EL DECRECIMIENTO NO ES UNA TRAGEDIA
SINO LÓGICA Y MUCHO PLACER
¿Qué alternativa
propone el decrecimiento según teóricos como Serge Latouche, Teresa Forcades,
Arcadi Oliveres, Paul Ariès y arlos Taibo? ¿Por qué puede ser una trampa asumir
que el crecimiento económico siempre es positivo?
El crecimiento económico no es un factor permanente en la definición del sentido común, sino un paradigma que no ha sido cuestionado en Occidente por ningún régimen constituido ni por alguna de las principales corrientes ideológico-sociales desde la inexacta conclusión de la Edad Media. El capitalismo basa la mejora de la vida material supuestamente en la diversificación de mercados desde los principios de oferta y demanda, aunque su historia es la de una acumulación patrimonial que monopoliza no solo los medios para producción, sino la decisión final sobre qué es lo que será posible consumir y para qué debemos trabajar.
En cambio, el campo socialista de economía planificada
propuso otra forma de monopolio en manos no de propietarios privados, sino de
empresas estatales burocratizadas, mientras la socialdemocracia buscó y busca
aplicar al mundo de los mercados abiertos una serie de regulaciones para
redistribuir el ingreso y el consumo, de manera que los beneficios desarrollistas
del capitalismo lleguen a una mayor cantidad de personas. Esto sugiere una
economía cada vez más grande para tener algo que repartir a un número creciente
de personas.
¿Pero hasta dónde esto es posible en un mundo que no tiene
más que los recursos que tiene? Para Albert Einstein, la idiotez es
seguir martillando sobre un clavo cuando lo único que queda es pared. ¿La
única opción lógica es acostumbrarnos a la escasez?
Tras un largo periodo de racionamiento por razones de
guerra, la caída del nazismo y el inicio de la descolonización del mundo, los
economistas se propusieron evitar que las mayorías de bajos ingresos en sus
países pudieran verse aisladas del consumo efectivo, lo que conduciría al
subconsumo, el desempleo y la desaceleración de la economía en un todo, como ya
había ocurrido el viernes negro de 1929. Fundamentadas en la
intervención estatal en la vida económica para elevar y proteger el empleo y,
con ello, la demanda, hasta la década de los setenta u ochenta, las teorías de
John Maynard Keynes fueron la pauta en la reconstrucción de Europa durante
el Plan Marshall y del New Deal - Great Society estadounidense.
Este “Welfare State” o Estado de bienestar significó
mayor acceso de las poblaciones a servicios con recursos públicos, sobre todo
sanitarios y de educación. El crecimiento del producto interno bruto por
persona (un 4% anual) y la diversificación de la economía fueron fenómenos
análogos en países emergentes en ambos lados del telón de acero, desde México
hasta Corea del Sur. Esto dio credibilidad a gobiernos diversos con signos
nacionalistas, de izquierda moderada o de extrema izquierda.
Sin embargo, la dependencia básica de este modelo respecto
del crecimiento económico para financiar programas sociales, de manera que la
demanda y la oferta puedan sostenerse y potenciarse mutuamente, implica ocultar
otras formas de dependencia, como la de países primermundistas del norte
que explotan los recursos de los tercermundistas del sur global. Aunque quizá
lo menos histórico y más fundamental sea basar un sentido de bienvivir en la
especulación sobre lo que se deberá producir y tener, una especulación sin
límites dentro de un mundo de energías psicológicas y elementos naturales
limitados.
El hecho es que somos seres inter y eco dependientes.
Es imposible mantener ciertos niveles de vida sin consecuencias humanas y
ecológicas. Dicho esto, ¿la receta debería ser que aceptemos una economía para
unos pocos y acogerse a medidas de austeridad como recortes a programas
sociales y de acceso al trabajo?
Para los teóricos del “decrecimiento” salir de este este
esquema de dependencias especulativas no tiene sentido si se sacrifica al
ciudadano de a pie, censurando nuestros derechos básicos y a la recreación,
subiendo los precios de bienes de primera necesidad o manteniendo al sector
público deficitario. Es imposible seguir empujando el consumismo salvaje de más
personas y liberalizando el desarrollo bajo la consigna de que la producción
pública y privada puede seguir creciendo de manera infinita en un planeta
finito. Pero el hecho es que la mayoría de los sudaneses no ha vivido por
encima de sus posibilidades, aunque sí la mayoría de los alemanes.
De acuerdo con el economista Arcadi Oliveres, los
canadienses utilizan 550 litros de agua por persona al día en regadíos,
piscinas y su agroindustria. ¿Y al Sur del Sahara? Apenas 8 litros, agua que ni
siquiera se tiene a mano, porque es necesario ir a buscarla a un oasis quizá a
kilómetros de distancia. Un trabajo en toda regla que consume tiempo y energía,
algo que también podría preocupar al feminismo, porque en general estaría
destinado a las niñas. Las familias africanas posiblemente pueden costear que
un niño estudie, pero una niña podría ser más útil trayendo 8 litros para ella
y 8 más para su hermano.
En términos simples, el decrecimiento no propone ampliar la
extracción de recursos, sino repartirlos mejor en sentido
local e internacional.
Puede ser necesario mayor crecimiento económico donde haga
falta, y distribuir mejor los recursos que ya se tienen donde ya no se puede
seguir creciendo. Pero lo más importante es cambiar nuestras
perspectivas de vida. Para el filósofo André Gorz, la miseria es objetiva,
mientras la pobreza responde a las subjetividades. Para según quién, dejar de
ser pobre puede ser tener un carro, tener una bicicleta o tener un par de
zapatos. Esto sin duda abre un problema sobre el estándar del bienestar, pero
puede ser valiente poner en duda qué sería aceptar la escasez sin más, y qué,
por otra parte, solo abrir la mente a expectativas distintas.
Para el teórico del decrecimiento Paul Ariès, ha sido un error en la historia de la izquierda predicar desde la culpa e insistir en lo que no debemos hacer. La conclusiones lógicas sobre hechos sociales pueden no ser traumáticas o solo honestas, expresándose con un "sex appeal" distintivo. El cambio debe ser atractivo y es posible apelar más a los beneficios.
Tener y gastar menos no solo supone un rescate ecológico
y solidarizarse con los otros para que tenga un poco más: repartir mejor el
consumo y el trabajo puede permitirnos trabajar menos, ganar tiempo, e invertir
nuestros recursos en experiencias que resuenen mejor con nosotros mismos, quizá
dedicarnos a algo más cercano a nuestros propios deseos como leer algo nuevo,
aprender una segunda o tercera lengua, participar de las artes, ver películas,
hacer ejercicio o cuidar de un jardín pequeño.
Y quizá ese es el mejor eslogan contra el crecimiento
desmesurado: lo pequeño es hermoso.
https://pijamasurf.com/2024/04/el_decrecimiento_no_es_una_tragedia_es_logica_con_placer/
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