PÀGINES MONOGRÀFIQUES

4/4/23

Lo que realmente pensamos y decimos aparece en los silencios, durante el aburrimiento

ACCEDER AL INCONSCIENTE COLECTIVO             

AUMENTAR LA CREATIVIDAD

Con frecuencia, una canción, novela o película considerada tonta o infame por la crítica entusiasma a millones de personas. ¿Por qué ocurre esto? ¿El público no entiende qué es bueno y qué es malo según los estándares de la crítica? ¿Acaso la crítica se equivoca?

Matt Zoller, ganador del Pulitzer y guionista, nos da una pista en su análisis de la película It  (2017): «Stephen King tiene una conexión tan directa con el inconsciente colectivo que sus historias tienden a atraparte independientemente de su mérito literario». 

Ese inconsciente colectivo explicaría la frase de Zoller y también lo que William Goldman, guionista de Todos los hombres del presidente y La princesa prometida, dijo de los críticos: les pone incómodos reírse con una película como Algo pasa con Mary porque no encuentran en ella valores cinematográficos. ¿Pero qué es el inconsciente colectivo y cómo lo utilizan los artistas? 

Según Carl Jung, el inconsciente colectivo es la parte de la mente de cada persona que se conecta con los pensamientos y emociones comunes de los seres humanos a lo largo de la historia. El miedo y la risa son dos emociones básicas ligadas a él. Por ello, aunque sea una obviedad, conviene recordar que los críticos se emocionan con las mismas historias que el público. Otra cuestión es que lo reconozcan. 

La parte común de la mente que comparte la humanidad está considerada por algunos artistas y filósofos como un almacén universal de las ideas. Ese almacén incluye personajes, cuentos, leyendas y mitos que reconocemos bajo distintas formas, y tratan emociones universales.

Cenicienta en todas partes

A modo de ejemplo, tomemos uno de los personajes del almacén universal de las ideas: la Cenicienta. En nuestros días, la imagen de la Cenicienta está asociada a la película producida por Disney en 1950, basada en el relato escrito por Charles Perrault en 1697. Pero mucho antes que Perrault, la Cenicienta tuvo distintos rostros: el de una esclava en el Antiguo Egipto (Rhodopis); la hija de un líder guerrero, esclavizada por la madrastra, en un cuento chino medieval (Ye Xian); el de una reina maltratada por su suegra y sus cuñadas en la antigua Persia

Y así hasta las heroínas de las telenovelas de nuestros días, pasando por Julia Roberts en  Pretty Woman (1990)

Arquetipos

La Cenicienta es lo que llamaba Jung un arquetipo: un personaje universal. Esto explicaría, entre otras razones, que Pretty Woman haya tenido en España cerca de 40 pases en las televisiones en abierto con excelentes resultados de audiencia cada vez. Los arquetipos explican por qué las novelas, las películas y las series tienen chicos buenos, chicos malos, personas inocentes, magos, familiares malvados… 

Hay artistas que rechazan el uso de arquetipos porque consideran de manera errónea que son clichés. Pero no conviene confundir un arquetipo con un cliché. Un héroe es un arquetipo. El cliché es mostrar el triunfo del héroe en el último minuto, cuando ha perdido todas las fuerzas, porque mira a los ojos de la chica que ama. Un villano es otro arquetipo. Un cliché es que el villano explique sus planes antes de matar al héroe, dando tiempo a este para pensar un plan o a que llegue un equipo de rescate. 

Las historias que calan en el público emplean los arquetipos reinventándolos. Jesucristo es John Connor en Terminator y es Neo en Matrix. Las narrativas son similares. Juan Bautista anuncia la llegada del mesías; el padre de Connor, la llegada del líder contras las máquinas. Y Morfeo anuncia la llegada del elegido. Jesucristo, John y Neo tienen dudas sobre su destino. Pagan las consecuencias de la traición y pasan por un calvario antes de conseguir su propósito.

Volvamos a la Cenicienta: producciones recientes muestran a las cenicientas modernas abandonando la búsqueda de un príncipe para valerse por sí mismas. Porque la Cenicienta no trata sobre cómo una joven humilde se casa con un príncipe, sino cómo una joven sobrevive al acaso y la humillación. Pero hoy, una mujer no necesita casarse con el jefe de los cazadores de mamuts para recibir respeto, puede crear su propia tribu. La Cenicienta o el mito del elegido calan cuando los arquetipos reflejan los deseos y las angustias humanas del momento.

Emociones universales

Eugene Ionesco dijo en cierta ocasión: «Las ideologías nos separan; los sueños y la angustia nos unen». Y son muchas las angustias que padecemos, aunque contamos con tecnologías inimaginables en el pasado. En el almacén del inconsciente colectivo hay cajas de incertidumbre por el futuro, miedo a lo desconocido, a la soledad, la angustia porque no se ve sentido a la vida…  

La superación de la angustia también forma parte del inconsciente colectivo. Es un deseo común. El público quiere que los personajes, tras pasar por numerosas penalidades, sean felices o consigan la calma, obtengan el reconocimiento anhelado o logren su propósito, aunque sea tras la muerte. (La muerte de un personaje no molesta al público cuando antes, o por esta misma muerte, consigue su objetivo: el protagonista de Gladiator obtiene venganza; Thelma y Louise, la libertad).

Los artistas que están contra los finales felices arguyendo que son un invento de Hollywood se equivocan. Los finales felices forman parte del inconsciente colectivo. Vienen de épocas donde el hambre, la guerra y la enfermedad aniquilaban poblaciones enteras; cuando la religión y los sueños eran los únicos consuelos, y la comida y la bebida eran consideradas como los mayores placeres. 

Hoy en Occidente vivimos sin la incertidumbre de que la peste o el hambre acaben con nosotros y nuestros seres queridos. Ni siquiera la posibilidad de una guerra nuclear nos espanta. Pero cada persona lucha por su bienestar, el de su familia y el de los amigos. El gran público no quiere recibir una enseñanza moral: no huye de la vida real para encontrarse con la vida en la ficción.

Lo que el inconsciente colectivo hace por los artistas

Con todo lo dicho, el inconsciente colectivo parece una herramienta simple: la reutilización de personajes e historias universales. Pero recordemos que Stephen King tiene una conexión directa con el inconsciente colectivo que atrapa al público, con independencia de su mérito literario.

Quizá se debe a cómo trabaja King: sin un plan. En su ensayo semibiográfico Mientras escribo, considera que escribir una historia es desenterrar un hueso prehistórico con un pincel. Cada pincelada es una palabra a la que se sucede otra. Esto es curioso porque Jung visualizó el inconsciente colectivo como un sótano excavado en la piedra llena de huesos prehistóricos.

Hay, pues, artistas que se contentan con los huesos que están a la vista, como los arquetipos del chico bueno, el chico malo, la princesa… Y otros, como King, David Lynch o Alan Moore, remueven la tierra. Eso explicaría por qué, de repente, un artista conecta con millones de personas con una novela o una canción al dar forma a ideas, sueños y angustias indefinidas  compartidas que «están ahí».

Cómo acceder al almacén universal de las ideas

¿Cómo acceden algunos artistas a las ideas y emociones comunes que no están a la vista?

Los sueños  

Jung considera que el acceso más directo al inconsciente colectivo son los sueños. ¿Pero cómo recordarlos?

Conviene plantearse la escritura de un diario de sueños. Al despertarte, mientras conservas rastros de la última imagen del sueño, anota esa imagen. Sucede, entonces, un fenómeno curioso: esa imagen lleva a recordar otras del sueño hasta que se completa, siguiendo una narrativa inversa, a la manera de la película Memento

Si al despertar no permanece la última imagen, suele funcionar decir palabras al azar (perro, casa, árbol…) hasta que alguna conecte con la última imagen del sueño. Es una suerte de escritura automática a la manera de los surrealistas.

Gracias a ello, he llegado a escribir sueños de varias páginas en las que fui un caldero que cocinaba historias, una niña negra sentada con miedo en un autobús en Alabama en los 50, un extra en el rodaje de Encadenados, en la fiesta del esposo nazi de Ingrid Bergman mientras ella guarda la llave en la mano…

Los sueños ajenos

Si eres artista, no faltará quien te comente el último sueño que ha tenido o uno recurrente. Si esto no ocurre, pregunta. Di que es para tu trabajo. No es raro encontrar patrones o elementos comunes en los sueños ajenos: es una manifestación directa del inconsciente colectivo.

Escuchar con atención las historias de otros

De la misma manera que ocurre al escuchar sueños ajenos, las anécdotas de otras personas están llenas de patrones comunes. Conviene escuchar estas historias con atención, en lugar de distraerse con las notificaciones del móvil, para percibir ese «run-run que está en el aire» y al que aún nadie ha puesto nombre.

Las teorías de la conspiración

Este tipo de teorías reflejan miedos antiguos a través de otros rostros o miedos del momento. 

Los campesinos del siglo XIII podían creer que los señores de las tierras habían pactado con el diablo, de la misma manera que cientos de miles de adictos a las redes sociales creen que los gobiernos del mundo han llegado a acuerdos con civilizaciones extraterrestres para convertirnos en carne picada.

Pero los campesinos del siglo XIII no se planteaban la posibilidad de vivir en una realidad simulada o que, tras la peste, la mayoría de la población estaba formada por hologramas. Las tecnologías traen nuevas supersticiones y teorías conspirativas.

Practicar técnicas surrealistas

El poeta francés André Breton escribe en El manifiesto surrealista (1924) que el surrealismo es «un automatismo psíquico puro mediante el cual se busca expresar, verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento libre de toda preocupación estética o moral».

El automatismo psíquico conecta con el inconsciente colectivo. Para conseguirlo, desarrollaron una serie de técnicas. Una de ellas es el cadáver exquisito, que trata de encontrar el inconsciente de un grupo: varias personas añaden a un dibujo o frase, otro u otra sin ver lo que han hecho las demás personas antes que ellas.

A solas con los propios pensamientos

No es la primera vez que lo decimos: lo que realmente pensamos y decimos aparece en los silencios, durante el aburrimiento. Para acceder a estas ideas conviene mirar un cuadro, la ventana, el suelo o incluso una pared (a la manera de Da Vinci).

Estas son solo algunas técnicas que pueden ayudarnos a conectar con el inconsciente colectivo. Y nos ayudarán si queremos enviar un mensaje o mostrar aspectos de cómo somos, o curar a un mundo angustiado.

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