DECÁLOGO DE BUENAS PRÁCTICAS
Para transitar hacia una sociedad del «buen vivir»
¿Cómo articulamos el ecologismo social como respuesta a la crisis civilizatoria?
Parte 1 (Propuesta ideológica)
Permacultura, Movimiento en Transición, Agroecología y Decrecimiento como alternativas necesarias para un cambio de paradigma global desde lo local
Introducción
Nos
encontramos en una coyuntura histórica de colapso. Bien podemos
decir que el momento que vivimos como especie es dramático, y que
dicha tesitura nos coloca en una situación de emergencia que debemos
abordar colectivamente desde presupuestos socialmente justos y
ecológicamente sostenibles. De no ser así, nuestro planeta y
nuestra propia supervivencia correrían una grave peligro.
Hoy
en día, desgraciadamente, el ecologismo y la sustentabilidad
ambiental son aspectos que apenas llaman la atención de la gran
mayoría de nuestros gobernantes, la caída de los Verdes en Alemania
y la capitulación frente al desarrollismo alemán del PSD,
han sumido a Europa en una orfandad política desde perspectivas
institucionales. Ahora bien, desde ese punto a esta parte, han
surgido multitud de iniciativas ciudadanas que devuelven al
movimiento ecologista ciertos ápices de esperanza futura.
Algunos
ejemplos de las (relativamente) nuevas propuestas en el mundo
ecologista contemporáneo irían, desde la Teoría
del Decrecimiento al Movimiento
en Transición,
pasando, por la Permacultura o
la Agroecología.
Todos estos conceptos han generado un intenso debate y trabajo en el
mundo ecologista y académico en los últimos años. A continuación
sintetizaré brevemente cada uno de estas propuestas, para relacionar
seguidamente las posibilidades que pueden ofrecer en la acción
política municipal frente a las políticas neoliberales.
Decrecimiento
Podemos
decir que el primer ladrillo para la construcción de esta teoría,
surge tras una reunión en París en el año 2002 donde se reúnen
distintas corrientes del pensamiento ecologista críticas con el
desarrollismo de las sociedades occidentales —desarrollismo que,
por cierto, es común tanto al capitalismo global (neoliberalismo)
como al capitalismo de estado (economía de corte soviético).
Tras
esta chispa —y con el agravante de una ola de calor que acaba con
la vida de varias personas ancianas en Francia— el ecologista
francés Serge Latouche escribe un artículo en 2003 en el
prestigioso Le
Monde Diplomatique,
con el título “Por una sociedad del decrecimiento”. Tras este
artículo, que se hace viral, comienza la creación de diferentes
medios escritos y colectivos sociales que abogan por esta propuesta
en el país galo. Con el paso del tiempo, dicha teoría se va
extendiendo: primero, al resto de los países europeos; y, después,
al resto del globo. Concretando y delimitando la incidencia de esta
teoría, podemos decir que los países en los que más ha cuajado y
se ha estructurado como una contestación colectiva al sistema
actual, han sido Italia, Francia y el Estado Español.
Valga
concluir esta breve presentación recordando que el Decrecimiento se
apoya en diferentes eslóganes que sintetizan su contenido global
como teoría eco-política, por ejemplo: “Vivir mejor con menos”,
“Menos bienes materiales y más bienes sociales”, o “Es
imposible el crecimiento infinito en un mundo finito”.
Movimiento en Transición
Es
un movimiento que tiene su experiencia seminal en el año 2006 en la
ciudad inglesa de Totnes gracias a su precursor: el permacultor Rob
Hopkins. El Movimiento
[de Localidades] en Transición impele
a la ciudadanía a actuar frente al colapso que se aproxima tanto a
nivel ecológico como socio-económico. El Movimiento en Transición
articula su fundamentación en torno a 4 conceptos:
-
El Pico del Petróleo.
-
El Cambio Climático.
-
Una economía distorsionada.
-
El mito de la expansión ilimitada.
Dicho
Movimiento —que se extiende rápidamente por todo el planeta—
parte de lógicas de análisis globales pero propone lógicas de
acción locales. Es decir, desde la perspectiva del Movimiento en
Transición, los cambios son más naturales y seguros desde lógicas
locales. Su apuesta por lo municipal —o, mejor dicho, por la
comunidad humana más cercana— pretende generar una red de redes
donde la resiliencia y la conservación de nuestro mundo sea una
realidad para las generaciones venideras.
Permacultura
La
Permacultura consiste en un sistema-diseño basado en tres pilares
fundamentales:
-
El cuidado de la tierra
-
El cuidado de las personas
-
La repartición de los recursos naturales
En
consecuencia, la Permacultura pretende asegurar, mediante el diseño
del espacio-territorio, la restauración de los ciclos y de los
procesos naturales que sostendrán la vida en los diferentes
territorios. Dicho de otra manera: el objetivo de la Permacultura
consiste en la reproducción y el mantenimiento de los ecosistemas,
al mismo tiempo que la preservación de los recursos naturales para
las generaciones venideras.
Esta
concepción impulsada y defendida por los australianos Bill Mollison
y David Holmgren —con influencias notables como la del japonés
Masanobu Fukuoka— aunque no olvida la importancia de la
preservación del medio ambiente, se enfoca hacia la construcción de
unas redes humanas de apoyo mutuo —redes donde la comunidad y el
bien colectivo primen por encima del egoísmo y el individualismo
liberal-capitalista.
Por
último, la Permacultura puede ser interpretada como una forma de
compartir los recursos naturales desde la consciencia de nuestras
necesidades materiales e inmateriales procurando, de esta forma, la
construcción de unas sociedades alejadas de los comportamientos
hedonistas y de los sistemas opresores e injustos.
Agroecología
Podemos
decir que la Agroecología es una forma diferente y alternativa de
entender la agricultura moderna que gravita en torno a la
preservación y sostenibilidad del entorno. Gracias a esta
perspectiva la Agroecología se sitúa como una de las apuestas más
fiables para transformar nuestro sistema agroalimentario,
re-localizando el mismo para racionalizar las pautas de consumo al
tiempo que se cubre la demanda alimentaria actual.
Esta
racionalización de las pautas de consumo consiste en consumir de
otra manera nuestro alimento por medio de su adquisición en redes
más cortas (con menos intermediarios y más cercanas), sin olvidar
la adaptación de los hábitos alimenticios al consumo de frutas y
verduras de temporada. Dicho consumo de temporada es fundamental para
esta propuesta, más aun si somos conscientes de que la alimentación
que nos sustenta hoy en día se basa en patrones culturales —que no
naturales— que provocan aberraciones ecológicas tales como que
muchos hogares españoles consuman piña de Costa Rica en su cena de
Nochebuena.
El Pacto
de Política Alimentaria Urbana de Milán del
15 de Octubre de 2015 (sobre políticas de alimentación urbana
sostenible), cuyo eje vertebrador es la Agroecología y ha sido
firmado por más de cien ciudades de todo el mundo, puede ser una
solución a la crisis alimentaria que vive nuestro planeta, junto con
una apuesta a escala mundial por el Subsistema Tipo A Agroalimentario
(representado por la Agroecología).
Por
supuesto, entre las corrientes o teorías anteriormente expuestas
existen importantes relaciones. En base a las similitudes y
retroalimentaciones que se dan entre el Movimiento en Transición, la
Teoría del Decrecimiento, la Permacultura y la Agroecología,
considero que podríamos defender la articulación de un sujeto
eco-social en el que todos estos significantes que forman parte de un
mismo significado, se encaminen a preservar nuestro planeta y nuestra
especie, desde la sustentabilidad del entorno y la justicia social.
Permacultura, Agroecología, Decrecimiento y Movimiento en Transición: Pilares del nuevo espacio-territorio eco-social frente a las políticas neoliberales
Es
un hecho constatado en los tiempos que corren que ni la izquierda
marxista, ni la social-democracia, y por supuesto tampoco la derecha
liberal o demo-cristiana, han roto —o siquiera cuestionado— la
lógica productivista que destruye nuestro territorio y fetichiza el
PIB/PNB.
Sin
embargo existen multitud de proyectos eco-sociales tanto a nivel
nacional como regional y local, y son estas realidades las que
demuestran las posibilidades reales de caminar como sociedades hacia
la Transición
Verde definida
como la aplicación de unos modos de vida más acordes con los
límites biofísicos y la creación de un espacio- territorio donde
el ser humano aplique los criterios de sustentabilidad necesarios
para preservar el planeta y las especias que en el habitan, incluida
la nuestra.
Un
ejemplo que promueve esta transición hacia una sociedad ecológica
lo encontramos en la reconversión verde de
algunas cuencas mineras como la de Loos-en-Gohelle,
en el norte de Francia. En
este pueblo francés de menos de diez mil habitantes se han llevado a
cabo una serie de medidas a favor de las energías limpias,
de la bio-construcción, el transporte comunitario y la bicicleta.
Otros
ejemplos gráficos los encontramos en países como Costa Rica,
Islandia o Bután. Los primeros destacan sobre todo por su apuesta
por las energías limpias y
la no-dependencia de los combustibles fósiles. En el caso de Bután,
destacamos su objetivo de promover y asentar una agricultura 100%
ecológica. Estos ejemplos a nivel macro nos demuestran que es
posible legislar en
favor del planeta, y —¿por qué no?— generar otros modos de vida
más sustentables con nuestro entorno alternativos a la modernidad
capitalista.
Otra
eco-realidad emergente que demuestran esta posibilidad la encontramos
en la ya mencionada Totnes. En esta localidad
en transición del
sur de Inglaterra, se ha llevado a cabo una transformación social,
ecológica y económica de su entorno, apostando por las
energías limpias,
las cooperativas de trabajadoras, la moneda local o la creación de
grupos de barrio que mejoran las comunidades humanas, todo ello
enmarcado dentro de una estrategia colectiva dentro del Movimiento
en Transición propuesta
al alcance de cualquier pueblo, ciudad o isla que quiera sumarse a
dicha red.
De
hecho, tras el éxito del proyecto en Totnes, los grupos de
transición se extendieron por todo el Reino Unido, llegando a
introducirse alguna de sus propuestas estrella como la moneda local
en ciudades de un tamaño considerable, como Bristol. Es
especialmente destacable que la administración local de algunos de
estos municipios en transición acepte pagar las tasas municipales, e
incluso el sueldo de los y las funcionarias, con la moneda local del
lugar, lo cual facilita de manera improtante el asentamiento de la
moneda local y promueve su normalización.
De
vuelta a la Península Ibérica encontramos más ejemplos. Así,
la Red
Ibérica de Ecoaldeas —red
de redes que promueve el encuentro y el intercambio de vivencias
entre las distintas ecoaldeas situadas por el territorio ibérico—
demuestra que este es un fenómeno capaz de resistir en un mundo
globalizado y depredador que arrasa con otras muchas resistencias.
Aunque también es cierto que, a día de hoy, estos eco-proyectos son
por desgracia aún minoritarios y no representan ninguna amenaza para
el sistema.
Volviendo
al entorno urbano podemos encontrar en ciudades como Madrid o
Barcelona multitud de proyectos eco-sociales que buscan hacer un poco
más amables
estas
dos junglas
de asfalto.
Es, sin duda alguna, en la capital catalana, donde más proyectos de
desarrollo ecologista y social podemos encontrar: las iniciativas van
desde la Cooperativa Integral Catalana a los huertos urbanos del
interior de la ciudad, sin olvidar, el puntero proyecto de desarrollo
comunitario de Can
Masdeu.
Por
el lado madrileño encontramos dos proyectos especialmente
destacables: Esto
es un Plaza en
el madrileño barrio de Lavapiés, y el proyecto Madrid
AgroComposta que
busca promover la Agroecología en Madrid y su región.
Es
importante destacar que todas las iniciativas anteriormente apuntadas
parten de un cuerpo teórico que, en mayor o menor medida, del
Decrecimiento, la Permacultura, la Agroecología o el Movimiento en
Transición. Cada una cuenta con su idiosincrasia propia, pero todas
toman conceptos y teorías que considero componen el campo
teórico-político del ecologismo social como filosofía holística.
Y,
lo que es especialmente importante destacar, es que todo lo expuesto
hasta aquí es perfectamente aplicable a todas aquellas ciudades que
deseen caminar hacia esta Transición.
La
llegada del municipalismo a nuestro país
de países puede
suponer una oportunidad histórica para ello. Estas
nuevas candidaturas
de unidad tienen
la posibilidad de repensar la construcción y la demografía de las
ciudades actuales, ciudades que viven ancladas en la modernidad
capitalista y el monstruo del desarrollismo industrial y económico.
Este modelo nos lleva, como sabemos, a una tesitura donde —por
mencionar sólo uno de los problemas de las ciudades actuales— las
personas viven hacinadas en barrios-colmena sin apenas espacios
públicos de encuentro. Por ello es importante comenzar a considerar
el desmantelamiento —obviamente progresivo— de las macro-ciudades
y la articulación de las comunidades humanas en base a criterios
naturales, que no económicos. Es en este punto donde las
candidaturas de confluencia municipal tienen su mayor oportunidad de
mostrarse valientes o —mejor dicho— su mayor reto pedagógico.
Tampoco
podemos perder de vista otra de las grandes problemáticas que tienen
las ciudades actuales: los residuos; un problema que surge de
nuestras pautas de consumo y del diseño de los productos que
consumimos. Ante esta situación, la des-complejización de nuestro
sistema productivo y la re-localización del mismo es una
condición sine-qua-non para
convertir nuestras comunidades humanas en espacios eco-sustentables;
y para dicha conversión nos podemos apoyar, como hemos visto, en
conceptos como el de la Permacultura o la Agroecología.
Conclusiones
Las
conclusiones se antojan crudas en un escenario en el que más de la
mitad de la población mundial —incluidos muchos de nuestros
líderes políticos— consideran la ecología un elemento
secundario, cuando no terciario o cuaternario. Pero si fijamos el
foco en la Península Ibérica, aquí la situación sociológica es
aun, si cabe, más decepcionante. A día de hoy, inmersos en una
crisis social, ecológica y económica, los pueblos del Estado
Español, no han sabido articular una propuesta socio-política
conjunta de la mano del ecologismo social a la altura de las
circunstancias que nos atañen.
Desgraciadamente
la izquierda, en todas sus variantes social-demócratas o
regeneracionistas, no ha colocado al ecologismo en sus agendas como
una prioridad imperiosa, obviando de esta manera la relación
existente entre las crisis socio-económicas, —e incluso
migratorias— y los problemas medio ambientales. Nos encontramos en
una coyuntura en la que, o bien surge con urgencia un movimiento
eco-social desde la ciudadanía con un claro carácter municipalista,
o se instaurará el eco-fascismo por toda Europa. Y la pregunta
crítica en este contexto es la siguiente: ¿Cómo
articulamos las ciudades, los pueblos y el territorio en general,
desde perspectivas eco-sociales y democráticas?
Trataré
de apuntar una respuesta con el siguiente argumento. Del mismo modo
que el Pacto de Milán nos emplaza a re-localizar la industria
alimentaria y centra todo su interés en los municipios y en las
comarcas, creo factible y legitimo trasladar dicho esquema de
pensamiento al ámbito político y de estructuración urbana. Es
decir, debemos trasladar la re-localización también al ámbito de
la política y el urbanismo, descentralizando la toma de decisiones y
acercándolas a la ciudadanía en temas tan importantes como la
remodelación y el diseño de nuestros pueblos y ciudades.
La
participación ciudadana es una variable fundamental sin la cual no
podremos construir un ecologismo de consenso que promueva políticas
verdes y socialmente justas. Por tal motivo, y como institución más
cercana a la ciudadanía —y, por tanto, a la democracia— los
ayuntamientos deben promover e invertir en concejalías que faciliten
y promuevan la participación ciudadana. También considero necesario
disponer de unos servicios medio ambientales municipales, no
privatizados, ya que la externalización de los servicios municipales
provoca una actividad lucrativa nada beneficiosa para nuestros
municipios y, por supuesto, tampoco para el medio ambiente.
Debemos
recuperar de la papelera de la historia el ímpetu y la desobediencia
de los primeros Verdes alemanes/as, conjugándola con las propuestas
municipalistas que promueven la descentralización ordenada de las
decisiones políticas a nivel local. Todo ello aderezado por una
propuesta en forma de red
de redes a
nivel macro, bajo paradigmas confederales. Esta propuesta debe
proponer a los pueblos de nuestro país
de países la
necesidad de caminar hacia unas políticas eco-sociales y, por lo
tanto, legislar basándose en ellas, dejando de ver el ecologismo
como un movimiento de difícil marketing,
promoviendo las potencialidades que encierra el empleo
verde y
fomentando un crecimiento
social en
detrimento del irracional crecimiento
material.
Estas
propuestas se dirigen a facilitar una re-localización de las
relaciones humanas en todos sus aspectos, paralela a una coordinación
y vinculación de las mismas —hacia un entendimiento global—
mediante redes confederadas que fomenten la diplomacia internacional
frente a la opción bélica. Esto no es tanto una utopía, sino más
bien una necesidad a la que antes o después nos abocarán los
límites del planeta. Tenemos las dos opciones anterioridadmente
apuntadas: por un lado, la construcción de sociedades mas sobrias en
el Norte, y el respeto a la independencia y el acceso a ciertos
recursos y servicios por parte de los países del Sur; o bien, un
escenario de guerra permanente entre los pueblos del mundo por los
menguantes recursos naturales. Este segundo escenario
desgraciadamente ya está en marcha desde hace tiempo; la decisión
de revertir y cambiar
esta negativa inercia es solo nuestra.
esta negativa inercia es solo nuestra.
No podemos denominar democracias a aquellos países que legitiman que un 20% de su población siga expoliando el 80% de los recursos naturales globales.
Parte
2 (Propuesta
político-organizativa)
Sobre lo que debería ser el Nuevo Municipalismo enmarcado en la necesaria Transición Ecosocial
Vivimos
tiempos inciertos donde el municipalismo que llegó para poner a las
instituciones al servicio de la gente se ha perdido en pactos con los
que antes eran la
casta,
en el cumplimiento de la legalidad
vigente sin
tener en cuenta quién generó esas normas jurídico-sociales, en la
aceptación de las instituciones verticales y militaristas como la
Guardia Civil o el propio Ejército, e incluso en muchos casos, en la
asimilación dentro del sistema capitalista demostrada en la ausencia
de una crítica severa y profunda a las grandes multinacionales que
operan en las ciudades donde gobiernan algunas de estas candidaturas
de unidad popular. Cierto es que no se desmontan los imaginarios
colectivos en un solo día, pero cierto es también que muchas
candidaturas municipalistas han perdido el rumbo y el objetivo debido
a la gestión cotidiana y a las inercias negativas de lo que antes de
su llegada se venía haciendo en los consistorios.
Por
lo expuesto anteriormente considero que el municipalismo no puede ni
debe estructurarse en ciudades con millones de habitantes. Resultaría
utópico pretender establecer bio-regiones o ciudades
eco-auto-sustentables en lugares como Madrid, Barcelona o Valencia,
ciudades que, dicho sea de paso, deben su crecimiento precisamente a
las prácticas capitalistas. Por lo tanto, un municipalismo
transformador y democrático debe tener en su agenda la
re-vertebración del territorio y la creación de núcleos de
población basados en factores físicos y humanos y no única y
exclusivamente económicos, que son sin duda los que rigen en la
actualidad y los que han creado ciudades-colmena donde se se agolpan
cientos de miles de personas.
No
cabe duda alguna que es anti-popular, difícil y arduo apostar por un
discurso nítidamente ecosocial que cuestiona el marco productivista
en el que nos encontramos. Dicho marco ha sido desarrollado tanto por
los sistemas del liberalismo clásico como por la izquierda
tradicional; es decir, tanto la Unión Soviética como Estados Unidos
han representado —y siguen representando en el segundo caso—
sistemas basados en el crecimiento desenfrenado y en la concentración
de sus ciudadanos/as en grandes núcleos de población con el
objetivo de producir e incentivar la economía nacional.Y
precisamente a causa de la falta de resiliencia de dichos
sistemas, el mundo moderno se encuentra en la fase terminal de una
enfermedad llamada Desarrollismo.
Así
pues, es hora de una alternativa ideológica eco-social y feminista
que promueva una economía basada en el bien común, siendo el
cooperativismo su herramienta fundamental y estructurada
organizativamente de la mano del municipalismo y el confederalismo de
libre adhesión. Esto es, deberían existir tres redes de control y
organización política:
-
la del municipio,
-
la confederal (red de redes de las diferentes bio-regiones).
El
paradigma futuro que nos emplace hacia la transición ecosocial
debería ser, por tanto, un paradigma descentralizado donde los
municipios y las bio-regiones jugarían un papel fundamental en
materia de servicios públicos, economía y toma de decisiones
políticas. En consecuencia, siendo el municipio el lugar donde
empieza y nace la democracia, debería el municipalismo desarrollar
aspectos clave como los siguientes:
-
redes económicas municipales que acaben con la precariedad mediante la implantación de monedas locales y la creación de bancos del tiempo municipales, promoción del auto-empleo y asesoramiento jurídico y laboral para la potenciación de redes económicas cooperativas;
-
creación de huertos colaborativos para re-verdecer la ecología urbana;
-
peatonalización del casco urbano y promoción de la movilidad sustentable;
-
avanzar hacia la gestión municipal de los residuos;
-
fomento de los espacios autónomos de creación ciudadana;
-
utilización de las energías renovables con una disminución del consumo energético;
-
promoción de las políticas agroecológicas;
-
fomento del feminismo en todas las esferas de la vida local.
Estas
pueden ser algunas de las muchas competencias o actuaciones que se
deberían desarrollar desde un municipalismo transformador y
rupturista con el sistema capitalista.
En
cuanto a las bio-regiones, deberían actuar como redes de municipios
que gestionaran aquellas cuestiones inter-municipales que afectaran a
cada territorio, es decir:
-
transporte sustentable;
-
vías de comunicación entre los diferentes municipios, incluyendo su mantenimiento;
-
servicios costosos en materia sanitaria o educativa;
En
definitiva, las bio-regiones serían unos territorios
eco-auto-sustentables donde los municipios debatirían de manera
democrática desde la horizontalidad sobre la gestión y la
estructuración común —desde el más pulcro respeto con el medio
natural— de las comunidades humanas y la defensa del entorno que
las cobija.
En
el nivel superior, las confederaciones serían redes de bio-regiones
que estarían en contacto político-administrativo para resolver
conflictos entre ellas, fomentando de este modo la diplomacia frente
a la resolución armada de los conflictos políticos. Podríamos
decir que la Confederación de Biorregiones sería la administración
democrática que sustituiría al Estado vertical y anti-ecológico en
el que habitamos en la actualidad.
Lo
que aquí se plantea se desarrollaría, por descontando, desde el
pragmatismo y progresivamente, comenzando a implementarse
primeramente desde el municipalismo, para pasar a estructurar luego
las bio-regiones como entes político-administrativos una vez
tuviéramos asentados los municipios ecosociales. Por último, se
llevaría a cabo la creación de las confederaciones.
En
definitiva, y para
sintetizar una propuesta que merece ser estructurada más en
profundidad, el cambio social, político y económico debe nacer de
un municipalismo tierno y a la vez subversivo siguiendo la estela de
Petra Kelly y Murray Bookchin, una propuesta alternativa que hunda
sus raíces en lo local desde una visión global de la realidad;
siendo consciente de los retos futuros a los que nos emplazan
aspectos como el Pico del Petróleo, l*s refugiad*s climátic*s, la
contaminación generada por nuestro sistema alimentario, las guerras
por los recursos o la destrucción del territorio con proyectos
faraónicos, entre tantas otras problemáticas que deberemos afrontar
en el siglo XXI.
El cambio social, político y económico ha de surgir desde los cimientos, no desde las alturas, de la mano de un municipalismo ecologista, social y feminista que rompa con el capitalismo y los sistemas productivistas, generando entornos eco-auto-sustentables y democráticos, al tiempo que pacifistas, donde las personas se desarrollen integralmente sin necesidad de destruir su entorno natural
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