PÀGINES MONOGRÀFIQUES

21/2/20

Conocemos lo que está pasando, pero no se toman medidas para evitarlo

EN LA ESPIRAL DE LA ENERGÍA
Analizamos aquí la 2ª edición (2018) de una  obra que se convertirá, si no lo es ya, en un clásico del ecologismo. Los dos volúmenes son un resumen de la historia de la humanidad y de nuestra relación con la biosfera, prestando especial atención a la energía: generación, uso, almacenamiento. Esto es importante porque “la energía marca uno de los límites de las organizaciones sociales posibles” y ha tenido y tiene un papel relevante en la evolución humana y en el tipo de sociedades. La energía y la complejidad de cualquier sistema (o sociedad) están íntimamente relacionadas.

Las energías renovables tienen múltiples ventajas, pero el mundo rico se basa en tecnologías complejas y, como dice el libro, “las tecnologías complejas son intrínsecamente insostenibles, (…) tienen impactos insoslayables sobre la vida (…) y no son universalizables”, por lo que también generan  desigualdad. Para estos autores, todo esto produce “sociedades basadas en la dominación” y, además, “el capitalismo global es la forma culminante de la civilización dominadora y, a su vez, la que está generando su colapso”.


Este compendio se divide en cuatro partes: 
a) historia antes del uso masivo de combustibles fósiles (capítulos 1 a 4);
b) historia basada en esos combustibles (cap. 5 y 6);
c) el siglo XXI (cap. 7 y 8);
d) probables escenarios futuros de la humanidad (cap. 9).
Las dos últimas partes se recogen en el Volumen II.

Veamos un resumen por capítulos. Pero atención, los propios autores advierten del error de calificar el texto como “pesimista” pues depende del punto de vista: “el colapso del sistema urbano-agro-industrial puede llegar a ser un alivio para partes importantes de la humanidad y, desde luego, para el resto de seres vivos”.
1. Paleolítico: sociedades opulentas, pacíficas y sostenibles
Las primeras sociedades humanas eran cazadoras-recolectoras, pero los autores prefieren llamarlas sociedades forrajeras porque el consumo de carne era inicialmente más bien carroñero (no cazaban) y bastante escaso: “alrededor del 80% de las calorías ingeridas pudieron ser de origen vegetal” según algunos estudios. Harari explica muy bien en su libro Sapiens lo que supuso para los humanos el salto de carroñeros a cazadores.

Hay bastante consenso en que, desde que el ser humano salió de África, allí donde llegaba, se extinguían algunas especies. Sin embargo, a nivel más particular esas sociedades convivían “en equilibrio con los ecosistemas” y eran sociedades opulentas porque necesitaban recursos que estaban suficientemente disponibles. Por otra parte, trabajaban entre 2 y 6 horas al día, aunque para ellos no era trabajar. “Para muchos pueblos forrajeros  contemporáneos la palabra para designar trabajo y juego es la misma”.

Comparemos esas 2-6 horas con las 6.75 horas de trabajo de las sociedades horticultoras, las 9 en las agrícolas y las 8-12 en las industriales. Ni siquiera los avances tecnológicos actuales han conseguido reducir mucho las horas de trabajo diarias (a pesar de las magníficas consecuencias que ello tendría).

En estas sociedades paleolíticas, “todos los integrantes del grupo dependían del colectivo” y “su economía se basaba en la donación y la reciprocidad”. Eran sociedades igualitarias, porque “todos los miembros se dedicaban a la consecución de los alimentos y bienes que necesitaban”, porque no tenían gran capacidad de acumulación (eran nómadas) y porque no consideraban que la tierra les perteneciese”. No obstante, pudieron existir microjerarquías pero manteniendo un peso social similar de los dos sexos, aunque cada sexo fuera tomando roles cada vez más diferentes (hombres para la caza mayor, mujeres para recolectar y criar). Pudieron existir, sin duda, enfrentamientos aislados pero no guerras. No hay indicios de guerras, ni siquiera en pinturas rupestres.

La energía de nuestros ancestros

Para que una fuente energética pueda usarse hacen falta 3 requisitos: 
i) que existan los convertidores adecuados (tecnología); 
ii) que se pueda utilizar en el lugar en el que se necesita (o se transporta la energía o la industria); 
iii) que esté disponible en el momento en el que se necesite (o que se almacene). Pero en aquella época las necesidades energéticas eran mínimas y aquellas sociedades obtenían lo que necesitaban con facilidad, a pesar de que el cerebro humano requiere mucha energía. Pensemos que los vegetales tienen poca energía acumulada, pero los cereales, las legumbres y las semillas tienen más energía que la carne.

Una de las principales formas de energía de esta época es el fuego, utilizado de forma generalizada desde hace al menos 200.000 años. El fuego ha permitido comer más alimentos al poder cocinarlos, conservarlos mejor (ahumado, secado…) y reducir las enfermedades. El Homo sapiens “es la única especie capaz de apropiarse de energía externa (exosomática)”. Por supuesto, también usó la energía solar directa para iluminarse y calentarse, pero al ser fuentes de energía no almacenables de forma masiva, la acumulación de poder quedó limitada.

El consumo de energía en estas sociedades fue realmente mínimo si lo comparamos con sociedades posteriores. Eso supuso poner un límite a la capacidad de evolución. “Durante cientos de miles de años, no existió un impulso hacia el cambio: la supervivencia dependía, precisamente, de la estabilidad, del equilibrio”. Sin embargo, el control del fuego y el uso de herramientas “significaron pasos de muy difícil vuelta atrás (…). Este tipo de elecciones sin retorno serán comunes en la historia de la humanidad”. De hecho, Harari opina en su libro Sapiens que la agricultura es “el mayor fraude de la historia”, porque esclavizó al ser humano al cuidado de unas pocas plantas, empeorando su dieta y su calidad de vida, y encima de forma tan paulatina que imposibilitó deshacer el error.

2. La agricultura no implicó necesariamente el inicio de sociedades dominadoras
Hay dos grandes revoluciones energéticas que suelen pasar desapercibidas desde el punto de vista de la energía: el inicio de agricultura y ganadería por un lado y, por otro, el uso de animales de tiro y la explotación de la fuerza humana por parte de una minoría. Ambas permitieron transportar y almacenar energía para usarse cuando fuera deseada.
Como también sugiere Hararila agricultura significó trabajar más y reducir la salud debido a comer alimentos menos variados, a enfermedades transmitidas por los animales, a contaminación del agua y a epidemias al concentrar la población. “La agricultura no fue inevitable, sino una elección en un contexto complicado” pues, al parecer,  la agricultura surgió en distintos lugares del mundo debido a un incremento de la población unido a cambios climáticos (sequías), pero “cuando las condiciones climáticas volvieron a los parámetros pretéritos, muchas de estas sociedades no retornaron las prácticas forrajeras que habían olvidado”.
Todo comenzó con las plantas más nutritivas y con los animales más dóciles. Las especies que se domesticaron obtuvieron beneficios (mutualismo) o no tuvieron desventajas significativas (comensalismo), como especie, porque como individuos la ganadería supuso el inicio de un maltrato animal sistemático (incluso para obtener huevos y lácteos). “La Revolución Agrícola no fue solo obra humana”, sino que colaboraron algunas especies vegetales y animales, que aumentaron (aún más) el sedentarismo y el crecimiento poblacional, con lo cual la vuelta a sociedades forrajeras fue imposible.

Los autores definen agricultura y ganadería como una mejora para el Homo sapiens en la forma de captar y almacenar energía para uso humano. Para ello, se deforestaron bosques, se desviaron cursos de agua, se erosionó la tierra… e incluso se modificaron especies hasta el punto de hacerlas dependientes del ser humano e inexistentes en la naturaleza (gallinas, vacas…). También se han reducido los bosques y se han alterado los ciclos naturales (por ejemplo, con el aumento de las plantaciones de arroz ha aumentado la emisión de metano). El ganado multiplicó la potencia de trabajo pero obligó a conseguir más alimento aún, para los animales. Más tarde, la metalurgia obligó a un mayor consumo de energía (talando árboles).

La sedentarización también permitió una mayor acumulación de objetos, lo que potencialmente facilitó sociedades más desiguales“. En ese contexto surgió el comercio primero y el dinero después, lo cual mejoró la capacidad de cooperación humana, pero también se volvieron más dependientes de la climatología y ello pudo generar la percepción de una naturaleza “poco amigable”, lo cual generó con el tiempo abusos ambientales, de los que hoy conocemos su gravedad.

Los datos sugieren que las primeras sociedades agrarias continuaron siendo igualitarias entre individuos de todo género, que el trabajo debió ser colectivo y cooperativo, que los excedentes se gastaban en celebraciones que nivelaban el nivel económico y que las guerras siguieron siendo algo poco corriente.

3. Grandes poderes agrarios en un mar de ruralidad aestatal
Hace unos 6.000 años, las sociedades agrarias se empezaron a volver dominadoras, patriarcales, violentas y dando la espalda a la Naturaleza, creando ciudades y Estados. Todas esas características nacieron a la vez. “Las élites tuvieron a su disposición mayores fuentes de energía a través del esclavismo, la servidumbre y el uso de animales para el trabajo”. La desigualdad y el comercio (principalmente masculino), permitió mayor movilidad y la sensación de “menor dependencia del colectivo”. Poco a poco, la sociedad se fue haciendo más compleja y tomando más distancia con la naturaleza y con sus semejantes, lo que permitió una relación de dominación, la cual requiere distancia emocional respecto a lo dominado. Eso ocurrió principalmente en algunos hombres, mientras el resto de la comunidad (especialmente las mujeres) continuó con una identidad relacional, equitativa.
Mientras las figuras de liderazgo anteriores redistribuían los recursos colectivos equitativamente, las nuevas redistribuían los recursos ajenos de forma desigual”. En este paso a sociedades jerárquicas también influyó la escasez en los recursos (por agotamiento, sequías…).

Una vez establecidas las primeras sociedades basadas en la dominación, se empezaron a expandir. Pero en el siglo XVII todavía la mitad de la superficie terrestre estaba habitada por pueblos igualitarios (Australia, gran parte de Norteamérica, Sudamérica y África…). Esos pueblos han sido más pacíficos y menos explotadores, pues la guerra es uno de los actos humanos que requiere de mayores cantidades de materia y energía.
Sociedades dominadoras: conquistar tierras y acumular riqueza
Los gobernantes tienen la capacidad de coacción sistemática mediante herramientas militares, políticas, económicas e ideológicas”. Los Estados han tendido a aumentar sus fronteras y su población, que era vista como fuerza de trabajo (y aún hoy se ve así). La forma más rápida de incrementar el poder era conquistar nuevas tierras, que aportaran más energía al Estado.
Los Estados han sido posibles gracias a la posibilidad de acumular riqueza. Sin embargo, ha habido curiosas formas de evitarlo: en Egipto hubo una moneda que se oxidaba, es decir, que se devaluaba periódicamente, incitando así su uso y evitando el interés en acumularlo. En la Edad Media europea se aplicaba el cambio de moneda cada 5-6 años, con pérdidas del 25% para evitar la acumulación de dinero. Dado que acumular grandes cantidades de dinero perjudica a la sociedad, es justo que se pague por ello.

La usura fue condenada por muchos concilios cristianos y era mal vista o estaba prohibida en India, China, por el judaísmo y por el Islam.
La base energética de los Estados agrarios fue la biomasa, pero los Estado dominadores necesitaron más energía. La consiguieron esclavizando o controlando animales y humanos. Por todo el planeta se ha cumplido que a mayor uso de animales de tiro, mayor desigualdad social. Pero atención, el control de humanos comenzó con el dominio de los hombres sobre las mujeres.

Los animales permitieron cultivar en tierras más áridas y aumentar la potencia disponible para trabajar, moverse o para hacer la guerra. De hecho, en América las formas de dominación fueron más lentas porque allí no había animales adecuados para la domesticación, por la extinción de la megafauna.
También se consiguió aumentar el trabajo gracias a otras formas de energía (hidráulica, eólica…) e inventos de ingeniería (molinos, mejoras en los barcos de vela, palancas, poleas…).

Muchas sociedades dominadoras colapsaron tras un éxito temporal (al menos 24, entre las que el libro estudia el Imperio romano y los Mayas). Las causas siempre son diversas, pero la expansión continua no es posible  (Roma chocó con los persas, los bárbaros…), y no es sostenible basar la economía en bienes expoliados, en el trabajo esclavo y en abusar de la naturaleza. La fundición de plata del Imperio romano consumió más de 500 millones de árboles en 400 años, deforestando una superficie el doble del área de Portugal. En el colapso de Roma, también influyó un cambio climático que redujo la productividad agraria, guerras civiles e invasiones germánicas (que fueron más bien migraciones masivas).

El libro expone el caso de éxito de Papúa, uno de los lugares donde surgió la agricultura, pero donde no se cambió a una civilización dominadora (hasta que llegaron los europeos). Fueron capaces de evolucionar en equilibrio con el medioambiente y la población. Tenían mecanismos de control poblacional incluyendo la abstinencia, el infanticidio, plantas y dar el pecho durante dos años. Es evidente que una sociedad no puede crecer en población  indefinidamente sin que ello genere problemas.

4. El inicio del capitalismo y sus características intrínsecas
Una transformación asombrosamente rápida de la humanidad vino de la mano del capitalismo. El libro expone porqué no nació el capitalismo en China o en los califatos islámicos. En Europa, las revueltas campesinas hirieron de muerte al sistema feudal. En respuesta a esta crisis, se empezó a desarrollar el capitalismo (siglos XV-XVI, aunque su madurez no llegó hasta el XIX). “La búsqueda de más energía fue una respuesta a la crisis del sistema feudal pero, a la vez, este incrementado flujo energético fue un motor clave en la transición al capitalismo”.

El capitalismo es un proceso “en el cual el dinero se utiliza para crear más dinero a través de la explotación de las personas y de la naturaleza. Como consecuencia de ello, el capitalismo genera una cooperación social y ecosistémica asimétrica, en la que una clase sale claramente beneficiada a costa del grueso de la población y del resto de seres vivos”. A través del capitalismo y de las políticas “la población perdió autosuficiencia”, viéndose muchos abocados a encontrar un trabajo asalariado y a trabajar para otros. Esta es mano de obra barata, pues procede de las personas más empobrecidas expulsadas del campo. Esto tuvo el efecto secundario del crecimiento de las ciudades.

No hay capitalismo sin mercados internacionales”
En esos siglos, la principal partida de gasto de muchos países fue la guerra: en el siglo XVII, el gasto dedicado a guerras fue del 90% en el caso de Holanda y el gasto militar británico fue similar a principios del XIX. Para mejorar los rendimientos también se esclavizaron personas y se les robaron las tierras y los recursos (oro, plata…). Por poner dato, a comienzos del XVIII, España se había apropiado de 1/3 de las tierras comunales indígenas en América.

No existe un único capitalismo, sino que es un sistema con múltiples caras” (véase nuestro capitalismo sensato) pero, resumiendo, la síntesis del capitalismo es la ampliación de la cantidad de dinero. Eso puede hacerse mediante la inversión de dinero (D) en maquinaria, materiales, energía y trabajo para producir mercancías y/o servicios (M) que, al venderse producen más dinero (D’). Eso se representa con la fórmula D-M-D’ y ahí “el dinero no es un medio de cambio, sino un fin en sí mismo. Cuando la circulación se ajusta a la fórmula M-D-M’, donde el dinero es un medio para conseguir el servicio o bien que se quiere, el sistema no es capitalista. Así, la finalidad de la economía dejó de ser la satisfacción de necesidades y deseos, lo que, en caso de ocurrir, fue un producto secundario de la reproducción del capital”.

Quien es capaz de cubrir más rápido el ciclo D-M-D’ aumenta su competitividad y, para ello, ayuda que exista disponibilidad permanente de fuerza de trabajo. La competencia obliga a las empresas a mejorar su  rentabilidad y eso las incita a innovar. Para las empresas capitalistas lo importante es la plusvalía (la diferencia entre D y D’). Cuando existe plusvalía en una empresa, eso indica que sus trabajadores están cobrando menos que el valor que están creando con su trabajo.

El dinero que se guarda y no se invierte no es capital (si se deja en los bancos sí es capital). Para que el capitalismo tenga fácil esa creación de dinero se recurre a la explotación de las personas y de la naturaleza. El capitalismo aprovecha el “trabajo” de la naturaleza porque es algo imprescindible para la reproducción del capital. La naturaleza no es solo una fuente de recursos, “sino la matriz donde se desarrolla el capitalismo”.

Dentro del capitalismo hay “una ingente cantidad de trabajos de cuidados  que en muchos casos no generan plusvalías”, y el grueso de esos trabajos los realizan las mujeres en los hogares. Además, todo el sistema capitalista necesita unos ecosistemas que puedan realizar sus funciones (depuración de agua, equilibrio climático, fertilización del suelo…). “Todos esos trabajos son imposibles de retribuir por el capital”: a principios del XXI el trabajo humano no pagado estaría en el 70-80% del PIB mundial y el de la biosfera en el 70-250%. Es decir, “mientras en las sociedades pretéritas la explotación de la naturaleza y las personas era optativa, en el capitalismo es inevitable para el sostén del sistema”.

Por otra parte, “quienes pueden movilizar las mayores cantidades de capital tienen las de ganar”, de forma que “el capitalismo tiende a acumular el capital en pocas manos, favoreciendo los monopolios” y “cuanto más feroz es la competencia, antes se llega al monopolio”.
El capitalismo no funciona pagando al contado, sino que funciona a través de contraer deudas para financiar la acumulación del capital. “Las deudas en el capitalismo significan traer una plusvalía que se supone que se va a generar en el futuro al presente”. Eso genera intereses que hacen que prestar dinero sea muy lucrativo, pero dado que es ganar dinero sin aportar apenas trabajo, la usura estuvo prohibida durante la Edad Media. “Cuando Enrique VIII de Inglaterra rompió con la Iglesia católica (1545), también lo hizo con la prohibición del cobro de intereses, al igual que lo harían la Iglesia protestante y la calvinista. Posteriormente, la Iglesia católica se olvidaría de la persecución de la usura, que había sido un pecado tan importante como el aborto ahora”.

En el sistema actual “no existe riqueza física real que respalde al dinero existente. Si este se quisiese hacer efectivo, el sistema, simplemente, colapsaría” (hay más deuda que dinero para pagarla). Si todo el mundo quisiese retirar su dinero del banco para guardarlo o para gastarlo, sería un caos económico. “La historia del capitalismo está plagada de rescates bancarios”, porque si quiebran los bancos quiebra el motor del sistema capitalista: el crédito y los medios de pago.

El capitalismo genera las condiciones para sufrir crisis periódicas”
Fruto de la competencia, cada vez se tiene que invertir más con unos márgenes de beneficio menores. El sistema tiende a un crecimiento constante de la producción (del crecimiento económico, del PIB) pero el consumo de la clase trabajadora está limitado (si suben mucho los salarios baja la plusvalía). Además, “el imperialismo capitalista es inevitable”, crear nuevos mercados para crecer, como sea. Esta sobreproducción y sobreacumulación de capital requiere incrementar el consumo energético y material, lo cual choca con los límites ambientales y, por tanto, las crisis son inevitables. Ante una crisis económica, el capitalismo tiende a huir hacia adelante, acelerando su crecimiento.

Para mantener el incremento de producción y consumo, se hace imprescindible el crédito (traer dinero del futuro). Es decir, el capitalismo empuja a endeudarse cada vez más, lo que termina siendo insostenible (no se pueden pagar todas las deudas), y el sistema cae en crisis. La parte positiva de las crisis es que permiten el saneamiento del capitalismo, la eliminación de parte de la competencia y las deudas impagables.

El capitalismo incrementó la pobreza y la deuda ecológica
Por si fuera poco dramático, “el Estado capitalista no puede evitar la  corrupción“, ya que los sobornos son económicamente rentables. Pero una de las cosas más tristes es que en este proceso el grueso de la población ha pasado a depender del mercado, lo cual es, en el fondo, una pérdida de libertad (como bien explica Harari).

La monetización de la economía y la salarización de la población trajeron la aparición de la pobreza hasta puntos nunca antes conocidos. Por ello, el nacimiento del capitalismo estuvo acompañado por el del vagabundeo en las ciudades”, donde hay una mayor desestructuración social.

Se llama «deuda ecológica» a los daños ambientales generados por una sociedad sobre un territorio distinto al de esa sociedad. La deuda ecológica de las zonas ricas se incrementó a costa de la explotación ambiental de zonas cada vez más alejadas y que, además, no recibían una remuneración adecuada al trabajo y al daño ecológico. Es lo que Naredo y Valero llamaban la «regla del notario», que explicaban así: en la primera fase de construcción de una casa es cuando se producen los mayores impactos ambientales y, sin embargo, los salarios son comparativamente más bajos. Contrariamente, cuando la casa se inscribe en la notaría, los impactos bajan y los pagos se disparan. Es decir, para que unos ganen mucho otros tienen que ganar poco. Además, esos salarios serían imposibles sin el trabajo de cuidados de las mujeres para garantizar unos mínimos de vida. Se ha llamado «maldición de la abundancia de recursos naturales» a las consecuencias para algunos países de depender de la exportación de muy pocos productos primarios.

De la cooperación a la competitividad
Antes del capitalismo, el poder estaba directamente ligado a la tierra disponible, pero el capitalismo rompió esa correlación para cambiar la tierra por el capital que se podía movilizar. España sufrió esa ruptura durante la segunda mitad del siglo XVI, pues la industria se focalizó en Holanda e Inglaterra y “España se vino abajo porque era demasiado grande”. Estados más pequeños terminaron siendo más competitivos.

Durante los siglos XVI-XVIII las humanidades se fueron convirtiendo en conocimientos secundarios, y la concepción mecanicista de la naturaleza  fue ganando terreno, gracias a Newton, Descartes o Bacon, por ejemplo. La ciencia se ha ido poniendo en manos de la industria cuya ética está subordinada al rendimiento económico. La ciencia, que tiene fama de objetiva y neutral, en realidad no lo es, porque la ciencia necesita quien pague (como denunció también Harari). La ciencia y la tecnología han sido las herramientas básicas de un progreso que ha mirado más por enriquecer a unos pocos que por hacer felices a la mayoría.

Con esa ética y esos principios, la naturaleza se convirtió ya definitivamente no en un todo del que el ser humano forma parte, sino en un elemento del que extraer recursos, al que someter”. Esa desconexión entre el ser humano y la naturaleza se aprecia en cómo los banqueros pueden obtener poder “creando la ficción del crecimiento sin raíces físicas”. El capitalismo impuso su ritmo rápido para ser competitivos. “La inmediatez fue anulando a la profundidad, y lo urgente a lo importante. El resultado fue una creciente superficialidad y desorientación personal y social, que se convirtieron en el terreno propicio para el desarrollo de la sociedad de consumo”.

Estas sociedades fueron creando la ilusión del individuo como un ser autónomo e independiente, a la vez que alejaban los lugares de la explotación humana (y animal) de forma que fuera más difícil conectar el consumo cotidiano con sus implicaciones socioambientales. “Mientras las primeras sociedades humanas habían recompensado la cooperación, ahora lo que se incentivaba era la competitividad individualista”. Este individualismo lleva a una pérdida de sentido de la vida que muchos llenan con la posesión de objetos, pretendiendo que vales más si tienes más.

La libertad individual cobró un valor inédito en la historia, pero sobre todo en el plano económico. Esa libertad genera ruptura con los demás seres humanos y lo que Fromm decía que era el mayor temor del ser humano, el aislamiento.
Es cierto que “la cooperación es la respuesta humana más exitosa para la supervivencia” (Harari lo explicó magistralmente). El capitalismo ha conseguido encaminar gran parte de esa cooperación hacia la reproducción del capital.

Algunas injusticias
En los siglos XVI y XVII se acentuó la persecución y sometimiento de las mujeres. Según estos autores eso es “un elemento fundamental en los sistemas socioeconómicos basados en la propiedad privada”, para conseguir la transmisión padre-hijo y para conseguir una alta natalidad, convirtiendo a las mujeres en máquinas de producir trabajadores. Las luchas sociales habían sido alimentadas por la escasez de mano de obra fruto del descenso poblacional. El capitalismo necesita mano de obra lo más barata posible y se sostiene gracias a la gratuidad de las labores de cuidados realizadas por las mujeres.

Muchos pueblos se rebelaron ante la usurpación de sus tierras, de sus  derechos y ante la degradación del medio, pero el poder contestó con brutalidad en muchos casos. En América, Bartolomé de las Casas (1484-1566) “desarrolló el primer discurso crítico con la Modernidad, llegando a reconocer el deber de las poblaciones indígenas de guerrear contra los ejércitos españoles para defender su territorio. También argumentó contra la esclavitud de los/as indio/as”.

Durante estos siglos las ciudades crecieron de forma importante y, a la vez, creció la deforestación para cocinar, calefacción, metalurgia, construcción de barcos… Un barco de guerra holandés requería 2.000 robles de un siglo de edad (unas 20 ha de bosque). Por otra parte, los cultivos americanos (tomate, patata, maíz, girasol…) permitieron aumentar la productividad de las cosechas y así poder aumentar la población mundial. También se incrementó el uso de las energías eólica e hidráulica. Sin embargo, debemos tener en cuenta que a finales del siglo XVIII gran parte del globo no se articulaba en Estados y que las estructuras capitalistas aún no controlaban la producción mundial.

5. Carbón y tecnología permitieron a Europa dominar el mundo
Del capitalismo agrario anterior se saltó al capitalismo fosilista, fuertemente dependiente de los combustibles fósiles. Bertrand De Jouvenel diría que este salto fue la transición de usar las fuerzas del suelo (agua, aire, animales y humanos) a las fuerzas del subsuelo (carbón, petróleo…). La Revolución Industrial necesitó una fuente de energía concentrada y barata y la capacidad tecnológica de transformar calor en energía mecánica (la máquina de vapor).

Las máquinas de vapor se usaron inicialmente para bombear agua, en la industria textil… y posteriormente se fueron aplicando al transporte (ferrocarril, barcos de vapor…); y más adelante a la electrificación (luz, tranvías, motores…). Cada vez más, el transporte de mercancías, personas e información se convirtió en rápido y rentable. De hecho, el transporte ha sido central en la salida de las crisis, porque la forma de superar una crisis del capitalismo es expandir el sistema, es decir, expandir su propia insostenibilidad.

Las características de esta fase histórica son: crecimiento importante en el uso de energía y crecimiento demográfico (principalmente en las ciudades). Todo esto generó un sistema de enorme potencia y una disminución del porcentaje de población dedicada a la agricultura. Las tareas de cuidados siguieron siendo importantes (sirvientas, limpiabotas, basureros, cocineros…); lo que perdió importancia fue la fuerza física para pasar a valorarse más la capacidad intelectual.

De todas las estrategias usadas por el humano para conseguir energía  (fuego, recolección, caza, agricultura, esclavitud, animales, energías renovables) los combustibles fósiles y las máquinas han sido los que más potencia, energía y versatilidad han proporcionado.

Igual que el paso a una sociedad agrícola conllevó más horas de trabajo, el salto a la sociedad industrial también trajo consigo jornadas más largas  y más personas trabajando. Las máquinas podían funcionar todo el día y el invento de la iluminación permitió esas jornadas más largas. La mecanización propició el desempleo para muchas personas, lo cual permitió bajar los sueldos (especialmente a mujeres y niños).

Las fuentes de energía de la Revolución Industrial tenían localizaciones concretas y eran privadas. No eran como el sol o el viento que están en todas partes. Por otra parte, las tecnologías son complejas y caras, por lo que el acceso es más limitado y más insostenible (por su alto impacto ambiental). Esta transición generó desigualdad y marcó un punto de no retorno, pues “desengancharse de ese consumo energético requiere un gran cambio civilizatorio”.

También vinieron otras consecuencias, como el despoblamiento rural (los agricultores se convirtieron en empleados de las fábricas) y la necesidad de colonizar tierras para ampliar mercados: “las manufacturas inglesas se intercambiaban por esclavos/as africanos/as, que a su vez se llevaban a América a cambio de productos tropicales que acababan en las islas británicas”. El fin de la esclavitud fue una liberación relativa, pues los antiguos esclavos se convirtieron en jornaleros con pocas opciones más y, curiosamente, la población asalariada era más rentable que la esclavizada (los esclavos vivían 9 años más que los trabajadores libres, porque se invertía más en sus cuidados).

Las colonias generaron enormes beneficios para los países colonizadores, especialmente para sus élites, pero también aumentaron las desigualdades. En nombre del libre mercado se crearon guerras. Por ejemplo, China quiso cerrar sus fronteras al mercado de opio, pero Gran Bretaña le obligó por la fuerza a legalizar su venta (Guerras del Opio), pues eso generaba enormes beneficios a la corona británica y sus adláteres. El gasto militar y las muertes en las guerras aumentaron proporcionalmente. La colonización causó entre 50 y 60 millones de víctimas, la mitad en India.

En definitiva, el capitalismo requirió nuevos territorios y para ello se usó la fuerza, plasmada en forma de armamento, el cual necesitaba el uso masivo de energía. El control de nuevos mercados y recursos facilitaron el crecimiento. Por ejemplo, en Sudáfrica en 1936, el 70% de la población local negra solo había conseguido mantener el 7% de las tierras.

El patrón oro y las implicaciones del papel-moneda
En el siglo XVIII apareció el papel-moneda moderno, emitido por cualquier banco. El dinero inicialmente estaba respaldado por el oro que cada banco tenía guardado pero pronto se dieron cuenta que podían crear más dinero que el metal que lo respaldaba. Confiaban en que no se retiraría todo el dinero a la vez. El patrón oro dejó de existir en la práctica durante la I Guerra Mundial y con ello pudieron hacer frente al enorme gasto militar. El colapso del patrón oro en la década de 1930 fue el “fracaso total de la utopía liberal, del laissez faire, del mercado autorregulador a escala estatal y mundial, en definitiva, de la sociedad de mercado capitalista sin restricciones” (liberalismo). El mercado no se regula por sí mismo de forma ideal. Eso es un mito del liberalismo que se derrumba porque los supuestos sobre los que se estructura el mercado ideal son imposibles (competencia perfecta, información total de los mercados presentes y futuros…).

Estados Unidos dispuso en la Constitución que la propiedad privada era inalienable, pero sin embargo no tuvieron pudor en arrebatar las tierras a los indígenas, masacrarlos y arrinconarlos en reservas. Gracias a eso su economía creció. También creció gracias a meterse en las dos Guerras Mundiales tras un fuerte desgaste de las potencias Europeas. Pensemos que la II Guerra Mundial tiene uno de sus motivos en la búsqueda de Alemania  del dominio de los campos petroleros rumanos y soviéticos. El final de la guerra estuvo muy determinado por el agotamiento energético de Alemania.

La expansión demográfica
A partir del siglo XVIII la población se disparó. No se debió a los avances en la medicina sino a los avances en la producción agraria. Lo novedoso fue la implantación de prácticas eficientes más que nuevos conocimientos. En algunos casos, el incremento poblacional es una estrategia de la población empobrecida para sobrevivir: tener muchos hijos garantizaba mano de obra suficiente. El hambre provocó migraciones masivas a las tierras colonizadas (principalmente América).

El progreso y el dinero
La iluminación artificial cambió muchas cosas, como los horarios laborales y una desconexión de los ritmos naturales. El progreso se vio como algo bueno en sí mismo, sin importar que tuviese consecuencias negativas. Ese progreso permitió un incremento del conocimiento científico y de los bienes disponibles, así como ampliar la clase media.

Aún perdura hoy la idea de un crecimiento sin fin, ajenos a que la producción se sustenta en la extracción de recursos naturales y en la apropiación del trabajo ajeno (léase a B. De Jouvenel). Sin debate ni reflexión, se supuso que todo avance científico era bueno por naturaleza. Economistas como Smith o Ricardo pusieron el trabajo y el capital como la base para la creación de riqueza, relegando la tierra (la naturaleza) a un segundo lugar y sin nombrar siquiera a la energía.

Se puso todo el foco en la producción sin evaluar si lo producido era bueno o no. O sea, la producción genera beneficios monetarios, sin importar si se produce alimento o armamento. Ese es, de hecho, el gran error de usar aún hoy el PIB como medida del progreso, porque el PIB no mide el progreso sino el consumismo. Existen otras medidas alternativas más completas y sensatas (como el IPG) que no ignoran la degradación del planeta ni el trabajo no asalariado. El error de los economistas de esa época fue hacer sus cálculos para un ser humano conocido como Homo economicus con características irreales (insaciable, racional, ambicioso…).

Ese “progreso” hizo que la gente viera en la posesión de bienes un medio para obtener reconocimiento social. También implicó que la religión perdiera poder, además de por otros factores como el avance de la ciencia.

Antes del capitalismo también había ambición y avaricia, pero el capitalismo gratificó esos comportamientos penalizando los cooperativos. Otro elemento clave fue la veneración de la juventud. O sea, los economistas consideraban que el Homo economicus no necesitaba cuidados en su infancia, ni en su vejez. También se impuso la obligación moral de devolver las deudas, aunque los grandes capitales pueden funcionar sin tener que restituir esas deudas.

Resistencias al capitalismo
Al menos hubo resistencias al capitalismo en tres espacios: 
  i) en el mundo agrario (con la Revolución Francesa como ejemplo claro); 
 ii) en el mundo industrial (el movimiento obrero);
iii) en las colonias, contra la colonización y contra la esclavitud.
También hubo movimientos de mujeres reclamando sus derechos (feminismo).
Hay que decir que las alternativas obreras no escaparon del mercado: los sindicatos no aspiraron  a la creación de economías alternativas.

La introducción de máquinas fue fuertemente rechazada por los propios empleados pero al final se impusieron. Los principales sectores con conflictos laborales fueron la minería, los transportes y las manufacturas. Aún hoy, son las élites las que más beneficios sacan de las máquinas (robots…) y las clases bajas no tienen ni siquiera una reducción de la jornada laboral acorde a esos beneficios y a esa mejora en la productividad. Por ello, se ha propuesto, al menos, una microrreducción de la jornada laboral.

Por otra parte, el fascismo no fue de facto un movimiento anticapitalista, sino que desde sus orígenes se asoció a las clases elevadas contra los movimientos obreros, contra los extranjeros, contra el liberalismo y contra los intelectuales, así como con características propias (tradicionalismo, nacionalismo, racismo, machismo).

De Estados absolutistas a democracias parlamentarias
La primera democracia moderna fue Estados Unidos (1776), aunque solo votaban los hombres blancos con títulos de propiedad. Luego, el número de democracias parlamentarias fue aumentando: en 1850 eran 5 estados (7.5% de la población mundial) y en el año 2000 eran 87 estados (57,1%).
Para unificar cada estado se usó el sentimiento nacional y para ello, las guerras ayudaron: en la I Guerra Mundial el movimiento obrero se alineó con los intereses nacionales (más bien, de sus burguesías nacionales). Para crear ese sentimiento nacionalista se empleó la educación estatal (obligatoria). Pero para aplacar al movimiento obrero hicieron falta medidas “sociales”: la sanidad y las pensiones públicas se crearon a finales del siglo XIX. El Estado social dio un salto con la llegada al gobierno de partidos socialistas (UK, Francia, Alemania).

Los costes de ese Estado social se externalizaron, mayoritariamente en las colonias, lo que agravó aún más la deuda ecológica, social y económica contraída con ellas. Otro efecto fue la expansión del individualismo, al ser el Estado el que efectúa labores asistenciales, en vez de las familias o de las personas cercanas (efecto explicado muy bien en este libro de Harari).

El mayor control del Estado se materializó con un mayor control del cobro de impuestos, con información detallada de los ingresos de la población, con la creación de cuerpos de policía, con leyes para regular los comportamientos públicos tolerables y para regular el crecimiento de la población. Los Estados han fomentado el crecimiento de ciertos sectores de población pues repercutía en su poder fiscal y bélico. Por otra parte, también intentaron impedir el crecimiento poblacional de ciertos sectores incluso con esterilizaciones forzosas (como hizo el nazismo, por ejemplo). Es decir, los que abogan por un crecimiento de la población suelen esconder sentimientos de xenofobia, porque no están interesados en que crezca cualquier tipo de etnia.

La naturaleza se explotó con la misma brutalidad que a los seres humanos. (…) El capitalismo había generado fuertes impactos ambientales desde su inicio, impactos que están en el corazón de su funcionamiento”. Pero la agresión empieza a ser realmente intensa con el uso de la fuerza de los combustibles fósiles. El impacto más claro fue en la contaminación del aire que mató a millones de personas, pero también se contaminaron el agua y el suelo.

Además, el consumo de combustibles fósiles implica consumir otros recursos (agua, minerales…). Otras implicaciones impactantes fueron la extensión de los monocultivos, la pérdida de bosques y la desigualdad entre países. La naturaleza se consideraba como un bien inagotable. El capitalismo socavó la autonomía de los pueblos, pero todo esto empeoraría con el uso masivo de petróleo.

6. La era trágica del petróleo
Los autores llaman así a la segunda mitad del siglo XX, cuando, entre otros hechos, se produce el desplazamiento del modelo agroindustrial de la agricultura solar por la petrolera, una explosión demográfica y urbana basada en transporte motorizado, surgen medios de comunicación de masas y estalla la crisis ambiental global.
Del carbón al petróleo
Petróleo y motor de explosión fueron el tándem equivalente al carbón y la máquina de vapor del siglo XIX. Desde 1961 se ha quemado el 90% de todo el petróleo utilizado por la humanidad (dato de 2012). Acoplados al petróleo también aumentó el empleo de gas natural, carbón, energía nuclear, hidráulica y, por supuesto, electricidad, que pasó a ser el principal vector energético. La  electrificación fue un salto importante en la industrialización, al ser una energía transportable e instantánea. Además, al ser generada lejos del punto de consumo se hacen invisibles los impactos que provoca.

El salto en el consumo se muestra bien en este dato: “entre 1940 y 1990, la población estadounidense consumió más minerales y combustibles fósiles que toda la humanidad anterior”. Traduciendo los litros de petróleo a trabajo de fornidos trabajadores, de media cada persona usa 20 esclavos energéticos, pero la realidad es que la distribución es muy desigual: Europa llega a 45 por persona, mientras EEUU utiliza 120.

El petróleo desplazó el carbón en algunos usos, por sus características fisicoquímicas, pero también por otras cuestiones como el requerir menos mano de obra y evitar por eso las movilizaciones mineras que sí hubo en el sector del carbón.

La Megamáquina
Se denomina Megamáquina al complejo empresarial-burocrático-tecnológico que otorga gran fuerza a la clase dominante por la fusión de economía, política y técnica. Esto tiene algunas implicaciones importantes:
  • Crecimiento económico gracias al petróleo, lo cual permitió mayor  concentración de poder (y de dinero). Ese crecimiento posibilitó crear dinero ligado indirectamente al petróleo barato.
  • Sociedades complejas y dependientes del petróleo. La sustitución de trabajo humano por el de las máquinas, el incremento poblacional y el acceso a energía barata hicieron que pocas personas se dedicasen a conseguir energía y muchas a utilizarla (justo lo contrario que en las economías agrarias). La tecnología es materia, energía y conocimientos condensados y ha creado dependencias de las que es muy difícil librarse. El sistema productivo depende de las máquinas.
  • Desconexión de causas y efectos y una naturalización de la dependencia de las máquinas.
Represión financiera: Multinacionales, el FMI y el BM

La creación de instituciones supraestatales para regir la economía es, en principio, una buena idea, pero el sistema derivó en abusos (algunos de ellos pueden leerse aquí, documentados por Naomi Klein). El incentivo al comercio mundial vino apoyado por dos factores decisivos: la rebaja arancelaria y el abaratamiento del trasporte. La consecuencia fue un aumento del consumo energético y de las emisiones de CO2.

Todo esto también facilitó la globalización y el auge de empresas multinacionales que deslocalizaban sus instalaciones buscando los menores impuestos, salarios y restricciones ambientales. Desde el principio, las multinacionales produjeron múltiples impactos, que pueden resumirse en: i) pérdida de soberanía local y estatal (soberanía alimentaria, energética, política);
ii) inseguridad (intervenciones militares por intereses empresariales);
iii) control de la economía (dinero público para infraestructuras interesantes para empresas, destrucción de la pequeña economía);
iv) colonización cultural;
v) impactos ambientales;
vi) explotación laboral;
vii) control del territorio (privatización, urbanización…);
viii) impactos sobre la salud (contaminación…).

Para poner nombre a las multinacionales que abusan exageradamente sugerimos leer este artículo.

No todo fue malo, por supuesto. De esa época también hay éxitos de los movimientos sociales, un capitalismo de rostro humano en el que se internalizaron costes sociales (sanidad, pensiones…). Es el llamado Estado del Bienestar, pero que también trajo consigo la Sociedad de Consumo, apoyada por la producción en masa, la publicidad, el crédito, el aumento salarial de la clase media y la obsolescencia programada.

Por su parte, la descolonización vino acompañada de nuevas formas de control, principalmente por EEUU y URSS: gobiernos supeditados a sus intereses, uso de la violencia cuando lo consideraban necesario, endeudamiento de países pobres (ayudados por el BM) y succión de su riqueza. La globalización tiene el efecto de permitir que el dinero y las mercancías fluyan principalmente hacia las zonas ricas, pero las personas no pueden fluir de igual forma. La diferencia entre la renta per cápita de los países enriquecidos y los empobrecidos entre 1870 y 1989 se multiplicó por 6.
Cuando llegan trabajadores a los países ricos desde los pobres suelen ocupar puestos mal remunerados. Lo mismo ocurre aún con la mujer que sigue cobrando menos que el hombre por el mismo trabajo.
Las crisis energéticas y económicas
El keynesianismo y el neoliberalismo necesitan energía barata. Entre 1973 y 1980 el precio del petróleo se multiplicó por más de 5. Ello se debió a decisiones políticas, no porque la capacidad de extracción no pudiese satisfacer la demanda. Sin embargo, los Estados modernos necesitan del crecimiento económico para cuadrar sus cuentas. Cuando el crecimiento cayó y los costes no lo hicieron, la crisis estaba servida.

La creciente robotización, las nuevas tecnologías y la deslocalización  generaron una rebaja en las condiciones laborales. Las empresas redujeron y están reduciendo sus plantillas (los bancos son un buen ejemplo), pero hay alternativas. La mayoría de la inversión en investigación energética se destinó a la energía nuclear y fósil (apenas el 13% fue destinado a renovables y  eficiencia). Como decía Harari, la investigación está dirigida por intereses económicos.

Muchos países pobres se endeudaron y cuando subieron los tipos de interés fueron incapaces de pagar la deuda. Algunos países anunciaron que no pagarían (México fue el primero). Entonces, el BM (Banco Mundial) y el FMI (Fondo Monetario Internacional) idearon los Planes de Ajuste Estructural (PAE), un mecanismo para imponer medidas a los países endeudados, a favor de las grandes potencias. Los PAE obligaron a:
i) producir para la exportación;
ii) devaluar sus monedas para abaratar las exportaciones, el trabajo…;
iii) acatar las reglas comerciales;
iv) eliminar restricciones a la inversión extranjera;
v) pagar la deuda destinando gran parte de los presupuestos;
vi) reducir el gasto social;
vii) privatizar empresas y recursos;
viii) desregular ciertos sectores (beneficiando a empresas normalmente extranjeras).

Todas esas medidas son lo que Naomi Klein contó en su libo La doctrina del shock y se aplicaron en algunos países para hacer cambios importantes aprovechando una fuerte represión de la población o una conmoción (guerra, desastre natural…). “El modelo económico de Friedman puede imponerse parcialmente en democracia, pero para llevar a cabo su verdadera visión necesita condiciones políticas autoritarias”. Allí donde se aplicaron, se generó un “desastre político, social y ambiental, así como una redistribución de la propiedad”, en beneficio del gran capital.

En el comercio internacional se agudizó el sometimiento, aplicando la regla del notario: la producción más contaminante y la menos lucrativa se sitúa en los países pobres. La especulación con materias primas se hace en los países ricos pero afecta más a los pobres, porque el comercio mundial no es una suma positiva en la que todos ganan. De hecho, suele ser una resta en la que pierden todos los países, pues se sostiene por la degradación del entorno en países lejanos o en el propio país.

Las multinacionales penetraron en muchos países imponiendo sus normas, usando la protección arancelaria para sus intereses. La liberalización del comercio y las subvenciones consiguieron hundir ciertos sectores en los países pobres. Incluso, la OMC y el BM crearon mecanismos (como el CIADI) para que las empresas puedan denunciar a los Estados que estorban sus intereses. En España hay un caso reciente: el bufete que contrató a Sáenz de Santamaría gana pleitos a España por las leyes anti renovables que aprobó el gobierno cuando ella era vicepresidenta.

El fenómeno de las puertas giratorias es un mecanismo empleado para que las empresas impongan sus leyes neoliberales. El neoliberalismo ha ganado terreno en muchos países como lo demuestran los resultados electorales y la participación de la “clase media” en la especulación financiera (invirtiendo en bolsa, en inmuebles o en planes de pensiones).

La globalización neoliberal
¿Cómo se reprodujo el dinero? Hubo unas estrategias básicas:
  1. Aumento de la explotación humana (reducir sueldos, aumentar jornada laboral, impuestos regresivos…).
  2. Hacer crecer las deudas (es un truco para reproducir dinero fácilmente). Es una estrategia usada para aumentar el consumo y revitalizar la economía, pero si se supera el límite sobreviene una crisis. El mismo BM ha financiado la construcción de infraestructuras de alto impacto ambiental que endeudan a los países. En muchos casos los estados se endeudan para promover el gasto público, incluyendo gasto militar desorbitado (keynesianismo bélico).
  3. Conquistar nuevos mercados y mercantilizarlo todo, además de privatizarlo. Como explicó Harari, los espacios donde antes actuaba la tribu o la familia, fueron ocupados por el mercado o el Estado (sanidad, pensiones, educación).
Las empresas se dieron cuenta de que era mejor subcontratar servicios y evadir impuestos en paraísos fiscales. El poder de las multinacionales ha crecido enormemente. Por ejemplo, las empresas que más contaminan con plástico no permitirían leyes que eviten esa contaminación. En España,  Ecoembes aglutina esas empresas y su funcionamiento es una estafa sin que ningún gobierno se escandalice.

El dinero se basa en la confianza y dado que la confianza en EEUU es alta, ese país puede fabricar dólares y comprar mercancías por todo el mundo a cambio de papeles (o registros contables electrónicos). La inflación se controló porque el dólar es la moneda con la que se compra la principal mercancía del planeta, el petróleo.
El libro enumera diversos mecanismos para ganar dinero, como son la  especulación (comprar bajo y vender alto es una forma de ganar dinero sin aportar nada a la sociedad). Otro ejemplo son las operaciones LBO, operaciones de compra de empresas con muchas deudas y venderlas tras fusionarlas, reestructurarlas o sacarlas a bolsa. También hay trucos para hacer trampas haciendo operaciones especulativas con ordenadores. “El poder no solo reside en quien tiene dinero, sino también en quien consigue que se lo presten, aparenta tenerlo y puede crearlo”.

La bolsa es un espacio regulado y con cierta transparencia pero, a pesar de ello, la especulación es inmensa. Sin embargo, el grueso de las operaciones financieras se realizan en la sombra (operaciones OTC). Los paraísos fiscales facilitan operaciones ilegales garantizando secreto bancario y una baja o nula tributación. Además, su existencia obliga a los Estados a desregular y a reducir sus impuestos porque si no lo hacen intentarán poner su dinero aún más en los paraísos fiscales o en estados sin muchas trabas (laborales, ambientales…). Por su parte, las multinacionales juegan a un doble juego: intentan escapar de las reglas fiscales sin renunciar a las ayudas públicas.

También tenemos las agencias de calificación, empresas que miden la fiabilidad de otras empresas y gobiernos. Las empresas pagan para que las valoren, lo que genera evidentes conflictos de intereses. La evaluación de un país puede condicionar mucho el precio que ese país paga por su financiación, lo cual ha permitido “jugadas especulativas perfectas”.

Se puede afirmar que los mercados financieros permiten operaciones de suma cero (solo hay beneficios en un sitio si hay pérdidas en otro), que el sistema incluye crisis periódicas inevitables, y que las desigualdades y la  degradación ambiental son motores básicos del sistema y de los procesos migratorios. La desigualdad aumenta entre países y entre los ciudadanos de casi todos los países. También hay que citar la corrupción, que empobrece aún más a todos.

Pero no todo es negativo: la esperanza de vida y el acceso a la educación han aumentado, y la pobreza extrema ha disminuido en términos globales. Además el “socialismo real”, la URSS, entró en grave crisis por múltiples motivos (el accidente de Chernóbil, la guerra de Afganistán, la represión interna, las desigualdades, la seducción del capitalismo, el pico del petróleo de los ochenta…). La caída de la URSS supuso aplicar la terapia de choque (mira aquí algunos datos) e influyó mucho en países como Cuba, el cual se vio obligado a aplicar recortes. Unos efectos positivos fueron el impulso cubano a las bicicletas y a la agricultura ecológica o semiecológica, más intensiva en trabajo y menos en pesticidas, especialmente en las ciudades (huertos urbanos). Más aún, La Habana es una de las pocas ciudades que se acercó al cierre de los ciclos de la materia (compostaje…), pero posteriormente se volvió a incentivar la agricultura industrial.

Agricultura industrial, agricultura petrodependiente
Durante la segunda mitad del siglo XX la productividad agrícola se multiplicó por 3-4, pero de forma muy desigual. Las claves de la llamada Revolución Verde fueron la fuerte dependencia de combustibles fósiles  (mecanización, fertilizantes y pesticidas), el incremento de tierras agrarias y del regadío, y el uso de variedades híbridas estandarizadas.

Por el contrario, la agricultura tradicional se adaptaba a las condiciones locales y usaba la diversificación para garantizar la suficiencia alimentaria. Los riesgos derivados de la uniformidad (agotamiento del suelo, plagas…) podían parchearse utilizando más cantidades de agrotóxicos. El objetivo de la agricultura (industrial) dejó de ser la seguridad alimentaria, para pasar a ser la de maximizar el beneficio”.

Esto hizo que el campesinado pasara a ser fuertemente dependiente, pero permitió ahorrar costes de mano de obra, evitar el barbecho y separar la agricultura de la ganadería. Al utilizar fertilizantes sintéticos, los excrementos de la ganadería intensiva se han convertido en contaminantes. En los países ricos se puede hablar de “agricultura sin campesinado, altamente industrializada, que utiliza mano de obra inmigrante en condiciones de hiperexplotación”. Además, en esos países el despilfarro de alimentos es altísimo.

Las subvenciones agrarias (como la PAC en Europa) han sido destinadas a abaratar la alimentación, sin importar ni la calidad ni el medioambiente.
La despoblación del campo ha facilitado la mano de obra a los sectores industriales y de servicios de las ciudades. Los subsidios han tirado los precios (a veces por debajo del coste de producción), lo que ha generado pérdidas en los agricultores de regiones empobrecidas (véase el caso de la leche). Se ha “obligado” a que los Estados pobres se especialicen en producir materias primas, con menor valor, a costa de perder su soberanía alimentaria. A cambio, un puñado de empresas controlan la producción y la comercialización” (con consecuencias nefastas).

Las técnicas modernas tienen graves consecuencias como son, por ejemplo:
  • acidificación y salinización de las tierras (especialmente donde se abusa del regadío),
  • aumento en el consumo de agua,
  • pérdida de biodiversidad (los plaguicidas matan más especies buenas o neutras que malas),
  • contaminación de la comida, del suelo y del agua,
  • eutroficación por los abonos,
  • pérdida de variedades locales bien adaptadas,
  • aumento de emisiones de GEI (pérdida de bosques, fabricación de abonos, uso de energía, distribución de alimentos a largas distancias…),
  • cultivos transgénicos, que tienen una problemática particular (abuso de agrotóxicos, contaminación genética, patentes biológicas…).
La agricultura ha dejado de ser una fuente energética para convertirse en un vector energético para que los cuerpos humanos puedan metabolizar los combustibles fósiles”. Estamos convirtiendo petróleo en comida perdiendo mucha energía en el proceso y generando graves impactos ambientales. “Estos impactos se agravan por dietas crecientemente carnívoras” (sin considerar el maltrato animal que ello conlleva, incluso al consumir huevos o productos lácteos).

Aun así, la agricultura campesina sobrevivió porque es más un estilo de vida que un negocio, propiciando el comercio local, controlando sus semillas, usando menos maquinaria, etc.

La energía fósil permitió el Boom demográfico y la urbanización
El crecimiento demográfico de la segunda mitad del siglo XX no tuvo precedentes y “no se volverá a repetir”. Las causas principales fueron la mejora en la alimentación, la higiene (depuración de agua…) y, en menor medida, la medicina moderna. Esas tres causas necesitan energía fósil (barata). Los países ricos tienen menor crecimiento porque los hijos se ven como un “gasto” y no trabajan hasta que no tienen bastantes años (y cuando lo hacen suele ser para ellos, no para la familia). La ciencia ha determinado que la superpoblación es uno de los mayores problemas ambientales.  Por otra parte, la escolarización femenina también ha influido sustancialmente.

Las migraciones en esa época también fueron mayores que en cualquier otro momento de la historia. Especialmente, las migraciones del campo a la ciudad fomentaron un crecimiento en la urbanización mundial, creando megaciudades, en las que casi siempre hay barrios de miseria y gentrificación. Las ciudades tienen un alto impacto ambiental por muchos factores (su excesiva iluminación, por ejemplo) a pesar de que sabemos qué hacer para que una ciudad sea sostenible.

Las grandes infraestructuras han beneficiado actores privados a costa de endeudar a los Estados y de reforzar la industria de la construcción. Endeudarse para tener una casa y un coche también ha sido visto como una forma de atemperar las luchas.

Los autores hacen esta tajante afirmación: Esta es la era (efímera) de la hipermovilidad, en la que las distancias que recorre una parte importante de la población, y sobre todo las mercancías, se han disparado gracias al petróleo”. A pesar de la evidente contaminación e insostenibilidad, el uso del vehículo privado y del avión no ha dejado de crecer, incluso con el apoyo estatal (para coches y aviones), lo que ha generalizado un turismo poco sostenible.

El coche ha permitido separar los lugares donde se vive, donde se trabaja, donde se compra y hasta donde la gente se divierte. El coche ha cambiado la forma de configurar la ciudad, haciéndola más contaminada y poco sostenible (véase el caso de Málaga). Además, está generando un autentico “drama humano” al unir las tasas de mortalidad y enfermedad que provoca la contaminación y los accidentes. El transporte más ecológico, el tren convencional (no el de alta velocidad), ha sido el gran perdedor en esta carrera por la comodidad. La construcción de carreteras y autovías fracciona el territorio y supone una inmensa pérdida de biodiversidad.

El libro resalta el surgimiento de una indignación y una crisis social que genera “explosiones del desorden“, por el desempleo, el patriarcado o la disminución de la “clase media” debida a las políticas neoliberales. Esas revueltas han sido contestadas con medidas represoras contra la población mayoritaria, mientras se evita controlar la delincuencia de altos vuelos (como el fraude o los paraísos fiscales).

La sociedad de la imagen: la TV como “arma de distracción masiva”
La radio, la televisión, internet, el cine, el deporte como espectáculo… han convertido al siglo XX en el siglo de la imagen, por encima de la escritura o el sonido. Es decir, predomina “la información menos estructurada y más espectacular”. A pesar de la sobreabundancia de información, los medios de comunicación se usan para influir en la gente y “todo ello no se hubiera podido producir sin energía eléctrica”. “La televisión posibilitó arrinconar todavía más la cultura popular” y hacer crecer la sociedad de consumo, gracias a la publicidad. Algunas de sus características son: constante generación de nuevos deseos, exaltación de las marcas por encima de los productos, obsolescencia (física y psicológica), productos de “usar y tirar“…

La televisión, junto con los vídeos o series de Internet, consiguen engañar al cerebro: mezclan ficción y realidad; y el sistema nervioso no diferencia entre imágenes reales y virtuales. Además, hay cierta adicción a esa forma de pasar el tiempo sin apenas moverse ni influir en nada, más bien dejándose influir.
Los videojuegos, por su parte, “han mostrado la irrelevancia de la acción” (de esa acción). Incluso los informativos, favorecen unas cosas frente a otras: informar del acontecimiento frente a sus causas, las malas noticias frente a las esperanzadoras, el consumo frente a la austeridad…

La publicidad induce una autoimagen negativa en las personas para alimentar el consumismo” y “las personas materialistas tienen una mayor probabilidad de sufrir desórdenes psicológicos”.

Internet, por supuesto, tiene muchas cosas buenas. Por ejemplo, el conformar “la mayor fuente de información al alcance humano que jamás haya existido”. Por otra parte, la globalización ha permitido proyectar con más fuerza los valores e intereses de los países ricos. Google, Facebook o Twitter han permitido más libertad de expresión, “más democracia, pero también más ruido y dificultad para gestionar la información”. Hay más emisores, pero no necesariamente más pluralidad. Internet también ha supuesto nuevas formas de control de la población y también de mecanismos para enfrentarse al sistema, como lo demuestran el movimiento antiglobalización, el indignado o el caso Wikileaks. No obstante, no debemos olvidar que las potencialidades son mayores para las grandes corporaciones que para la ciudadanía”.

Junto con el poder de la imagen, se usa también la palabra manipulada para engañar a la ciudadanía. Así, se habla de “guerras humanitarias”, de “crecimiento sostenible” o de “inversión en infraestructuras“. Se ha conseguido convertir en casi sinónimos las palabras progreso y crecimiento  económico. Dado que el crecimiento se mide con el PIB, cualquier cosa que suba el PIB es buena porque produce crecimiento. En cambio, la medida del progreso se ha eliminado (aunque existen interesantes medidas como el IPG u otras). No importa  que para incrementar el PIB se aumente la degradación ambiental.

Se ha conseguido inculcar en la ciudadanía que el desarrollo (crecimiento) de los países ricos permite resolver los problemas ambientales, pero desarrollo sostenible” se ha convertido en un oxímoron porque se impone el desarrollo sobre la sostenibilidad. Las medidas neoliberales no han funcionado. Se ha pretendido mercantilizar las funciones ecosistémicas: “Quien contamina paga” y “Quien conserva cobra” (esto último ha tenido buenos resultados en Costa Rica). “Bajo el paraguas del mito del desarrollo llegaron a legitimarse invasiones por medio de las intervenciones humanitarias”.

Cuando se afirma que el crecimiento es esencial para el desarrollo se está obligando a destrozar el medioambiente, normalmente para el enriquecimiento de unas élites. De ahí que se considere un escándalo la pobreza, pero no la riqueza, como si no estuvieran relacionados. En definitiva, el desarrollo esconde una triple falacia: que es bueno, que es posible para todos y que es factible en un planeta limitado.

El modo de vida altamente insostenible y basado en la explotación ajena hace que actos aparentemente nimios de consumo (encender el aire acondicionado, comprar una camiseta) tengan fuertes impactos (cambio climáticotrabajo infantil). Esto facilita el derrumbe moral, la sensación de la incapacidad de actuar éticamente” (aunque eso sea quizás lo único que podemos controlar totalmente). No interesa que se sepa que para construir cualquier aparato electrónico hay que extraer, procesar y transportar unas 1.000 veces su peso en materiales, con unos impactos ecológicos elevados, con residuos contaminantes y una altísima demanda de energía eléctrica. Leer un periódico on line o colgar un vídeo tiene un coste energético por el que no se paga. Se suponía que las TIC ahorrarían papel pero el efecto rebote ha hecho que se consuma más aún, así como todo tipo de materiales que nos dicen que son reciclables pero no nos dicen que su reciclado es tan caro que no compensa.

El Estado social/liberal
Tras la II Guerra Mundial se van consolidando Estados sociales: el gasto central dejó de ser el militar y fue el social, se abolió la pena de muerte en muchos países… Así, se vivió un periodo de tranquilidad y prosperidad material sin precedentes coincidiendo con la etapa de mayor crecimiento del consumo energético per cápita de crudo, sin olvidar la explotación de la naturaleza, del trabajo de cuidados de las mujeres, y de los países empobrecidos.

La Organización de Naciones Unidas (ONU) nace en 1945 en un clima posbélico y permitió la negociación de las tensiones sin recurrir al enfrentamiento armado entre Estados permitiendo avances como la Declaración sobre Derechos Humanos (1948).
Por otra parte, las medidas liberales aumentan la libertad de las empresas mientras que los Estados pierden “capacidad de decisión real sobre aspectos fundamentales que rigen la vida de la ciudadanía”. Un ejemplo son los tratados de libre comercio (como TLCAN, o TTIP) que instauran libertad de mercado y de movimiento para mercancías y servicios, pero no para las personas (una globalización a medias). Para evitar las migraciones se han levantado múltiples vallas, pero las migraciones no son solo por causas económicas y políticas, sino, cada vez más ambientales (en 2013, 22 millones de personas tuvieron que desplazarse por desastres naturales, tres veces más que por conflictos y el doble que 40 años atrás).

También, las competencias en los Estados se han ido descentralizando, perdiendo el Estado aún más poder, lo cual se une a otras pérdidas (la capacidad de crear dinero, empresas privatizadas…). Todo esto obliga a los Estados a pedir dinero prestado (a diario), lo cual no es sostenible ni deseable, por no hablar de los casos de corrupción.

A pesar de todo eso, los países centrales gozaron de “estabilidad” al desactivarse conflictos sociales (pactos empresas/sindicatos, aumento del nivel de consumo, individualismo…). También hubo movimientos reivindicativos, como la Revolución del 68, tal vez el más internacional, que se atrevió a criticar la sociedad de consumo. Hubo también otros movimientos anteriores y posteriores a ese, tales como los de lucha por los derechos civiles y por los derechos humanos, movimientos antiguerra, revolución sexual, feminismo, movimiento hippy, movimiento ecologista, Teología de la Liberación (comprometida con los más marginados), movimiento LGTBIQ (por los derechos de Lesbianas, Gays, Transexuales, Bisexuales, Intersexuales y movimiento Queer, que afirma que la identidad sexual es una construcción social y, por tanto, no hay roles biológicos en la naturaleza humana), nuevas espiritualidades (algunas de origen oriental), movimientos indígenas (como el nuevo zapatismo de México: antidesarrollista y en defensa de la Pachamama), movimientos antiglobalización contra los desmanes de empresas transnacionales

También hay que citar lo que los autores llaman antimovimientos sociales, tales como el fascismo o diversos fundamentalismos religiosos. Suelen tener en común su desprecio al feminismo, al movimiento homosexual y a los inmigrantes.

Siglo XX: Capitaloceno, más que Antropoceno
El Holoceno es la etapa histórica cuyo comienzo coincide con el inicio de la agricultura (los últimos 12.000 años). En los últimos años, una única especie ha acaparado los recursos del planeta y ha generado cambios tan profundos que procede cambiar de era geológica (cambios en el clima, en la composición del agua, en los ecosistemas, en los paisajes, en la biodiversidad…). La nueva era se ha llamado Antropoceno, pero los autores piensan que debería llamarse Capitaloceno, porque “la mayoría de la historia de la humanidad no ha sido la de la depredación de la naturaleza. Ha sido el capitalismo el que ha implicado un cambio cualitativo y estructural”.

En palabras de Daly, en el siglo XX se pasó de un mundo con abundancia de recursos y sumideros a otro descrito por la escasez y la saturación. La producción mundial se multiplicó por más de 50, la población se disparó, al igual que ocurrió con el consumo de todo tipo de recursos no renovables (materiales y energéticos). Los autores advierten que las personas más enriquecidas son las principales responsables de este ecocidio (…): desde el comienzo del Capitaloceno el consumo de unas pocas personas es responsable de unas 3 veces más impacto ambiental que el crecimiento demográfico”. En 2010, el 10% más enriquecido acaparaba el 40% de la energía y el 27% de los materiales. Por citar algo más, los ricos viajan más en avión o, incluso, tienen su propio avión (aunque los vuelos low cost han generalizado esos lujos a costa de serios daños).

También se menciona el consumo excesivo de las ciudades y del transporte motorizado, aprovechando el poder de las economías ricas para extraer materiales de las zonas empobrecidas y llevar allí los residuos. La industria solo recicla el 6% de los materiales que extrae del planeta. Particularmente, la industria química lanza al mercado sustancias tóxicas sin evaluar su impacto. “El principio de precaución brilla por su ausencia” y los accidentes industriales son frecuentes (en la industria química, en centrales nucleares, vertidos de crudo…).

El consumo de agua se multiplicó por 10 en el siglo XX, principalmente por la agricultura industrial de regadío. También hay que citar las actividades de ocio (campos de golf, piscinas…) y la importación de agua desde otros países en forma de mercancías y alimentos (huella hídrica). Para agravar más el tema, la depuración de aguas residuales solo se hace en unas cuantas ciudades y de forma parcial (determinados contaminantes no se eliminan), lo que provoca serios problemas (eutroficación entre otros, como ocurrió en el colapso del mar Menor en España). Los autores también estudian el alto impacto ambiental de las presas y los problemas de privatizar el agua.

Resumiendo, la contaminación se intensificó, primero por zonas pero luego globalmente. Aquí algunos problemas significativos:
  • La lluvia ácida afectó gravemente a bosques, tierras, lagos y ciudades.
  • La capa de ozono estaba reduciéndose, pero afortunadamente el Protocolo de Montreal sirvió para tomar medidas, siendo un ejemplo de que se pueden hacer las cosas bien.
  • Los GEI (Gases de Efecto Invernadero) se dispararon y no se hizo prácticamente nada a pesar de algunas cumbres mundiales.
  • Revolución Verde: La agricultura industrial “consume bastante más energía que la que produce, en contraste con la agricultura tradicional”. Los problemas son enormes (agotamiento, erosión, eutroficación, pérdida de biodiversidad…), especialmente agravados por los monocultivos y los transgénicos.
  • Deforestación: “Desde 1950 la deforestación con maquinaria se cebó de forma prioritaria en las selvas tropicales”, para producir soja y aceite de palma, como dos buenos ejemplos de consecuencias desastrosas: pérdida de biodiversidad, de lluvias y de suelo fértil… Las plantaciones arbóreas artificiales (de eucaliptos para la industria papelera por ejemplo) no son bosques sino monocultivos. A esto hay que sumar el troceamiento de territorio forestal por las carreteras, lo cual dificulta la supervivencia de muchas especies.
  • Pesca esquilmada: “El 80% de las poblaciones mundiales de peces se encuentran sobreexplotadas”. La producción de pescado ha seguido aumentando por la acuicultura, lo cual tiene importantes impactos socioambientales. También se usan técnicas de pesca muy agresivas, como la pesca de arrastre, que conlleva una alta mortalidad de todo lo que viva en el fondo marino.
  • Turismo lejano y abusivo: La afluencia masiva de turistas añade presión a muchos territorios frágiles. El turismo responsable debe cumplir normas evidentes, como no viajar en avión.
  • La Sexta Extinción de especies ya está en marcha: El ritmo se calcula unas 10 veces superior a la de las 5 grandes extinciones previas. Pero esta es la única provocada por una especie descontrolada. Las especies invasoras son también culpa del ser humano (casi siempre).
  • Los límites planetarios: Hemos sobrepasado 4 de los 9 procesos básicos de la Tierra. Antes de la Revolución Industrial la concentración de CO2 era de 280 ppm. Actualmente supera 400 ppm y debería reducirse urgentemente a 350 ppm. El ser humano ha trastocado los ciclos de algunos elementos importantes (como el nitrógeno o el fósforo). A la biosfera le costaría más de 1,5 años generar aquello que la humanidad consume en 1 año (véanse los informes Planeta Vivo). El ser humano está agotando las reservas del planeta y cuando se agoten no podremos pedir préstamos.
El problema no se ve porque no se quiere ver”, sostienen estos autores. “Es más cómodo no encarar los profundos cambios vitales que implica el Capitaloceno. Se ha repetido machaconamente que el crecimiento económico posibilita, gracias a la tecnología, caminar hacia una mayor sostenibilidad medioambiental, al tiempo que acabar con la pobreza”. Sin embargo, parece que todo eso es falso, que la tecnología ha generado unos problemas que la tecnología no puede resolver salvo reduciendo su uso en bastantes aplicaciones. Los que no ven los problemas es porque los impactos se han alejado y ocultado, no salen en los anuncios de publicidad.

Tenemos conocimientos científicos para conocer lo que está pasando, pero no se toman medidas para evitarlo. “En el siglo XXI, lo «invisible» se hará claramente visible”. En el Volumen II se hablará más aún de la degradación ambiental como factor determinante de la Crisis Global.

R. Fernández y L. González (Volumen I, resumen)

En el Volumen II de esta obra (cuyo resumen también publicaremos en Blogsostenible) se trata la situación del siglo XXI (capítulos 7 y 8) y se analizan posibles futuros de la humanidad (capítulo 9).


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