PÀGINES MONOGRÀFIQUES

15/12/20

Existen personas que, además de buenas, están dispuestas a morir por lo que creen

SIMONE WEIL: Por qué leerla y qué leer de ella

Simone Weil (1909-1943) quizá no sea una de las autoras más conocidas del siglo XX, pero en los últimos años ha vuelto a ser más apreciada. Poco tiempo después de muerta tuvo una primera ola de reconocimiento, liderada por el esfuerzo de Albert Camus de editar su obra y la enorme estimación que hizo de Weil, a quien llamó "el más grande espíritu de nuestra época". Actualmente, la obra de Weil, pese a no entrar de lleno en el terreno de los estudios feministas o en alguna otra categoría en boga, está siendo fuertemente revalorada por la academia y paralelamente goza de un nuevo impulso editorial, haciéndola cada vez más popular.

No sería demasiado extraño que, con el tiempo, Weil sea reconocida como la más original e importante mujer filósofa del siglo XX, pese a que sólo vivió 34 años y no alcanzó a madurar algunos aspectos de su pensamiento. Pero fueron 34 años de una enorme vitalidad y una búsqueda política, intelectual y espiritual incesante. Esta valoración de Simone Weil obedece a que en ella ocurrió algo extraordinario:  la combinación de una inteligencia privilegiada y una compasión deslumbrante, la unión más luminosa del corazón y del cerebro que vio el siglo XX en Occidente.

Esto podría no ser tan relevante en el caso de otro autor en el que podemos bien disociar su vida de su obra, pero en el caso de Weil su obra son sus diarios y sus correspondencias, y, aunque están lejos de ser "confesiones", somos testigos allí de una escritura transparente que nace al mismo tiempo de su sufrimiento, de su compasión y de su erudición.  

Vida de Simone Weil

Simone Weil nació en París el 3 de febrero de 1909 en el seno de una familia judía (no practicante) de clase alta. Su hermano mayor, André, fue un niño prodigio y vivió una infancia "comparable a la de Pascal". Estimulada por el genio de su hermano, Simone aprendió griego y latín en la infancia y se acercó al mundo intelectual de André. Increíblemente Simone creció pensando que su intelecto era deficiente –acaso padeciendo una cierta discriminación de género: ella era "bonita" y su hermano "brillante"– y esto la incitó a desarrollar una disciplina que sería esencial en su vida y su pensamiento. A los 14 años tuvo una crisis de identidad de la cual logró escapar resolviendo cultivar el poder de la atención, pues entendió que cualquier persona capaz de entrenar la atención, no obstante sus facultades naturales, podría acceder al "reino trascendente de la verdad". Dicha idea estuvo seguramente influenciada por su hermano, quien sería uno de los grandes matemáticos del siglo XX y quien vio a las matemáticas como una forma de acceder a una realidad eterna detrás de las apariencias.

Weil estudió la preparatoria con el filósofo Émile Chartier (mejor conocido como Alain), quien le inculcó un profundo amor por Platón. Posteriormente se matriculó en la École Normale Supérieure, la escuela de estudios superiores más prestigiosa de París, en la misma generación que Simone de Beauvoir, obteniendo el primer lugar en los exámenes. A los 22 años Weil obtuvo el equivalente a una maestría en filosofía y comenzó su carrera de docente. Una de las pasiones de Weil fue dar clases. Lo hizo incluso en periodos de guerra y mientras trabajaba en la fábrica Renault, en condiciones infrahumanas (en donde se enroló para entender lo que la clase trabajadora vivía), así como también en una segunda etapa, en la que se enamoró del trabajo cultivando la tierra.

Weil leía a campesinos y trabajadores las obras de Homero, Platón o Goethe, entre otros, en el idioma original, y luego les traducía y explicaba. Dicho al paso, puede decirse que en ese gesto se muestra uno de los aspectos centrales de su pensamiento: su firme creencia en la importancia de las raíces. Con "raíces" Weil se refería fundamentalmente a la relación con la tierra y con el trabajo (usar las manos y encontrar sentido en lo que se hace) y a las raíces intelectuales y espirituales de una cultura, de las cuales se nutre el alma humana a través del conocimiento de las tradiciones filosóficas, literarias y religiosas. El gran problema del hombre moderno, observó, es su desarraigo. 

En Simone Weil se conjugaron la espiritualidad con la política de una manera poco vista antes. En su primera juventud se unió al Partido Comunista, pero observó rápidamente algunos de los vicios y problemas del marxismo (y produjo algunas de las más tempranas y lúcidas críticas). En su casa en París dio asilo a diferentes "revolucionarios" y exiliados, incluyendo a Trotsky, con quien sostuvo cordiales pero intensas discusiones. Viajó a Alemania cuando Hitler apenas tomaba el poder y notó, de nuevo con inédita anticipación, el gran problema que sería el nacionalismo hitleriano, en el que observó un modelo de fanatismo religioso secularizado. Participó también en la Guerra Civil española y en diferentes movimientos sociales de su época.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Weil logró viajar a Londres desde Nueva York (donde se encontraba con sus padres) para participar en el gobierno francés en el exilio. Redactó diversos panfletos políticos y buscó crear una nueva constitución. Su proyecto más entrañable y quizá descabellado, el cual tenía obsesivamente en la mente cuando murió, era aterrizar en paracaídas en el campo de batalla con un cuerpo de enfermeras élite, capaces de entregar provisiones, dar asistencia médica y ayudar a los heridos a tener una buena muerte. En agosto de 1943 murió de tuberculosis, según el parte médica debido a que se negó a comer.

Aparentemente Weil había tomado la actitud de solidarizarse con sus connacionales en la Francia ocupada y consumir la misma cantidad de alimento que estos podían consumir bajo el régimen nazi. Uno de su biógrafos dijo que "murió de compasión" y su amigo y editor, el filósofo Gustave Thibon, escribió sobre Weil: "era un alma transparente que estaba lista para reintegrarse a la luz original". 

Pensamiento de de Simone Weil

Weil había vivido, sin buscar demasiado y sin ningún apegó a la religión organizada, una serie de experiencias místicas en las que entró en contacto con la divinidad, acercándola al misticismo cristiano. Paralelamente se encendió en ella un deseo de conocer en profundidad los grandes sistemas de pensamiento religioso de Oriente, lo que la llevó a aprender sánscrito y a estudiar particularmente la Bhagavadgita

En sus últimos cuadernos asistimos a una intensa meditación soteriológica que combina elementos de la mística cristiana con el platonismo, el estoicismo, el hinduismo, el taoísmo, el budismo y una inclinación creciente hacia aspectos más esotéricos, con ecos de la alquimia y de una especie de química y biología espiritual que en tiempos recientes ha hecho que su obra sea vinculada con el "espiritualismo" francés.

Quizá el aspecto más fascinante y poco dilucidado de la obra de Weil es su reflexión sobre la salvación o la trascendencia del alma humana en términos enteramente basados en la energía, teorizando un modelo de nutrición sutil  –física, intelectual, moral y espiritual–, orientado a provocar el descenso de la gracia (la energía luminosa y compasiva) y la supresión o superación de la gravedad (el estado que busca ejercer el propio poder sobre las cosas). Como sostuvo su maestro Platón en el Timeo, Weil entendió que el ser humano es una planta cuyas raíces están en el cielo y que debe alimentarse únicamente de luz. Esto significa poner atención a las cosas que realmente están vivas y elevan el espíritu y abandonar todos los falsos brillos que drenan la energía, generan apego y egoísmo, y de los cuales se alimenta la sociedad de masas, materialista y nihilista, que en el fondo es el ersatz de la religión (una religión "sin misticismo"). 

¿Por qué leer a Simone Weil actualmente?

La primera razón a considerar, es que Simone Weil es una gran escritora, algo que no ocurre siempre con un filósofo. Ocurrió con Platón, Kierkegaard, Nietzsche o Pascal (autores con los que Weil tiene ciertas afinidades estilísticas o temáticas) pero no con Hegel o con Kant, por citar algunos ejemplos. La prosa de Weil es algo que debe experimentarse y que está supeditada en cierta manera al accidente de que su obra son sus diarios. Esto nos permite una ventana  directa hacia su pensamiento (y eso es algo fabuloso, pues la mente de Simone Weil es una de las cosas más hermosas que pueden presenciarse).

Lo que vemos en sus cuadernos son los procesos circulares, espirales, no-lineales del pensamiento con los que Weil va penetrando un objeto y refinando su entendimiento. Procede primero contemplando un tema, presentándolo en su apariencia desnuda o literal, establece conexiones analógicas, posibles interpretaciones simbólicas, y luego lo deja respirar y regresa sobre él, en diferentes registros: meditaciones de corte místico, interpolaciones de los clásicos, glosas de pasajes en sánscrito o griego, versos de Homero, el Tao Te Ching o San Juan de la Cruz o sus propios poemas, fórmulas matemáticas, especulaciones sobre la naturaleza de las plantas, la luz y la entropía, y frases cortas centelleantes en las que de repente Weil parece arribar a iluminar la esencia o verdad irreductible, generalmente con sublime economía de términos, ofreciendo una definición que es como un grano de oro. Este último aspecto es lo que ha hecho que Weil sea tan antologizada, pero es importante notar que sus frases aforísticas son los resultados de un arduo proceso de destilación filosófica, de una lucha con el objeto que, con una presión sostenida, llega a convertir al carbón en diamante.  

Simone Weil es absolutamente relevante en nuestra época, pues como observa Roberto Calasso, tuvo una de las intuiciones más tempranas sobre la naturaleza de la sociedad secular, que en nuestro tiempo se ha convertido en un nuevo ídolo, en una voz colectiva que legisla sobre lo real diciéndonos qué es lo correcto y lo deseable y, unida a la técnica y al capitalismo,  va reemplazando las viejas tradiciones y conocimientos por modos novedosos y desarraigados de concebir el mundo, básicamente como un concurso de fuerzas, de voluntades de poder que buscan imponerse la una sobre la otra, ciegamente, sin propósito ni soporte en la verdad, la belleza y el bien.

Al mismo tiempo, su pensamiento no fue solamente una especulación teórica, fue una puesta en práctica de la vieja noción de la filosofía como un ejercicio espiritual y de la vida como un infinito compromiso ético, de cara al prójimo, en quien encuentra un valor absoluto. 

En un mundo en el que todo gira en función del éxito y las apariencias, del poder y el dinero, del placer y la ganancia personal, y en el que nuestros héroes y modelos son futbolistas o popstars,  o incluso meros activistas o influencers, tenemos en Simone Weil uno de los últimos grandes ejemplos de una existencia completamente pura, auténtica y virtuosa, con la grandeza de una tragedia griega y la bondad de la vida de un santo.

En un mundo incierto y espectral, Simone Weil nos ofrece algo real, algo completamente sincero y de calidad literaria y moral, en lo que podemos confiar y encontrar inspiración. No sólo existen personas buenas, existen personas buenas que son geniales y que están dispuestas a morir por lo que creen. A Weil probablemente no le gustaría que se exaltará su persona y preferiría simplemente que se le leyera, sin mayores lisonjas, pero cabe mencionar que las mismas virtudes que fueron evidenciadas por los eventos de su vida y los relatos de sus amigos y familiares, son enteramente consistentes con lo que plasmó en su obra.

Por último hay que subrayar un aspecto del pensamiento de Weil que es relevante actualmente: su teoría de la atención. Weil es quizá la pensadora que más profundamente ha reflexionado sobre la naturaleza de la atención en la historia de la literatura y la filosofía occidental. Weil desarrolla en torno a la atención una ética, una epistemología, una hermenéutica, una especie de soterología e incluso un modelo de educación. La función de la educación, señala, debe ser entrenar la atención. No enseñar qué pensar, sino cómo pensar y más aún cómo esperar para que el conocimiento llegue a alumbrar al estudiante.

Weil consideraba que la atención pura es una forma de oración –haciendo eco de Malebranche–un estado de concentración, resonancia y apertura a través del cual una persona puede acceder a un unión mística con su objeto. Asimismo, la capacidad de entregar nuestra atención indivisa a las personas desafortunadas o miserables, sin proyectar nuestro propio contenido, es la auténtica compasión y generosidad, una habilidad que no se puede conseguir de otra forma, ni con todo el dinero del más acaudalado de los millonarios o de los filántropos.

El énfasis en la atención es importante actualmente, pues vivimos en un mundo regido por la economía, una economía mayormente digital, esto es, basada en datos e información, y lo que consume la información que siempre debe estar circulando es la atención humana. La facultad esencial que tenemos para nutrirnos de objetos saludables que elevan nuestro espíritu, regulan  nuestros deseos y enfocan nuestra imaginación, está siendo bombardeada por las empresas tecnológicas que monetizan cada instante de atención en línea. La obra de Weil no sólo dimensiona nuestra facultad de atención, sino que la poetiza y nos inspira a cuidarla y cultivarla, pues se trata de la luz misma de nuestra mente, la herramienta principal que tenemos para construir nuestras experiencias y, a través de una ortopraxis, lo que nos permite  acercarnos a lo divino. 

¿Qué leer de Simone Weil?

Simone Weil publicó muy poco en vida, sobre todo algunos ensayos. Especialmente notable es La Ilíada o el poema sobre la fuerza, una sencilla pero profunda reflexión sobre dicha obra atribuida a Homero, la gran épica fundacional de Occidente, en la que Weil muestra sus dotes de clasicista y su penetrante intuición.

El grueso de su obra son sus Cuadernos (Cahiers), los cuales han sido publicados por la editorial francesa Gallimard y, aunque no de manera completa, en español por la editorial Trotta. Dichos "cuadernos" han sido la fuente principal de la mayoría de sus obras temáticas. Sin duda el lector deberá considerar leer sus Cuadernos si es que realmente quiere acceder al universo rutilante y por momentos vertiginoso de Weil. 

Sin embargo, la obra de Weil ha sido objeto de estupendas antologías realizados por sus amigos Thibon y el padre Perrin. Así que una buena lectura inicial, sin tener que entrar directo a lo profundo, por así decirlo, es el texto más conocido: La gravedad y la gracia, una selección  de sus pensamientos más significativos y luminosos, agrupados de manera temática y que elegantemente dan una imagen de la visión global weiliana (si bien ésta es necesariamente fragmentaria y poco sistemática).

La otra gran antología de la obra de Weil es A la espera de Dios, compilada por el padre Perrin a partir de la correspondencia entre ambos y de un excelente ensayo Reflexiones sobre el buen uso de los estudios escolares como medio de cultivar el amor a Dios, en el que Weil esboza su teoría de la educación basada en la atención. Este texto es especialmente recomendable para aquellos que tienen una afinidad por lo espiritual y religioso.

El pensamiento político, ético y educativo de Weil se encuentra formulado en la obra que compuso mientras era parte del gobierno francés en el exilio, Echar raíces, un texto que puede leerse como el intento de crear una nueva constitución, en base a una visión holística –platónica y estoica– del individuo, en la que figura de manera importante el acceso a la cultura, a la belleza y a la vida en la naturaleza. Como ella misma dice, de manera enigmática, se debe tener acceso a contemplar siempre "la serpiente de bronce" (haciendo referencia al famoso pasaje bíblico). Se trata no sólo de los derechos espirituales de las personas, sino también, antes que nada, de las obligaciones morales del individuo. La otra obra importante que conforma una especie de unidad en este sentido es Opresión y libertaden la que aparece la crítica de Weil al marxismo (y por supuesto también al capitalismo y a la sociedad tecnificada). 

Pero, como ya hemos recalcado la obra de Weil, en toda su luminosidad e intensidad, sólo puede apreciarse con justicia leyendo directamente sus cuadernos. Gallimard ha publicado sus Cahiers en cuatro volúmenes con un excelente aparato crítico que contiene traducciones de las citas en griego, sánscrito, latín y otros idiomas. La prosa de Weil no emplea demasiados ornamentos o construcciones complejas, por lo cual constituye una excelente forma de aprender francés en el caso de los lectores que no conocen el idioma y tienen una disposición más aventurera. Por supuesto, el lector que conoce el idioma debe dirigirse sin titubeos a sus  Cahiers, una de las obras cumbres del pensamiento del siglo XX, pese a que quizá por su naturaleza sui generis (¿la de Weil es una obra de filosofía, literatura o misticismo?) no suelen mencionarse cuando se discuten las grandes obras del pasado siglo.

En español Trotta ha publicado Escritos de Londres y últimas cartastexto en el que pueden leerse las últimas anotaciones de Weil (ciertamente algunas de las más brillantes a la vez que obsesivas y conmovedoras). Bajo el sello de Trotta también se encuentra El conocimiento supernatural, un texto más amplio que recoge también apuntes provenientes de sus últimos cuadernos. En la misma línea, la editorial ha publicado un voluminoso tomo titulado simplemente Cuadernos, el cual constituye sin duda la mejor alternativa para el lector que no lee francés y quiere adentrarse profundamente en el pensamiento de Weil.

Por último cabe mencionar que la Universidad de Québec en Chicoutimi ha puesto en línea una buena parte de la obra publicada de Simone Weil, la cual carece de derechos de autor en Canadá. Este acervo admirable puede encontrarse en este enlace.

https://pijamasurf.com/2020/11/simone_weil_introduccion_obra_pensamiento_vigencia_actualidad_que_libros_leer_la_gravedad_y_la_gracia/  

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