MINDFULNESS, IDEOLOGÍA Y TRANSICIÓN
COLAPSO, RELIGACIÓN Y PLENITUD .
Toda interpretación de la realidad percibida genera unas
necesidades de interacción, ambas intrínsecamente ligadas entre sí. Un ejemplo
muy sencillo: si interpreto una situación determinada como peligrosa para mi
integridad, interactúo con esa situación peleando o escapando. Mi
interpretación determina mi reacción.
La posibilidad de que nuestra civilización colapse, y con
ella nuestra especie, es una interpretación de los datos sobre cambio climático
y agotamiento de los recursos energéticos, en el actual marco político,
económico, cultural y sicológico (que hace del crecimiento económico, de la
acumulación y del consumismo valores sagrados). Además, hay intuiciones que
apuntan en la dirección de que ése colapso ya se está produciendo: las guerras
y las crisis humanitarias se suceden, los sistemas políticos y los países
colapsan…Pero por certeras que nos parezcan nuestras reflexiones, no debemos
olvidar que es la interpretación que hacemos de esos datos (científicos e
intuitivos) lo que nos lleva a predecir ese colapso y a adoptar una posición
personal, sicológica, política y moral al respecto.
A veces, la carga que supone la percepción del colapso,
bloquea la interacción con el momento presente, con el ser y el estar aquí y
ahora, ambos elementos centrales del mindfulness. Trabajamos y
luchamos pensando en algo que aún no ha sucedido, por mucho que creamos que va
a suceder…o que ya está sucediendo.
A lo largo de la historia de la Vida en La Tierra, las
grandes extinciones se han ido sucediendo. Y sin embargo, la Vida ha
continuado.
Durante la última era geológica, el Holoceno (más o menos
los últimos 12.000 años), también se está produciendo una gran extinción de
especies, particularmente acelerada desde mediados del S XX. Muchas voces
autorizadas en la comunidad científica empiezan a hablar del Antropoceno (su comienzo
podría situarse a finales del S XVIII, con el inicio de revolución
industrial) como una nueva era geológica en la que nos situamos,
debido al significativo impacto global que las actividades humanas están
teniendo sobre los ecosistemas terrestres. A pesar de que éste término va
ganando cada vez más fuerza en la comunidad científica, aún no ha sido aprobado
por la Comisión Internacional de Estratigrafía.
La percepción de un colapso civilizatorio no debe
visualizarse como la del colapso de la Vida. Esta idea es fácil de compartir y
de asumir intelectualmente, pero el “antropocentrismo residual” que
hay dentro de muchas de las personas que advertimos sobre el riesgo de colapso
de nuestra especie, no solo de nuestra civilización, nos lleva una percepción
dolorosa sobre la posible pérdida de aquello que nos parece más intrínsecamente
humano: El amor y la inteligencia ¿Desaparecerían con nuestra especie?
La inteligencia es un ingrediente que está contenido en el
despliegue de la vida, y aún en el despliegue mismo del universo. El calibrado
y el equilibrio de fuerzas que se da el big bang (que con modificaciones
infinitesimales haría imposible el surgimiento del cosmos), el despliegue
autogestionado de la Vida, con toda su complejidad, no sería posible sin una
inteligencia organizadora, de la cual la que ostenta nuestra especie no es más
que un pálido reflejo.
Sobre el amor, me limito a reproducir las palabras de
Leonardo Boff:
“Frecuentemente me invitan a hablar sobre el amor. La
verdad es que siento cierto reparo, porque esta palabra —amor— es una de las
más desgastadas de nuestra lengua. Y como fenómeno interpersonal, uno de los
más desvirtuados. Para no repetir lo que todo el mundo oye y sabe, suelo
abordar el tema inspirándome en uno de los mayores biólogos contemporáneos: el
chileno Humberto Maturana. En sus reflexiones contempla el amor como un
fenómeno cósmico y biológico. Expliquemos lo que quiere decir: el amor se
da dentro del dinamismo de la propia evolución desde sus manifestaciones más
primarias, hace muchos miles de millones de años, hasta las más complejas del
nivel humano. Veamos como entra el amor en el universo.
En el universo se verifican dos tipos de acoplamientos
(encajes) de los seres con su medio, uno necesario y otro espontáneo. El
primero, el necesario, hace que todos los seres estén interconectados unos con
otros y acoplados a sus respectivos ecosistemas para asegurar su supervivencia.
Pero hay otro acoplamiento, que se realiza espontáneamente. Los
topquarks, la primera condensación de la energía en materia, interaccionan
sin razones de supervivencia, por puro placer, en el fluir de su vivir. Se
trata de encajes dinámicos y recíprocos entre todos los seres, no vivos y
vivos. No hay justificaciones para esos encajes. Suceden porque suceden. Es un
acontecimiento original de la existencia en su pura gratuidad. Es como la flor
que florece por florecer.
Cuando se relacionan uno con o otro (digamos dos protones) y
se crea así un campo de relación, surge el amor como fenómeno cósmico. El amor
tiende a expandirse y adquirir formas cada vez más inter-retro-relacionadas en
los seres vivos, especialmente en los humanos. En nuestro nivel es más que
simplemente espontáneo como en los demás seres; se hace proyecto de libertad
que acoge conscientemente al otro y crea el amor como el más alto valor de la
vida.
En esta deriva, surge el amor ampliado que es la
socialización. El amor-relación es el fundamento del fenómeno social y no su
consecuencia. En otras palabras: el amor-relación da origen a la sociedad; ésta
existe porque existe el amor y no al contrario, como convencionalmente se cree.
Si falta el amor-relación (el fundamento) se destruye lo social. Sin el amor lo
social adquiere la forma de agregación forzada, de dominación y de violencia,
estando todos obligados a encajarse. Por eso siempre que se destruye el encaje
y la congruencia entre los seres, se destruye el amor-relación y con ello, la
sociabilidad. El amor-relación es siempre apertura al otro y con-vivencia y
com-unión con el otro.
No fue la lucha del más fuerte por la supervivencia lo que
garantizó la persistencia de la vida y de los individuos hasta los días
actuales, sino la cooperación y el amor-relación entre ellos. Nuestros
ancestros homínidos se fueron haciendo humanos en la medida en que repartían
cada vez más los resultados de la cosecha y de la caza, y compartían sus
afectos. El mismo lenguaje que caracteriza al ser humano surgió en el interior
de este dinamismo de amor-relación y de distribución.
La competición, enfatiza Maturana, es antisocial, hoy y
antes, porque implica la negación del otro, el rechazo a compartir y al amor.
La sociedad moderna neoliberal y de mercado se asienta sobre la competición.
Por eso es excluyente, inhumana y produce tantas víctimas, como la actual
crisis ha revelado. No trae felicidad porque no se rige por el amor-relación.
La crisis actual se originó, en parte, por la excesiva competición y por la
falta de cooperación. Es aceptable una sociedad con mercado pero no
sólo de mercado.
¿Cómo se caracteriza el amor humano? Responde Maturana: «lo que es especialmente humano en el amor no es el amor, sino lo que hacemos con el amor como humanos; es nuestra manera particular de vivir juntos como seres sociales en el lenguaje; sin amor no somos seres sociales».
Vemos, pues, que el amor es un fenómeno cósmico y biológico. Al llegar al nivel humano se revela como un proyecto de libertad, como una gran fuerza de unión, de entrega mutua y de solidaridad. Las personas se unen y se recrean por el lenguaje amoroso, el sentimiento de bienquerencia y de pertenencia a un mismo destino.
Sin el cuidado esencial, el encaje del amor-relación no se
da, no se conserva, no se expande ni permite el consorcio con los demás seres.
Sin el cuidado no hay atmósfera que propicie el florecimiento de aquello que
verdaderamente humaniza: el sentimiento profundo, la voluntad de compartir y la
búsqueda del amor. Creo que hablar así del amor tiene sentido porque nos
hace más humanos.”
Leonardo Boff es
autor de Gracia y experiencia humana,
Trotta.
El amor y la inteligencia, como todo lo que hay contenido en
los seres humanos, desde el primero de los átomos hasta nuestro sofisticado
cerebro, todo, todo estaba antes contenido en el universo que nos creó. Tal vez
si nuestra especie fracasa, arrastrada a su destrucción por valores antihumanos
y opuestos al devenir cósmico, dentro de millones de años emerja otra especie
capaz de desarrollar una vida más simple y más amorosa. Tal vez, si nos
perdemos, aquello que es lo mejor que tenemos, no desaparezca para siempre con
nuestra especie. Porque, sencillamente, no es nuestro, ya estaba contenido en
el principio del universo, cuando faltaban miles de millones de años para el
surgimiento de nuestra especie.
Hay un espacio amplio de trabajo válido para encarar estos
tiempos de incertidumbre. La duda sobre lo que va a pasar, la incapacidad para
anticipar colectivamente acontecimientos, nos da la oportunidad para
profundizar la experiencia del interSer (vocablo acuñado por el
monje budista Thich Nhat Hanh y que se refiere a la intercomunión entre
todos los seres sintientes que formamos parte del universo, en mutua
interacción).Hacernos felizmente conscientes de que somos una manifestación de
la naturaleza, y dejar de luchar por estar encima de ella.
Ya no se trata de salvarnos ni de salvar la especie. Sólo de
vivir en plenitud cada día. Y el camino de la plenitud pasa por el
descubrimiento vivencial, no intelectual, o no solo intelectual, de la
resonancia con la Totalidad y con la conciencia de ser parte integrante de la
Vida. No vivimos sobre la naturaleza. Somos parte de ella. Somos naturaleza. Y
más que aprenderlo, y más que enseñarlo, hay que vivirlo y hay que
transmitirlo. Tal vez así podamos redimirnos como especie.
¿Qué hacer? Vivir en paz con nuestros mundos.
Vivir en paz con nuestras entrañas, aceptando tanto nuestros
límites como nuestro potencial. Amarnos tal y como somos.
Vivir en paz con la humanidad. Dejar que la fuerza del amor
se lleve el miedo a la otredad. Sin ese miedo, la necesidad de
acumular se desvanecerá. La necesidad de defenderse se ajustará a los mínimos
necesarios, si tales mínimos existen. Cambiar amor por miedo ¡Qué gran
inversión!
Vivir en paz con la Tierra, nuestra madre. Ella nos ha
creado. Sin Ella estamos perdidos. En nuestra ofuscación, buscamos acumular y
acaparar riquezas y placeres, inconscientes del daño que causamos a la Tierra y
cada quien a sí mismo.
Solo desde el camino de la paz profunda, nuestra especie
podrá seguir integrada, en el puesto que le corresponde, en el hermoso árbol de
la Vida.
El camino de la redención es como las vías del tren: dos
raíles para un único camino, ambos imprescindibles. Uno es el de la
interiorización, que nos ha de descubrir lo auténtico que nos habita y que nos
constituye. La meditación, la introspección, la reflexión…La oración para las
personas creyentes…Nos enseñan caminos sobre los que avanzar hacia la plenitud
(y la salvación). El otro, la religación. Recuperar el sentido de pertenencia a
la Tierra. Recuperar el asombro y el encantamiento, volver a vibrar con ese
espectáculo exuberante del que formamos parte: la Vida.
El ferrocarril tiene en su recorrido estaciones, también
nuestro camino. Familia, pareja, ideas…Son estaciones por las que habrá que
pasar en el viaje hacia la plenitud, pero sin quedarse en ellas. Recocer su
importancia y venerarlas como merecen, pero sin dejar de avanzar por el único
camino que puede salvarnos: el de la interiorización y la religación.
Así podremos construir una humanidad viable en un planeta,
no lo olvidemos, finito.
IDEOLOGÍA, MINDFULNESS Y TRANSFORMACIÓN.
Cuando hablamos de mindfulness, de su utilidad para nuestras
vidas ¿a qué tipo de utilidad nos estamos refiriendo? Si hacemos un repaso de
lo que diferentes especialistas han escrito al respecto, podríamos concluir que
a través del mindfulness podemos “aprender a
relacionarnos de forma directa con aquello que está ocurriendo en nuestra vida,
aquí y ahora, en el momento presente”. Que "es una forma de
tomar conciencia de nuestra realidad, dándonos la oportunidad de trabajar
conscientemente con nuestro estrés, dolor, enfermedad o con
los desafíos de la vida."
Una idea muy extendida acerca del mindfulness es la de que
aunque parte de las tradiciones budistas, se ha “liberado” del contenido
espiritual de las mismas, haciéndose así más atractivo para las personas
ccidentales. Aunque mindfulness no implica convicciones
religiosas, es una práctica vital que, en efecto, parte del budismo, y tiene un
importante componente ético y espiritual que no se puede obviar.
“El mindfulness es una práctica inseparable de las intenciones de la
persona que lo practica”,explica
Bernhard. “Está vinculado con el precepto
budista de no hacer daño. La atención plena de un francotirador cuando enfoca
su objetivo con la mirilla de su rifle no es mindfulness tal como lo
enseñó Buda”. El mindfulness, insiste
Bernhard, tiene
que ir acompañado de buenas intenciones, amabilidad y generosidad.
Entre los desafíos de nuestra vida personal y colectiva está
asumir, aceptar y gestionar la profunda crisis de nuestras sociedades. Aunque
se trata de una crisis de raíces ecológicas, que afecta a toda la humanidad y a
los actuales equilibrios de la biosfera, a ojos de las mayorías aparece
exclusivamente en sus manifestaciones sociales y económicas. Esta incomprensión
de fondo, que se cultiva deliberadamente desde las instituciones de poder y
desde todos los medios de comunicación del sistema, dificulta, y mucho, poner
en marcha medidas de adaptación a unos cambios que no es que vayan a venir, si
no que ya están aquí, con una amplia gama de manifestaciones cada vez más
dolorosas y que incluyen desde la inestabilidad climática, hasta la reducción de
la energía disponible, pasando por un reparto socialmente injusto e
internacionalmente criminal de las cargas que todos estos ajustes
implican.
El
mindfulness no es una ideología ni una forma de analizar el mundo, para su
mejor gestión. Es una práctica que nos ayuda a conectar, a conocer y
profundizar en nuestra esencia. Y a vivir y aceptar el momento
presente. Sus indudables conexiones con el budismo, imbuyen de
compasión la práctica del mindfulness. Aunque no es una ideología, nos propone
una mirada profunda al entorno, llena de aceptación, compasión y ternura. La
misma que propone para cada quien. Siendo así, en tiempos de crisis y desde el
mindfulness ¿Qué hacer?
El
mindfulness propone conexión con el momento, aceptación, compasión, amor. Y
estos valores contienen las semillas de la transformación profunda que la
especie humana tiene que abordar para religarse con el mundo. Practicando el
conocimiento profundo de lo que en realidad somos, entre otras cosas nos liberamos
de emociones inducidas sobre el consumo, la felicidad, el miedo, la seguridad,
la dependencia…Practicando la percepción del mundo, podemos sintonizar de nuevo
con la Vida que vibra a nuestro alrededor, abriéndonos a su belleza
y grandiosidad. Practicando la compasión y la aceptación, podemos aceptar las
heridas propias y las que infligimos al planeta que nos acoge. Solo desde esa
aceptación amorosa de lo que somos, de nuestros límites, podremos
acometer las transformaciones necesarias para superar la crisis que
vivimos.
El
mindfulness no es ideología, pero es una práctica amorosa, compasiva
y liberadora. Justo los pilares que necesitamos para construir los referentes
ideológicos capaces de movilizarnos para la transformación del mundo.
El
mindfulness suma, y mucho, en los procesos de transformación del mundo. Y tal
vez sea bueno tenerlo presente en nuestras prácticas.
Mindfulness y la trama de la vida
Una de las ideas claves de la práctica del mindfulness, y de
otras tradiciones contemplativas, es la de vivir el momento presente: “Ser
conscientes de lo que acontece en cada momento y a cada momento, sin
los filtros de las preocupaciones y los recuerdos, sin las reacciones
emocionales automáticas”. Esta afirmación en el presente, no pocas
veces viene acompañada de la idea de que el presente es lo único que existe: el
pasado ya no está y el futuro aún no ha llegado (ni sabemos cómo llegará).
Desde esta perspectiva, centrarse en el presente cobra todo el sentido.
Sin embargo, la propia decisión de estar aquí y ahora,
practicando mindfulness (o meditación vipassana, o yoga…), se origina en algún
momento del pasado y tiene por objetivo estar bien ahora, y estar bien luego,
esto es, en el futuro. Y es más, si aceptamos la inexistencia del pasado y del
futuro, no nos queda más remedio que aceptar la inexistencia del presente. A
día de hoy sabemos que el tiempo tal y como lo concebimos no existe. La
estructuración de los acontecimientos en pasado, presente y futuro es una construcción
mental sin ningún significado para la ciencia, como nos enseñó
Einstein. “El mundo no sucede, simplemente existe, dice el matemático
Herman Weyl. La flecha del tiempo la ponemos nosotros. Somos los arqueros
que permiten que el Universo tenga una historia con pasado, presente y
futuro” (Eduardo
Martínez)
La ciencia aún no ha cerrado la cuestión del tiempo, pues
tras los hallazgos revolucionarios de la primera mitad del S XX (La física
cuántica y la relatividad especial), en el último tercio del
S.XX Ilya Prigogine introduce nuevas concepciones ligadas a la
termodinámica, según las cuales “todo discurre realmente del pasado al presente
y del presente al futuro de manera inevitable e irreversible” (Eduardo
Martínez).
En todo caso, “ya seamos los arqueros del universo que
ponemos la flecha del tiempo, como decía Einstein, o ya seamos parte de la
corriente de irreversibilidad que cruza el universo, como dice Prigogine, la
vida nos desborda y conduce por senderos en los que el tiempo emerge más como
una cultura que evoluciona con nuestros conocimientos, que como uno de los
fundamentos metafísicos del mundo real” (Eduardo
Martínez).
¿Y cómo incide todo esto en la experiencia mindfulness? Creo
que la clave está en la idea más arriba expuesta: “la vida nos desborda…”.
Centrarse en el momento es una idea-experiencia que para cada persona adquirirá
características bien diferenciadas. La forma de sentir el presente, el momento,
es una experiencia única de cada quien y en cada momento, que puede incluir más
o menos cantidad de pasado y de futuro en ese momento presente. Es lo que se
llama “el presente expandido” (Hedmund Husserl, 1887). La experiencia del
momento no puede desligarse de lo que nos ha llevado al momento ni de lo que
cultivamos en ese momento. “La vida nos desborda…” Aceptar este
hecho y situarnos con conciencia plena en la trama de la vida, ser unidad con
la totalidad, ser presente con el pasado y el futuro…Pero ¿Es posible esto?
¿Cómo podríamos lograrlo, si es que podemos?
La meditación nos propone un primer paso ineludible: calmar
nuestra mente. Aislarnos de la multiplicidad de estímulos que nos distraen y
nos llevan de un sitio a otro y de un tiempo a otro sin el control de nuestra
conciencia. También nos propone reconocer nuestras sensaciones, emociones,
sentimientos y pensamientos para poder desentramar y ordenar
el sistema reactivo a lo que sucede, dándole control y
direccionalidad. Y la observación de la respiración es la llave que abre la
puerta que inicia estos procesos.
La neurociencia contemporánea describe la evolución de los
mecanismos de regulación de la vida desde las disposiciones biológicas simples
pero efectivas de los seres sin cerebro, hasta las complejas interacciones de
la conciencia con el mundo. La evolución y desarrollo del cerebro humano está
ligada a la evolución de la mente y posteriormente de la conciencia, como un
logro más refinado de los mecanismos de regulación de la vida. La superposición
de la conciencia sobre la mente exigía de la existencia lo que Antonio Damasio
llama un “proto si mismo”, un “sí mismo central” y un “sí mismo
autobiográfico”, es decir, unos mecanismos que le informan al cerebro de un
marco de referencia estable y sin perturbaciones del cuerpo (proto sí mismo),
que se ve alterado por la interacción de los sucesos que se dan fuera del
cuerpo (sí mismo central) y con cuyo relato construye experiencias,
conocimientos…
Una biografía que le permite al cerebro crear una
identificación referenciada al propio cuerpo, a su historia y al mundo que
habita (sí mismo autobiográfico). Esta superposición evolutiva de mente hacia
conciencia compleja va ligada al desarrollo anatómico del cerebro. Una de las
técnicas que Antonio Damasio propone para desentramar la superposición de estas
estructuras evolutivas, es la introspección “Entre los muchos niveles del
sí mismo, los más complejos tienden a oscurecer el enfoque de los más simples,
sobre todo porque dominan nuestra mente con un exuberante despliegue de
conocimiento.
Pero podemos tratar de superar la ofuscación natural y sacar
partido de toda esa complejidad ¿Cómo? Haciendo que los niveles complejos del
sí mismo "observen" lo que ocurre en los más simples. Se trata
de un ejercicio difícil y no exento de riesgos. Y aunque puede que la información
facilitada por la vía de la introspección sea, como hemos visto, equívoca, vale
la pena asumir ese riesgo, pues la introspección ofrece una visión,
la única directa, de lo que nos proponemos explicar” (Antonio
Damasio “Y el cerebro creó al hombre” ).
La observación de la respiración y del cuerpo que propone la
meditación (mindfulness y vipassana) es una forma de conectar con ese proto sí
mismo que es marco de referencia de estabilidad corporal. Es ahí donde nos
desprendemos de las ideas, de la cultura y de las perturbaciones que éstas
generan. Pero no debemos olvidar que estas perturbaciones forman
parte de cada persona. Y que el objetivo no puede ser sustraerse a
ellas, si no ordenarlas y aprender a relacionarnos con ellas.
La observación de la respiración, unida a la observación de
las modificaciones que los pensamientos y sentimientos producen en ese marco
estable que es el proto sí mismo, mediante la introspección, pueden generar
conocimiento sobre la forma en que nos relacionamos con nuestro interior, y
también con el resto del mundo. Y desde ese conocimiento vivencial, explorar
las posibilidades de realizar los ajustes necesarios para una mejor gestión de
nuestra vida.
La vida y su regulación, no nos olvidemos, el objetivo final
de todo este entramado. Y la regulación de la vida pasa por la conciencia de
integración en una trama más amplia y compleja de la que formamos parte: la
trama de la vida. Y la apertura a esa integración, la conciencia de pertenencia
a esa trama, la aceptación de los límites de nuestro papel en la trama, la
exploración de cuáles son en realidad esos límites… Desde la paz interior de
cada quien, establecer la paz con el mundo ¿Es esa la clave?
Mindfulness para la transción.
Como explica Jorge Riechmann ,” para poder comenzar la transición y empezar a construir alternativas reales es necesario pasar una fase de aceptación y duelo"
A lo largo de la historia, el cambio y la transición han
sido siempre una constante. Para quienes piensan desde el pesimismo acomodado
que hagamos lo que hagamos va a dar igual, recordarles los imperios que
cayeron, los privilegios abolidos y el avance de los derechos humanos a lo
largo de la historia... Siempre, siempre ha habido cambios. La historia
de nuestra especie es un proceso de ampliación de la conciencia, es una
historia de liberación, con graves crisis, con crisis mortales, pero al fin, un
proceso de expansión de la conciencia y de enriquecimiento de la especie. Y
ahora no debería ser diferente, luchamos para que no sea diferente.
A lo largo de la historia se suceden periodos de relativa
calma en los que la especie acumula energía, con otros en los que la energía
acumulada se libera, propiciando cambios más o menos drásticos. Ahora nos toca
afrontar una de éstas etapas.
Nos hemos dotado de una compleja organización cultural,
social y política que ordena el mundo, y con la globalización, hay que decir
que ordena todo el mundo. No
hay región o cultura que escape de este entramado. Esta organización ya ha dejado
de cobijar y proteger a sus inquilinos, para convertirse en cárcel, en la que
muchas personas sufren y unas pocas obtienen grandes beneficios. Esta
organización del mundo, a lo largo del S XX ha generado guerras (¡Dos de ellas
mundiales!), no ha resuelto los problemas de hambre y ha llevado a la humanidad
al borde del colapso por el abuso de los recursos energéticos. Esta
construcción cultural, psicológica, jurídica, económica... que llamamos “el
sistema” hunde sus raíces en una cosmovisión marcadamente antropocéntrica cuyos
orígenes podemos rastrear en el modelo de ciencia del S XVIII, hoy
superado por los avances científicos revolucionarios que se sucedieron a lo
largo del S.XX.
Algunos de los más amargos frutos del modelo de percepción
dominante es una concepción fragmentada de la naturaleza, que nos presenta a
ésta como “algo” al servicio de los humanos. Y eso incluye también una
percepción fragmentada de la humanidad, en la que unas personas, unas culturas
o civilizaciones, son superiores a otras y susceptibles de explotar (y
absorber) a las más débiles y “atrasadas”, en aras del progreso. Incluye
también la relegación de la mujer y con ella, los valores femeninos presentes
en todas las personas, con independencia de su sexo.
Pero este modelo ha entrado en crisis. Por un lado, crisis
de las bases económicas y organizativas: crisis del sistema. Parece obvio
que al final, la naturaleza no es “algo” al servicio de la humanidad y que el
abuso de los recursos genera situaciones que hacen peligrar a la actual
civilización humana, cuando no al futuro de la especie. La amenaza que supone
el cenit del petróleo, se ve agravada y amplificada por las consecuencias de un
cambio climático que va afectar a la productividad y a la habitabilidad de
amplias regiones del planeta.
Por otro lado, crisis de percepción. Alentados
por el nuevo paradigma científico, además de por la fuerza intuitiva que aún
sobrevive en los humanos, cada vez más intensamente y cada vez más personas dan
señales de búsqueda de un nuevo marco de relaciones con la Tierra, consigo
mismas, con la globalidad de la humanidad y con el resto de los seres vivos con
los que compartimos destino. Esa sensibilidad, unida a la percepción de crisis
y a la falta de salidas que la crisis social y económica genera, sitúa a la
NECESIDAD DE REALIZAR UNA TRANSICIÓN como una de ésas necesidades sociales...
Que el sistema y sus mercados ni satisfacen ni tiene interés en que nadie pueda
satisfacer. Tenemos que organizarnos y compartir el camino que nos ha de llevar
a un mundo más justo e integrado.
¿Qué hacer? Una respuesta genérica creo que debe englobar
tres ideas:
- cambiar hacia dentro, cada quien...
- asociarnos para compartir el proceso.
- religarnos en la trama de la vida, con conciencia y amor
hacia todos los seres con que compartimos destino.
Cambiamos cuando miramos hacia nuestra entraña, cuando
adquirimos conciencia de lo que somos, de lo que nos importa, más allá de las
necesidades creadas. Y ahí el mindfulness, como otras tradiciones contemplativas,
puede ayudarnos.
Ampliar nuestro proceso individual de liberación significa
cambiar el enfoque hacia nuestro interior, pero también hacia La Tierra.
Completarlo con una visión sistémica de la Vida, llenarlo de relaciones
enriquecedoras con la otredad del mundo. Y asociarnos para compartir el proceso
significa compartir lo hallado, sí, pero también utilizar nuestra capacidad
creativa para generar soluciones prácticas que nos permitan cruzar con
garantías el proceso de transición... Y generar alternativas de
organización en una sociedad que debería sobrevivir a la caída del sistema.
Jon
Kabat-Zinn define Mindfulness como:
“Prestar atención de manera intencional al momento
presente, sin juzgar”.
Este tipo de atención nos permite aprender a relacionarnos
de forma directa con aquello que está ocurriendo en nuestra vida, aquí y
ahora. Es una forma de tomar conciencia de nuestra realidad, dándonos la
oportunidad de trabajar conscientemente con nuestro sufrimiento, dolor, o con
los desafíos de nuestra vida. Y atravesar un mundo en crisis y transición
genera sufrimiento, ansiedad, estrés…
La atención plena nos ayuda a recuperar nuestro
equilibrio interno, atendiendo de forma integral a los aspectos de
la persona; cuerpo, mente y espíritu. En la medida en que somos seres
naturales, hijos de Gaia, el equilibrio interno se tiene que apoyar
necesariamente en un mundo cambiante, cuyas tensiones nos hieren y nos
transforman. Equilibrio y transformación; religación y apertura, son las bases
de esta propuesta de aunar Mindfulness y trabajo en la naturaleza.
Pepe Valverde - Mindfulness y naturaleza: rutas conscientes
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