LA VACUNA INFORMATIVA
La vacuna funciona. Y muy bien, no hay duda. No sé si la vacuna contra el Covid va a funcionar igual, pero la vacuna informativa está funcionando a la perfección. Esa debe de ser la explicación, una vacuna informativa, porque de otra manera es imposible comprender lo que está sucediendo estos días.
Ello explica por qué las demoledoras declaraciones que sacó
a la luz el grupo de médicos y científicos de la alianza Front Line Covid Critical Care (FLCCC)
el 30 de octubre no han arrasado en redes sociales.
Estos brillantes médicos e investigadores, con su extenso currículum académico, afirmaron que ya se ha encontrado la cura a la enfermedad que lleva nueve meses aterrorizando a la humanidad. Ya está demostrado. Hay pruebas más que suficientes. Después de revisar meticulosamente más de 30 ensayos clínicos y varios artículos ya publicados y revisados por pares, afirman, sin lugar a dudas, que hay un medicamento seguro y eficaz que cura la Covid-19 y previene su contagio. Además, es barato y se podría fabricar en grandes cantidades y distribuir a toda la humanidad en cuestión de semanas.
¿Se lo creen ustedes? No ¿verdad?
No se preocupen. Es normal. Es el efecto de la vacuna.
Esta es la noticia que hemos deseado oír durante meses y
meses: se acabó el estado de alarma y el agobio de las mascarillas, se acabó el
miedo a juntarse con los amigos, se acabaron las PCR y las cuarentenas, se
acabó el no poder salir de fiesta, se acabó el miedo a que se arruinen las
empresas y los negocios familiares. Por fin… ¡¡¡¡¡hay cura!!!!!! Se llama
ivermectina.
Si esta noticia hubiera sido publicada hace seis meses,
habría corrido como la pólvora de móvil a móvil y de tweet a tweet, varios
periodistas hubieran hecho reportajes que habrían tenido miles de lecturas y
los médicos estarían como locos buscando información sobre ello.
Pero ahora no. No corre como la pólvora porque hemos sido
vacunados. El virus informativo ya no se transmite.
El mecanismo de la vacuna informativa es el siguiente. Para
que se formen las dinámicas explosivas que crean los “trending topics”, las
noticias deben difundirse entusiastamente sin pensarlo dos veces. Para ello es
preciso que, quien lo difunde, se sienta acogido dentro del imparable remolino
de una idea sabe que va a gusta a su tribu. No debe tener miedo a hacer el
ridículo.
Ahí es donde actúa la vacuna: inhibiendo el calorcito de la
tribu.
Para ello basta con hacer que, en contacto con ciertos
pedacitos de ADN informativo, el cuerpo social genere los anticuerpos de dos
adjetivos especialmente eficaces para marginar de la tribu: ridículo y malvado.
Hay varias formas de hacer esto según la tribu a la que se
desea vacunar.
Para la tribu Convencional se puede
utilizar el mecanismo de la magufería antivacunas que basa su
efecto en el gran prestigio que la Ciencia tiene en la sociedad. Hace ya tiempo
que el cuerpo social ve a la magufería antivacunas como el
enemigo número uno de la Ciencia, porque esta idea lleva años siendo
administrada masivamente en los medios de comunicación.
Por ello es fácil que cualquier ADN informativo que recuerde
a la magufería antivacunas (porque critica a las
farmacéuticas, por ejemplo) sea inmediatamente asociado con los dos adjetivos
deseados. Por una parte, es ridículo (crédulo, acientífico,
desinformado, sensiblero, new age) y, por otra, malvado (insolidario,
irresponsable, etc.). Una vez asociado con esos dos adjetivos, quien difunde
esos mensajes es mal visto en la tribu de los Convencionales.
Pero siempre hay personas que ya pertenecen a tribus Magufas o Antisistema y,
en ellas, esta asociación no crea ninguna marginación social. Para estos grupos
la vacuna informativa debe ser más sofisticada y basarse en otro mecanismo más
sutil: la desconfianza sistémica.
Este mecanismo se basa en la difusión masiva de oscuras
teorías plagadas de dudas, dudas y más dudas. Estas teorías explican la
corrupción de todo: toda la ciencia, toda la política, toda la medicina, todo
el periodismo, toda la sociedad… Son, además, teorías siempre cambiantes y
siempre nuevas que cuestionan hasta el más mínimo detalle y el más recóndito
dato de la pandemia. De esta forma, una ya no puede confiar siquiera en las
teorías conspiranoicas, que siempre están cambiando. Confiar en alguna de ellas
la hace ridículamente crédula y antigua. De esta manera
la desconfianza se hace sistémica y lo envuelve todo.
Este mecanismo tiene una enorme capacidad de paralización
porque inhibe la transmisión de toda información que huela a esperanza de
victoria sobre cualquier cosa, por nimia que sea. Es ridículo confiar
que algo sirve para algo. Es ridículo luchar o hacer cualquier
cosa. La única actitud que permite seguir recibiendo el respeto de la
tribu Desconfiada es dudar de absolutamente todo detrás de la
pantalla.
A base de inocular estos dos principios activos durante
meses en el cuerpo social, prácticamente toda la población ha quedado vacunada
ante mensajes como los de la FLCCC y su esperanzadora ivermectina.
Los Convencionales, que, en principio, deberían
escucharles porque son gente de la Academia, asocian el mensaje a
magufería por no ser la solución oficial (la vacuna), por no salir en las
portadas de los periódicos y por el toque de conspiración que da la sospecha de
que está siendo silenciada porque no es negocio.
Pero tampoco la tribu magufa antivacunas convertida
en Desconfiada escucha el mensaje de la FLCCC porque es
demasiado bienpensante, oficial, esperanzador…demasiado ingenuo.
Aparte de que, con tanta inyección informativa, se ha
generado tal cantidad de ruido que no se oye nada.
De esta forma, nadie escucha el mensaje de la ivermectina
que es mitad oficial y mitad clandestino, mitad desconfiado y mitad
esperanzador.
Yo, sinceramente, no creo que esta vacuna sea producto de un
grupo de malvados conspiradores que controlan la información del planeta. Quizá
porque tengo más de convencional de lo que parece. O quizá
porque todo lo tiendo a ver como propiedades sistémicas emergentes de las
habituales torpezas, codicias, egoísmos y estupideces humanas. Pero de lo que
no dudo es que la vacuna existe. Y funciona.
Sólo a algunos rarísimos individuos no nos hace efecto. Es
posible que sea algún tipo de candidiasis crónica lo que nos hace sucumbir ante
ese inocente impulso de:… ¡¡qué bueno es esto, voy a difundirlo!!! sin
pensar en la cantidad de amigos que nos miran con cara rara.
Al no tener anticuerpos, enfermamos gravemente. Los síntomas
de la ivermectiniosis FLCCCica son terribles y duran muchos
meses. Incluyen insomnio, obsesiones, incapacidad de callar la boca, impulsos
incontenibles de escribir, curiosidad insaciable por revisar artículos
científicos indescifrables y curvas de contagios…. La infección nos hace
intentar por todos los medios posibles contagiar al resto de la población y
sufrimos dolores indecibles por no conseguirlo. Con decirles que uno de los
enfermos que conozco afirmaba hace unas semanas que estaba pensando quemarse a
lo bonzo para ser escuchado…
No se lo recomiendo a ninguno de ustedes. Es una enfermedad
terrible.
Así que, por favor, háganme caso: vacúnense.
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