PÀGINES MONOGRÀFIQUES

20/2/20

Ser socio de una cooperativa implica mucho más que tener un lugar donde ir a comprar

FORMAR PARTE DE UNA COOPERATIVA DE CONSUMO 

¿Cómo es formar parte de una cooperativa de consumo agroecológico? Este artículo pone la mirada en el interior de estas comunidades para mostrar qué es lo que pasa cuando se decide unirse a un proyecto cooperativo de este tipo.

Una de les claves para sentirse a gusto practicando el consumo consciente es vivirlo desde el positivismo. Esto pasa por disfrutar del proceso, no culpabilizarse por las incoherencias ni culpabilizar a los demás o no sentirse mal si no se consiguen los propósitos. Las emociones positivas nos refuerzan la persistencia y el mantenimiento de lo que estamos haciendo. Y si se vive en compañía o en una comunidad más grande, siempre será mucho más fácil.

Es el caso de los protagonistas de este artículo. Gisela y Albert de El Brot  (Reus), Hilari, Francesc y Míriam de La Magrana Vallesana (Granollers), Montse, Bea y Jaume de Som Alimentació (Valencia), Jon e Izaskun de Labore (Bilbao y Oiartzun) y Kim, François, Carla y Ann del Park Slope Food Coop (Nueva York) hablan de sus experiencias en los grupos de consumo de los que forman parte. Llegó el momento en el que quisieron dar un giro en su comportamiento en el consumo decidieron cambiar ciertos hábitos en compañía de un grupo de más gente.


Este artículo es un abstracto del reportaje que se publicó en el cuaderno 56 “De la tierra al plato”. El artículo Cooperar para alimentarnos complementa este artículo, aportando aspectos más teóricos.
El perfil de los socios y socias de consumo
Sería imposible dibujar un retrato robot para describir el perfil más común del socio o la socia de una cooperativa o un supermercado cooperativo. La diversidad abunda y cada caso tiene sus particularidades. Es precisamente en la heterogeneidad donde está la riqueza, porque facilita que todo el mundo pueda hallar la manera de crear vínculos y de conectar y encajar con los proyectos y las personas que participan en ellos. No obstante, sí que existe una tendencia a tener una sensibilidad por el entorno y estar o haber estado vinculado con algún movimiento social o cultural. En este sentido, Bea asegura que “una vez empiezas a conocer todo lo que te puede aportar participar en proyectos afines a tu manera de pensar, es difícil no volverlo a hacer”. Ha hecho voluntariados  de agricultura ecológica en granjas con el sistema del woofing y ha participado en huertos urbanos.

Montse, su compañera en Som Alimentació, siempre ha estado vinculada con las asociaciones de familias del colegio y el instituto de sus hijos. Ella también coincide en decir que “empiezas participando en un grupo con unos objetivos de mejorar las cosas o practicar alternativas de vida y  poco a poco te vas contagiando del espíritu de participación y colaboración”. Pero el resto de variables son muy diferentes: la edad, la profesión, la situación familiar, el lugar donde se vive, el nivel adquisitivo y la manera de pensar son aspectos que pueden influir en la  forma de consumir.

En este sentido, hay quien siente un fuerte compromiso con la justicia social o el medio ambiente, otras personas se ven condicionadas por motivos económicos o por ambos  motivos. En Nueva York, por ejemplo, sede del Food Coop, las etiquetas de los productos de los supermercados convencionales y otros establecimientos sitúan su origen a miles de kilómetros de  distancia y, lo que más preocupa a muchos americanos, a precios desorbitados. Teniendo en cuenta estas circunstancias, a mucha gente le resulta más económico alimentarse a base de hot dogs, hamburguesas, cortes de pizza, ensaladas hiperazucaradas y cookies de talla XXL, en lugar de hacerlo a base de un plato de verduras, de legumbres, carne, pescado o fruta y frutos secos, que es lo  que suele predominar en la dieta mediterránea. En los Estados Unidos, una comida sana y a precios razonables puede ser difícil si no se conocen las alternativas, como las cooperativas de consumo, que están proliferando cada vez más, o el supermercado cooperativo más famoso de Nueva York: el Park Slope Food Coop.
Los turnos de trabajo en la cooperativa
En muchas cooperativas, además de pagar la cuota anual, hay que aportar unas horas de trabajo que se deben realizar durante un mes o un año. Hacer el pedido, descargar los productos, colocarlos en las estanterías o estar en la caja son algunas de las tareas que se tienen que asumir. Ahora bien, la realidad es muy diversa y cada cooperativa tiene su propio funcionamiento en lo que se refiere a las horas de trabajo y el tipo de tareas.

La Magrana, Labore o El Brot no piden una dedicación obligatoria. Entienden que el compromiso debe ser voluntario y no todo el mundo puede aportar las mismas horas de trabajo, ya que dependerá de la motivación individual o del momento vital en el que se encuentre cada uno. “La vida está llena de cambios y eso puede condicionar la dedicación a la cooperativa, no siempre se tendrá el mismo tiempo y ganas de contribuir al proyecto”, dice Hilari. En La Magrana, por ejemplo, es muy frecuente ver como parejas que inicialmente estaban muy activas y participaban en más de una comisión de trabajo, en el momento que tienen hijos la crianza les absorbe el tiempo que antes dedicaban a la cooperativa.  Estos casos pueden ser frecuentes: la gente quiere seguir formando parte del proyecto y consumiendo, pero reduciendo o directamente eliminando las horas de dedicación.

Para evitar que se viva el trabajo para la cooperativa como una obligación o un trámite, en La Magrana han optado por recomendar dos horas de trabajo voluntario al año y ofrecer un abanico de participación muy amplio. Así creen que todo el mundo puede encontrar su espacio y cuando quiera. Este modelo les funciona y reconocen que “cuando se necesitan manos, aparecen”.
Labore tampoco reclama un compromiso elevado, todo funciona a partir de la idea del voluntariado y tanto Jon como Izascun aseguran que les funciona, porque “a la gente, al final, le gusta participar en lo que se siente suyo”. Eso sí, de las labores que representan más horas y que se tienen que hacer diariamente se suele ocupar el equipo motor de manera voluntaria, ya que, según Jon, “hay que  dar ejemplo”.

En Som Alimentació y Food Coop, en cambio, asumir trabajo de la cooperativa sí que es obligatorio. A Jaume le gusta trabajar porque cree que la sostenibilidad del proyecto depende en buena medida de “la sostenibilidad social, tanto a escala interna entre las socias como hacia el exterior con otras clientas, proveedoras, empresas, vecinas…”. Considera que el trabajo cooperativo es la base del proyecto y que hace más fácil la toma de decisiones como colectivo. Montse dice que “pide mucho esfuerzo, pero se recompensa a medida que el proyecto se va construyendo”.

El caso del Park Slope Food Coop es bastante más excepcional por una cuestión de volumen. A pesar de que las cifras puedan ser modestas si se enmarcan en el contexto de una ciudad como Nueva York (la ciudad tiene más de ocho millones de habitantes y, de estos, 17.000 son socios de la cooperativa), una comunidad de tantos miles de personas requiere una organización excelente. En este caso, todo el mundo tiene que dedicar tres horas mensuales de trabajo, que se destinan siempre a la misma tarea.

Ann, que trabaja en el Food Coop desde hace más de diecisiete años, enseguida detectó que era necesario formar a las personas que se apuntan a la cooperativa en las tareas que se les adjudican; de manera que, dentro del paquete de bienvenida a  la cooperativa, además de explicar la historia del proyecto, cómo funciona, los criterios de selección de los productos, de dónde vienen, etc., también se lleva a cabo una pequeña formación sobre la tarea que realizarán los recién llegados.

Carla considera que esta formación es muy útil por dos razones principales: porque aprendes qué tienes que hacer y porque te pone en contacto, por primera vez, con tus compañeros de turno. Y esto, según ella “es fantástico, porque te permite empezar a conocer a la gente con quien compartirás como mínimo tres horas mensuales”. Kim disfruta estando en la caja cobrando porque le ha ayudado a potenciar su agilidad con los números (a pesar de que la caja registradora no obliga a hacer ninguna suma ni resta, si no quieres), y porque le gusta ver qué compra la gente: “A veces me inspiran y cojo ideas para hacer mi compra, ¡por aquí pasa mucha gente!” Y es que el ritmo del Food Coop no decae ningún día de la semana, abre en horario intensivo de ocho de la mañana a siete u ocho de la tarde y en los pasillos y en las cajas siempre se trabaja a pleno rendimiento.
El retorno: mucho más allá de los productos de calidad
Los cambios, los aprendizajes, los propósitos o los nuevos hábitos, si son en compañía, se viven mucho mejor. Por eso, unirse a una cooperativa de consumo es una muy buena opción si estamos a punto de dar un paso (más) en la práctica del consumo consciente, porque, compañía, se encuentra seguro. “Se crea un vínculo muy fuerte cuando trabajas codo a codo. Hay mucho sentimiento en el hecho de comprar en Som Alimentació. Es tu supermercado, que hemos financiado y construido entre todas”, dice Bea.

A Jaume se le abrió un nuevo mundo cuando se hizo socio de Som Alimentació, “todas las personas son nuevas para mí, y eso hace de esta aventura un camino todavía más apasionante, si es que lo puede ser”. Montse es una de estas personas de la que habla y para ella es muy natural que aparezcan afinidades con el resto de miembros de la cooperativa, puesto que si además de  consumir formas parte de alguna comisión, compartes muchos momentos que fortalecen las relaciones.

En La Magrana, siempre que se celebra asamblea se ofrece servicio para cuidar a los niños; de este modo no corren el riesgo de que alguien no pueda asistir porque no puede dejar a las criaturas solas. Pero esta iniciativa traspasó la utilidad momentánea durante las asambleas y motivó la creación de la comisión de crianza. Las familias con niños necesitaban este espacio para compartir inquietudes, sobre todo las que tienen que ver con la alimentación de sus hijos. Las ideas o necesidades que detecta la comisión se comparten con la cooperativa, y así es como han podido incorporar determinados alimentos en el catálogo o compartir recetas con un toque más infantil. Una cosa parecida ha pasado en Nueva York; Carla está embarazada y otras compañeras de su turno también, y cree que eso ha motivado que se hayan unido más: “tenemos ganas de hacer algo como colectivo de mujeres que nos encontramos en una situación similar”.

El aprendizaje también es uno de los pequeños tesoros de formar parte de una cooperativa. Para algunas generaciones no es ningún descubrimiento que en invierno (al menos en el de nuestro país) no se cosechan berenjenas o que si las heladas llegan en enero no hacen mucho daño, pero que en cambio sí que pueden ser traidoras si se producen en la primavera, cuando empiezan a  brotar las flores y a crecer los frutos.

Mucha gente ignora esta sabiduría popular porque en los supermercados se puede encontrar de todo, sin importar el peaje ambiental que haya que pagar. Esta peligrosa y a menudo falsa necesidad de la inmediatez, la niña de los ojos de la sociedad líquida de la que habla Zygmunt Bauman; todo es efímero, veloz, consumible y nos empuja a querer cualquier producto aquí y ahora sin pararnos a pensar qué puede suponer este capricho para el planeta y para la economía.

Quiero tomates en enero, pero no es temporada; la última semana no he podido comprar naranjas, resulta que las lluvias en Valencia han afectado a la recolecta; este año las patatas son muy pequeñas, se ve que con el frío que ha hecho, han salido más pequeñas… y así un montón de cosas.” Izaskun es de Bilbao y se considera, como dice ella, muy “urbanita”. Antes no tenía ningún tipo de contacto con el mundo rural pero Labore le ha redescubierto que todo tiene su ritmo y que no nos podemos creer más sabios que la naturaleza.

Ser socio de una cooperativa implica mucho más que tener un lugar donde ir a comprar. De hecho Gisela no duda en absoluto cuando dice que “El Brot es más que una tienda” porque siempre se aprenden cosas nuevas. A ella le ha servido para cambiar la manera de entender el mundo. Reconoce que ya tenía una manera de pensar y un espíritu crítico cultivado, “pero siempre se aprenden cosas nuevas”. Albert también ha recorrido un camino similar: desde hace años ha estado vinculado con iniciativas sociales, pero estar directamente involucrado con El Brot le ha permitido conocer más de cerca el funcionamiento cooperativo o profundizar en la soberanía alimentaria.

Míriam no puede esconder que formar parte de La Magrana la hace feliz y contenta. No se trata solo de tener acceso a unos productos de calidad, sino también de conocer gente, descubrir proyectos, participar en la vida del municipio o impulsar el cambio social. Entiende que a veces se pueden tener reticencias a la hora de dar el paso para implicarse en una cooperativa, “pero se tiene que hacer, la gente tiene que entrar y ver el mundo que hay detrás de estas puertas”.



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