mito, no es hombre.
¡Viva los biopartizanos y abajo el
socialdarwinismo!
¿Cuál es el mito que tú
vives? El
hombre siempre ha vivido en el mito, y pensamos que podemos nacer
hoy y vivir sin mito y sin historia. Esa es una mutilación del ser
humano.
Carl Gustav Jung
¿Por qué existe el mito?
A mi juicido hay tres motivos:
minimizar la incertidumbre, aumentar la cohesión social y como
puerta de entrada a estados de la consciencia alterados y
superiores.
Los indios Iroquois tomaban un
marco de referencia para la toma de decisiones de siete
generaciones. Si una acción no tenía en cuenta esta visión a
largo plazo no era socialmente aceptada. Mirando atrás nos
encontramos que precisamente hace unas 7 generaciones (unos 175
años) la revolución industrial empezaba a despegar en todo su
esplendor. Dado que algunos vaticinamos que la tendencia de los
últimos dos siglos no puede seguir mucho tiempo, cabe preguntarse
si hay mitos más relevantes que según que logos, especialmente
cuando uno lo mira no desde una visión individualista (¿qué será
de mi en este mundo que se viene abajo?) sino desde una colectiva,
como Carlos de Castro nos cuenta que hacen los árboles o las
estériles abejas que se sacrifican por la colmena (¿qué será de
mi grupo y de Madre Gaia cuando ya no esté?). Recuperar esta línea
de enfoque vital, opuesta al occidental, puede ser muy relevante
dado que ya hay procesos de descomposición ecológicos y sociales
que se antojan irreversibles. La actual tasa de extinción de
especies, superior a cualquier otra en el registro histórico,
debería hacernos dar cuenta del sometimiento agónico de la vida en
nuestro planeta. ¡Que nadie te diga sentirse mal e incluso pasar un
duelo por ello es algo estúpido! Si te entran ganas de llorar por
todo el dolor causado solo se puede decir algo: felicidades, ya que
como dice Krishnamiurti
“No es saludable estar bien
adaptado a una sociedad profundamente enferma”
Debemos pues preguntarnos en la
línea de lo que nos cuenta Orlov en su magistral libro, qué tipo
de mito puede ser instrumental para una nueva concepción del mundo
que ponga en el centro la vida y respete a Gaia. El autor nos
propone cuatro rasgos básicos para poder pasar al paso final, el 5
Paso 5 – Convertirse en un
“partizano” de la biosfera en
el que se
requiere:
- Una
ideología unificadora: una nueva cultura que otorgue a sus
participantes un sentido, les permita reconocerse el uno al otro y
trabajar para un bien común
- Una
reconexión con el medio ambiente: recobrando nuestra relación con
elementos de tipo local que no sean meras abstracciones sino un
hábitat con el que identificarnos y enraizarnos que nos proporcione
un sentido de pertenencia para defenderlo y protegerlo (bosques,
prados, lagos…).
- Sentido
de la indignación en ser despojados y violados por un enemigo que
debe ser noqueado dado que su propia supervivencia está en juego
- Un
sentido de pertenencia a un todo mayor cuyos miembros, aunque no
puedan acceder de forma inmediata, otorgue apoyo moral y un sentido
de legitimidad basado en un objetivo común.
Así
pues gritemos al unísono
¡Abajo
el socialdarwinismo y arriba los biopartizanos!
Apunte sobre Ted Kackinsky (ver
primera cita del artículo):
* Ted Kaczinsky, conocido como
el unabom (university and airline bomber) es un matemático y
filósofo actualmente convicto en la prisión de máxima seguridad
ADX Florence, en Colorado. Después de estar ahorrando una temporada
decició hacerse una cabaña y vivir con muy poco dinero sin agua
corriente, electricidad y fundamentalmente de la caza y la
recolecta. Probalemente como consecuencia de los experimentos a los
que había sometido en Harvard durante sus estudios y después de
que uno de sus rincones de naturaleza pristrina fuese remplazado por
una carretera forestal, decidió dejar de estudiar la naturaleza y
empezar a estudiar la fabricación de explosivos. El 19 de setiembre
de 1995 tanto The
New York Times como The
Washington Post publicaron
su largo artículo La
sociedad industrial y su futuro a
cambio de detener las amenazas contra dichos medios. El manifiesto
es, a mi juicio, una muy interesante crítica de la izquierda
posmoderna políticamente correcta que aunque parece rebelarse
contra muchas de las perversas dinámicas del sistema se
identifican con él.
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