 Tan
  perturbador como lo temías
Tan
  perturbador como lo temías
 Hace
 más de cuarenta años, Bill Gates y Paul Allen fundaron Microsoft
 con el sueño de lograr que en todos los escritorios hubiera una
 computadora personal.
 La
 verdad es que nadie les creía, así que pocos intentaron
 detenerlos. Y antes de que cualquiera se diera cuenta, lo lograron:
 casi todos tienen una máquina con el sistema operativo Windows, y
 los gobiernos tuvieron que ver cómo contenían el monopolio de
 Microsoft.
 Sucede
 una y otra vez en el sector tecnológico: los creadores audaces se
 proponen algo absurdo —Mark Zuckerberg quiere que todos estén
 conectados— y, como sus planes parecen muy poco probables, son
 inmunes al escrutinio. Para cuando el resto de nosotros se percata
 de sus efectos en la sociedad, a menudo es demasiado tarde para
 hacer algo al respecto.
 En
 años recientes, las potencias más grandes de la industria
 tecnológica fueron tras una nueva meta de la conquista digital.
 Prometieron enormes mejoras y beneficios inimaginables a nuestra
 salud y felicidad. Solo hay una trampa que a menudo no se menciona:
 si sus novedades ganan fuerza sin intervención ni supervisión del
 gobierno, podríamos estar abriéndole la puerta a una serie de
 vulnerabilidades aterradoras que están relacionadas con la
 privacidad y la seguridad. Además, adivinen qué: nadie se preocupa
 mucho por detener ese problema.
 ¿El
 nuevo objetivo de la industria? No se trata de una computadora en
 todos los escritorios ni de una conexión entre todas las personas,
 sino algo más ambicioso: un ordenador dentro de todo para conectar
 a todos.
Los
 autos, las cerraduras de las puertas, los lentes de contacto, la
 ropa, las tostadoras, los refrigeradores, los robots industriales,
 las peceras, los juguetes sexuales, las bombillas de luz, los
 cepillos de dientes, los cascos de motocicleta… estos y otros
 objetos cotidianos se encuentran en la lista de espera para
 volverse inteligentes.
 Cientos de pequeñas empresas emergentes adoptan esta tendencia
 —conocida por el lema publicitario “El internet de las cosas”—
 pero al igual que todo lo demás en la tecnología, el movimiento es
 encabezado por los gigantes, entre ellos Amazon, Apple y Samsung.
El
 mes pasado, por ejemplo, Amazon presentó un
 microondas que incluye a Alexa,
 su asistente de voz. El precio del electrodoméstico será de 60
 dólares, pero también les venderá a otros fabricantes el
 microprocesador de
 esta tecnología, por lo que la conectividad de Alexa se convertirá
 en un añadido fácil para una gran variedad de electrodomésticos,
 como ventiladores, tostadoras y cafeteras. Esta semana,
 tanto Facebook como
 Google develaron sus propios dispositivos
 caseros “centrales” que
 permiten ver videos y realizar otras actividades digitales por
 comandos de voz.
Quizá
 tildes a muchas de estas innovaciones de bobas y destinadas al
 fracaso. Sin embargo, todas las grandes novedades en la tecnología
 comienzan pareciendo tontas; las estadísticas muestran que
 el internet
 de las cosas crece
 con rapidez. Por eso, es más sabio imaginar lo peor, que la
 digitalización de casi todo no solo es posible, sino probable, y
 que ahora es el momento para alarmarse ante sus peligros.
 “En
 general no soy pesimista, pero es muy difícil no serlo”,
 comentó Bruce
 Schneier,
 un consultor de seguridad que explora las amenazas planteadas por el
 internet de las cosas en su nuevo libro:  Click
 Here to Kill Everybody.
 Schneier
 argumenta que, en general, los incentivos técnicos y económicos de
 la industria del internet de las cosas no se alinean con la
 seguridad y la privacidad para la sociedad. Poner una computadora en
 todo convierte al mundo entero en una amenaza de seguridad
 computacional, y los ciberataques y fallas descubiertas durante el
 último par de semanas en Facebook y
 Google ilustran lo complicada que es la seguridad digital, incluso
 para las compañías tecnológicas más grandes. En un mundo
 robotizado, los ataques informáticos no solo afectarían tus datos,
 sino que podrían poner en peligro tus bienes, tu vida e incluso la
 seguridad nacional.
 Schneier
 dijo que solo la intervención gubernamental puede salvarnos de ese
 tipo de calamidades. Hace un llamado a favor de replantear el
 régimen regulatorio para la seguridad digital de la misma manera en
 que el gobierno federal alteró su aparato de seguridad nacional
 después de los ataques del 11 de septiembre de 2001. Entre otras
 ideas, señala la necesidad de una nueva agencia federal, la Oficina
 Cibernética Nacional, que él imagina como un organismo que
 investiga, asesora y coordina respuestas a amenazas planteadas por
 un internet de todo.
 “No
 puedo pensar en ninguna otra industria en los últimos cien años
 que haya mejorado su seguridad y su protección sin que el gobierno
 la obligara”, escribió. No obstante, sostiene que la intervención
 del gobierno parece poco probable en el mejor de los casos. “En
 esta sociedad, en la que el gobierno se muestra incapaz de hacer
 cualquier cosa, no veo ninguna posibilidad de controlar las
 tendencias corporativas”, señaló.
 Estas
 tendencias ahora son evidentes. Solía ser complicado añadir
 conectividad a internet en los dispositivos domésticos, pero,
 durante el último par de años, el costo y la complejidad de
 hacerlo han disminuido mucho. Actualmente, las minicomputadoras
 disponibles para el público en general, como la Arduino,
 pueden usarse para convertir casi cualquier objeto del hogar en un
 dispositivo “inteligente”. Los sistemas como el que ofrece
 Amazon prometen acelerar aún más el desarrollo de las tecnologías
 del internet de las cosas.
 El
 mes pasado en una conferencia de prensa, un ingeniero de Amazon
 demostró la facilidad con la que un fabricante de ventiladores
 podría crear una versión “inteligente” si le instalara el
 microprocesador de Amazon, conocido como Alexa Connect Kit. El
 paquete, que Amazon está probando con algunos fabricantes,
 simplemente se conectaría a la unidad de control del ventilador
 durante el ensamblaje. El productor también debe escribir algunas
 líneas de código; en el ejemplo del ventilador, el ingeniero de
 Amazon solo necesitó media página de código.
Eso
 es todo. Amazon maneja todas las funciones digitales del ventilador
 (entre ellas la seguridad y el almacenamiento en la nube). Si lo
 compras en Amazon, el ventilador se conectará automáticamente con
 tu red casera y comenzará a obedecer órdenes emitidas por tu
 Alexa. Solo conéctalo a la corriente eléctrica.
 Este
 sistema ilustra el argumento más amplio de Schneier, es decir: que
 el costo de agregar computadoras a objetos será tan bajo que para
 los fabricantes resultará lógico conectar todo tipo de
 dispositivos a internet.
A
 veces, estas funciones inteligentes serán prácticas: podrás
 gritarle a tu microondas desde el otro lado de la habitación que
 vuelva a calentar tu almuerzo. En otras ocasiones, permitirá
 oportunidades de ganancias monetarias: el microondas de Amazon
 comprará más palomitas de maíz cuando se te estén acabando. No
 obstante, esas características también se usan con fines de
 vigilancia y mercadotecnia, como la nueva
 generación de televisores inteligentes que
 dan seguimiento a lo que ves para mostrarte anuncios dirigidos.
Aunque
 los beneficios sean pequeños, generan cierta lógica de mercado; en
 algún momento no muy lejano, los dispositivos que no se conecten a
 internet serán menos comunes que los inteligentes.
 Sin
 embargo, el problema es que los modelos de negocio de estos
 dispositivos a menudo no permiten el tipo de mantenimiento continuo
 de seguridad al que estamos acostumbrados con aparatos
 computacionales más tradicionales. Apple tiene un incentivo para
 seguir creando actualizaciones de seguridad con el fin de que el
 iPhone siga siendo seguro; lo hace porque los equipos son muy
 costosos y el renombre de Apple depende de su capacidad para
 mantenerte alejado de los terrores digitales.
No
 obstante, los fabricantes de electrodomésticos de gama baja no
 tienen mucha experiencia en esto, además de que cuentan con menos
 incentivos. Por eso, el internet de las cosas hasta ahora ha sido
 sinónimo de un nivel de seguridad muy defectuoso; es la misma razón
 por la que el año pasado el FBI tuvo que advertir a los padres
 acerca de los peligros de los “juguetes
 inteligentes” y,
 también por lo mismo, Dan Coats, el director de inteligencia
 nacional, calificó los dispositivos inteligentes como una amenaza
 creciente a la seguridad nacional.
 Un
 representante de Amazon me dijo que la empresa incluye la seguridad
 en el núcleo de sus tecnologías inteligentes. El Connect Kit,
 señaló la empresa, permite que Amazon haga el mantenimiento de la
 seguridad digital de un dispositivo inteligente, y es probable que
 en cuestión de seguridad Amazon sea mejor que muchos fabricantes de
 electrodomésticos. Como parte de su negocio en la nube, la compañía
 también ofrece un servicio para las empresas con el fin de auditar
 la seguridad
 de sus servicios del internet de las cosas.
 El
 Consorcio del Internet de las Cosas, un grupo industrial que
 representa a decenas de empresas, no respondió a nuestra consulta.
 Schneier
 no describe la intervención gubernamental como la panacea, sino
 como un regulador de velocidad, una manera para que nosotros, los
 humanos, nos pongamos al corriente con los avances tecnológicos. La
 regulación y la supervisión gubernamental lentifican la
 innovación; esa es una de las razones por las que a los expertos en
 tecnología no les agradan. No obstante, cuando están involucrados
 peligros globales inciertos, tomarse un minuto para reflexionar no
 es una mala idea.
 Conectar
 todo podría traer enormes beneficios para la sociedad. Sin embargo,
 la amenaza podría ser igual de grande. ¿Por qué no mejor
 avanzamos con lentitud hacia el futuro incierto?
Por FARHAD
 MANJOO
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