Boletín
SELBA Abril 2014
En estos momentos sólo puedo dar las gracias a quien
me hizo aprender tanto, a quien me permitió descubrir el amor como un acto
creativo entre dos, abriéndome así la puerta para entender más tarde el amor
como un acto creativo colectivo, como la fuerza que sustenta la comunidad.
Gracias a quien me ayudó a explorar otro lenguaje, a apreciar el valor
metafórico de las palabras, a descubrir la dimensión poética y simbólica de la
vida, para comprender también más tarde que no puede haber comunidad sin
poesía, sin magia, sin un reconocimiento explícito del misterioso fondo que
acoge el alma humana.
Gracias a quien me enseñó a ser fiel, a honrar en todo
momento aquello que creamos, porque las cosas pueden cambiar, la vida puede
llevarnos por otro lado, pero eso no significa que tengamos que despreciar,
ignorar u olvidar lo que construimos con otros, lo que en común hemos creado y
hemos sido.
Y por último, gracias a quien me puso en la
situación de tener que enfrentarme al dolor, al miedo, a mis propias miserias.
Necesité años para asimilar algunas de estas lecciones, para comprender que el
amor no puede ser ni un capricho individual ni un fin en sí mismo. El amor que
se presenta a sí mismo como única realidad, que nos exige una entrega absoluta,
una negación de nosotros mismos, que nos invita a lanzarnos a ciegas en un
fuego que nos consume y del que se alimenta, no puede ser la base de ninguna
relación, no puede crear una comunidad sostenible. Es sólo un medio de
destrucción.