FILOSOFAR ENTRE REJAS
Acercar la filosofía a los que están privados de libertad
puede tener importantes beneficios. Este libro muestra la experiencia de un
grupo de personas expertas en filosofía que han trabajado en prisiones de
España y Latinoamérica. En el fondo, cualquier vida puede convertirse en una
cárcel. Y a la vez, es posible sentirse libre estando en prisión.
El objetivo de José Barrientos (editor del libro
y profesor de la Universidad de Sevilla) es fortalecer el pensamiento crítico,
conocerse mejor y aprender a controlar mejor las emociones. Su herramienta es
la filosofía estoica.
Estoicismo experiencial
La filosofía no es solo para explicarla en clases teóricas. Se puede también practicar y aprender de las experiencias de la vida. El estoicismo es una escuela filosófica que suele decirse que surge con Zenón de Citio (siglo III a.C.) y dura hasta Marco Aurelio (siglo II), aunque en realidad la filosofía estoica nunca se fue del todo.
En esta escuela se enmarcan Epícteto, Séneca, Crisipo, Sellar, Foucault y Boecio, por citar algunos personajes. La esencia del estoicismo podría ser la imperturbabilidad ante las dificultades de la vida, es decir, controlar bien las pasiones para no ser dominados por los instintos. Se trata de entrenarse para poder soportar los golpes de la fortuna (en tres dimensiones: el logos, el ethos y la physis).
Boecio escribió en prisión La
consolación de la filosofía, un año antes de ser ejecutado. Pretende
explicar por qué a veces los malvados tienen éxito y los justos pueden acabar
condenados. De ahí toma el nombre el proyecto BOECIO para
llevar la filosofía a las cárceles. No pretende la reinserción social de los
presidiarios, sino sacar a las personas del estereotipo de ciudadano que consume
para ser feliz. Son muchos los que roban para satisfacer esas necesidades
falsas y artificiales que nos han colocado en la mente.
En la cárcel —como en la vida— resulta muy útil aprender a
manejar la violencia, la manipulación, el pensamiento crítico y la cooperación.
Como dice Barrientos, «la libertad no se posee, sino que se entrena
para poder ejercerse». La vida puede ofrecernos una prisión más cerrada que
una cárcel. Por ejemplo, cuando deseamos comprar algo que no necesitamos, o
cuando no podemos disfrutar de las vacaciones que nos gustaría.
El estoicismo llama “pasiones” a
las emociones dañinas (ira, ignorancia, codicia, culpa, insatisfacción…) y
sugiere analizar los problemas de la vida primero desde fuera, como un
espectador en un teatro, y luego desde dentro. El budismo se
acerca al estoicismo al intentar eliminar el apasionamiento desmedido y gobernar
las pasiones, o los estados alterados de conciencia. Para ello, se proponen
once mecanismos. Uno consiste en estar atentos a los primeros síntomas y
detener ahí la pasión, intentando ver la realidad, sin interpretaciones. También
se puede aplicar el humor y dejar de darle vueltas mentales al problema: hay
que pensar menos y actuar más (ocuparse y no preocuparse), pero sin pretender
conseguir un logro. Es decir, hay que actuar en conciencia, desapegados del
objetivo (tal y como Vivekananda explicaba en su Karma
Yoga). Otras técnicas son apartarse de personas o situaciones que nos
generan problemas; y entender que los contratiempos o enemigos son
oportunidades para crecer y para demostrar nuestra fortaleza.
Podemos perderlo todo
La Praemeditatio malorum es una
actividad que consiste en imaginar que perdemos algo, con el
objetivo de prepararse para esa posibilidad. Dado que la persona sabe que la
pérdida no es real, hay cierta relajación que facilita el entrenamiento. Se
puede empezar imaginando pérdidas poco dolorosas e ir aumentando la
importancia.
Al morir, lo perdemos todo. Por eso es
importante prepararse para perder cualquier cosa, incluso la
vida. Como efecto secundario, se consigue apreciar más lo que
tenemos, empezando por el simple hecho de vivir. Librarse de apegos y
deseos es esencial para evitar el sufrimiento. La vida nos enseña que podemos
perder cualquier cosa que sea valiosa para nosotros. Es mejor estar preparados.
Es un error suponer que todo lo que tenemos lo hemos
conseguido exclusivamente por nuestro esfuerzo. Entender eso nos hace ser
más agradecidos. El ejercicio sobre esto debe incluir reflexionar sobre
lo que hacemos para conservar aquello que valoramos. En el caso de que sean
personas, se puede contactar con ellas para mostrarles explícitamente
agradecimiento.
Un ejercicio adicional sobre esto es practicar la
pérdida de algo real de forma voluntaria. Por ejemplo, dejando de
comer algo que nos guste, evitando fumar unos días, rechazando usar un brazo en
ciertas actividades, regalando algo…
Otra técnica es el acto de atención. Consiste en centrar
la mente en el presente y alejarla de otros pensamientos. Podemos
fijarnos en nuestras percepciones, deseos y aversiones concretas. Esto es muy
similar a algunas prácticas budistas y al mindfulness.
Aceptación
En toda vida hay situaciones que no se pueden cambiar. En
tal caso, la frustración es fácil que surja, pero también es inútil. En
cambio, aceptar las cosas como son nos permite vivir con mayor
serenidad. Algunas preguntas clave que se plantean son: ¿Podemos ser
felices estando privados de libertad? ¿La libertad depende de nosotros?
Uno de los ejercicios que se plantean es poner audios con
sonidos incómodos o fotos desagradables, por ejemplo, de temas ambientales
(contaminación, basuras, deforestación). El ejercicio consiste en pensar cómo
incentivar la aceptación humilde, a la vez se reflexiona sobre qué se puede
hacer ante esa situación. Hay que ejercitarse en buscar soluciones y, donde no
sea posible actuar, evitar el
enfado y la queja constante. Séneca decía que «hay que
habituarse a la condición de uno y quejarse de ella lo menos posible», e
invitaba a usar la razón para buscar soluciones cuando sea posible.
Otro ejercicio que se plantea es buscar situaciones reales y
estresantes para los participantes. El objetivo puede ser rendirse ante
todo aquello que no se puede controlar. Séneca diría que esto
es lo propio en seres extraordinarios que logran desprenderse de todo, para
dedicarse a su propia vida. Por su parte, Epícteto dijo: «Suelta
el deseo; no desees mucho y lo obtendrás»; y también: «No pretendas que
lo que sucede, suceda como quieres, sino quiérelo tal como sucede, y te irá
bien».
Epícteto añadió: «Nunca digas respecto de
nada “lo he perdido”, sino “lo he devuelto”». Esto nos recuerda que todo lo
que tenemos, lo tenemos prestado. Toda la vida es “de paso”.
Por eso, debemos buscar la belleza en todo. Marco Aurelio encontraba
fealdad en ciertas cosas (la podredumbre, o la espuma de la boca de los
jabalíes) y de ellas dijo que «sin embargo, al ser consecuencia de ciertos
procesos naturales, cobran un aspecto bello y son atractivas».
Para lograr esa aceptación es útil usar la fortaleza
estoica. Una técnica que recomendaba Marco Aurelio es alejarse mentalmente de
la circunstancia que provoca el conflicto. Es como visualizar los hechos desde
arriba, de forma alejada y externa.
Gimnasia y diakrisis
Los estoicos no solo trabajaban la mente. También el cuerpo.
Esta gimnasia (gymnastiké) puede ser de muchas formas. El libro
recomienda pequeñas situaciones físicas adversas. El objetivo no es sufrir sino
fortalecerse. Epícteto veía bien acostumbrarse a pasar frío, calor,
sed, hambre, a una cama dura, a tener paciencia en el trabajo e incluso a saber
abstenerse de placeres. Controlarse a uno mismo nos prepara para poder
afrontar las adversidades (físicas y psíquicas).
Los ejercicios que nos proponen pueden ser, por ejemplo:
ayunar, no fumar, dormir en el suelo algún día, hablar con alguien que nos
resulte antipático, guardar silencio durante 24 horas, aguantar la respiración,
ejercicios de calistenia (flexiones, sentadillas), aguantar situaciones
indeseables (ruidosas, con frío). Según Séneca, soportar los tormentos
nos obliga a usar grandes virtudes: paciencia, fortaleza, prudencia o
perseverancia. Por su parte, Epicteto recomendaba «hacer desaparecer de
la propia vida los padecimientos y las lamentaciones».
Marco Aurelio resaltó que mucha gente busca
retirarse lejos para descansar, cuando retirarse en uno mismo es
algo más fácil, y al alcance de todo el mundo.
El proceso de diakrisis es el que
permite distinguir lo que podemos modificar de nuestra existencia de aquello
que es inmutable o no depende de nosotros. “Los estoicos animan a
ocuparse de cambiar lo primero y aceptar lo segundo”. El libro comenta
varias técnicas para ambas cosas. Un ejemplo: “Si no está en
nuestra mano evitar la muerte de un ser querido o resucitarlo, hay que ser
indiferente para que, al menos, la vida no nos robe el sosiego y el equilibrio”.
Pero aclara: “La aceptación no es sinónima de inacción, sino un
mecanismo inteligente para dirigir las fuerzas limitadas hacia aquello que se
pueda cambiar”. Séneca decía: «Esfuérzate en no
hacer nunca nada a la fuerza» (lo cual recuerda al wu-wei del
taoísmo).
Phantasia y phantasma
Crisipo y Epícteto destacan
cómo, nuestra interpretación de lo que nos sucede dirige nuestra vida. Crisipo
llama phantasia a nuestra representación de la
realidad basada en hechos, y llama phantasmas a opiniones
no basadas en la realidad, sino en algo imaginado. Por ejemplo, estar en la
cárcel no suele ser algo deseado, pero se puede ver como el peor de los
castigos (algo que no es real), o como un momento que puede aprovecharse para
aprender y transformarnos. Los hechos que valoramos como negativos, podemos
verlos como posibilidades para nuestro entrenamiento filosófico, para mejorar
nuestro control sobre nosotros y agradecer a la vida esa posibilidad. Séneca decía:
«Cada uno es tan desgraciado como lo cree».
Los tres últimos capítulos se dedican a fomentar el pensamiento
crítico, una herramienta que “somete a análisis los objetivos
últimos de la acción del individuo que lo emplea”. Especialmente
interesante es el estudio de las falacias, formas de argumentar
típicas de la clase política, con las que se pretende sustentar una idea
basándose en elementos que nada tienen que ver con la misma. Algunas de las
estudiadas son las falacias ad hominen, ad populum, ad
baculum, la falacia del falso dilema y las falacias de apelación a la
tradición o a la innovación. La falacia se emplea mucho para defender
tradiciones (como
la tauromaquia o la
caza) o para defender lo nuevo (como todo
lo tecnológico), pero nada es mejor (o bueno) por ser una tradición o por
el mero hecho de ser algo innovador. Por eso, sin una actitud crítica, será muy
fácil que nos manipulen desde la publicidad o desde la tarima de cualquier
mitin.
https://blogsostenible.wordpress.com/2022/06/08/libro-filosofar-entre-rejas-de-jose-barrientos/
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