POR QUÉ NOS PREGUNTAMOS…
… SOBRE CONCIENCIA E INTELIGENCIA ARTIFICIAL?
El avance de la inteligencia artificial despierta preguntas
profundas sobre la consciencia, la subjetividad y el futuro del ser humano ante
tecnologías que aprenden, razonan y reconfiguran nuestra forma de vivir.
Es sabido que cada vez que surge alguna invención en el
terreno de la técnica y la tecnología la humanidad se sorprende, en el mejor de
los casos se entusiasma, pero casi siempre se asusta; dada la amenaza que, con
o sin razón, suponen las invenciones para la propia condición y para la
comunidad humana.
Recuérdese el caso del poeta, crítico de arte y traductor francés, Baudelaire, quien dijo sobre la invención del daguerrotipo y la fotografía, surgidos a fines del siglo XIX, que al tratarse de una mera reproducción mecánica el arte correría serios peligros.
El motivo fue porque pensaba que ese tipo de reproducción no poseía ni imaginación ni subjetividad. "Cuestiones esenciales para el arte y que sí se incluían en la pintura", señaló.En cuanto a la subjetividad, para abreviar, pensémosla como
esa forma particular que nos hace tener una visión propia del mundo. Vivir los
tiempos de diferente manera. Darle a cada experiencia una tonalidad distintiva.
Tanto Baudelaire como hoy personas expertas y usuarias de la inteligencia
artificial se preguntan, nos preguntamos, si esta podría tener subjetividad y,
más aún, si podría en algún momento tener consciencia; dado el avance de la
inteligencia artificial generativa, cuyo objetivo es emular funciones de
aprendizaje y ejecución hasta hoy exclusivamente humanas.
Actualmente ya no solo tenemos a los algoritmos que
resuelven una u otra tarea determinada, sino que tenemos programas que intentan
aprender con base en su propia experiencia y a dar una respuesta a partir de
ella. Si estos programas comienzan a tomar decisiones y a dar respuestas
propias es lógico que nos preguntemos si, lejos de poder razonar, lo cual ya
hacen, en algún punto de su desarrollo lograrán tener consciencia. Este interrogante
ha surgido sobre todo por estar frente a la posibilidad de que las máquinas
razonen.
También sabemos ya que, a pesar de la difícil empresa de
definir lo que es la consciencia y los diferentes saberes y campos que la
estudian, sí podemos sostener que hay elementos que la hacen posible. No que la
definen, sino que hacen que la consciencia no pueda pensarse sin ellos.
En primer lugar, tenemos a la relación vida-consciencia.
Bajo esta relación, hace algunos meses el científico español Ramón de Mántaras la puso en
el centro del debate, vinculando una de sus intuiciones: que no se puede pensar
a la vida sin el elemento carbono, y en consecuencia a la aparición de la
consciencia sin este elemento químico. Entendiendo a la consciencia como ese
poder “darse cuenta de que nos damos cuenta”, o bien, de la visión del
espectador capaz de observar a su propia mente.
Retomando a Mántaras, añadió que es difícil pensar en que la
inteligencia artificial genere consciencia, pues las redes neuronales que en
diversos modelos se emplean se componen de Silicio. Cuestión muy diferente es
que se pueda crear vida de manera artificial, ese es otro tema. Por lo que hace
por ejemplo a la concepción in vitro, a las intervenciones genéticas para
bio-mejoramiento, que generalmente utilizan sistemas vivientes.
Lo cierto es que, en buena medida, la pregunta por la
consciencia y la inteligencia artificial viene más a partir de imaginarios
postapocalípticos, cuyo miedo más grande es que las máquinas acaben con nuestra
existencia, que nos esclavicen, o como mínimo, que nos reemplacen. Escenarios
que no dejan de ser interesantes, algunos de ellos los hemos importado desde la
ciencia ficción.
Piénsese en películas como Metrópolis (1927),
de Fritz Lang, pasando por Tiempos modernos (1936), de
Charles Chaplin, hasta Blade Runner (1982), de Ridley Scott.
Aquí cabe hacerse la pregunta de si es que no la producción en serie fue ya el
vaticinio de la sustitución humana, donde Henry Ford y la fabricación en serie
de automóviles formó un hito que convirtió desde entonces a buena parte de la
vida humana trabajadora en obreros industriales reemplazables.
Sin embargo, no podemos dejar de lado el hecho de que, lo
que sí está haciendo la inteligencia artificial es reordenar de otros modos el
mundo. La realidad se está constituyendo en un modo distinto a la mecanicidad,
condición a la que estábamos acostumbrados. Aunque existen otro tipo de
situaciones que implican ya una diferencia de calado.
Por ejemplo, el hecho de que existan en China las “fábricas
negras”; estas que ya no precisan de trabajadores humanos y que operan sin luz,
en total oscuridad, para no generar el gasto energético de este recurso, ¿nos
haría interrogarnos acerca del reemplazo de la mano humana y de las condiciones
que necesita para producir?, ¿este modelo de fábrica representa un beneficio
para el medio ambiente?, ¿hacia dónde se podría canalizar el trabajo humano y
qué condiciones sociales y materiales tendríamos que construir para que se
realice?, ¿deseamos que esto se realice?
Todas ellas son preguntas a las que urge encontrar
respuesta. Por el momento, lo cierto es que muchos de estos cambios los tenemos
en frente: la incidencia de la inteligencia artificial en cuanto a la
educación, al aprendizaje, al empleo, en fin; a la forma en que hasta ahora
hemos constituido nuestra experiencia, vivido el tiempo, y permanecido aquí,
mientras poseamos esta forma viviente y, nosotros sí, la posibilidad de tener
consciencia.
Valentina
Tolentino Sanjuan es socióloga y maestra en Filosofía por la UNAM. Editora en
Viceversa. Investiga sobre subjetividad a partir del cambio tecnológico.
https://pijamasurf.com/2025/05/por_que_nos_preguntamos_sobre_conciencia_e_inteligencia_artificial/
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