LA RECETA DE LA FELICIDAD
La modernidad penaliza demasiado la mediocridad, no hay nada más ofensivo para los trabajadores de ideología conservadora que trabajan tan duro como el que haya personas que sin esforzarse demasiado vivan “cómodos” en esta vida, hoy en día un pensamiento casi hegemónico es que todas las personas deberíamos de trabajar y además que es natural que cada quien reciba según sus talentos o mejor dicho según lo que produzca.
Lamentablemente las personas nunca
recibimos digamos dinero según lo que producimos o lo que vale
nuestro trabajo, el menospreciado Marx hablaba de esto en su basta
literatura. Hoy sin embargo quisiera hacer una breve reflexión
sobre estas y otras ideas que nos han llevado a una sociedad
productivista en donde como en los campos de concentración nazi:
“solo el trabajo nos hará libres”.
Desde el aspecto psicológico nos
gusta olvidar que somos seres sumamente egoístas y que deseamos
tener todo cuanto podamos, queremos tener más cosas que el vecino y
vivimos una vida profundamente material, esto no siempre fue así y
tener cosas no siempre garantiza éxito evolutivo o la felicidad.
La propiedad
privada o tener cosas surge en el momento histórico en el que el
hombre se vuelve sedentario gracias a la agricultura, antes de ese
momento las personas solo cargaban con lo indispensable, pero al
establecerse en un lugar en específico ya pueden “atesorar” a
su alrededor objetos con los que no deben estar cargando siempre,
este es probablemente el origen de la sociedad materialista. Es
preciso señalar también que la posesión de objetos de ornato, es
decir, aquellos que no son herramientas o instrumentos que cumplan
una función de supervivencia o utilidad, empieza antes, de algún
modo el hombre siempre ha querido tener ciertos objetos, ya sea por
su belleza, por la calidad de los materiales o simplemente por
tenerlos.
En el mundo moderno sin embargo la
idea de que tener ciertas cosas o experimentar otras nos proporciona
un estado de superioridad respecto a quien no tiene esos objetos o
experiencias, pero esto ha llegado a niveles extremos, hoy en día
es común escuchar expresiones como “alcanzar el éxito” o “ser
una persona realizada” que no parecen tener la simpleza de “ser
feliz”.
He expuesto en repetidas ocasiones
que el mundo moderno exige que cualquier persona “realizada”
cuente con una familia bella y funcional, vivienda propia, un
trabajo en donde la persona sea reconocida, que sea útil y desde
luego bien remunerado, un automóvil, mascota, electrodomésticos,
estudios universitarios y de posgrado, etc. La cultura popular
siempre nos presenta como personas exitosas a personajes como Elon
Musk, cuya compañía Tesla no hace otra cosa que no sea quemar
dinero, pero sin duda es alguien “exitoso” a quien deberíamos
seguir, tener todas esas cosas y cualidades es sin duda la receta de
la felicidad en la posmodernidad.
En mi opinión a
veces resultan peores ejemplos aquellos personajes que además de
ser exitosos son “sustentables”, puesto que ahora está de moda
tener autos Tesla, que son notablemente más caros y no resuelven
nada, recomiendo leer por ejemplo este análisis en profundidad
sobre el
coche eléctrico.
¿Cuál es el
problema que quiero plantear? El problema ya está planteado desde
hace mucho, el psicoanálisis dice por ejemplo que el ser humano
nunca será el hijo que sus padres querían que fuera, tampoco será
el estudiante ideal, ni el ciudadano modelo, mucho menos tendrá a
la pareja que su mente desea en lo más profundo o será el mejor
empleado de su empresa, etc., etc. estamos condenados a no ser
perfectos, por ser humanos… Desde el Budismo se expone por ejemplo
que la mente sufre constantemente por no poder cumplir todos los
deseos que tiene y por aferrarse a sus apegos profundos, que desde
luego son efímeros y tarde o temprano acaban, por lo tanto el
problema es que podríamos tener todo lo que quisiéramos en este
mundo, pero eso no nos garantizaría la felicidad.
En el mundo posmoderno hay una
corriente de pensamiento post-darwinista que siempre nos dice que
debemos actualizarnos constantemente, que debemos cambiar,
adaptarnos y sobre todo superarnos a nosotros mismos en todo
momento, ese es algo así como el camino del éxito.
Y muchas
personas son cautivadas y seducidas por este tipo de discursos, hay
filas de personas queriendo ser los próximos Elon Musk, Steve Jobs
y demás… personas que buscan la felicidad en la maquinaria social
productivista, lo cual es imposible porque ahí siempre habrá
alguien más joven, más inteligente, con más capital, con más
amigos, etc. Pero lo más importante es que no nos hemos puesto a
pensar que el camino hacia la realización es un engaño
muy bien elaborado y que no nos lleva a la felicidad.
Los humanos como
animales sociales necesitamos constantemente el reconocimiento del
otro, nos es muy difícil hacer de lado el instinto
gregario
y por eso somos participes de la gran carrera hacia la plenitud,
tenemos envidia del vecino que tiene mejor auto que nosotros, mejor
casa, etc.
Pero ¿Es necesario todo eso?, la
verdad es que no, lo único que necesitamos a veces se reduce a las
necesidades fisiológicas, o la parte más baja de la pirámide de
Maslow, cosas como dormir, alimentarse, respirar, etc. Pero después
vienen otras necesidades y como comentaba, es casi imposible para
nosotros los humanos no socializar, necesitamos hablar con otros,
necesitamos presumir, necesitamos comparar, necesitamos abrazos,
afectos, reconocimiento, etc.
Lo malo del
asunto es que vivimos hiper adaptados a una sociedad que nos dice
qué cosas hacer y cómo hacerlas y hay pocas vías de escape. En
estos tiempos mucha gente cree y clama ser libre, pero no lo es,
empezando porque no somos libres de nuestros propios deseos y
afectos.
Como hablaba
anteriormente con varios amigos cercanos, el ser humano ha sido
capaz de llegar a la Luna, pero no es capaz de controlar sus propios
sentimientos y emociones o a veces de ser feliz con pocas cosas.
Entre otras cosas vivimos muy apegados al universo del lenguaje, hay
que ver por ejemplo como Zinedine Zidane, uno de los mejores
jugadores de fútbol de la historia, quien en uno de los partidos
más importantes de su vida fue expulsado al propinar un cabezazo en
plena cancha, ¿Cómo es que el ser humano puede alterarse tanto por
unas simples palabras?
Desde el Budismo
se enseña a no atender a los eventos exteriores ni a los
interiores, observarlos solamente, de este modo se entrena
indirectamente a la mente para no sufrir cuando nuestros deseos no
se cumplen o cuando perdemos las cosas que queremos. Un maestro
budista que practica regularmente seguramente no se enojaría por
más improperios que le digamos, además de ello un maestro budista
auténtico procura vivir solamente con lo más indispensable, de
este modo se busca la felicidad a través de la deconstrucción de
lo que en psicoanálisis se conoce como “el ideal del yo”, esa
imagen que todos tenemos en donde deseamos tener todo aquello que
alguna vez soñamos y que es imposible tener.
Antonio Turiel
en su blog
a veces señala que el futuro podría ser tan oscuro que cosas tan
rutinarias hoy en día como los viajes en auto podrían acabar y que
los barcos tendrían que propulsarse a través de velas, esto puede
pasar, pero la mente egoísta lo hace ver como una gran tragedia, en
México hay un dicho, “no nací en auto” y menciona justamente
que no necesitamos de autos para ser felices, una amiga mía decía
“no creo que necesitemos renunciar a la modernidad para ser
felices” y ese es el problema, que hemos crecido dependiendo de
medios instrumentales sin los cuales no concebimos nuestra
realización o felicidad.
Para lograr un
equilibrio óptimo entre la autonomía y el bienvivir personalmente
considero que sí es necesario renunciar a algunos aspectos que no
son sustentables, de lo contrario como menciona Antonio Turiel,
podríamos enfrentarnos a la cruel realidad y que los recursos
naturales simplemente se acaben.
Por lo tanto
tenemos dos caminos (aunque ya he sido advertido anteriormente de
los peligros de dicotomizar), por un lado todos podemos buscar esa
vida instrumental, es decir, ser el próximo Elon Musk y crear
“proyectos de impacto” que a través de soluciones novedosas y
de alta tecnología generen valor entre las personas y comunidades,
poco importa si esas soluciones novedosas son realmente sustentables
o si ignoran problemas de fondo, lo importante es generar la ilusión
de que el progreso sigue su curso. Algunas personas matizan “el
ser humano ha llegado a la luna, pero no conoce aún a profundidad
el fondo del mar”, yo añadiría “el ser humano puede construir
aviones que vuelan más rápido que el sonido, pero aún no ha
solucionado la hambruna mundial (pese a que se producen alimentos
suficientes para todos)”.
El camino
instrumental lo conocemos bien porque es ampliamente televisado, es
difundido por todos los medios posibles y hay un optimismo aún en
las personas que creen que se puede ser objetivo, creativo y
contribuir con un mundo mejor manejando un Tesla.
Por otro lado
estamos quienes proponemos una transformación
de fondo que
quizá se antoja imposible, pero no por ello hay que dejar de
señalarla, en lo personal y delimitando hacia el tema de la mente y
los individuos considero que la evolución tecnológica avanzó por
encima de la evolución social, claramente fracasamos en la
resolución de conflictos sociales y en la búsqueda de una vida más
armónica entre humanos y naturaleza. A modo de broma siempre digo
entre mis amigos que si existe vida inteligente extraterrestre capaz
de visitar la Tierra, seguramente ellos han resuelto mejor que
nosotros temas como el trabajo en equipo, mientras que nosotros
seguimos peleando y discutiendo por cosas tan simples como la
libertad de expresión.
En este sentido planteo que para
lograr la transformación mencionada y una felicidad “sustentable”
debemos plantearnos seriamente al menos dos cosas:
-
Replantearnos el mundo instrumental y egoísta: Lograr que las personas nos interesemos por nuestros semejantes es ir en contra de nuestra propia naturaleza, eso se ha discutido antes, siendo Rousseau uno de los personajes que más aportó al problema. Yo parto de la primicia (quizá errónea) de que todos somos egoístas y que tenemos que buscar la mejor solución para vivir juntos en este mundo de la manera más sustentable posible. Considero además que quienes decidamos vivir una vida menos egoísta podemos ser más felices, pero esto es otro tema...
-
Es necesario reconsiderar los mecanismos de prestigio social: Los humanos por naturaleza buscamos el reconocimiento externo, esto puede ser desde la admiración de la familia hasta la obtención de títulos universitarios de prestigiosas instituciones. Lamentablemente siempre hay sesgos en las instituciones que permiten que no haya una relación exacta entre lo que dice un título y las habilidades de su poseedor. De modo que por ejemplo a efectos de la felicidad nadie necesita un título, el arte y los artistas en ocasiones son un buen ejemplo, porque el arte no pide permiso o pautas para existir, por el contrario el arte siempre irrumpe contra una serie de reglas y supuestos. Buscar siempre el prestigio social nos aleja de la felicidad y permite que el sistema siga perpetuando modelos injustos de sociedad.
Autores como
Touraine mencionan que para lograr tener una identidad propia y,
añado yo ser un individuo feliz, se necesita tomar cierta distancia
de la sociedad, entendiendo que vivimos en una sociedad líquida
(Bauman) en donde existen ciertos mecanismos (Foucault) nos
controlan sistemáticamente hasta el punto de decirnos quien es
feliz y quien no lo es y cómo debemos vivir nuestra propia
felicidad. Por ello planteo que es necesario una separación (no
radical) de los modos de vida posmodernos, en este separación será
necesario prescindir de muchas cosas que para las personas son
importantes, ¿Cómo decirle a un graduado que prescinda de su
título universitario? Ciertamente son cosas que nos determinan,
pero al mismo tiempo limitan.
Considero además
que la posmodernidad ha logrado hacer a un lado las corrientes
existencialistas del pensamiento, cuyo climax fue quiza Nietzsche,
hoy en día no se necesita mayor motivo para vivir o estar vivo que
mostrar una "vida plena" en Instagram, lo demás no
importa. Del otro lado, las personas que no lo consiguen sufren de
crisis depresivas que los medicamentos a veces no pueden tratar y
tristemente la solución es normalizar, es invitar a los depresivos
a que sean productivos, a que vuelvan a la funcionalidad, a la
normalidad, a que produzcan, la posmodernidad en crisis no ve otro
camino.
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