PÀGINES MONOGRÀFIQUES

12/6/19

El modelo agrario debe estar enmarcado en todo un sistema integral

TRES MODELOS DE AGRICULTURA SOSTENIBLE
Y uno que solo lo quiere aparentar

Agricultura ecológica, biodinámica, permacultura y producción integrada. Son cuatro conceptos vinculados a la agricultura pero con diferencias importantes. ¿Por cuáles merece la pena apostar? ¿Cómo se identifican en las tiendas los productos que provienen de cada modelo?

Trabajar la tierra preservando la perdurabilidad de los ecosistemas productivos. Este es el objetivo común entre la agricultura ecológica, la biodinámica, la permacultura y la producción integrada. Ahora bien, como veremos, en el caso de la producción integrada la solución se queda corta. Los cuatro modelos han surgido como respuesta a la agricultura intensiva convencional y a sus graves impactos ambientales.

Mencionamos solo uno de estos impactos, al que no se ha prestado atención hasta muy recientemente: la caída drástica de insectos en los cultivos y en todo tipo de hábitats. Los insectos están en la base de la cadena trófica; es decir, sin ellos no se pueden producir alimentos. La disminución tiene múltiples causas, pero se considera que la principal con diferencia es la agricultura convencional intensiva: un 24% de la “culpabilidad”, el doble que el siguiente factor en importancia. Las diversas técnicas de agricultura sostenible aparecen como la alternativa imprescindible.

Agricultura ecológica: la agricultura sostenible con regulación europea
La agricultura ecológica es el modelo de producción sostenible más conocido y extendido en nuestro país y, de hecho, es la base de los demás modelos. Sus rasgos principales son los siguientes:
  • Solo se pueden usar prácticas de cultivo que preserven la biodiversidad del suelo y prevengan su compactación o erosión;
  • No se pueden usar (salvo casos muy excepcionales) fertilizantes ni fitosanitarios de síntesis química;
  • Para mantener la fertilidad hay que hacer rotación de cultivos y aportar materia orgánica;
  • Las enfermedades y malas hierbas se previenen recurriendo a enemigos naturales de las plagas y usando técnicas de cultivo idóneas para estos fines.
Legislación europea
Es el único modelo de producción definido legislativamente en Europa, mediante los reglamentos que se mencionan a continuación. La ley no establece solo normas para la agricultura sino también para la ganadería, las explotaciones acuícolas (y la recolección de algas salvajes) y la elaboración de alimentos ecológicos en general.
En 2018 se aprobó una nueva versión de las normas de producción, que entrará en vigor en 2021. Según la Sociedad Española de Agricultura Ecológica todavía contiene aspectos que se deben mejorar o concretar, pero introduce novedades positivas. Entre otras, el fomento de la producción local y de los circuitos cortos de comercialización, la posibilidad de otorgar el certificado a grupos de productores (lo cual facilita y abarata la obtención del sello por parte de explotaciones pequeñas) o la ampliación de los productos reglamentados (se introducen por ejemplo sal, corcho, cera, lana o pieles).

Reglamentos europeos que regulan la producción ecológica
    • Normas sobre producción y etiquetado: 834/2007
    • Disposiciones de aplicación de las normas: 889/2008
    • Disposiciones en el caso del vino: 203/2012
    • Disposiciones para las importaciones desde fuera de la UE: 1235/2008
Sellos de agricultura ecológica
Los alimentos producidos de acuerdo con estas leyes deben identificarse obligatoriamente a ojos del consumidor mediante el sello europeo. También, opcionalmente, pueden llevar el sello del organismo público del país o región donde se ha producido el alimento. Son dichos organismos regionales los encargados de gestionar todo lo que tiene que ver con el uso de los distintivos, como por ejemplo las auditorías a los productores que optan por ponerlos a sus productos. En España existe uno de estos organismos en cada comunidad autónoma.


               Sello europeo 
                   de producción ecológica.


Sello de producción
ecológica de Cataluña

Agricultura biodinámica: la agricultura sostenible antroposófica 
La agricultura biodinámica, como la ecológica, aprovecha y respeta el funcionamiento natural de los ecosistemas productivos en cuanto a la interacción entre vegetales, suelo, nutrientes, microorganismos y animales. La biodinámica, además, también tiene en consideración las relaciones energéticas entre todos estos elementos y con el cosmos. No en balde la etimología de biodinámica nos lleva a la idea de fuerza de la vida. Es un modelo de agricultura que se enmarca dentro de la antroposofía, una filosofía (o una ciencia espiritual, en su terminología) que desarrolló Rudolf Steiner a caballo entre los siglos XIX y XX.

A la práctica, el rasgo más distintivo de la agricultura biodinámica es que favorece la fertilidad del suelo usando unos compuestos propios. Se preparan a base de ingredientes animales y vegetales, a lo largo de meses y teniendo en cuenta las influencias cósmicas cambiantes. Estas influencias, las de todos los planetas, también determinan los momentos de siembra, laboreo, tratamientos y recolecta; en el resto de modelos agrícolas, incluyendo el convencional, se suele tener en cuenta solo la influencia de la Luna para llevar a cabo estas tareas. Podemos conocer más detalles en la web de la Asociación para la Agricultura Biodinámica en España.


Sello de agricultura biodinámica
Los alimentos obtenidos de la producción biodinámica se identifican por el sello Demeter, que certifica que en la producción se han cumplido el reglamento europeo de la agricultura ecológica y las normas específicas de la biodinámica, tanto en los cultivos como en la producción alimentaria. El sello es gestionado por una asociación privada de organizaciones de 35 países de todo el mundo, que representan a unos 3.000 productores.

Permacultura: la agricultura sostenible, eficiente y eficaz
El término permacultura es una contracción de permanente y agricultura. Por lo tanto, semánticamente es un sinónimo de agricultura sostenible. La permacultura fue inspirada, en Australia, por la observación de las abundantes y fértiles interconexiones en el ecosistema de una selva. La idea es amoldarse al máximo a la naturaleza, tal como lo han hecho las culturas indígenas de aquel continente con éxito durante siglos; se sostiene que así se obtendrán los sistemas más eficientes, eficaces y sostenibles.
Los principios básicos son:
  • Observar la zona donde hay un cultivo para identificar los elementos y seres vivos que conviven en él en cada estación;
  • En el cultivo, diseñar la disposición de estos elementos para facilitar las interconexiones entre sí;
  • Usar elementos para más de una función, sacando el máximo provecho de las interconexiones;
  • Cumplir cada función mediante más de un elemento, para incrementar la seguridad en caso de fallo;
  • Hacer el mínimo esfuerzo para obtener el máximo rendimiento;
  • Aprovechar la energía o recursos que brinden gratuitamente los flujos naturales, como por ejemplo variaciones en pendiente o en temperatura.
Todo esto en combinación con las técnicas agrícolas de la producción ecológica.
También hay unos principios que hacen referencia a la actitud con que se trabaja, como por ejemplo mirarse los problemas como semillas de su solución, vivir los errores como fuentes de aprendizaje o dar rienda suelta a la creatividad.

La permacultura se usa más en huertos domésticos o fincas pequeñas o medianas que en grandes extensiones de cultivo. No existe ningún sello para identificar alimentos procedentes de una explotación regida por los principios de la permacultura.
Producción integrada: un modelo que se queda muy corto
La producción integrada surgió en los años noventa, cuando ya se habían acumulado muchas evidencias del riesgo que supone la agricultura convencional para la sostenibilidad productiva del campo. En concreto se vieron los efectos perniciosos a largo plazo de los pesticidas, herbicidas y fertilizantes sintéticos, que se han usado de forma indiscriminada y sin límites cuantitativos durante décadas.

El Departamento de Agricultura de la Generalitat de Cataluña (DARP) describe así la agricultura integrada: “Para la protección de los cultivos la producción integrada combina la utilización de métodos de lucha biológica para el control de plagas y enfermedades, junto con el uso de técnicas tradicionales, basadas en la utilización de productos agroquímicos.” Hay que aclarar que aquí tradicionales se refiere a “usadas desde el segundo tercio del siglo XX”.

Los métodos de lucha biológica son los que se usan en la agricultura ecológica. Los productos agroquímicos son los que se usan en la producción convencional, si bien en la integrada sí que hay límites cuantitativos y discriminación por cultivos. En concreto hay unas normas técnicas de producción integrada que estipulan en qué casos, cantidades y momentos se pueden aplicar fitosanitarios químicos a cada cultivo.


La viabilidad económica por delante
Según el DARP, una de las finalidades de la producción integrada es “minimizar el uso de productos agroquímicos”, y uno de sus objetivos es “adaptarse a la forma de producción intensiva de las empresas agrícolas actuales, asegurando su viabilidad económica.” En otras palabras: aquel minimizar en realidad quiere decir “minimizar pero sin que se reduzca la productividad ni la seguridad de cosecha de la agricultura convencional”.

A la práctica esto se traduce en seguir aplicando fitosanitarios sintéticos a los cultivos, a pesar de que la agricultura ecológica puede dar rendimientos comparables al menos en algunos casos (hay que decir, por otro lado, que estos altos rendimientos son innecesarios, dado el elevado nivel de derroche alimentario en nuestro mundo). Y es que en la adopción de la estrategia integrada tiene un papel protagonista la poderosa industria proveedora de los agroquímicos. 

Ciertamente disminuir su uso es positivo, pero no elimina sus efectos perniciosos sino que los retrasa en el tiempo. Es decir, no tiene como resultado sistemas agrícolas sostenibles.

La agroecología: hacer sostenible la agricultura sostenible

Usar técnicas agrícolas que preserven, y de verdad, la fertilidad de las tierras es imprescindible para una sostenibilidad alimentaria completa, pero no es suficiente. Es necesario, además, que el modelo agrario se encuentre enmarcado en todo un sistema integral en el que las vertientes social, laboral y comercial estén concebidas de forma coherente y sinérgica con la sostenibilidad agrícola, y ello en términos no solo ambientales sino también humanos y económicos. Esta es la idea que hay detrás de la agroecología. Es un concepto menos conocido pero que, si pensamos en el futuro, es más determinante que la agricultura sostenible en sí misma.


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