El
concepto de decrecimiento es un ariete contra el mito del crecimiento
económico ilimitado en una tierra finita, que no ha hecho sino
agravar las desigualdades sociales y el deterioro ecológico global.
El crecimiento indefinido es a su vez consustancial al capitalismo,
que opta siempre por una huída hacia delante. La propia idea de
“capitalismo verde” es por tanto una falacia. Lo único posible,
a la par que necesario, es un cambio radical de la estructura social
y económica.
Pero el decrecimiento no se propone como una receta, ya que en él confluyen diversas tradiciones de transformación radical del sistema. El esquema decrecentista se ubica en tres esferas: la individual, la colectiva y el cambio político. En lo personal, propone esencialmente la simplicidad voluntaria, la autoproducción o la reducción de la dependencia del mercado, que se oponen frontalmente a la sociedad de consumo. En lo colectivo (indisociable de lo individual), la autogestión y la autoorganización son fundamentales en iniciativas como cooperativas de producción, de consumo o sistemas de intercambio no mercantil.
Pero el decrecimiento no se propone como una receta, ya que en él confluyen diversas tradiciones de transformación radical del sistema. El esquema decrecentista se ubica en tres esferas: la individual, la colectiva y el cambio político. En lo personal, propone esencialmente la simplicidad voluntaria, la autoproducción o la reducción de la dependencia del mercado, que se oponen frontalmente a la sociedad de consumo. En lo colectivo (indisociable de lo individual), la autogestión y la autoorganización son fundamentales en iniciativas como cooperativas de producción, de consumo o sistemas de intercambio no mercantil.