LA HIPÓTESIS DE LA COLMENA
Comunismo, socialismo
y fascismo, ¿biológicamente condenados al fracaso?
¿Alguna vez se ha preguntado cómo es posible que, en la
especie humana, todos los modelos de organización, basados en el totalitarismo
de Estado, hayan fracasado o estén en vías de hacerlo? ¿Cómo es posible que la
utopía de la equidad y el monopolio de la moral promuevan el surgimiento de
castas despóticas, con la consiguiente represión e insurrección popular, en un
ciclo sin fin?
En este artículo explicaremos la hipótesis de la colmena. Un
planteamiento original que utiliza conceptos de la Selección Multinivel, la
Sociobiología (fundada por Edward Wilson), la hipótesis del gen egoísta
(enunciada por Richard Dawkins), la teoría sintética de la evolución
(neodarwinismo), y los modelos de sistemas espontáneos con propiedades
emergentes (desde la perspectiva de Nassim Taleb).
Algunos echarán en falta determinados matices y excepciones, que se han omitido para favorecer la divulgación de un tema tan sumamente complejo. La idea central será una: comunismo, socialismo y fascismo, para funcionar, requieren que el ser humano deje de ser humano.
1. INTRODUCCIÓN
Imaginemos una especie de insectos eusociales (verdaderos
cooperadores por naturaleza), por ejemplo, las abejas melíferas, la especie
típica en la apicultura. Su sociedad se basa en una jerarquía de
castas: reinas, obreras y zánganos. Cada uno de estos pequeños seres ha
sacrificado su libertad individual, con el objetivo de perpetuar los genes que
portan todos ellos en común. Como diría Richard Dawkins, con tal de transmitirse, a los genes no les
importa el cómo.
Así pues, las abejas forman un organismo colmena.
Sus individuos tienen una genética muy similar, y la fertilidad está repartida por
castas y circunstancias. Aquí, el totalitarismo está favorecido evolutivamente,
al contrario que en el ser humano.
2. FUNCIONAMIENTO DEL TOTALITARISMO EN LAS COLMENAS
Genética de los individuos
Para entender cómo y por qué funciona el totalitarismo en
una colmena, primero, debemos explicar el parentesco de sus individuos.
Las princesas y las obreras, engendradas por la reina,
provienen del mismo tipo de huevo. Si las larvas reciben jalea real se
transformarán en princesas (individuos fértiles), y si reciben polen y
néctar serán obreras (individuos que deben mantenerse estériles para
favorecer la cooperación). Esto es debido a que su dieta silencia determinados
genes, por un proceso conocido como metilación, y promueve la expresión de
otros, mediante el proceso opuesto conocido como acetilación.
Las obreras y princesas, entre todas ellas, comparten como
mínimo el 25 % de los genes, porque tienen la misma “madre”, pero distinto
“padre”. Esto se debe a que la reina madre, cuando era joven, se apareó con
10-20 zánganos y almacenó sus espermatozoides en un órgano especial, llamado
espermateca. De esta manera, la reina puede engendrar a los servidores de su
colmena durante toda su vida.
Los zánganos proceden solamente de la reina, no tienen
“padre”. Nacieron por un proceso conocido como partenogénesis, en otras
palabras, un óvulo de la reina que no fue fecundado por ningún macho, por lo
cual poseen la mitad de cromosomas que reinas y obreras.
Comportamiento de los individuos
La regla general es que a mayor parecido genético, mayor
probabilidad de cooperación (regla de Hamilton).
En una colmena típica, la reina “somete” a princesas,
obreras y zánganos, sofocando intentos de cualquier obrera por generar sus
propios zánganos (porque, aunque sean estériles, algunas pueden hacer
partenogénesis).
Por otra parte, la reina regula, destierra o asesina a
nuevas princesas, puesto que, aunque compartan el 50 % de su genética con
ellas, son fértiles, son una competencia, y es más adaptativo que funden su
propia colmena en otro sitio o momento.
La relación con los zánganos hijos sigue el mismo principio.
Comparten el 50 % de la genética con la reina madre, y tienen un tiempo y
propósito de nacimiento. Sin embargo, bajo condiciones adversas, pueden ser
asesinados y reciclados, para asegurar la supervivencia de la genética de la
reina. No tiene sentido invertir recursos en “vehículos de transmisión”
si existe baja probabilidad de éxito.
En resumen, reinas, princesas, obreras y zánganos son subyugados
por el organismo colmena, de lo que se extrae un concepto sumamente
fascinante y complejo: la tiranía de los genes es una consecuencia de la ley
de causa y efecto que opera en el universo.
3. ¿POR QUÉ EL TOTALITARISMO NO FUNCIONA EN EL SER
HUMANO?
Porque somos animales sociales, no eusociales. Todos
somos fértiles, de diferente herencia genética, epigenética (expresión
de los genes) y cultural. Habitamos un ambiente concreto
y, debido a nuestra mente, surgen nuevas propiedades, como la
consciencia y la libertad (entendida como la capacidad de elegir). Estos
factores hacen que la cooperación y el altruismo funcionen de maneras muy
distintas.
Debemos destacar que la influencia de la genética en la
libertad no es algo nuevo. En 1975, Edward O. Wilson, investigando
las hormigas, divulgó que los modelos de reparto eran inviables en humanos,
motivo por el cual fue agredido en una conferencia. Sus críticos apelaron a
la selección de grupos, que dice: los grupos de individuos
cooperadores prosperan más que los grupos de individuos no cooperadores. Esto
es un hecho empírico, no obstante, sólo se aplica a grupos pequeños, y de cooperación
voluntaria, tal y como demuestra la teoría de la cooperación. Por
lo que la viabilidad de un sistema depende de la escala de aplicación, y
de la ausencia o presencia de libertad.
4. ¿POR QUÉ HA SOBREVIVIDO EL TOTALITARISMO A LA
SELECCIÓN NATURAL?
Porque el ser humano también está influenciado por la herencia
cultural. Es una propiedad emergente, de un cerebro consciente
de 1300 cm3. Así, aunque una ideología haya fallado empíricamente,
puede sobrevivir plasmada en cualquier soporte, hasta infectar al siguiente
cerebro. No es tan difícil. Nuestra memoria, capacidad de atención y potencia
de procesamiento son limitadas. Los sesgos cognitivos y la interferencia de las
emociones son algo difícil de controlar.
Gracias a los descubrimientos de George Zacharopolus,
hoy sabemos que los alumnos de matemáticas tienen más facilidad para “apagar”
áreas cerebrales, de pensamiento no racional, mediante el neurotransmisor GABA.
De esta manera, el cerebro reduce las interferencias emocionales en el
pensamiento lógico. ¿Podría la actividad emocional, regulada por GABA, explicar
por qué defendemos determinadas ideas irracionales? Sin duda, sería un tema de
gran interés.
5. ¿QUÉ NECESITAN COMUNISMO, SOCIALISMO Y FASCISMO?
Aniquilar la libertad individual
La historia y las abejas nos demuestran que es necesario
aplicar la cooperación forzosa, para acercarse a la equidad.
Sin embargo, los dirigentes humanos, al ser fértiles y genéticamente distintos
al resto, no están biológicamente incentivados a hacer el bien común, sino a
favorecer a sus parientes y amigos, como sucede en el nepotismo.
En el caso concreto de España, nuestro modelo político no
promueve la supervivencia del más apto, sino del más fiel. Por eso, durante la
crisis COVID-19, vimos las decisiones más anticientíficas,
dogmáticas, emocionales e instintivas del presidente, ministros y asesores, así
como de medios de comunicación, celebridades y hasta científicos y médicos, que
fueron utilizados a modo de bustos parlantes, como señalábamos en el artículo
de marzo de 2020, titulado “COVID-19: el origen del pánico”. A pesar de la
gestión tan nefasta y cruenta, la unidad y la impunidad
política prevalecieron, lo cual sólo se explica por la endogamia
del poder.
Adoctrinar a las generaciones presentes y futuras
Cada persona, de las generaciones venideras, no está
naturalmente predispuesta a someterse a la cooperación forzosa de
la anterior generación. Por eso, hay que aplicar la herencia cultural,
las ideas. Se necesita crear una impronta, tan fuerte, que hasta los ciudadanos
repriman a sus semejantes, igual que hacen las abejas obreras. Los líderes
infectan las nuevas mentes con pensamientos mágicos (razonamientos
sin base empírica), y los ciudadanos terminan viviendo en una burbuja aislada
de la realidad, cerrándose el bucle.
Como dijo Jordan Peterson en sus clases
citando a Nietzsche: “Él sabía que el vacío de Dios lo tendría que
ocupar alguna ideología de segunda mano, como el marxismo o el fascismo.
Nietzsche, al igual que Dostoievski, fue el gran profeta de los
baños de sangre del siglo XX”.
No obstante, “nosotros también somos responsables”, como
señalaba Javier Benegas, en su libro Vindicación (2021). Es cierto
que el Estado constantemente se atribuye el monopolio de la economía y la
moral, infiltrándose a todos los niveles, pero hasta entre las rejas del
autoritarismo somos libres.
Aumentar la dependencia con el Estado
Para alcanzar el totalitarismo, hay que conseguir que el
ciudadano entregue más capital y funciones, a cambio de una falsa sensación
de comodidad. ¿Le dice algo el aumento en las últimas décadas de becas,
ayudas, prestaciones y servicios públicos, y su correlación y causalidad con el
aumento de la fiscalidad y la pérdida de poder adquisitivo?
Los ciudadanos, afincados en la ideología
estatalista, tienen su análogo en los zánganos, ambos poseen poca libertad
y necesitan a la colmena para obtener recursos. Unas veces vivirán cómodamente,
mientras que otras serán asesinados y reciclados, si el sistema lo requiere.
Para los genes de los zánganos es ventajoso, en cambio, para los individuos
humanos es justo lo contrario, sólo beneficia a la élite.
Entregar nuestra autonomía nos convierte en cómplices de
un ser hematófago, de empresas y particulares, que torna la
cooperación en parasitismo. Véase el caso de las startup de
ciencia que, debido a la fiscalidad, el 95 % cierra en los primeros 5 años.
Para la Administración eso no es un problema, lo resuelve creando una
abrumadora oferta de tesis doctorales, que desplazan a las privadas. Aquí está
claro que han logrado acercarse a la equidad, sí, todas las tesis
son igualmente precarias.
El resultado es una ciencia básica no asociada a empresas y,
por tanto, más alejada de generar un valor añadido. La
planificación gubernamental apenas ofrece capacidad de adaptación, va años por
detrás. Como diría Nassim Taleb, en su libro Antifrágil (2012), se
generan sistemas controlados, lentos, estáticos e incapaces de aprovechar el
cambio. Así, la inversión pública en ciencia es más bien ideológica y
dependiente de la opinión general. Por eso, se margina a la energía
nuclear, a pesar de que pueda llegar a ser limpia y necesaria frente a
eventos imprevisibles, los llamados cisnes negros. Por ejemplo,
inviernos solares causados por manchas en la superficie del Sol, erupciones
volcánicas, como la que amenaza en el Supervolcán de Yellowstone, del que se
dice que podría oscurecer todo Estados Unidos.
Estas ideas, de otorgar al Estado el monopolio de la
inversión en ciencia, pueden infectar a cualquiera. El científico Neil
de Grasse Tyson, por quien siento un profundo respeto y admiración, dijo
una vez: “la empresa privada jamás podrá liderar la carrera espacial”. Bueno,
parece ser que la libertad humana se abre camino de nuevo. Esta vez de la mano
del genio y filántropo Elon Musk, quien ha rechazado miles de
millones de dólares, en subvenciones gubernamentales, para cargadores y
subsidios de vehículos eléctricos. “No los necesitamos”, afirmó en una
entrevista a la CNN. Tristemente, los defensores del intervencionismo,
ignorando cómo funciona el mundo, claman subirle los impuestos. “Ya es hora de
que los ricos paguen su parte justa”, Bernie Sanders y Joe Biden. Sean bienvenidos
al Síndrome de la Amapola Alta.
6. EGOÍSMO, COOPERACIÓN Y ALTRUISMO
Comportamientos libres y naturales en humanos
En las familias, los comportamientos de cooperación y
altruismo, inicialmente, se ven más favorecidos (regla de Hamilton).
Compartimos el 50 % de nuestra carga genética con nuestros hermanos, padres y
nuestros propios hijos; el 25 % con nuestros abuelos, nietos y sobrinos; el
12,5 % con nuestros primos hermanos, etc. Los genes utilizan a cada miembro de
la familia para transmitirse y, si cooperar y ser altruista es ventajoso, la
evolución facilitará la transmisión de los genes comunes involucrados,
así como la epigenética (expresión de los genes) y los memes (ideas
de tipo cultural).
Sin embargo, también existe la cooperación y el altruismo
entre compañeros, amigos y parejas. Un breve ejemplo es la atracción entre dos
personas de orígenes muy distintos. Esto puede deberse al instinto por aumentar
la diversidad genética en los hijos, que, entre otras bondades, reduce el
riesgo de endogamia y refuerza el sistema inmunitario. Concretamente al
incrementar la variabilidad del Complejo Mayor de Histocompatibilidad (una
región de genes que codifica para antígenos de respuesta inmunitaria).
También, puede ser evolutivamente ventajoso cooperar durante
las guerras, a partir de una especie de quorum sensin (sentir
colectivo), donde los habitantes de una región, por su parentesco y cultura, se
organizan para resistir una invasión. Véase Madrid el 2 de mayo de 1808. De
este modo, la herencia biológica prevalece, y la herencia
cultural se fija en la historia de España, es otra forma de
transmisión comportamental.
En otras ocasiones, puede aplicarse un tit for
tat, que dirían los matemáticos de teoría de juegos, es decir, mientras
recibamos estímulo positivo de los demás, manifestaremos una conducta altruista
y, si esto cambia, se aplicarán las reglas del egoísmo por
supervivencia.
7. CONSECUENCIAS DE FORZAR LA COOPERACIÓN
Resulta contraproducente que los ecologistas, que no
ecólogos, supliquen luchar contra el cambio climático a golpe de cooperación
forzosa, igual que en la película No Mires Arriba (Don’t
look up, 2021), donde se demoniza la libertad individual, la iniciativa
privada y la disidencia. Tiro que sale por la culata, porque la empresa privada,
que utilizan como piñata, pertenece a la red clientelar del Estado. Como
advertía Ayn Rand, es el propio gobierno, usando las instituciones,
el que actúa conforme a sus propios intereses.
Permítanme recordarles aquellos años en los que, burócratas
y lobistas, interfirieron contra los coches de gasolina japoneses,
para favorecer a los diésel europeos. Sí, esos mismos coches de los que ahora
nos obligan a desprendernos, con el distintivo D, en un desacertado intento por
imponer el coche eléctrico. No tenemos todavía infraestructura eléctrica que no
nos lleve a la ruina, porque también rechazaron desarrollar cualquier
alternativa que no fuese cien por cien renovable desde el principio.
Por estos fracasos, lamento no coincidir, en esta ocasión,
con el excelente científico y divulgador Ignacio Mártil, cuando
aboga por prohibir los desplazamientos en avión de menos de 400 km. Además de
los motivos científicos, por los que la cultura de la cancelación
entorpece el desarrollo tecnológico, la medida encarecería el precio de los
viajes en tren o autobús, dificultando los desplazamientos de personas con
menos recursos. El sistema no puede decirle al ciudadano cómo viajar. Cualquier
transición ecológica debe realizarse desde la innovación tecnológica,
el incremento de la oferta, para abaratar costes, y la divulgación.
8. CONCLUSIONES Y MENSAJE FINAL
Es un hecho que la libertad está en nuestra naturaleza de
animales sociales. Espero, de todo corazón, que las ciencias y las humanidades
trabajen juntas para reivindicar la libertad, como garantía de progreso,
bienestar y futuro, porque, como dijo Jean-Paul Sartre, “el ser
humano está condenado a ser libre”.
Para concluir, quisiera mostrar mi más sincero
agradecimiento a la comunidad científica, por su incalculable valor, entrega y
sacrificio, para dilucidar las cuestiones elementales que, desde tiempos
remotos, cautivan al espíritu humano.
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