Ana
cumplió el mes pasado 42 años. Desde que tuvo su primer empleo, ha
gastado todo su dinero en viajar. “Antes de tener una relación
seria o pensar en crear mi propia familia, quiero conocer el mundo”,
se había prometido. Y ha cumplido su promesa durante las últimas
dos décadas.
Desde
hace tres años tiene una relación formal con un hombres más joven
que ella. Han intentando ser padres, pero sin éxito. Varios abortos
y dificultades de todo tipo se oponen a sus deseos. A Ana le han
dicho que sus óvulos son de mala calidad. Sus
42 años tienen la culpa.
Ahora que los viajes son vagos recuerdos, se pregunta si tal vez
debió privarse de alguno para haber sido mamá cuando aún estaba a
tiempo. Y siempre se responde lo mismo: “Ojalá”. Pero no hay
vuelta atrás.