VOLVER A LAS MANOS
El renacer de los
hobbies artesanales
Los oficios están
enamorándonos de nuevo: el bordado, la caligrafía, la pintura y, sobre todo, la
cerámica, se están poniendo de moda gracias a internet porque nos animan,
precisamente, a recuperar esa vena de trabajar con las manos que pasa a un
segundo plano entre tablas de Excel y reuniones por videollamada.
Los hobbies artesanales están recobrando el éxito. Basta con zambullirse en las redes sociales para descubrir cientos de cuentas y creadores especializados en ámbitos como la pintura, el bordado, la costura, la cerámica o la caligrafía que acumulan cientos de miles de likes y seguidores.
Actividades analógicas que, puestas de moda por internet, nos animan paradójicamente a abandonar las pantallas, volver a las actividades manuales y recuperar esa vena artesana que solemos olvidar en el día a día de trabajos de oficina y tablas de Excel.
Una de las grandes resucitadas es la cerámica, que no solo
ha sumado miles de adeptos que se reservan una tarde a la semana para disfrutar
de uno de esos talleres en los locales que han crecido como la espuma en las
grandes ciudades, sino que ya ha horneado una nueva generación que
reorienta su carrera para revitalizar un sector que adolece de un
envejecimiento crónico.
El hueco que van a [re]ocupar estaba realmente desierto
Así que era necesario que recuperara su protagonismo para
rebajar esa velocidad de la que en pocas ocasiones sabemos escapar y hacernos
verdaderamente conscientes de nuestras capacidades manuales.
¿Qué nos lleva a hundir nuestras manos en arcilla y armarnos
de paciencia para dar forma a esa primera figura de cerámica, huir de la
inmediatez y traer de vuelta lo cocinado a fuego lento -nunca mejor
dicho-? El burnout.
«Busqué por Instagram actividades cerca del pueblo en el que
vivo y di con el taller de María Granados en Sanlúcar de Barrameda. Ya
había visto en redes sociales el interés renovado por la cerámica, pero yo
empecé porque me costaba encontrar actividades aquí», cuenta la poeta gaditana Gudrun
Palomino, que lleva yendo a clases de cerámica desde septiembre de 2023.
Lo hizo porque estaba, sencillamente, cansada. Autora de un
libro de poemas y varias traducciones de escritoras anglosajonas, dedica hasta
seis horas a la semana a su nueva afición. De hecho, contagiada como otros
tantos alumnos, confiesa que la alfarería ya le ocupa más tiempo que escribir.
Aunque, apunta, «no quiero que se convierta en mi profesión porque estoy bastante en contra de que los hobbies acaben
siendo un oficio».
Hay quienes lo ven de otra manera, como el cordobés Luis
Torres, artesano ceramista profesional y miembro del estudio Torres
Ferreras, quien nació ya en seno alfarero. «Soy de La Rambla -pueblo de
Córdoba con 7.500 habitantes y hasta setenta talleres de alfarería activos- y
mi padre tiene su propio taller», cuenta.
«Mis hermanos y yo solíamos ayudar los fines de semana y
durante las vacaciones, pero no me formé hasta los 25 años, cuando volví
después de estudiar y trabajar en traducción y comercio exterior». Fue gracias
a los viajes y a ese enamoramiento cuando entró en
la Escuela de Arte Dionisio Ortiz de Córdoba, «que me hizo entender la cerámica
como soporte de expresión artística».
«Por suerte, la
cerámica o la alfarería no están aún en un punto muy crítico», valora,
aunque precavido: «Yo siempre animo a todo el mundo a pasar uno o dos días en
mi pueblo para que vean que la artesanía no es una idea nostálgica de ancianos
en una cueva a punto de desaparecer».
Eso sí, si hablamos de las técnicas artesanales en general,
«están en peligro de extinción; sobre todo por falta de relevo generacional y
de una infraestructura social que permita la existencia de la figura del
aprendiz. La alfarería, sin ir más lejos, es un oficio con un aprendizaje
difícil que requiere tesón, esfuerzo y persistencia. Y es casi incompatible con
la inmediatez a la que estamos acostumbrados».
Artesanía, el hogar
de la calma
Para Torres hay tres razones fundamentales que van a
permitir mantener viva la alfarería y otras artesanías, ya sea como hobby o
como oficio. La primera es que, más
allá del romanticismo que evoca poner nuestras manos a su servicio, cubren una
necesidad real: «Cuanto más crece la industria de producción masiva y la
fabricación en el exterior, más espacios quedan desatendidos porque dejan de
ser rentables. Y ahí es donde entra la artesanía: una forma de producción
local, personalizada, con trato directo y cercano, y productos de calidad,
sostenibles y a un precio justo».
La segunda razón es que «es una gran oportunidad para el
autoempleo y el emprendimiento». Aunque pueda no parecerlo de primeras, «una
persona que sabe hacer algo con sus propias manos, intelecto y herramientas
tiene un oficio asegurado», asegura Torres.
Y la tercera, quizá la más importante, es su capacidad para
mantener la conexión con la identidad de los pueblos y la historia de la
humanidad. «Si la artesanía
desapareciera sería como acabar con una especie de cadena alimentaria: el resto
del sistema estaría abocado a su fracaso», porque, apunta, está
relacionada con áreas tan dispares como la antropología, la arqueología, el
medio ambiente, la cultura e incluso la medicina.
La artesanía en términos generales -y la alfarería y la
cerámica de forma más concreta- suelen ir de la mano con una gran pasión por
parte de quienes la practican. De hecho, muchas personas han desarrollado una
verdadera forma de vida en torno a estos oficios porque, como coinciden Torres
y Palomino, tienen también su perspectiva terapéutica.
«Te atrapa visual y sensorialmente: el hecho de que todo deba pasar por el fuego
lo hace tan adictivo como cualquier serie que deja lo mejor para el final de la
temporada».
Un ritmo pausado para dar forma a la lentitud, primero, con
las manos.
https://igluu.es/volver-a-las-manos-el-renacer-de-los-hobbies-artesanales/
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