OTRO FIN DEL MUNDO ES POSIBLE
Cuando nos asomamos a la biografía intelectual de Jorge Riechmann (Madrid, 1962) creemos estar ante un verdadero polímata de esos que existían en el Renacimiento. Siendo una persona que cuenta en su haber con una amplia formación matemática, filosófica, literaria, conocimiento de varios idiomas y a su vez una profunda vocación política y social, y sumando a esto el volumen y ritmo irrefrenable de su producción intelectual y artística, no es extraño que experimentemos tal asombro.
Como profesor titular de Filosofía moral en la Universidad
Autónoma de Madrid, Riechmann se implica de lleno con lo que podríamos llamar
con Ortega y Gasset el tema de nuestro tiempo. Y es esta misma
temática la que se aborda en el nuevo
libro que ha presentado este año (Otro fin del mundo es posible,
decían los compañeros.Ediciones, Barcelona, 2020). Precisamente,
éste podría ser el libro de cabecera para complementar y comprender mejor
muchas de sus clases y conferencias.
El tema de nuestro tiempo es para Riechmann el hecho de que estamos en el Siglo de la Gran Prueba. La gran prueba a la que la humanidad se enfrenta es la inminencia del colapso ecológico-social, con todas sus consecuencias. El autor fundamenta hasta el último punto para demostrar cómo no sólo avanzamos inexorablemente hacia el fin del mundo tal y como lo conocemos, sino que los puntos sin retorno han sido traspasados y debemos procurar un aterrizaje de emergencia (lo menos destructivo posible y sin paracaídas para nadie).
Influido por las investigaciones y estudios de la teoría
Gaia (que en nuestro país ha seguido desarrollando Carlos
de Castro a partir del trabajo inicial de James E. Lovelock y Lynn
Margulis), así como por una larga tradición de éticas no antropocéntricas, este
“nadie” no sólo hace referencia a los seres humanos. Podemos decir que
Riechmann parte de una ética fundamentada en la compasión, la cual es la que le
mueve en todo su activismo sociopolítico. Pero es esta una ética de la
compasión que en el madrileño ha rebasado los límites de la comunidad humana y
se extiende hacia todos los seres vivientes, desde nuestros parientes más
próximos los primates hasta la última planta y bacteria, dado que todos
formamos parte de Gaia.
Otro fin del mundo es posible es un ensayo rigurosamente fundamentado en todos sus componentes científicos. Apoyado en las investigaciones de Antonio Turiel, Ernest García y Alicia Valero entre otros muchos científicos de gran prestigio —nacionales e internacionales—, Riechmann va desmontando uno por uno todos los mitos en torno a la extralimitación ecológica, el cambio climático y las posibilidades de revertirlo.
En primer
lugar, se enfrenta al mito del desacoplamiento entre naturaleza y economía. La
civilización occidental ha creído haber superado umbrales de independencia
frente al sistema Tierra. Sin embargo, Riechmann (que como el periodista de
investigación Nafeez Ahmed posee un conocimiento e interés interdisciplinar)
muestra la profunda dependencia del sistema humano frente al sistema Tierra.
Paradójicamente, en estos meses últimos se nos ha venido encima el mejor
ejemplo posible: la covid-19, fomentada por la degradación de ecosistemas y
propagada por el capitalismo global, ha sido capaz de hacer lo que aquellos
del there is no alternative (TINA) han tenido como mantra de
imposibilidad durante décadas: frenar la economía expansiva.
Volviendo al desacoplamiento, podemos resumir esto en los
siguientes términos: el PIB está directa y proporcionalmente relacionado con el
consumo de energía. Todo crecimiento no sustentado en un aumento del consumo
equiparable es una escalera hacia el cielo. Por ello, el sistema neoliberal
globalizado es una gigantesca estafa piramidal, y cuanto más ascienda, mayor
será la caída. A renglón seguido, Riechmann hace que todo lo sólido se
desvanezca en el aire: el capitalismo verde es una quimera. Las energías renovables
nunca van a ser capaces de sostener nuestro actual nivel de consumo. Esto es
así porque su TRE comparada con la de los combustibles fósiles es mucho menor
(y por tanto proporcionan mucha menos energía neta) y porque estas tecnologías
necesitan un amplio uso de minerales y metales, algunos de los cuales escasean
en la corteza terrestre.
Riechmann ejemplifica esto con la central Gorona del Viento
en la isla canaria de El Hierro. Se ha dicho en prensa y televisión que El
Hierro había conseguido acercarse a un uso de energía 100% sostenible y
renovable. Sin embargo, un análisis riguroso nos indica que todavía al menos un
85% de la energía consumida viene (directa o indirectamente) de los
combustibles fósiles. De igual modo, la utopía del coche eléctrico se presenta
como muy poco operativa —largas cargas, poca independencia, baterías caras— y
acabará siendo un lujo para muy pocos privilegiados.
El autor nos advierte de que si no hacemos algo ya (o más
bien ayer, o hace veinte años), nos veremos abocados al mayor genocidio de la
historia humana y al mayor ecocidio de la historia natural. La pérdida de
biodiversidad puede ser espectacular, con los peligros que ello conlleva para
el equilibrio del organismo Gaia, y de nuevo el genocidio va a golpear a los más
indefensos y desamparados.
¿Qué cabe hacer entonces? Riechmann afirma: si queremos
evitar la catástrofe magna la única solución viable es decrecimiento,
autocontención y empobrecimiento voluntario. Comienza aquí la segunda parte del
libro. La pregunta principal será: ¿cómo afrontar esto sin sumirse en una
depresión y recuperar el sentido y las ganas de luchar? Ahora, Riechmann
emprende la ardua tarea de pensar nuevos discursos y propuestas programáticas
que fundamenten y otorguen un horizonte de sentido para nuevas formas de vivir
(que necesariamente tendrán que ser más austeras de lo que nos hemos
acostumbrado en el último medio siglo). Por ello, la ética de la autocontención
y el autocontrol es una ética compasiva. Es una ética que se compadece no sólo
del sufrimiento que ya está acaeciendo en el mundo, sino que se preocupa por el
que está por venir.
De este modo, Riechmann nos invita a empezar a tomar
(también) medidas individuales. Es preciso recordar aquí que, aunque la carga
de las responsabilidades no pueda, evidentemente, ser igual para todos,
nosotros —como europeos— no dejamos de pertenecer al 20% más rico del planeta.
Y aunque pequeños gestos no vayan a cambiar el mundo, sí que dan ejemplo y nos
preparan y entrenan a título personal para un futuro en el que el
empobrecimiento ya no será voluntario.
Pero es una ética que, paradójicamente, entronca con una
ética del cuidado de sí que hunde sus raíces en la Antigüedad. Griegos y
romanos señalaron la necesidad de cuidarse a uno mismo para ser mejores y para
ser capaces de autogobernarnos Si no somos capaces de controlarnos a nosotros
mismos tampoco seremos idóneos para convivir armónicamente con los demás ni con
la naturaleza. Es además una ética del desapego. Una larga tradición que bebe
de Oriente nos invita a desapegarnos de todo lo material, de lo superfluo y
volcarnos hacia dentro y el espíritu.
Pese a que con el empobrecimiento voluntario “no se liga”,
“ni se ganan elecciones”, en él no solo hay pérdidas. Este empobrecimiento
material es compensado por un enriquecimiento de las relaciones sociales, que
han de ser más profundas y sólidas, así como por la posibilidad de fundar una
vida en común más cooperativa y basada en el cuidado mutuo. Es compensado
también por la posibilidad de un mayor enriquecimiento espiritual, no sólo en
el estudio, el contacto con la naturaleza o diferentes formas de espiritualidad
—religiones, biorreligiones, etc.— sino por un ser capaz de pararnos a pensar y
mirar alrededor, pudiendo valorar más lo que somos y lo que la naturaleza nos
ha dado.
Finalmente, Riechmann se interroga por el plano práctico. ¿Cómo llevar todo esto a la práctica hoy? Para él, la mejor opción son las estrategias duales, es decir, no renunciar a las instituciones, pero a la vez no depositar todas las esperanzas en ellas. De este modo, es importante ir creando instituciones paralelas que posibiliten modelos de transición para ir preparando lo que Antonio Turiel ha señalado en alguno de sus últimos artículos como “la vida B”. Toda la posición positiva filosófíco-política de Riechmann la denomina él mismo ecosocialismo descalzo. Es este un socialismo ecológico feminista, con vocación de autogobierno y de sociedad abierta, basado en la compasión universal, ecodependiente e interdependiente y con el amor como potencia y tejido fundamental.
Otro fin de mundo es posible se revela en un
mundo pospandémico probablemente el penúltimo aviso de Gaia a los seres
humanos— como fundamental para todos aquellos que quieran repensar y poner en
práctica nuevas formas y estrategias de vida individual y social en una década
que va a ser clave para el futuro devenir de la humanidad.
https://www.15-15-15.org/webzine/2020/11/13/resena-de-otro-fin-del-mundo-es-posible/
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