CIEN COSAS QUE HEMOS PERDIDO CON INTERNET
QUE HACÍAN MÁS RICA NUESTRA EXPERIENCIA EN EL MUNDO
Lo que hemos perdido
–cosas como escribir cartas a mano, la atención indivisa de alguien, saber
estar aburridos o ubicarnos por nuestra propia cuenta– son detalles que al
sumarse revelan una profunda alienación
La editora de la sección de libros del New York Times tiene
nostalgia por la época previa al Internet. Pamela Paul tiene 51 años y con ello lo suficiente para haber crecido
libre de tecnología digital.
En su nuevo libro 100 Things We’ve Lost to the Internet, Paul
reflexiona sobre algunas de las cosas que hemos perdido. No busca que el mundo
abandone la tecnología; sabe que eso
es imposible. Lo que quiere es que reflexionemos un poco, llevemos las
cosas con más calma y quizá tomemos algunas decisiones para darle cabida a otra
forma de experimentar el tiempo.
Paul, que no tiene Netflix u otro servicio de TV por cable, cuestiona el hecho de que desde que nos levantamos hasta que nos acostamos nuestra vida está llena de notificaciones que se convierten en los eventos de nuestra vida cotidiana.
Parece que no tenemos opción: Vivimos en este océano de información, pero Paul nos recuerda que podemos al menos apagar muchas cosas y elegir no consumir todo lo nuevo, todo lo que parece necesario.Entre las cosas que hemos perdido, Paul enlista cosas como
"la soledad", "la atención indivisa de un padre",
"escribir cartas a mano", la "desinhibición", "tomar
riesgos " (o no googlear a una persona antes de
conocerla), "hablar con extraños en un avión", "el hábito de
mirar por las ventanas" (pues solo miramos nuestras pantallas).
Muchas de las cosas que perdemos pueden parecer
insignificantes pero tienen
notables efectos. No aprendernos números de teléfonos –y en general
no emplear la memorización– afecta nuestro cerebro y quizá puede estar contribuyendo
al aumento de enfermedades neurodegenerativas. Nuestro lenguaje se
ve modificado por el Internet. No leemos ya textos largos en general, pero
también escribimos diferente, de una manera más sencilla y directa. Paul
menciona que en las comunicaciones en línea hay una especie de horror
ante el "punto". "El punto", dice la editora, "puede
sonar sarcástico", como una fuerte negativa, o una forma pasiva-agresiva.
Mientras tanto, abundan los fáciles signos de exclamación, los que ahora
"comunican calidez y sinceridad". No usarlos en las comunicaciones
más comunes puede crear ansiedad e inseguridad en las personas.
Otra de las cosas que hemos perdido es la capacidad humana
de ubicarnos en el espacio. Por supuesto es bueno poder aventurarse a
lugares desconocidos con la ayuda del GPS y no perderse, pero también viene con
un mal. Ahora muchas personas no saben orientarse en su propia ciudad sin usar
la tecnología. Vivimos con prótesis.
Una de las reflexiones más importantes es la pérdida del
aburrimiento que implica tener constante acceso a todo el contenido que
deseemos en cualquier momento. Poder estar aburridos es esencial
no solo porque nos invita u obliga a inventar y a usar nuestra
imaginación, sino porque nos permite tener una vida interior, volvernos conscientes
de nuestra mente y no desesperarnos cuando no tenemos estímulos que nos
agradan. El iPhone ha matado el aburrimiento, pero también nuestra capacidad de
proveer nuestras propias imágenes y estar en silencio sin hacer nada.
En
una entrevista con El País, Paul menciona como hemos comprado la idea
de que la tecnología es neutral y que todo depende de nosotros. "Hemos
internalizado el mensaje de la industria, que si no adoptamos o usamos esa
tecnología el problema eres tú, no el producto. Y que eres un ludita, que
niegas el progreso”. Debemos recordar que esta tecnología ubicua no es una
realidad benevolente, sino que es siempre un negocio que tiene como principal
interés producir ganancias para las grandes empresas. El bienestar del
individuo difícilmente coincide con los intereses de compañías que
hacen dinero usurpando la atención de las personas.
El capítulo "Desinhibición" sugiere que los
jóvenes han perdido cierta capacidad de relacionarse con extraños y
hacer cosas arriesgadas porque sienten que todo lo que hacen queda grabado
y son juzgados por ello.
Todo lo que hacen es producido para las redes sociales,
calculando costo/beneficio. Escribe Paul: Cuando yo era adolescente era muy
insegura, si hubiera hecho algo increíblemente estúpido y me hubiera convertido
en meme, hubiera sido aterrador. Vivir con ese conocimiento de que todo lo que
puedas hacer, tonto, embarazoso, estúpido, arriesgado, peligroso para tu
reputación puede ser 100 veces mayor de lo que nunca imaginaste y perpetuarse
es espantoso.
Nuestras relaciones y la misma etiqueta social se
modifican. Ahora ya no se espera que alguien te dedique su completa atención,
porque debe también atender la parte de su vida que transcurre en sus
dispositivos móviles. Paul señala que ahora ya no "está mal llegar
tarde". Ha cambiado nuestra relación con el tiempo de los demás.
Creemos que no está mal llegar tarde, porque la persona tiene un móvil
y puede hacer cosas mientras espera.
Perdemos también el criterio para distinguir la
cosas que son importantes y las que no. Por ejemplo, el scrolling coloca
todas las noticias y sucesos de nuestra vida personal o de
nuestros amigos al mismo nivel de lo que ha ocurrido en la vida de
la película o la celebridad de moda. Aunque podamos sentir que son distintos,
en el bombardeo de estímulos luego lo olvidamos.
Otra cosa que hemos perdido es la facultad del
descanso total. No sólo porque estamos conectados todo el día, y
siempre a un par de clics de distancia de revisar nuestros correos y feeds y
por ello nunca estamos completamente libres. También porque no estamos hechos
para manejar tanta información, tantos perfiles, tantos contactos y vidas.
Todos los cuales siguen girando dentro de nuestra psique. Toda
información tiene un costo energético, debe metabolizarse de alguna manera.
"Creo que lo que sucede es que todos estamos
viviendo las vidas emocionales de las personas famosas, constantemente
necesitando reaccionar a un mundo que es más grande que el mundo humano que de
otra manera estaríamos habitando. Esto es emocional y psicológicamente muy
difícil de manejar, al igual que es difícil para la celebridad. Pero ellas
tienen la ventaja de ser ricos y probablemente bellos y tienen muchos
privilegios.
El Internet nos ha quitado la posibilidad de un
espacio en el cual podemos hacer silencio y estar vacíos del
constante contenido del mundo público y de su "influencia". Por
supuesto, todavía podemos hacer este espacio, pero ahora requiere de un acto de
esfuerzo y de conciencia. Para
muchos que han crecido dentro de la pecera digital, imaginar un mundo distinto
ni siquiera pasa por su mente.
Encuentra en este enlace el libro 100 Things We’ve
Lost to the Internet, de Pamela Paul
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