Los fundamentos filosóficos que caracterizan la economía budista suponen una crítica frontal al modelo de economía moderna occidental. Ideas tan extendidas como “el crecimiento es bueno” o “más es mejor” son descartadas claramente por insostenibles.
La economía budista tiene en
cuenta las necesidades humanas y sus limitaciones, proponiendo un control sobre
el ansia de querer siempre más. La finalidad es alcanzar un verdadero
desarrollo del ser humano en todas sus dimensiones, como ser individual cuya
acción va mucho más allá del mero consumo, que actúa en comunidad y se hace responsable
de su entorno.
El primer economista que propuso crear una economía basada en los
fundamentos budistas fue E. F. Schumacher en el año 1956, que publicó sus
ensayos en su obra “Lo pequeño es hermoso”. Schumacher fue a Birmania como
miembro del consejo de carbón británico para aconsejar al país en la adopción
de un crecimiento al estilo oriental. Tras pasar un tiempo sumergido en las
costumbres del país, y entender sus máximas, se dio cuenta de que la economía
occidental podría incorporar ideas del budismo para promover un crecimiento más sostenible y respetuoso
con la naturaleza, que a la vez pudiese brindar al ser humano el completo
desarrollo de sus facultades.
"Antes de que rechacen a la economía
budista por considerarla un simple sueño nostálgico, quizás aceptarían
considerar si es que el camino del desarrollo económico descrito por la
economía moderna puede conducirles a los lugares donde ellos realmente desean
estar”
E.
F. Schumacher
El
interés individual, el sufrimiento y los deseos
La economía occidental se
centra en el interés individual. En cambio la economía budista desafía este
concepto con la idea de la inexistencia de un ego permanente. Esto quiere decir
que todo lo que uno percibe con sus sentidos trasmite una falsa idea de un “yo”
inherente y real. Esto deriva inevitablemente en que se desarrolle una idea de
“lo mío”, siendo esta la base del comportamiento
egoísta.
El egoísmo no se considera producto
de la maldad sino que es un error consecuencia del desconocimiento de la
esencia real de las cosas. Es por esto que el ser humano tiene que desapegarse
de este sentimiento. La economía basada en el interés personal y con un enfoque
oportunista y materialista está condenada al fracaso. En contrapunto proponen
promover la generosidad, ya que el ser humano es un actor cooperador motivado por mejorar su entorno. Los individuos y
colectividades que cooperan sobreviven, prosperan y funcionan.
El segundo factor que diferencia ambos conceptos es la búsqueda de
maximización de beneficios, mientras que la budista enfatiza la importancia de minimizar el sufrimiento. La manera de
minimizar el sufrimiento es promoviendo la simplificación de los deseos, de
manera que se calme el ansia consumista y materialista y la frustración que
conlleva el querer siempre más y lo mejor. Una vez las necesidades básicas del
hombre están cubiertas (comida, ropa, refugio, medicinas) el resto de
necesidades materiales debe ser minimizado.
El
mercado y el desarrollo económico
La visión del mercado y el
crecimiento también dista en ambas visiones. Los enfoques occidentales tienen
como objetivo maximizar los mercados hasta el punto de saturación mientras la
economía budista tiene como objetivo minimizar
el daño. Tienen en cuenta actores primordiales como las futuras
generaciones, el medio ambiente y los pobres, que no están correctamente
representados porque no gozan del mismo poder que los actores más poderosos y
ricos. Es por ello que el mercado no es imparcial y no es representativo de la
economía. El concepto de Ahimsa (no
cometer acciones que puedan ocasionar daño a uno mismo o a los demás) urge a
encontrar soluciones de una manera colectiva y participativa.
Desde el punto de vista budista, no hay nada negativo en el progreso económico, a no ser que ese
progreso económico promueva el apego a los bienes materiales y la avaricia. El
crecimiento económico que conlleva una reducción de sufrimiento es bienvenido,
ya que alivia los efectos negativos de la pobreza. Lo que importa en este caso
es la manera en que se genera la riqueza, si ésta se genera a través de un
trabajo digno y respetuoso donde se fomenta la confianza, permite a los
individuos tener una seguridad económica y poder estar libres de deudas, cuidar
de sí mismos y de su comunidad. Esto lleva a desincentivar la maximización de
beneficios como fin en sí mismo e impulsar la importancia de la producción a
pequeña escala, local, adaptable y sostenible.
Economía
enfocada en promover el bienestar
Una economía budista considera
que el consumo es un medio para el bienestar humano. El objetivo se trata de maximizar el bienestar con un consumo
mínimo.
El trabajo debe ser
debidamente apreciado y darse con unas condiciones dignas, de manera que
impulse al hombre a producir, dar lo mejor de sí mismo y desarrollar su
personalidad. La liberación que supone para el hombre dejar de estar enfocado
exclusivamente a maximizar sus ingresos y destinar su tiempo a largas jornadas
laborales, le permite tener más dedicación a actividades que repercutan en el
bienestar de la comunidad. La persona que se puede ganar la vida con un trabajo
digno, puede invertir su tiempo también a fortalecer los lazos que lo unen con
el resto de individuos de su comunidad. Está demostrado que la inversión en las relaciones interpersonales
tiene un impacto positivo en el bienestar.
El concepto de Producto Nacional Bruto (PIB), incompleto para medir el
bienestar, es sustituido por la Felicidad
Nacional Bruta (FNB). Este indicador mide el bienestar y la felicidad a
través de varios factores como el bienestar económico, el ambiental, la salud
física y mental y el bienestar laboral, social y político.
Porque la cuestión no es la elección entre
«crecimiento moderno» y «estancamiento tradicional». La cuestión más bien
radica en encontrar el camino correcto de desarrollo, el Camino Medio entre la
negligencia materialista y la inmovilidad tradicionalista. En pocas palabras,
encontrar «Los Medios Correctos de Subsistencia»”
E. F. Schumacher
Teniendo en cuenta la época en
que las ideas de Schumacher fueron planteadas, se puede considerar que
transmiten propuestas que en su mayoría son totalmente vigentes hoy en día como
la importancia de las energías renovables, pensar más allá del PIB, promover el
comercio local y una producción eficiente. En una economía budista se busca
pues el consumo óptimo, no el
máximo.
La manera en que
experimentamos e interpretamos el mundo depende mucho del tipo de ideas que
tenemos. Si las ideas son principalmente débiles, superficiales e incoherentes,
la vida parecerá también insípida, aburrida, insignificante y caótica. La
economía budista defiende la idea de una economía que permita al hombre
desarrollar sus facultades y liberarlo del deseo de querer siempre más. Para el
desarrollo de estas facultades se requiere una revalorización de lo que verdaderamente satisface al hombre y una limitación de los deseos sin sentido,
donde la óptima asignación del trabajo permita estar en un equilibrio y gozar
de un nivel de bienestar con lo que se tiene.
¿Sería posible aplicar los preceptos de la
economía budista en occidente?
No te pierdas la genial respuesta de E. F.
Schumacher.
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