Un trabajador de
Limasa monta en la puerta de su casa una “tienda” gratuita con artículos que
encuentra tirados en la basura y que reutiliza para que sus vecinos se los
lleven sin pagar
De este particular puesto pueden llevarse muebles,
libros, mochilas e incluso electrodomésticos en perfecto estado
A.M. vive cerca de La Corta, un barrio de Málaga en
el que la crisis también se ha cebado con los que habitan estas laderas del
extrarradio. Es basurero y sus vecinos le conocen bien. Desde hace unas semanas
ha montado en la puerta de su casa un pequeño puesto en el que se ofrecen a
todo el que pasa artículos gratuitos en perfecto estado encontrados en la
basura y reciclados. En este “quiosco”, este trabajador de Limasa enseña a EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com algunos de sus
hallazgos, desde electrodomésticos hasta libros en perfecto estado, todos
encontrados en la basura a los que se suman los que sus vecinos han empezado a
traerle.
A.M. es
el acrónimo del nombre de este trabajador de la empresa municipal de limpieza
de Málaga Limasa. Lo que hace A.M. es buscar un segundo uso y regalar estos
muebles, libros e incluso electrodomésticos que han acabado entre los
deshechos, aún estando en perfectas condiciones. Este operario ya ha recibido
hasta encargos. “Un amigo se mudó a un piso con su esposa sólo con un colchón y
un camping gas”, comenta entre risas, “y me pidió que a ver si le podía dar
algunas cosas que encontrase para llenar la casa”.
Cuando cae la tarde, Eduardo y Enrique, vecinos del barrio, se acercan al puesto de A.M. y miran curiosos una bolsa de viaje para niño y un par de libros. “Esto que hace A.M. es algo muy bonito”, explica Enrique. “Él no para de poner cosas aquí y todo lo que pone se lo llevan”. Eduardo asiente y reconoce el bien que este operario de Limasa hace en la zona. “Esto siempre ha hecho falta, pero ahora, con la crisis, hace más falta”.
“Yo empecé a escribir un libro que iba a titular ‘En busca del sin-dinero”, explica A.M. “Lo que yo quiero es que no haya dinero, que es el problema de todo, y con iniciativas como esta no hay dinero. Esto es el comienzo. El trueque”, insiste, mientras señala su pequeño puesto. “Yo sé que me moriré y lo más que habré conseguido es que este puesto se haya ampliado un metro más, pero esto tiene que funcionar y extenderse primero en una calle, en otras después y al final en el barrio, por barrios, no por ciudades. Nada a nivel nacional; solo por barrios, y funcionando mediante cooperativas”, concreta este basurero.
Cuando cae la tarde, Eduardo y Enrique, vecinos del barrio, se acercan al puesto de A.M. y miran curiosos una bolsa de viaje para niño y un par de libros. “Esto que hace A.M. es algo muy bonito”, explica Enrique. “Él no para de poner cosas aquí y todo lo que pone se lo llevan”. Eduardo asiente y reconoce el bien que este operario de Limasa hace en la zona. “Esto siempre ha hecho falta, pero ahora, con la crisis, hace más falta”.
“Yo empecé a escribir un libro que iba a titular ‘En busca del sin-dinero”, explica A.M. “Lo que yo quiero es que no haya dinero, que es el problema de todo, y con iniciativas como esta no hay dinero. Esto es el comienzo. El trueque”, insiste, mientras señala su pequeño puesto. “Yo sé que me moriré y lo más que habré conseguido es que este puesto se haya ampliado un metro más, pero esto tiene que funcionar y extenderse primero en una calle, en otras después y al final en el barrio, por barrios, no por ciudades. Nada a nivel nacional; solo por barrios, y funcionando mediante cooperativas”, concreta este basurero.
El operario, además de regalar, da un segundo uso a todo lo que encuentra. Compungido, se pregunta cómo la gente puede tirar los libros a la basura. Poco después explica cómo encontró los dos sillones, en perfectas condiciones, que ahora se encuentran en su salón. También reconoce que a algunos de sus vecinos les da algo de vergüenza acercarse al puesto a llevarse algo.
Por eso, cuando apaga la luz para irse a dormir,
escucha cómo los interesados se acercan para retirar lo que necesiten. El día
que EL OBSERVADOR estuvo con A.M., dos
libros, un cabecero, tres repisas pequeñas, una jaula para pájaros, un escritorio
infantil y una bolsa de viaje para niños era el ‘stock’ total de este “quiosco”
comprometido.
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