El
actual modelo alimentario se caracteriza por representar todos los
elementos perniciosos propios del capitalismo, primando la
especulación frente el derecho a la alimentación. En este escenario
adverso, sin embargo, van apareciendo los grupos de consumo
autogestionado como alternativa que prima la producción rural
agroecológica y los canales cortos de distribución. Sin embargo,
algunos proyectos se plantean un siguiente paso: ¿es posible
extender ese modelo a más personas? ¿Pueden los grupos de consumo
crecer en escala?
Entendemos
que el objetivo de la economía social, más allá de generar
relaciones económicas y laborales distintas entre las entidades y
personas que la conforman, es el de constituirse como una auténtica
alternativa al modelo económico imperante, un contrapoder que desde
dentro del modelo capitalista actual, y en el proceso irreversible de
colapso –financiero y ecológico– del sistema, agriete, tambalee,
y vaya arrebatando cotas de hegemonía, hasta hacerlo estallar y
emerger como principal modelo de regulación de las actividades
económicas y laborales de la sociedad.
Este
objetivo, utópico en cierto modo a día de hoy, implica sin embargo
una lucha cotidiana continua, dentro de un contexto en el que las
reglas impuestas por el capitalismo limitan y frustran los intentos
por sobrevivir con otros valores y principios. Entre estas reglas
podríamos diferenciar entre dos tipos: por un lado las basadas en la
lógica propia del capitalismo, es decir el de la competitividad o la
obtención del máximo beneficio, y por otro las reglas basadas en la
escalabilidad de los procesos y la financiación para poner en marcha
proyectos de envergadura.
Para
no hablar en abstracto, vamos por ejemplo a aterrizar estas ideas a
un sector muy concreto: el de la alimentación. Actualmente el modelo
alimentario se caracteriza por representar todos los elementos
perniciosos propios del capitalismo, primando la especulación frente
el derecho a la alimentación, el control de grandes monopolios en la
distribución de los productos y siendo uno de los sectores que más
impactos ambientales genera; una importante fuente de emisiones de
gases de efecto invernadero, y uno de los principales causantes de la
deforestación o agotamiento de recursos hídricos. Pero al mismo
tiempo, y desde hace años, se va perfilando una alternativa real: el
de la agricultura ecológica mediante canales cortos de
comercialización. Una alternativa que podría recuperar nuestros
campos, revitalizando las áreas rurales, permitiendo un consumo sano
y ambientalmente respetuoso.
La
pregunta es, pues, cómo lograr que esa alternativa deje de ser una
alternativa para ser la principal forma de consumo. Cómo lograr dar
el salto desde los pequeños consumos dispersos y un tanto
marginales, hasta constituirse en un modelo que compita y arrebate la
hegemonía al modelo de consumo actual. ¿Podemos llegar a
constituirnos en hegemonía mediante la réplica de grupos de consumo
totalmente autogestionados? Creemos que no, por dos razones: porque
este modelo de grupos de consumo no resulta viable para una gran
parte de la población, debido al tiempo que requiere la autogestión
interna, pero también porque sigue habiendo otras grandes esferas
del consumo de alimentos a la que no es posible que llegue, como por
ejemplo los restaurantes, o grandes comedores públicos (centros
escolares, hospitales, etc.) o privados (empresas, escuelas
infantiles, etc.).
Por
ello, consideramos positivo el intento de replicar el modelo de los
grupos de consumo para acercarlo a más gente y fue lo que nos movió
a realizar el proyecto de La
ecomarca,
basándonos en nuestra experiencia formando parte de grupos de
consumo y asentado sobre los principios de la economía social. El
proyecto busca la creación de nuevos grupos de consumo, facilitando
la logística, asumiendo algunas tareas y creando una red de
productores y consumidores. Así ampliamos la alimentación ecológica
a otras personas, independiente de las razones por las que se meten
en un grupo de consumo.
Además,
nuestro modelo fomenta la centralización en las compras y los
repartos, lo que beneficia tanto a los productores como a los
consumidores, porque el sistema gana en eficiencia, tanto energética
como económica. La realización de esta tarea, por su complejidad y
envergadura, gana al ser realizada de manera profesional. El reto no
representa tanto el funcionamiento sin intermediarios, sino hacer que
esa intermediación sea justa, transparente y permita la permanencia
de las relaciones directas entre productores/as y consumidores/as.
Que esa gestión sea una pieza más del puzle de la economía
solidaria, no lo vemos como un inconveniente, sino como una
fortaleza.
Siendo
un proyecto que busca la escalabilidad, el aumento del tamaño
crítico para lograr mayor capacidad de incidencia, no valía hacerlo
de cualquier manera. Esta reflexión no es nueva, viene de lejos y se
puede encontrar en otros proyectos agroecológicos como el
BAH o
la Red
de Agroecología de Lavapiés.
El crecimiento en red es la única manera de conseguir un crecimiento
democrático y escalado. Los grupos de consumo de La
ecomarca son
entidades independientes, que escriben sus propias reglas (entre las
que por supuesto está la opción de elegir otros productores/as).
Así, La
ecomarca es
principalmente una red de productores y consumidores, donde la
comunicación, la autonomía y la cooperación son el motor del
crecimiento en escala.
Sin
embargo, cuando miramos otras grandes esferas, la restauración o los
grandes comedores, es cuando nos encontramos un verdadero problema de
escala: las redes de distribución y transporte, los centros de
reparto, los menús y los productos ofertados, están diseñados y
adaptados a la agricultura industrializada. La flexibilidad, los
bajos precios, la cantidad disponible, hacen un mercado imposible de
atravesar. O al menos, mientras el modelo agroecológico no disponga
de las herramientas necesarias para tales fines, como por ejemplo:
centros de distribución (estilo Mercamadrid), centros logísticos,
una gran oferta y redes eficientes de distribución por toda la
ciudad.
Dar
garantías y estabilidad en el suministro requiere de un salto
cuantitativo y cualitativo, requiere de una gran profesionalización,
y sobre todo requiere de una gran financiación. Y mientras que las
primeras condiciones, pueden ser aceptadas y asumidas, más o menos,
por las personas que formamos parte de la economía social, la última
ya es otro cantar. La financiación, y el riesgo que implica, nos da
pánico. A veces es más fácil quedarnos en nuestros proyectos
autosuficientes, éticamente intachables, que embarcarnos en algo tan
arriesgado como expandir el modelo, en arriesgarnos en una lucha
incierta contra el capitalismo.
Esta
sea probablemente la gran ventaja del capitalismo frente a la
economía social: el riesgo está bien regulado, ganas y/o pierdes en
función de lo que has arriesgado (aunque quien tiene mucho nunca
pierde, por ser “demasiado grande para caer”). Sin embargo en la
economía social no lo está.
Asumimos
el riesgo de montar nuestras empresas, y nadie dice que esta decisión
no implica riesgo; pero quienes lo conseguimos, una vez estabilizados
y más o menos acomodados, como no tenemos necesidad ni queremos
apostar más ¿para qué arriesgar creciendo? Tal vez, mientras no
entendamos este riesgo sino como un compromiso militante necesario
para crear un modelo económico alternativo, viable y necesario, y no
simples burbujas impolutas que coexisten en su interior, no seremos
capaces de constituir un auténtico desafío a las bases
estructurales del capitalismo.
Mariano
González
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Mariano
González falleció el pasado mayo en el Picu Urriellu. Recordamos,
como homenaje, este
artículo que publicó en El Salmón Contracorriente en 2.014 .
En éste habla de uno de los temas que le apasionaban, la forma de
trascender en escala con las alternativas de consumo para llegar a
más gente. Una preocupación sobre la que reflexionaba, pero sobre
todo, en torno a la cual actuó con constancia, valentía y empuje.
Hoy en día, no sólo La
ecomarca
es una realidad, sino que forma parte de un proyecto más amplio
junto a un restaurante agroecológico y una tienda.
El
texto muestra la coherencia de Mariano y su compromiso con el
ecologismo y con la economía social y solidaria, en definitiva, con
unos ideales y unos valores de una persona que deja un vacío tan
grande como su legado.
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