LOS CHICOS NO ESTÁN BIEN
El otro día fui a dar una charla sobre el clima a mi antigua
escuela secundaria en Ginebra y a quien le dieron una clase magistral fue a mí,
una clase acerca de nuestros fallos. Esta es la historia de un día que me
conmovió.
Ya había dado antes charlas climáticas en institutos. En
2019, los primeros huelguistas climáticos de Ginebra me invitaron a recorrer
las escuelas secundarias la misma mañana de su primera huelga. Fui, con un
amigo, corriendo en nuestras bicicletas de un instituto a otro y luego a otro…
tantos como pudimos durante toda la mañana. Por aquel entonces el estado de
ánimo era eléctrico, de emoción y compromiso. El alumnado había tomado el
control de la agenda: iban a poner sus preocupaciones y las necesidades de su generación
en el centro del debate. Iban a poner las cosas a andar. Hubo muchas preguntas
sobre ciencia del clima, proyecciones, impactos, acciones… Todos estaban
emocionados de poder participar y aprender.
Tres años (y una pandemia) después, el estado de ánimo no podría ser más diferente. Me di cuenta mientras hablaba a un auditorio lleno de jóvenes de 16 a 17 años, entre un murmullo general que a veces disminuía un poco, sin desaparecer del todo en ningún momento. Pensé que los estudiantes podrían estar aburriéndose por aspectos concretos de lo que les estaba contando.
Fuentes de emisiones, tendencias, probabilidades de impacto específico, tipos de acciones de mitigación… Repasé los temas con la esperanza de llegar a alguno que les interesara. Y al final, durante la sesión de preguntas y respuestas, acabó saliendo a la luz.Una chica agarró el micrófono y se aferró a él. Sus
preguntas fueron rápidas, claras y ampliamente aplaudidas por sus compañeras y
compañeros. Resultaba evidente que estaba canalizando el zeitgeist de
la sala. Esto es lo que me quedó grabado de algunas de sus preguntas:
- ¿Por
qué estás aquí hablando con nosotros? No podemos hacer nada. Solo los
políticos, solo los líderes empresariales, pueden hacer los grandes
cambios de los que hablas. ¿Por qué no hablas con ellos?
- ¿Por
qué nos hablas de optimismo [Nota: De hecho no les hablaba de eso,
pero quizás habían anunciado mi presentación como tal cosa], de
posibles acciones, cuando todos sabemos que nada de eso va a suceder?
- Todas
esas personas que ostentan el poder conocen este problema desde hace mucho
tiempo. Sin embargo, el IPCC publica un informe tras otro explicando que
tenemos que actuar en unos pocos años, y nada sucede, nada cambia. ¿Por
qué crees que esta conversación tuya con nosotros puede servir para algo?
Mi antiguo instituto no se parecía en absoluto a esto. Respondí
lo mejor que pude, no muy bien. Me di cuenta de que los tiempos habían cambiado
y que los jóvenes de 16 años de hoy estaban en otro lugar, mucho más allá de
donde estaban los de 2019. Su estado de ánimo era de profunda y fría
frustración, de traición. Pesimismo, incluso desesperación quizás, pero también
de desprecio. Yo les había fallado, seguro, pero no había duda de que también
lo habían hecho los otros adultos presentes en sus vidas. Fue como si me
sacudieran.
Durante el resto del día, y hasta el día de hoy, llevo
pensando en esa experiencia, en lo que dijeron aquella chica y los demás del
auditorio, el sentimiento en aquella sala. He aquí mis reflexiones:
Primero: debería haber escuchado antes de hablar
Llegué con una presentación climática clásica, repetitiva,
llena de cifras, hechos y citas del IPCC. Ellos no necesitaban esas cosas. En
lugar de eso, debería haber dejado tiempo y espacio para que dijeran lo que
tenían que decir, para expresar lo que querían escuchar. Como oradora
académica, tengo el temor constante a que me pregunten sobre temas que están
fuera de mi experiencia, por lo que naturalmente me aterroriza no tener 200
diapositivas de PowerPoint a mano. Pero no se trataba de eso.
Ya no se trata de mi experiencia. Se trata de escuchar lo que los estudiantes
piensan y quieren. Los mayores la cagamos: ahora es su turno de tener la
oportunidad de guiar el asunto.
Decidí poner en práctica lo de escuchar primero aquella
misma tarde con mis estudiantes universitarios. Fue estupendo. Una experiencia
increíble. Enseguida os cuento más sobre esto…
Segundo: tienen necesidad de saber más acerca del poder y
del cambio
Estaba claro que aquellos estudiantes de secundaria se
sentían impotentes y también sabían que lograr un cambio real estaba mucho más
allá de su alcance. Sí que conocían la acción ciudadana, el voto, las
protestas… pero también que nada de eso había funcionado y no veían un espacio
de lucha del que pudieran aprender o al que pudieran impulsar.
No querían escuchar nada sobre trayectorias de emisiones y
sí sobre trayectorias de lucha popular, de cuándo y cómo las personas sin poder
habían cambiado el mundo.
Yo sé un poco sobre esto, porque es algo sobre lo que
también estoy tratando de aprender, así que podría haberles dado elementos de
mi charla sobre «cómo el
activismo podría funcionar«. Lo cual todavía estaría lejos de ser algo
perfecto, pero ya sería mucho mejor de lo que había hecho.
Tercero: ¿de qué está hecha la traición?
Aquella mañana en la escuela secundaria no tuve tiempo de
preguntarles a los estudiantes qué era lo que les estaba haciendo acumular su
frustración y sentimiento de traición, así que por la tarde les pregunté a mis
estudiantes universitarios qué pensaban que podría ser. A continuación enumero
la esencia de sus respuestas:
- Los
adolescentes ven a los adultos (¡en serio!) como personas responsables que
los orientan y protegen. Ven a los políticos como los adultos de los
adultos. [Nota: estoy completamente impresionada por esa expresión] Ver
a los políticos que saben lo que está pasando pero que no actúan, y a los
adultos a su alrededor de la misma manera, les perturba profundamente.
- Los
acuerdos internacionales, las reuniones de la Conferencia de las Naciones
Unidas sobre el Cambio Climático (COP), se suceden como grandes
espectáculos anunciados a bombo y platillo, pero luego se vacían de
sustancia y de toda posibilidad de cambio. Luego, los líderes y los medios
le dan la vuelta al asunto y nos echan la culpa a los individuos, como si
fuéramos los únicos que pudiéramos hacer algo.
- Todo
el mundo lo sabe y nadie actúa como si importara. Nadie se lo está tomando
en serio. Todos los días, en Instagram, vemos a personas que conocemos
tomar vuelos solo para pasar el fin de semana. Todo el mundo lo sabe y a
nadie le importa. Es pura e indisimulada hipocresía.
- Los
informes son cada vez más desesperados, las declaraciones cada vez más
urgentes. Siempre quedan tres años para salvar el planeta, pero luego nada
cambia.
- Hay
un cambio, porque cuando comenzó el movimiento de huelga climática
estábamos luchando contra un negacionismo climático colectivo. Nadie
hablaba de la crisis climática. Ahora la crisis climática es mucho más
notoria, pero como nadie actúa, parece que hay una elección colectiva
deliberada para condenar a muerte a muchos seres humanos.
- Muchas
marcas se están subiendo al carro, saliendo con súper-declaraciones que
son, como mucho, un lavado verde. Lo mismo pasa con las declaraciones
políticas: grandes discursos públicos, pero luego ninguna acción.
- Hemos
visto que la Covid y la guerra de Rusia contra Ucrania realmente pueden
causar cambios de la noche a la mañana, pero con el clima, que se supone
que también es una crisis real, no se hace nada.
- El
sistema está atascado, petrificado. Nadie sabe cómo cambiarlo. De hecho,
los adultos se identifican más con el sistema que con la realidad de la
crisis climática.
Cuarto: un desgarro en el tiempo
Así que aquel día aprendí un montón. Aprendí que los jóvenes
que llamaron la atención al mundo sobre la crisis climática no necesariamente
ven ese logro de atención como una victoria. En aquel entonces, cuando había
silencio y negacionismo, la inacción podía explicarse porque el clima no era un
tema lo suficientemente relevante como para que alguien se preocupase o
actuase. En gran parte debido a las huelgas climáticas de 2018-2019, el
problema del clima se disparó hasta la cima de la agenda, al menos en
apariencia.
Y, como resultado, la inacción ahora se percibe como una
decisión deliberada e inevitable. Los adultos (y sus adultos) saben
que están condenando y dañando a los jóvenes y aun así lo siguen haciendo.
El dolor y la desesperación son inmensos. No es de extrañar que los estudiantes
de secundaria murmurasen mientras yo les hablaba sobre las emisiones y los
grados de calentamiento y los impactos. Nada de eso parece importar ya. Es como
venir a una escuela victoriana y señalar a los alumnos que para golpearlos se
usan palos y que las palizas duelen. ¡No me digas! Lo que
quieren saber es cómo quitarles el palo a los adultos. Necesitan aprender a
convertirse en un contrapoder que pueda quitarnos la capacidad de dañarlos.
Y es por eso que desearía haber tenido al menos la
oportunidad de discutir de activismo y las trayectorias de lucha con ellos.
Porque tienen al menos una pequeña posibilidad de poder ser ese contrapoder, de
quitarles el palo climático a los adultos (y los adultos de los adultos).
Sí, la información por sí sola no es suficiente. Pero hay mucho más que hacer.
Epílogo: una buena lección
Así que aprendí algo aquel día, y espero que vosotros
también. Quería escribir esto, no de una manera elegante, sino rápida, porque
era muy importante para mí y quería compartir cómo fue aquella experiencia.
Por la mañana suspendí, pero por la tarde apliqué mi primera
lección y pregunté a mi alumnado en la universidad sobre qué querían pensar y
oír. Respondieron muchas cosas, pero principalmente que la docencia que habían
recibido hasta el momento había estado demasiado orientada a los problemas y
que querían aprender a trabajar en soluciones y cómo se podrían vislumbrar
estas en los diversos sectores profesionales. Querían averiguar qué resortes
tocar para efectuar el cambio en los sistemas políticos y económicos
completamente entrelazados. Querían saber sobre los aspectos legales y
comerciales de una transformación sistémica. Y querían tener más oportunidades de
discutir su educación y hacia dónde se dirige.
Así que… tiré la presentación de PowerPoint que había
preparado. En cambio revisé las diapositivas del IPCC
AR6 WG3 sobre soluciones sectoriales y las discutimos una a una, en la
medida de mi competencia. También debatimos sobre el secuestro del Estado, los
grupos de presión industrial, los intereses creados y las barreras para el
cambio, las nuevas tecnologías y su colonialismo, y ver el trabajo de cada
quien como un esfuerzo por lograr un cambio sistémico.
Fue una de las mejores experiencias docentes que he tenido.
Hubo sonrisas y entusiasmo e incredulidad, expresiones de frustración, risas y
toda la gama del esfuerzo humano. Fuera lo que fuera, ya no lo sentí como una
traición.
https://www.15-15-15.org/webzine/2022/06/04/los-chicos-no-estan-bien/
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