PÀGINES MONOGRÀFIQUES

22/2/19

La población debe oponerse a ese poder y fomentar el modelo de las cooperativas

LA GUERRA QUE PERDIMOS SIN LUCHAR
El otro día sufrí una pequeña conmoción. Un amigo compartió en un grupo de whatsapp un archivo de audio, extraido de un programa que era para mí desconocido, en el que se comentaba la controvertida huelga del taxi en protesta por la irrupción de los VTC, encabezados por Uber y Cabify.

Preguntando descubrí que el programa en cuestión es Hoy por hoy de la cadena Ser. En él se cuenta todo lo que ya es muy conocido: el incremento exponencial del numero de licencias VTC, el intento por parte de estas empresas, como ya ha ocurrido en ciudades como San Francisco, de asfixiar a los taxistas, para luego, una vez son dominantes, subir los precios, la precariedad de los trabajadores, que son falsos autónomos y que son explotados en jornadas maratonianas por empresas que apenas tienen capital físico, coches, instalaciones y la declaración de los beneficios en paraísos fiscales, de forma que no se paguen apenas impuestos donde se desarrolla la actividad. El drama de las ciudades y países que sufren estos cambios es que se pierden salarios, condiciones laborales e impuestos.


La conmoción fue para mí ser consciente de que se había declarado una guerra por el negocio del transporte urbano con conductor. La noticia era primera plana en los medios, pero estos no reflejaban el punto de vista que a mi juicio, pero de forma bastante clara, representaba el bien común. No teníamos voz, y con ella el sentido común dejaba de estar presente.

Como ya indicamos en otros dos artículos, uno mío ¿Puede la economía colaborativa cambiar el mundo? y otro de mi compañero Jesús Martín ¿Economía colaborativa? Sí, pero desde el cooperativismo, la solución a los problemas que veíamos aparecer en el horizonte y que explotaron hace semanas con la huelga del taxi, es el cooperativismo de plataforma, un modelo justo para los trabajadores que nos permite disfrutar de las ventajas que ofrecen estas soluciones tecnológias.

¿Qué ventajas son esas? En mi anterior artículo daba un ejemplo bastante impresionante
Así, según Anita Hamilton, en EEUU un coche permanece inactivo el 92% del tiempo.Es mucho, Lawrence D.Burns, profesor de la universidad de Michigan indica: "Un servicio coordinado de vehículos compartidos ofrecería el mismo nivel de movilidad que los vehículos particulares, pero con un 80% menos de vehículos y con una inversión mucho menor".
De hecho, como pone de manifiesto un informe elaborado por el ayuntamiento de Madrid el taxi es muy ineficiente, y su apuesta por captar clientes a mano alzada les supone recorrer el 55% del tiempo vacíos, con lo que ello representa de derroche de recursos, contaminación y congestión del tráfico (supone más del 10% del tráfico en las horas valle). Cada taxi hace al día 100 km vacío, lo cual no es necesario pudiendo reservar el vehículo gracias a app instalada en un smartphone.

Y las posibilidades de la economía colaborativa no se limitan sólo al sector transporte, las plataformas pueden extenderse, de momento, hasta a treinta tres subconjuntos de actividades.

Lo que está pasando es para darse de cabezazos contra la pared, especialmente cuando comprendes que las empresas extractivistas de plataforma aportan muy poco, una plataforma no es más que información, y la información, como explicábamos con más detalle en Puede el procomún cambiar el mundo?

Si a alguno de ustedes le interesa ser “propietario” de un pedazo de información determinado (ya sea usted el líder de un grupo de rock, ya sea usted un fabricante de motores para la aviación), va a tener que enfrentarse con un importante problema, y es que esa información no se degrada con el uso, y el hecho de que una persona la consuma no impide que otra lo haga también. Los economistas denominan ese fenómeno “no rivalidad”. Una palabra más simple para referirse a él podría ser “compartibilidad” (por “compartible” o susceptible de ser compartido sin menoscabo de uso alguno).
En el precio de una canción de iTunes no tiene influencia alguna la clásica interacción entre oferta y demanda: la oferta de Love Me Do de los Beatles en iTunes es infinita. Y, a diferencia de lo que sucede con los discos físicos, el precio no varía aunque fluctúe la demanda: es el derecho legal absoluto de Apple a cobrar 99 peniques lo que lo fija.
El problema es el poder de estas empresas, poder que tienen gracias a su capital
Uber no ha logrado cantidades record de capital riesgo para desarrollar una nueva tecnología. Su tecnología es pedestre. La mayor parte de ella fue desarrollada décadas atrás por el gobierno de los Estados Unidos con la financiación de los contribuyentes. Han combinado tecnología antigua de una nueva manera, pero es relativamente fácil de hacer. Los 8.000 millones que han atraído son para establecer un monopolio global – en el mundo físico, real- tan rápido como sea posible. Eso requiere mucho marketing y cabildeo, y eso es caro.
Debe ser la población la que se oponga a este poder y fomente otro modelo, un modelo justo como el de las cooperativas. Según detallaba mi compañero Jesús Martín en su artículo:
Todas las cooperativas están basadas desde esa época sobre siete principios fundamentales:       
1) Adhesión voluntaria y abierta a todos.       
2) Cada miembro tiene un voto.       
3) Participación económica de sus miembros.       
4) Autonomía y dependencia.       
5) Educación, formación e información.       
6) Cooperación entre cooperativas.       
7) Compromiso con respecto a la comunidad.”
Esta es la batalla que parece que perdemos, como dice Mathieu en su libro Homo Cooperans 2.0, que sirvió de base para el artículo de mi compañero:
Sería ingenuo creer que la economía colaborativa tomará de forma automática la dirección hacia una sociedad más ética, en sintonía con su medio ambiente y teniendo como objetivo la preservación de los bienes comunes. La historia nos enseña que no hay otro “happy end” que aquel por el que lucharon nuestros antepasados y hemos luchado nosotros. Si hubiera una conclusión a la que llegar de mi trabajo de investigador universitario sobre el lobbying europeo, sería que el mundo de las empresas multinacionales invierte un tiempo enorme en la creación de alianzas ideológicas con el fin de transformar sus ideas en políticas concretas. Al operar de manera transversal, en diferentes niveles y utilizando diferentes tácticas, estas empresas han desarrollado una estrategia extremadamente eficaz en nombre de la maximización de sus beneficios y del productivismo.
Este punto de vista, tan de sentido común, no ha estado representado en el debate sobre la huelga del taxi. No tenemos voz, y sin voz somos incapaces de movilizar a la sociedad en la dirección adecuada. Necesitamos que alguien haga de nexo de unión entre el mundo académico, el activismo, los medios y la política (de momento a nivel municipal). Autonomía y Bienvivir debería haber servido para eso, pero de momento no hemos sido capaces de hacerlo ¿nos ayudas? Si conoces a personas dentro del mundo académico, o tienes contacto con periodistas, o incluso te desenvuelves bien en las redes sociales, podrías ayudarnos ¿te animas?

¿Crees que no servirá de nada? Tomemos el ejemplo de lo que sucedió en Austin, Texas, allí Uber fue forzado a que sus conductores facilitasen su huella dactilar para poder operar. Ello llevó a Uber a abandonar la ciudad. En dos semanas, los antiguos conductores de Uber en la ciudad se organizaron y crearon su propia App, con ayuda de autoridades municipales y algún emprendedor del ramo tecnológico. Se llamó Ride Austin y su lema es “hecho por Austin, para Austin”. Con esta aplicación el 100% del dinero va para los conductores, lo que permite unos precios más bajos, y soluciona los problemas que crea el extractivismo del Uber y Cabify.

Las ventajas no acaban ahí, Ride Austin comparte sus datos de forma pública, en lugar de atesorarlos como Uber, lo que permite a las autoridades mejorar la planificación de la movilidad.

El negocio del transporte con conductor es un negocio puramente local, es bastante absurdo que se establezca un monopolio mundial por una empresa extractivista que no aporta nada, salvo presión a los políticos. El ayuntamiento de Madrid o Barcelona podrían haber potenciado un “Ride Madrid/Barcelona” y haber apoyado esta iniciativa en la conciencia de un ciudadano que es consciente de los problemas que crea el modelo extractivista de Uber. Sin embargo, cuando el debate saltó a los medios esta idea no estaba sobre la mesa, y la inmensa mayoría de la población ni siquiera llegó a ser consciente de ella, lo cual es un fracaso conjunto de los movimientos cooperativos, por el software libre y ecologista.


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