¿DECRECIMIENTO ORGANIZADO O ECOFASCISMO?
Una partida de ajedrez
Al
hablar de Decrecimiento con alguien de confianza me viene siempre a
la cabeza la historia
del sabio y el ajedrez.
Aquel sabio que propuso al rey que le recompensara con tanto arroz
como casillas tenía el juego, multiplicando siempre por el anterior
número de casillas. El rey aceptó, y acabó dejando al reino sin
arroz, y sin poder cumplir su promesa.
Es el problema de lo
exponencial: nuestra mente no está del todo adaptada a comprender su
dimensión. Adaptando ese relato al planeta Tierra: un crecimiento
del 2% del PIB en aproximadamente 35 años multiplica por dos las
necesidades productivas. Es decir, la imposibilidad obvia de doblar
la producción del planeta cada tercio de siglo, implica que seguir
creciendo a ese ritmo es una quimera inalcanzable. Simplemente como
le pasó al rey del relato, no podemos. Es imposible. Si lo hemos
sostenido durante siglo y poco es gracias a los combustibles fósiles
que tardaron millones de años en formarse, y que hemos devorado en
este aquelarre industrial y tecnológico de consecuencias
imprevisibles para el planeta y los que lo habitamos.
Quizá
por eso mis tímpanos sangran cada vez que alguien dice aquello de:
“estamos en la senda de la recuperación” o “ya hemos salido de
la crisis, ahora a crecer”. Sangran porque ya no pueden admitir
mentiras tan estridentes sin sufrir. Mi maltrecho oído prefiere
tratar de desentrañar la verdad en medios alternativos, con la ayuda
de mis otros órganos sensitivos, hartos del empalagoso sabor
adulterado de las grandes corporaciones de la información rápida.
Traficantes de información que pretenden más infoxicar que
informar. Los grandes conglomerados mediáticos son los loros —que
me perdonen tan bellas criaturas— de las cancerígenas empresas
energéticas y financieras, responsables de la metástasis de la fe
en el eterno crecimiento.
Además
siempre hay relatos demasiado positivistas que
amparados en los discursos de estas corporaciones, hablan de futuras
revoluciones tecnológicas, de las renovables como solución
definitiva, o de cómo las grandes empresas energéticas tienen
guardada la salvación en forma de energía libre, pero no la sacan a
la luz, pues quieren hacer negocio. Aquellos que duden si esto puede
realmente ser así, les rogaría que leyeran a Pedro
Prieto, Antonio
Turiel, Gail
Tverberg, Ugo
Bardi o Richard
Heinberg,
que llevan años divulgando a profanos como yo el tema del “Cénit
de todas las cosas”
o la crisis ecológica y energética que no ha de venir. Que ya está
aquí. Pues no es sólo la energía, lo que menguará en los próximos
años, son los minerales y materiales más básicos. Es la comida y
el agua. La petrodependiente y mal llamada revolución
verde, en
realidad fue negra.
Negra color crudo. Como nuestro futuro.
Hay
5 etapas establecidas cuando enfrentamos cualquier duelo según
el modelo
de Kübler-Ross: negación,
ira, negociación, depresión y aceptación.
La sociedad consumista se niega a pasar de la primera fase, lo cual
aumentará consecuentemente los efectos de las siguientes. Negar
el elefante
en la habitación no
lo hará desaparecer, al contrario, engordará, aplastando contra los
límites de la habitación a quien pille por delante. Como los
gobiernos de casi todo el planeta, que no se atreven a tomar medidas,
atados por el cortoplacismo electoral. Un nuevo mundo no
es posible,
como reza el mantra. Es inevitable.
Pero
no todo es negativo, siempre hay motivos para la
esperanza: colectivos
de transición a
un mundo más equilibrado con los límites del planeta están
apareciendo y creciendo por todas partes, y lo seguirán haciendo a
la inversa de esta frágil megamáquina,
de este sistema que se derrumba, no para acabar con todo, sino para
dar luz a uno nuevo. Quiero creer que mejor que el actual. El
ecofeminismo y el municipalismo. El movimiento de las redes
de transición,
las cooperativas
integrales,
grupos de consumo, eco-aldeas,
pueblos repoblados, son algunos ejemplos de cambio hacia un consumo
más responsable de esos recursos finitos que estamos dilapidando.
Aquellas
que aceptamos la inevitabilidad de la transición, somos
las A-Utopistas
de la realidad.
Cualquier mundo que vaya a surgir después del inevitable descenso
energético pasará por los puentes que estamos construyendo entre
los distintos colectivos de transición, cooperativismo y
decrecimiento. Más allá de esos puentes, queda el precipicio. A
saber: un Ártico marcando mínimos de hielo cada mes y temperaturas
en máximos históricos; el metano que convertirá a la tierra en
emisora neta de dióxido de carbono, una vez se derrita el frágil
permafrost que lo almacena; unos océanos acidificados; o la
extinción creciente de especies en —para mí el mayor problema—
una sociedad profundamente alienada que no quiere ver que los efectos
del caos climático que ya sentimos son como un canario en una mina,
el último aviso.
Creo
que hemos perdido la guerra casi del todo, la partida de ajedrez
contra nosotras mismas. El ecofascismo emerge triunfante en el
corazón del imperio y de una Europa que quizá nunca fue otra cosa
que una fortaleza llena de debilidades. Hay que aceptar el duelo. Ya
no podemos evitar el colapso, podemos evitar colapsar de la peor
manera. Quizá unas inesperadas tablas, o un rey
ahogado nos
permitan conservar una parte importante de lo que hemos construido,
aunque primero hay que reconocer que no podemos ganar a la entropía.
Las casillas se acaban y los movimientos han de ser rápidos y
certeros. Menos purismo ideológico, más practicismo empático.
“Nada está perdido si se tiene el valor de proclamar que todo está perdido y hay que empezar de nuevo.” (Julio Cortázar)
https://www.15-15-15.org/webzine/2017/01/30/decrecimiento-organizado-o-ecofascismo-una-partida-de-ajedrez/
Me gustas mucho.
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