UN DÍA SIN COMPRAS FRENTE AL BLACK FRIDAY
Este viernes 24 es el Black Friday, el día más consumista del año
El
Black Friday o Viernes Negro es una jornada de descuentos en las
cadenas y grandes establecimientos con gran tradición en EEUU. Desde
hace unos años está siendo importado a otros países como España,
a pesar de representar como ningún otro día, el modelo de consumo
que nos llevó a la crisis: despilfarro acrítico y enormes impactos
sociales y medioambientales.
El 28 de noviembre de 2008 fue un viernes negro teñido de rojo. Ese día, pasada la festividad de Acción de Gracias, representa en EEUU el inicio del consumo navideño con una jornada de descuentos y grandes ventas (números negros) en los grandes establecimientos. Sin embargo, al poco de abrir las puertas de un Wal-Mart de Arkansas, moría pisoteado un trabajador de la compañía ante la avalancha de los que se agolpaban en las puertas. Esta noticia viene a resumir el enorme impacto que el black friday supone para el consumo estadounidense.
En
los últimos años, las grandes cadenas intentan extender el fenómeno
a otros países, y en España algunos sectores ya se frotan las
manos. Por ejemplo, la distribución comercial por internet espera
esos días un crecimiento de ventas de entre el 20% y el 25%. El
Corte Inglés y Media Markt extienden el viernes varios días más,
en algo así como un "weekend friday". Y el lunes de
resaca, 1 de diciembre, todavía más con el "Cybermonday",
otra jornada de descuentos online que en EEUU movió el año pasado
1.500 millones de dolares. Y esto nada más empezar la campaña de
consumo navideño.
Pero
este modelo de ofertas, a pesar del explosivo crecimiento, beneficia
básicamente a las grandes compañías, oligopolios del descuento,
los horarios ininterrumpidos y los sueldos precarios. Antes bien, es
un modelo de incentivos de compra a impulsos que desajusta los ciclos
del pequeño comercio y zarandea sus posibilidades de subsistencia.
Pero
además, es un modelo que se aleja del consumo consciente e
informado, y del objetivo esencial de conocer la trazabilidad del
producto, porque las ofertas esconden todavía más si cabe, ante la
idea de oportunidad única irresistible, sus impactos sociales y
medioambientales. Tras los grandes descuentos se escuentra la
encarnizada lucha por los precios y las promociones, guía que señala
el camino de un modelo productivo globalizado donde la necesidad de
reducir costes presiona hasta límites vergonzosos la mano de obra
barata.
Algo
más de un cuarto de la población mundial, según el PNUD en 2013,
forma parte de una sociedad de consumo para clases medias que pone a
prueba cada día, en millones de supermercados, tiendas y centros
comerciales, el mayor sistema productivo jamás conocido. Aunque se
presenta como eficaz, es un sistema incapaz de resolver necesidades
básicas como la alimentación mundial, con uno de cada ocho
habitantes del planeta sufriendo hambre crónica, mientras un tercio
de los alimentos que se producen cada año terminan en la basura,
dice la FAO.
El
modelo de producción y consumo low
cost y
la estructura oligopolística de las grandes multinacionales no sólo
ha traído una crisis que castiga la pobreza, sino que ha puesto en
jaque la viabilidad de su propia materia prima: el planeta Tierra.
Un Día Sin Compras como respuesta
Sin
embargo, colectivos sociales de todo el mundo se unen el viernes
negro para celebrar una jornada de propuestas alternativas que
alumbren un nuevo modelo de consumo. El Día
Sin Compras reivindica
desde hace años que la solución no es consumir a base de
ofertones y descuentos sorprendentes, sino construir día a día otro
modelo de consumo más equitativo y menos despilfarrador.
La
iniciativa, que surge del publicista canadiense Ted Dave, ha
terminado de extenderse a otros países gracias a la campaña Buy
Nothing Day del
colectivo Adbusters, cuartel general del movimiento contrapublicista
o culture
jammer.
Así,
los objetivos de un día sin compras comienzan por evidenciar los
límites de un modelo de consumo capaz de arrastrarnos hasta esta
crisis, pero contínuan, además, dando a conocer un gran abanico de
alternativas que piden paso:
las
cooperativas de trabajo,
- los grupos de consumo autogestionado,
- el comercio justo,
- la banca ética,
- los bancos de tiempo,
- los proyectos de consumo colaborativo horizontal,
- las monedas sociales,
- los huertos comunales,
- los proyectos de soberanía alimentaria rural...
Son
alternativas que ponen el acento en lo local, la cercanía y las
personas, pero también son alternativas que hacen economía. Y hasta
números negros.
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