PÀGINES MONOGRÀFIQUES

7/10/11

Buscad la verdad, y la verdad os hará libres (III)


¿QUÉ PODEMOS HACER?
Las sociedades secretas y su poder en el siglo XX
Existen cantidad de soluciones a ser consideradas en esta situación. Algunos querrían eliminar a unos cuantos Illuminati, lo que según mi modo de ver no serviría de mucho ya que serían rápidamente reemplazados.
Voy a contar una pequeña historia. Imaginad que conducís un coche y que el marcador del aceite empieza a parpadear. Vais al taller y allí os dicen: “No hay problema, en seguida lo arreglamos” Y desenroscan la bombilla. Desde luego,  el marcador de aceite del tablero no parpadeará más, pero vosotros sabéis muy bien que la causa del problema no fue eliminada. Y lógicamente no estáis de acuerdo con la forma de proceder del mecánico. Sin embargo, cuando vuestro cuerpo está enfermo y tiene alguna dificultad, ¿os dáis cuenta de que la mayoría de las veces no os oponéis a esa forma de actuar?
Sabemos muy bien que la medicina oficial suprime el órgano enfermo o la parte cancerosa. Pero haciendo esto no se está tocando la causa. Simplemente se ataca el síntoma, lo que claramente es insuficiente. Se necesita un tratamiento a fondo. Querer suprimir lo que estorba equivale sólo a quitar la bombilla que parpadea y extrañarse de que parpadee. Pero el problema continúa existiendo.

Para volver al problema que nos preocupa, los Illuminati son solo los síntomas de un problema que, de hecho, se encuentra en otro lugar. Tienen tanto poder porque se sirven de nosotros, lo que es fácil, ya que no asumimos nuestras responsabilidades y nos satisfacemos con nuestra desidia. El corazón del problema está, pues, en lo más íntimo de cada uno de nosotros. Si no lo modificamos y si no transmutamos nuestras cobardías, de nada servirá eliminar a esos seres, pues luego vendrán otros que se encargarán de nosotros, ya que aceptamos ser manejados.

A algunos les gustaría retirarse a las montañas para vivir allí en auto suficiencia, a fin de poder contemplar todo el drama desde arriba. Algunos quizá querrían buscar el auxilio en la oración.
Como autor de este libro, remediar ese problema me ocupa desde hace mucho tiempo. Hasta hoy he recorrido los cinco continentes en busca de posibles soluciones; he intercambiado ideas con muchas personas sobre todos los aspectos de la vida en lo referente a este asunto, y me dediqué intensamente a la búsqueda de mí mismo.

Mí propia experiencia y pruebas personales me han aportado la visión que he plasmado en el último capítulo. Esta visión es profundamente mía, y no tiene por qué ser compartida por nadie.
Os pido que leáis estas líneas con mirada crítica, tal como deberíais hacer constantemente. Seguramente, si no estáis de acuerdo con todas mis conclusiones, por lo menos quizás podáis retener algunas que creáis que son buenas. ¿Que podemos emprender de positivo para rectificar lo que fue corrompido en el pasado e impedir que eso se reproduzca en el futuro? Para contestar a eso, es preciso que hagamos la pregunta primordial sobre el sentido de la vida.

Es difícil encontrar un sentido para nuestra vida simplemente en la alimentación, el sexo y la imagen. Muchos de entre nosotros ya son conscientes de eso. Es de capital importancia ser consciente de que al final de nuestra vida abandonaremos todas las cosas externas, incluyendo nuestro cuerpo. Desnudos llegamos, y desnudos partiremos. Eso significa también que los discos voladores y la energía libre sólo pueden hacernos parcialmente felices. Los viajes a otra galaxia nos permitirían cambiar de lugar. Pero aunque fuesen viables no nos permiten alterar el cuerpo En realidad tiene poca importancia que miembros de la Sociedad Vril hayan podido visitar otros planetas con discos voladores, o que gracias a su tecnología Estados Unidos hayan podido construir su primera base en Marte, hace ya más de 30 años. Los seres humanos están conectados a la materia. Son, de esa manera, prisioneros de ellos mismos, y no pueden “abandonar la propia piel”.

Una tecnología avanzada no hará más amable a un ser humano que sólo piensa en destrucción. Incluso puede que suceda lo contrario. Considerando la situación tal como se presenta hoy día en la Tierra, y los acontecimientos previstos por muchos profetas para el nuevo milenio, implemente sería juicioso abandonar este “futuro lugar de terror”, o viajar al futuro en algún tipo de artefacto. Pero esos viajes ya fueron emprendidas hace mucho más tiempo del que imaginamos, y no modificaron en nada el interior del ser humano. Un ser de espíritu destructor continuará siendo el mismo aunque viaje en el tiempo, y mantendrá los mismos pensamientos, sentimientos, y motivaciones que antes.

Además, dependerá de la máquina. Si la máquina le es arrebatada, se encontrará con los mismos puntos flacos que poseía antes, y cuando surja la próxima dificultad se precipitará para conseguir otra máquina. Finalmente quizás se decida a vencer su miedo y hacer frente a su problema.
Vinimos a este mundo sin máquinas y partiremos de él de la misma forma. Llegamos a la conclusión de que el ser humano debe alcanzar la perfección y su entero desarrollo sin máquina alguna. El camino que permite alcanzar la conciencia es: coger los conocimientos, tornándonos responsables, no dependiendo de nadie y no sirviéndonos de ningún artilugio material. Es así como evolucionamos.
Un sabio expresó esto, de la siguiente manera: "Debemos enseñar a los seres humanos a pescar y no regalarles el pez". Dar a alguien la solución de un problema, aunque se contente con ello, es dejarla en su ignorancia.

Cuando deja el cuerpo físico, todo ser humano no lleva consigo otra cosa que las experiencias y el saber acumulado a lo largo de la vida, experiencias que quedan registradas en su campo magnético, su aura. Todo médium o clarividente que pueda ver el “aura” de una persona, o al menos interpretar las informaciones que hay en ella, puede leer las experiencias por las que pasó, el estado de sus sentimientos y de sus pensamientos. El clarividente no ve el tipo de coche que alguien conduce, ni el dinero que tiene, ni la cantidad de veces que se acostó con tal persona, lo que ve es lo que esa persona sintió, lo que pensó y cómo consiguió llegar a ser lo que es. Aquél que lee el aura puede conocer el estado del espíritu de la persona y sus intenciones, puede saber si coloca su potencial al servicio de los demás o si lo guarda para sí misma.

Experiencias y conocimientos son las únicas cosas que nos llevamos cuando abandonamos el cuerpo. Si ya no tenemos cuerpo, ¿qué importa haber tenido una gran casa o bellas ropas? Lo que cuenta, es lo que sentimos y los motivos que nos impulsaron a actuar como lo hicimos. Muchos de entre nosotros ya se dieron cuenta de eso, pero siguen encontrándose desamparados en esta vida porque no son conscientes de sus leyes, de sus causas y de sus efectos.

Supongamos, por ejemplo, que un extraterrestre llega por primera vez a una de nuestras grandes ciudades en coche, y choca con un vehículo en el primer semáforo rojo. La señal roja apenas es para él un juego de luz sin importancia en medio de los paneles publicitarios. En el segundo semáforo rojo choca nuevamente: sin pérdida de tiempo le explicamos el significado de esas luces, y le indicamos con precisión que debe detenerse ante las señales rojas, pues es una norma del reglamento de tráfico. De ahora en adelante no provocará más accidentes, ya que sabrá reconocer las señales rojas. Antes no podía porque no lo conocía.

Pasa lo mismo con el que no sabe, pero se da cuenta de que se encuentra mal. "Tengo dolor de cabeza, tomo una pastilla y el dolor desaparece". E igualmente con el automovilista y el indicador de aceite en el tablero. El enfermo no ve la relación que existe entre él y su enfermedad, simplemente se da cuenta de que al tomar una pastilla elimina la señal que su cuerpo le transmite. El que tiene un dolor de cabeza pasará por el mismo proceso que el extraterrestre hasta que se vuelva atento a las “leyes de la vida”.

¿De que leyes se trata? Cualquier astrónomo o físico puede confirmar que vivimos en un cosmos, que nosotros somos una parte de ese cosmos. Quizás objetéis: “Sí, lógicamente, cualquier niño sabe eso”. Bien, pero ¿sois conscientes de lo que acabáis de decir? Cosmos, es una palabra griega, que significa orden. Vivimos pues en un orden y formamos parte de él. Todo el orden está sometido a leyes, sino no sería un orden. Sería un caos, palabra griega que significa desorden. Si conozco las leyes espirituales de la vida, podré comprender y reconocer las indicaciones y los mensajes que la vida me da, y actuar en consecuencia.

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