ÉTICA DEL REWILDING
Renaturalizar o
recuperar lo salvaje es una de las soluciones a la crisis climática y
ambiental. Por eso, han surgido diversas modalidades de rewilding que plantean
distintos modelos y distintos conflictos éticos. Es necesario reflexionar sobre
todo esto antes de actuar. En el libro “Etica
del rewilding” de Cristian
Moyano se explican esas modalidades y se trata de responder a
muchas preguntas.
El objetivo del rewilding es dar protagonismo a la naturaleza; permitir que la naturaleza se gobierne; y «recuperar las funcionalidades, la salud y la integridad de la biota y de los ecosistemas». Sin embargo, no es un proceso evidente y hay distintas tendencias. En una, se persigue reducir la interferencia humana en los territorios elegidos para rewilding y dejar que el futuro lo decida la naturaleza, aunque no coincida con el deseable por unos cuantos humanos. En esta metodología, el ser humano puede actuar para incrementar la biodiversidad, pero el objetivo es actuar cada vez menos.
Otra forma de rewilding trata de retornar el territorio a un estado anterior,
incluso tratando de reintroducir
especies que ya no están presentes o especies similares, con el
objetivo bienintencionado de mejorar los procesos naturales. Como respuesta hay
quiénes defienden la necesidad de reconocer
que la naturaleza es cambiante y que, por tanto, no hay necesidad
de volver a un estado anterior, sino de minimizar la intervención humana.
Que el rewilding es urgente lo demuestran
multitud de datos. Por ejemplo: los
humanos, el ganado y las mascotas formamos el 96% del peso de todos los
mamíferos. Solo un 4% lo forman mamíferos salvajes. «La especie humana ha provocado la
desaparición del 83% de los mamíferos silvestres y ha destruido la mitad de las
plantas». Algunos piden proteger un mínimo del 50%
de las tierras y mares del planeta.
Cualquier actuación de rewilding planteará
debates concretos que requerirán una reflexión particular, pues, según
Moyano, no existen normas o
principios generales para todos los casos aunque pueden estudiarse
patrones que faciliten la toma de decisiones. Entre los pocos desacuerdos
entre ética ambiental y animal encontramos
el debate de si debemos ayudar a un animal salvaje herido; o si es ético
sacrificar animales para supuestamente preservar el equilibrio de un ecosistema
(caso de especies calificadas como invasoras).
Son debates interesantes, pero pequeños ante el grave problema al que nos
enfrentamos. Como afirma el autor, «retos como el cambio
climático o la pérdida de biodiversidad y
prácticas injustas como la ganadería
industrial o la contaminación
humana, pueden permitir una reconciliación entre ambos movimientos».
Para estudiar nuestro vínculo con la naturaleza, Moyano
analiza distintas corrientes filosóficas, empezando
por la escuela pitagórica (que
predicaba la compasión hacia todos los seres vivos y prohibía el consumo de
carne). También analiza las obras de Platón, Ovidio, Aristóteles, Epicuro,
Descartes, Spinoza, Kant, utilitaristas como John Stuart Mill o Peter
Singer, románticos como Hegel o Schelling, y más recientemente
Thoreau, John
Muir o Ralph W. Emerson. Otros filósofos analizados son, Adorno, Hans
Jonas y Arne Næss. Este último es el fundador de la ecología profunda que
mezcla distintas ideas occidentales con filosofías
orientales.
Es importante destacar que Moyano valora positivamente la
filosofía de las capacidades elaborada por el economista Amartya Sen y la
filósofa Martha Nussbaum (especialmente
si se aplica de manera no antropocéntrica). Para estos autores, el
bienestar es subjetivo y depende del contexto, por lo que no puede medirse de
maneras tan simplistas como el
PIB. Aplicado al rewilding, no se trataría de «recuperar
y gestionar de manera constante y antropogénica un ecosistema, seleccionando
paternal y caprichosamente qué funcionalidades son aquellas que se desean
reproducir, sino que lo importante es dejar que el ecosistema mismo se
autorregenere y se autorregule».
Es decir, podemos tener claro qué nos
gustaría conseguir, pero el rewilding marca el cómo
actuar, imperando «la premisa de
que la naturaleza sabe bien (habitualmente mejor que nosotros) lo que hace».
Debemos aceptar que los individuos
no humanos tienen capacidad de decisión y, aunque sus prioridades
no coincidan con las nuestras o aunque no podamos entenderlos, merecen nuestro
respeto y aceptación. Además, todos
los seres capaces de experimentar la vida tienen un valor intrínseco,
más allá del instrumental.
Las plantas, los hongos, los microorganismos o los ecosistemas evolucionan
sin capacidades racionales (como la conciencia o la imaginación) y sin algunas
capacidades sensitivas (vista, gusto…). Tampoco tienen un sistema nervioso que
les permita sentir dolor. Pero todo esto no debería ser un obstáculo para
emprender un rewilding.
Rewilding holocénico
Resumiendo, este tipo de rewilding pretende volver a un tiempo cercano,
trayendo de vuelta o aumentando el número de especies que en el Holoceno
florecían de forma equilibrada en espacios degradados por el humano
en el Antropoceno.
Aquí surge el problema de escoger adecuadamente las especies
que se deben fomentar (o salvar). Para esto surge el concepto de «especies clave» que son
aquellas que tienen un elevado
valor utilitarista. Es decir, son útiles por su forma de influir en el
ecosistema. Hay ejemplos bien conocidos, aunque a menudo solo se percibe la
importancia de estas especies cuando desaparecen.
El libro explica algunas de las especies clave mejor
conocidas. Por ejemplo, el lobo
gris desapareció de Yellowstone (EEUU)
y la superpoblación de herbívoros condujo a una pérdida sustancial de bosques.
Cuando en 1995 se reintrodujo, aumentaron los álamos y mejoró la vegetación y
la biodiversidad. Otro ejemplo son las ballenas, que fertilizan el mar con sus heces, mejorando el
plancton que es la base de la cadena alimenticia en los océanos. Por su parte,
la nutria marina favorece
la creación de bosques de algas laminarias, los cuales son fundamentales para
multitud de otras especies. Ello se debe a que las nutrias comen erizos, los
cuales a su vez devoran las laminarias.
En la península Ibérica, el conejo europeo es clave porque es alimento de multitud de
otras especies: linces, águilas, zorros, lobos… También se detallan en el libro
el oso grizzly de
Canadá y el castor europeo.
Por supuesto, puede haber especies
clave invertebradas: la procesionaria del pino, lombrices de tierra,
escarabajos peloteros… e incluso hongos. Todos ellos ayudan a devolver
nutrientes al suelo, entre otros servicios ecosistémicos.
Podría darse el caso de tener que elegir entre favorecer una especie clave o una especie en
peligro de extinción. Por desgracia, en muchos ecosistemas suelen
coincidir. Otro dilema ético podría darse si para introducir o favorecer
algunas especies fuera necesario algún sufrimiento individual, por ejemplo como la separación de manadas,
reducir competidores tróficos de las especies a proteger, o favorecer ciertos
animales que sirvan de alimento (caso de los conejos para el lince ibérico).
En el fondo, es una instrumentalización de los animales, porque no se busca su
bienestar individual, sino recuperar ciertos ecosistemas. Y además, a veces
sale mal porque no se tienen en cuenta todos los factores. Por ejemplo, la
reintroducción de osos en los
Pirineos ha tropezado con los cazadores,
y la reintroducción de buitres falla
allí donde se alimenten de ganado con diclofenaco, un fármaco antiinflamatorio.
De hecho, se ha demostrado que el ganado está tan medicado que hasta sus
excrementos son tóxicos para recicladores, como los escarabajos peloteros.
Aunque los
conceptos de especie invasora y plaga son imposibles de definir de forma
matemática, lo que es evidente es que no toda especie
exótica o alóctona es invasora. Como explica el autor, «una misma
especie ocasiona diferentes efectos según el entorno y el momento en el que
habitan». A veces, se tiene una visión muy corta. Por ejemplo, el elefante
vivió en Europa hace algunos milenios. ¿Sería una especie exótica si se
introdujera hoy? También hay quién considera plagas a algunas especies
autóctonas que molestan a algunos humanos. Por ejemplo, a
veces el jabalí se
considera plaga porque se introduce en núcleos urbanos, sin
tener en cuenta que la causa son los cambios ambientales realizados por los
humanos, básicamente eliminar sus especies depredadoras (como el
lobo) y la expansión de las ciudades sin límite. Sobre este tema,
recomendamos el documental Somos plaga.
Cristian Moyano estudia también los dilemas éticos de si permitir las
hibridaciones y de si ayudar a un animal salvaje que esté
sufriendo. Con respecto al segundo dilema, podría cometerse el error de
sentirnos superiores, salvadores, y con la falsa convicción de que sabemos
mejor que la naturaleza lo que hay que hacer. Por otra parte, deberíamos pensar
si estamos preparados para ver mortalidades masivas de animales salvajes, sin
que intervengamos. En todo caso, debemos reconocer que ayudar a un animal
salvaje podría causar indirectamente un sufrimiento mayor o limitar las
oportunidades de sus descendientes o de otras especies.
Para ayudar a esta decisión, Moyano propone pensar en
tres condicionalidades: quiénes se beneficiarán de ese sufrimiento;
cómo se ha ocasionado el problema; y cómo nos llega a nosotros. Por último, el
autor también añade que «si se llevan a cabo constantes intervenciones sobre la
naturaleza podría perderse ese significado que es propio del rewilding de
dejar que la naturaleza siga su curso y se autogestione».
Rewilding pleistocénico
El objetivo de este tipo de rewilding es
volver a un tiempo geológico muy antiguo y recuperar la megafauna extinta que dominaba la biosfera hasta
hace unos doce mil años: mamuts, tigres dientes de sable, mastodontes, etc.
Esto plantea serios problemas técnicos y éticos. Por una parte, no está claro
si algunas de esas especies desaparecieron principalmente por causas climáticas
o por la
caza, lo cual influiría en la decisión sobre qué especies revivir. Por otra
parte, aún no existen tecnologías de ingeniería
genética que permitan reconstruir especies extintas, aunque hay
avances significativos (como el CRISPR). Por eso, a veces se plantea utilizar especies similares de la actualidad.
Esta última opción (rewilding pleistocénico débil) plantea casi los
mismos debates éticos.
Muchas personas no querrán vivir cerca de animales que
consideran peligrosos. También se argumenta que ello supone una fuerte
instrumentalización de los animales. Es evidente que se contradice la propia esencia del rewilding,
porque supondría ejercer una tarea muy compleja de reintroducción de especies y
de su control. Es especialmente grave en el caso de utilizar ingeniería
genética, porque son tecnologías muy costosas en dinero y energía; y generan
un tecno-optimismo que
es —al menos en gran parte— culpable de la crisis ambiental. El libro también
debate otros aspectos, tales como la posibilidad de que los nuevos animales
contraigan y propaguen enfermedades.
Rewilding pasivo
Es quizás el rewilding más auténtico.
Propone permitir que la naturaleza
siga su curso desde el principio, sin acciones directas por parte del
ser humano. Moyano clasifica este tipo en dos clases, voluntario e involuntario, y cita
varios ejemplos. Entre los casos de rewilding involuntario
destaca el área de exclusión de Chernóbil (Ucrania),
tras el accidente nuclear. También hay regiones en las que el declive del
pastoreo o la emigración ha conllevado el abandono de tierras. La llamada España vaciada es, de hecho, una
oportunidad para devolver
espacio a la naturaleza pues, como decía Marta
Tafalla, la España vaciada está llena de biodiversidad. En este sentido,
la PAC de
la UE puede influir mucho, tanto positiva como negativamente.
¿Qué ventajas puede tener el rewilding? Según Moyano, normalmente mejora la cobertura vegetal, lo cual reduce la erosión y favorece la conservación del suelo. También aumenta la calidad del agua, reduce el riesgo de inundaciones y se incrementa el secuestro de carbono. La agricultura, y sobre todo la ganadería, son grandes fuentes de emisiones de CO2, por lo que reducir estas actividades es positivo para la acción climática y, además, suele aumentar la biodiversidad (al menos en algunos taxones). A veces, se alega como inconveniente que los bosques no gestionados son más difíciles de apagar en caso de incendio forestal. No obstante, hay que tener en cuenta que más del 90% de los incendios son provocados por el ser humano, por lo que sacar al humano de ciertos territorios reduce enormemente el riesgo de incendio.
El autor cuenta en el libro el caso de un área dejada
para rewilding pasivo en Escocia, que ha generado deforestación por culpa de una superpoblación de
ciervos rojos, debida a la ausencia de sus depredadores naturales.
Moyano lo deja muy claro: «difícilmente podrá entenderse como rewilding pasivo
una gestión que pase por cazar ciervos» y se muestra más partidario de métodos
menos invasivos, como las técnicas contraconceptivas o vallados que mantengan a
los herbívoros fuera de ciertos territorios. La caza es algo totalmente opuesto a la filosofía del rewilding.
Por otra parte, Moyano insiste que ante la duda es mejor abstenerse de actuar,
y que «un rewilding pasivo no siempre conduce a buenos
resultados para los ecosistemas». Obviamente, se refiere a corto plazo, porque…
¿quién puede saber el resultado a muy largo plazo?
Rewilding urbano y salud
El rewilding también debe dirigirse
hacia regiones urbanizadas y
hacia especies menos salvajes, como los llamados animales liminales (animales no domesticados, pero tampoco
plenamente salvajes, como algunos jabalíes). Como ya se ha dicho, se debe
examinar cada caso de forma individual, porque según el autor puede haber
situaciones en las que haya que mantener a ciertos animales alejados de las
ciudades, pero de manera general no hay argumentos para hacerlo. Un ejemplo que
plantea vivos debates es el caso de las colonias
de gatos asalvajados.
En este caso, las posturas extremas son descartadas
totalmente: ni se deben matar los gatos, ni se deben dejar sin control. Por
eso, los grupos animalistas defienden el método CER (Captura,
Esterilización y Retorno). También se proponen soluciones para evitar la
pérdida en biodiversidad que provocan los gatos, tales como prohibir la venta
de cachorros, multar a los propietarios de gatos no esterilizados que salgan de
casa sin correa, y también —para reducir las capturas de estos felinos—,
ponerles un cascabel (o
collares especiales).
Un caso exitoso es
la renaturalización del río Manzanares en Madrid. Y siguiendo su ejemplo
se ha propuesto hacer lo mismo en otros ríos, como el Guadalmedina
en Málaga. Los ríos sirven de corredores ecológicos y los beneficios de
renaturalizarlos en las ciudades no solo afectan localmente.
Cristian Moyano no es ajeno a algunos problemas que pueden darse cuando se
renaturaliza un territorio urbano. Uno de ellos es la gentrificación verde, por la que los
precios de alquiler y venta de un barrio suben al mejorar su calidad de vida.
Entonces, las personas más vulnerables pasan apuros o se tienen que ir a otras
zonas, normalmente menos saludables. Por otra parte, el rewilding urbano
puede generar en parte del vecindario sensación de abandono y de menor
seguridad.
No obstante, se ha demostrado que los espacios verdes mejoran la salud humana.
Por ejemplo, la exposición a zonas verdes urbanas aumenta la diversidad
microbiana de la piel y la nariz, mientras que la reducción de la exposición a
la microbiota parece ser causa de diversas enfermedades. Al fin y al cabo, el
ser humano no podría vivir sin esos microorganismos, y por eso, Lynn Margulis acuñó el
término de holobionte para designar un ser hospedador y sus
microorganismos asociados. Se ha estudiado que limpiar
mucho los hogares aumenta las alergias, especialmente en niños.
También hay datos que muestran que la ausencia de zonas verdes y la contaminación causan enfermedades como
cáncer, diabetes, enfermedades cardiovasculares, estrés, depresión, etc. Richard Louv hablaba del trastorno por déficit de naturaleza.
Para que los beneficios sean mayores, las zonas verdes no deben ser al estilo
de jardines franceses bien cuidados y gestionados. La naturaleza no es tan
ordenada y gestiona de forma mucho más eficiente.
Moyano es consciente de los graves daños ambientales que producen las ciudades y por eso
no solo propone un rewilding urbano donde sea posible, sino
que propone una reducción del consumo energético y un decrecimiento. También critica las
vías de comunicación por su alto impacto ambiental, por sus atropellos
de fauna y por fragmentar ecosistemas. Por eso, propone pasos
para fauna allí donde deban conectarse poblaciones no humanas; y que
sean costeadas por la propia industria del transporte.
Influencia en la alimentación, el turismo o la salud
A veces se argumenta en contra del rewilding con
argumentos sesgados. Por ejemplo, se dice que renaturalizar campos de cultivo
reduciría la producción de alimentos, y Moyano contra argumenta alegando que es
un punto de vista netamente antropocéntrico y, además, explica por qué «rewilding o
alimentación es, al menos hoy por hoy y a escala global un falso dilema». Un
ejemplo claro es cómo se están dedicando cultivos alimenticios para
producir biocombustibles (que
propiamente deberían llamarse agrocombustibles).
A nivel mundial no hay falta de alimentos pues, como
decían Nebel
y Wrigth, «la causa fundamental del hambre es la pobreza», porque «los
alimentos fluyen en la dirección de la demanda, no de las necesidades
nutricionales». Por tanto, lo que hay es una mala gestión alimentaria. Moyano, por ejemplo, se queja de lo poco
que se aprovechan algunos vegetales que crecen espontáneamente y que tienen
beneficios nutricionales (como las plantas
multifuncionales).
Podría usarse el rewilding como excusa o
compensación para devastar otros lugares, pero Moyano es muy tajante: «¿Cómo
vamos a tener la decencia moral de argumentar que actuamos éticamente al dejar
más espacios salvajes si para ello tenemos que devastar otros espacios?». Por
tanto, no puede usarse el rewilding como
contraprestación por una macrogranja, por ejemplo. Entre
otros argumentos, el autor sostiene que «la producción de alimentos debería ser
local y sin que se exporten los impactos a terceros países» (caso de la soja para
el ganado que deforesta Sudamérica, por ejemplo). Aunque la carne viaje muchos
kilómetros, el país productor es el que se queda la contaminación (como es el
caso del estiércol de las macrogranjas). Es preciso, como también decía Georgescu-Roegen,
transitar hacia una producción de alimentos «de un modo más armónico» (permacultura)
y sin usar caras tecnologías (carne cultivada en laboratorio, cultivos
hidropónicos…).
Otros temas analizados son:
- El ecoturismo y
cómo los que más contaminan (personas de clase
alta o viajando
en avión, por ejemplo) son a veces los más interesados en disfrutar de
la naturaleza.
- Problemas
de convivencia entre depredadores salvajes y ganadería (como el caso
del lobo en España).
- Cómo
los espacios salvajes o renaturalizados ayudan a prevenir pandemias
zoonóticas. El libro expone distintos ejemplos de cómo la fauna
salvaje ayuda a que no se propaguen enfermedades (como el coronavirus
de la COVID-19).
Rewilding interno
«El rewilding no es un proceso
exclusivamente biológico, sino también cultural», porque «la cultura incide sobre el trato a los
animales» y al entorno. El autor señala que hay familias que tienen
conejos, pájaros o peces casi como miembros de su familia, pero no por ello
dejan de comer carne de conejo, de ave o pescado. Todo se debe a un
condicionamiento cultural. Hay poblaciones indígenas que cazan para sobrevivir y, a la vez, se lamentan
por el animal al que han dado muerte.
Por eso, el autor explica que antes de aplicar el rewilding a un territorio concreto, se debe estudiar qué significados y símbolos proyecta en la gente de la zona y de las inmediaciones. «No se puede prohibir que se sienta pánico o aversión ante una cierta especie y obligar a sentir simpatía o compasión. No obstante, lo que sí puede hacerse es educar en unos nuevos valores que impliquen progresivamente una mirada diferente hacia lo salvaje«. Para ello, el autor explica varios factores en los que se debería incidir, tales como el decrecimiento (en lo que también incidió Marta Tafalla), humildad, solidaridad («más allá de nuestra propia especie») o esperanza, para confiar en que la situación puede mejorar y que podremos «colapsar mejor».
En definitiva, el autor sostiene la necesidad de «ecoalfabetizar«, proceso que podría ir
más allá de una buena educación ambiental, para llegar a sentir la naturaleza,
vivirla internamente. Para ello, algunos se han ido a contactar con la
naturaleza un día o varios (al estilo de las estrellas verdes publicadas en los Relatos Ecoanimalistas). Moyano critica los zoológicos como
herramientas de investigación, conservación o educación (como Laurel
Braitman). Para conocer la naturaleza real no sirve encerrarla; y por eso
hay que ir a verla en vivo a sitios cercanos.
Los viajes largos —especialmente
en avión— provocan demasiado impacto ambiental, contribuyen a la crisis
climática y eso afecta también a las especies y ecosistemas que queremos
conservar y admirar. Por eso, el autor critica el turismo
sin conciencia. Y sugiere herramientas como documentales y películas, libros, charlas, fotografías… o
la idea de ZOO
XXI para disfrutar de la naturaleza sin encerrar animales.
Rewilding, ¿cómo y para qué?
Se puede colaborar
con el rewilding de muchas formas: económicamente,
divulgando, proponiendo proyectos y también modificando nuestros hábitos
cotidianos que vayan en contra de la filosofía de renaturalizar. El autor
comenta que, acciones cotidianas
favorecen o entorpecen la conservación de la naturaleza. Y subraya
acciones como reducir
el consumo de carne (o ser veganos totalmente), evitar los pesticidas,
comprar productos locales, respetar las plantas
ruderales, proveer de comederos y bebederos para la fauna urbana, crear
huertos y bosques
urbanos, etc. En definitiva, acciones como las de la Cadena
Verde son sencillas de hacer, a la vez que mejoran y facilitan
cualquier acción ecológica. Como dice Moyano, hay insectos que viven muy poco
tiempo, por lo que permitirles vivir como vecinos (en nuestro balcón o jardín,
por ejemplo) puede marcar la diferencia entre vivir o no tener donde vivir.
Es posible que el rewilding mejore nuestro
bienestar, nuestra salud, nuestra felicidad, nuestro medioambiente… pero «hay que trascender ese interés personal y
tomar responsabilidades de justicia social, de justicia interespecies y de
justicia ecológica».
Es decir, mirar
menos por nosotros y más por todo lo demás.
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