COLÒNIA VIDÀLIA
Rompiendo el paradigma de la vivienda convencional
Al norte de la provincia de Barcelona, la ecoaldea Colònia Vidàlia ha dado un nuevo uso a
una antigua fábrica textil mediante un contrato de alquiler de 'masoveria' a 75
años.
En pleno corazón del Berguedà, se encuentra un proyecto cooperativista de
ecoaldea que lleva por nombre Vidàlia y
que se ha propuesto volver a dar vida a la antigua colonia textil de Can Vidal,
una de las más importantes de la zona.
Durante la época dorada de la industria textil catalana,
allá por el siglo XIX, a lo largo del río Llobregat se instalaron un gran
número de colonias textiles que fueron el motor industrial de la Catalunya
central, y que impulsadas por una gran inversión de las familias burguesas de
la época, hicieron que esta región del Mediterráneo se convirtiera en un punto
de referencia muy importante en lo que a la industria textil se refiere.
Una de ellas fue la Colònia Vidal, que fue creada por Ignasi Vidal Balet y que se encargaba de procesar y distribuir tejidos fabricados con algodón que procedían de los grandes centros productores de esta materia prima como América, India y Egipto.
La Colònia Vidal fue, durante muchos años, un gran productor
de este tipo de tejido y en su época de máximo esplendor llegaron a vivir y
trabajar en ella más de 200 familias, formando así un núcleo urbano que cada
vez contaba con más instalaciones: un economato, una escuela, una iglesia, etc.
Poco tiempo después, debido a varias crisis económicas y al
incremento de los costes de producción, las empresas decidieron empezar a
comprar productos textiles producidos fuera del país, empezando un proceso de
desindustrialización que no tendría freno y que acabaría en pocos años con
prácticamente todo el tejido industrial del sector textil del territorio.
Colònia Vidal cerró su planta de producción definitivamente
en 1981 y, aunque la gran mayoría de las familias decidieron marcharse del
lugar, algunas decidieron quedarse viviendo en el núcleo urbano.
La venta fallida de Colònia Vidal
Más adelante, en el año 2000, la familia Vidal decidió
vender el inmueble a la firma americana Hines, una firma global de inversión,
desarrollo y gestión inmobiliaria de propiedad privada fundada en 1957, que hoy
cuenta con presencia en 240 ciudades, 27 países y más de 143.000 millones en
activos gestionados.
Esta empresa americana tenía planes para convertir la Colònia
Vidal en un complejo residencial y turístico a apenas una hora en coche de
Barcelona, pero llegó de repente la explosión de la burbuja inmobiliaria y el
proyecto se paró.
Años más tarde, y en un contexto donde las alternativas a la
vivienda convencional van cogiendo cada vez más fuerza, entra en escena el
proyecto Vidàlia, creado por un grupo de jóvenes de distintas nacionalidades
que llega a la Colònia Vidal en 2016, con la idea de trazar un plan de rescate
y gestión para un inmueble centenario e histórico que había quedado
prácticamente abandonado. También se sumaron personas que tenían experiencia en
la vida en comunidad y que estaban interesados en empezar un nuevo proyecto en
la Catalunya Central. Finalmente, después de presentar el proyecto, los
impulsores de Vidàlia lograron firmar un contrato de masoveria por
75 años.
De diez personas a una vida en comunidad
“Cuándo llegamos aquí con nuestro proyecto apenas quedaban
diez personas viviendo en la antigua Colònia Vidal”, explica Daniel Hayes, uno de
los impulsores de Vidàlia.
Plantean su funcionamiento como comunidad autosuficiente de
manera muy sencilla: básicamente, proponen ofrecer a aquellos que quieran
formar parte del proyecto un alquiler a un coste muy bajo a cambio de que se
comprometan a realizar una serie de tareas y labores muy variadas dentro del
grupo como pueden ser cocinar, cuidar de la huerta y la rehabilitación del
inmueble.
Además, una de sus máximas como ecoaldea es la de practicar
un consumo responsable, dejando la mínima huella medioambiental posible. Es
decir, procuran no sobrepasarse en su consumo, estableciendo unos límites en lo
que creen que es equitativo y equilibrado con el medio en el que habitamos.
Para conseguir llegar a estos niveles óptimos de consumo
responsable, se ven obligados a realizar una serie de tareas de forma grupal y
así minimizar los costes energéticos. Ajustar el consumo de luz, lavar la ropa
de todos los miembros del grupo a la vez, cocinar y comer juntos, son sólo
algunas de las acciones que llevan a cabo para llegar a unos niveles de consumo
sostenible y equitativo.
Otro punto importante en este sentido es el de consumir,
siempre que sea posible, productos que hayan sido cultivados o producidos por
la misma comunidad, como pueden ser vegetales o el pan, para así practicar un
consumo responsable y, además, autosuficiente.
“Cada uno de los miembros de Vidàlia nos ocupamos de unas
tareas u otras dependiendo de nuestras habilidades. Yo, por ejemplo, soy la
encargada de la huerta, porque se me da bien y me gusta”, dice Kalou, una chica
de ascendencia brasileña y libanesa que llegó a Vidàlia hace unos años después
de vivir en Canadá.
Al igual que otros proyectos destacados de la zona como
puede ser el Konvent Zero, el proyecto Vidàlia está trabajando para convertirse
en un punto de referencia para artistas en la zona y es por eso que están
habilitando varios espacios de la antigua colonia textil en puntos de creación
de arte de todo tipo.
Uno de los retos principales de la vida en comunidad son las
relaciones intergrupales, que en muchas ocasiones no son fáciles de gestionar.
A veces, especialmente con los recién llegados, resulta complicada la
adaptación al grupo, sobre todo con aquellas personas que no han vivido en
comunidad anteriormente, por lo que intentan trabajar desde un inicio con ellos
el concepto de comunidad, frente al de individualismo, para que estas personas
adquieran conciencia de grupo y la convivencia con el resto sea mucho más
sencilla.
Es por eso, que generalmente a los recién incorporados les
acompaña un miembro de la comunidad en su día a día durante un tiempo, para que
su adaptación al grupo le resulte más fácil.
Cada vez hay más personas interesadas en sumarse al proyecto
Vidàlia y sus perspectivas de futuro son realmente buenas. Y es que el
paradigma de la vivienda convencional ha cambiado, especialmente después de la
pandemia. El miedo al virus, la situación económica y el teletrabajo han
impulsado el movimiento hacia zonas rurales y las búsquedas de fincas rústicas
se incrementaron hasta en un 46% durante la primera mitad de 2020, según datos
del portal inmobiliario Fotocasa. Muchas personas y familias han llegado a la
conclusión de que volver a vivir fuera de la ciudad es una opción más económica
y sostenible que el modelo de metrópolis convencional al que estamos
acostumbrados.
Vidàlia ha abierto una ventana y una oportunidad a proyectos
de este tipo que quieran instalarse en emplazamientos históricos abandonados o
cada vez con menos vecinos, volviendo a ofrecerles unas perspectivas de futuro
y de usabilidad que hasta hace poco tiempo no se contemplaban.
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