PÀGINES MONOGRÀFIQUES

8/4/14

Un plan donde quepan muchos planes, para un mundo donde quepan muchos mundos.

LA CRISIS COMO OPORTUNIDAD 
POR UNA TRANSICIÓN VÍA DECRECIMIENTO

Desde los movimientos sociales, Enric Durán apuesta por dar pasos concretos hacia una sociedad que, a través de prácticas solidarias y comunitarias, inicie su despegue del capitalismo. Abandonar la globalización, relocalizar la economía y la política, rechazar el crecimiento económico como modo de desarrollo y de creación de empleo son algunas de sus propuestas.

Comunidad y cooperación social, ejes para abandonar el capitalismo.

Ante la gran crisis económica que azota al sistema capitalista y que antecede lo que con toda probablidad será la mayor depresión desde el crack del 29, la línea que ha tomado el poder político y financiero global es la de una huida hacia adelante. La importancia de esta constatación no por previsible debe minusvalorarse.

Las medidas que se están adoptando desde el poder político global, van en la línea de afianzar el sistema actual con grandes aportaciones a los bancos y cada vez más a otros sectores estratégicos a costa de la mayor parte de la ciudadanía, que está recibiendo la atención mínima necesaria para mantener la paz social, mientras muchas empresas aprovechan la situación para hacer limpieza a través de multitud de ERE's  Ante esta situación excepcional es fundamental mirar más allá de las finanzas y de la economía de casino que está haciendo tanto daño a la economía real.


El G20 ha apostado por oponerse al proteccionismo y por mantener el crecimiento económico como fin en sí mismo, y esto es igual a apostar por el colapso ecológico. Nadie de arriba dice que hablar de proteccionismo, ecológicamente hablando, sería sinónimo de reducir globalmente el transporte de mercancías y personas.

El transporte actual es un 95% dependiente del petróleo, el cual ya ha llegado a su pico –su capacidad máxima de producción– y en breve empezará a declinar. Si bien pueden haber varias alternativas para producir electricidad de manera renovable, no las hay válidas para sustituir los combustibles líquidos necesarios para el transporte de mercancías que va mayoritariamente en camión y barco.

Ningún jefe de estado del G20 considera que hablar de crecimiento económico, como objetivo en sí mismo, está fuera de toda lógica consecuente en un mundo que está llegando a sus límites naturales. No quieren reconocer que lo que deben hacer es cambiar un sistema económico en el que el dinero es creado por los bancos de la nada, y dónde el sistema de negocio bancario basado en el tipo de interés hace que sin crecimiento haya depresión económica y social, como estamos viendo en la actualidad.

Nadie recuerda ahora el gran problema del cambio climático, que fue tan mediático en el 2006 y el 2007 hasta que empezó la crisis económica. Sin olvidarnos de los peligros que tenemos ante la dificultad de acceso al agua potable, la escasez de minerales básicos para la industria, la reducción de la pesca y de tierras cultivables, las especies que se extinguen etc...

Por no hablar del aumento del número de pobres en todo el mundo, por causas intrínsecas al sistema capitalista, ya mucho antes que empezara la crisis actual.

Querer solucionar la crisis económica dando la espalda a las crisis energética, ecológica y social es una de las decisiones más irresponsables de la historia.

Ahora que la depresión económica impedirá crecer durante unos cuántos años puede estar ante nosotros la gran oportunidad para construir un nuevo sistema económico que nos permita perdurar en el planeta mucho tiempo y acabe con las desigualdades sociales. Eso, como era de prever, no lo van a hacer los mismos poderes económicos y políticos que nos han llevado a esta situación.

¿Ante eso que podemos hacer desde los movimientos sociales?

Hemos de evitar la visión parcial y cerrada que ya tienen los poderosos y la izquierda institucional, no podemos luchar sólo para que los capitalistas no sean tan malos y dejen menos personas en paro. No podemos dedicarnos simplemente a pedir a los políticos que destinen dinero a la clase trabajadora, o a nuestro sector económico concreto.

Tenemos el deber de unirnos para transformar el sistema. Estamos iniciando unos años muy importantes en la historia de la humanidad, la depresión económica que está llegando será posiblemente la última oportunidad que tendremos para parar la destrucción del planeta y salvarnos a nosotros los humanos de una catástrofe social sin precedentes.

Ante una situación excepcional, no podemos seguir actuando como estamos habituados a hacer desde los movimientos sociales, sino que hacen falta respuestas excepcionales. Por todo ello, las acciones de presión puntuales, como determinadas acciones directas, manifestaciones o incluso la tan ansiada huelga general de trabajadores, las tendríamos que acompañar de acciones estratégicas de carácter sostenido que nos permitan progresivamente ir restando hegemonía al poder y repartirla entre los de abajo. Y especialmente son necesarias respuestas que incluyan al mismo tiempo el embrión de una nueva sociedad. Es importante actuar tanto respecto a la sociedad en general (o por lo menos la gente abierta a cambios) como entre la gente que ya practica otra manera de vivir. En este segundo caso, pienso que debemos apostar por la extensión del decrecimiento.

El decrecimiento como práctica de los nuevos movimientos sociales.

El movimiento del decrecimiento denuncia el mito del crecimiento perpetuo, y propone salir de los parámetros del productivismo, del consumismo y al fin y al cabo salir del sistema capitalista. Para hacerlo nos propone relocalizar las maneras de vivir. Se trata de abandonar el proceso de globalización económica y relocalizar la economía, es decir la producción y el consumo, y con ellas reducir el transporte. Para hacerlo hace falta relocalizar la política y así conseguiremos que vuelva a ser controlada por la gente.

Relocalizar la política significa por ejemplo que los niveles de soberanía vayan de abajo arriba, de manera que todo lo que se pueda decidir a nivel municipal no se decida en niveles superiores y sólo aquello que afecte a todo el país se decida en ese nivel. Vivir así, nos permitiría liberarnos del poder de las empresas transnacionales y los poderes económicos mundiales.

Esta transición hacia lo local se debe llevar a la práctica acompañada de una reducción radical del consumo que pueda causar por tanto una reducción de la producción y de los transportes. Aquello que se considere necesario, se debe ir produciendo cada vez más sobre principios ecológicos y cerrando los ciclos de las materias utilizadas.

La reducción del consumo necesita un cambio cultural importante en el que paulatinamente las personas dejemos de basar nuestro bienestar en las propiedades y el consumo de bienes materiales y valoremos mucho más los bienes relacionales, como son por ejemplo las relaciones humanas.

Y una de las claves para aplicar estos cambios económicos, políticos y culturales es rehacer la comunidad como elemento básico que permita poner en marcha nuevas formas de convivencia, en las que salgamos del individualismo que ha predominado
en las últimas décadas, aprendamos a cooperar entre vecinos y vecinas para ayudarnos los unos a los otros en nuestras necesidades, evolucionando así hacia una autonomía comunitaria del estado y del mercado para resolver las cosas del día a día.

Esta forma de transformar se está organizando desde la base social a partir de experiencias concretas que resuelven por mentales y privadas-mercantiles las necesidades básicas de cada persona y de la comunidad en temas básicos como la vivienda, la alimentación, la educación, el trabajo, la salud y el ocio, entre otros. Allí tenemos ejemplos de ello, como son los centros sociales autogestionados, las cooperativas de consumo ecológico, las escuelas libres, las redes de intercambio y los huertos comunitarios.

Para convertir las experiencias concretas realmente en una alternativa sistémica debemos ir mucho más allá y combinarlas unas con otras. La construcción de puentes de cooperación social puede permitir optimizar esfuerzos y energías, conectar espacios y extender cada vez más la red, de manera que se vuelva mucho más fuerte y dinámica. Por ello es importante que en cada territorio se genere un gran banco de recursos de todo tipo: materiales para compartir, viviendas vacías o con espacio, tierras para cultivar, conocimientos para la autogestión cotidiana, propuestas para el decrecimiento, y otras…

Para sacar adelante nuevas maneras de vivir, hacen falta recursos materiales y también mucha dedicación. Por ello, además de compartir lo que ya se tiene, es fundamental liberar ese tiempo tan necesario para consolidar esos proyectos.

Puesto que la falta de dinero suele convertirse en un problema limitador para la consolidación de alternativas, hace falta superar esa escasez y crear un sistema de acceso a las necesidades que en sí mismas sean parte de la alternativa de sociedad.

Un ejemplo de ello sería el Espacio Público Autónomo, que la Xarxa pel decreixement está tratando de poner en marcha en Catalunya. Éste consistiría en una red de personas y recursos donde se garanticen a partir de relaciones comunitarias las necesidades básicas de las personas que participen, con el objetivo que éstas dejen de dedicarse a trabajar en la economía capitalista y se puedan dedicar a proyectos de la sociedad alternativa.

Propuestas como ésta quieren contribuir a que la gente, organizada en los movimientos sociales, pueda convertirse en un contrapoder real a los poderes fácticos, de manera que podamos oponernos a los planes de los de arriba a la vez que ponemos en práctica un embrión de lo que puede ser una nueva forma de organización de la sociedad.

Para avanzar en esos objetivos es necesario aumentar la base social de estas prácticas. Para ello, ¿qué mejor que aprovechar la actual crisis económica para demostrar a través de la práctica cómo la cooperación social puede mejorar la calidad de vida de la gente? La aportación de los movimientos sociales a la sociedad en tiempos de crisis.

Ante una problemática económica generalizada propongo que nos relacionemos con la sociedad especialmente en cuanto a los que son los tres grandes problemas que forman parte de la percepción común de la crisis: endeudamiento/sistema financiero, vivienda y trabajo, desde una perspectiva que nos permita avanzar mediante una respuesta social que también responda a otras necesidades profundas que no son tan evidentes pero que ya hemos comentado: recuperar la comunidad, el equilibrio ecológico con el entorno, y la cooperación social. De esa manera la acción de los movimientos ante la crisis tendría como resultado un acercamiento a las prácticas decrecentistas de un mayor número de personas.

Así pues, en cada uno de estos temas necesitamos proyectos estratégicos que puedan tener un impacto importante en la forma de vida de mucha gente. Siempre bajo el prisma de las cooperativas como método legal de agregar voluntades a una práctica no capitalista, y las relaciones comunitarias como medio y a la vez fin para superar el individualismo a que nos somete el sistema. A partir de ello, aquí comparto algunas propuestas concretas.

En el ámbito del endeudamiento de los particulares, que les obliga a esclavizarse con trabajos que odian o más horas de las que querrían, desde el colectivo Crisis hemos iniciado la campaña para una huelga de usuarios y usuarias de banca. Mediante la cual, las personas morosas o que opten por serlo, podrán cortar sus cadenas y al mismo tiempo implicarse en soluciones cooperativas a sus problemas de vivienda, trabajo y estilo de vida. A la vez que cualquiera se podrá implicar tenga deudas o no, vaciando o cerrando su cuenta en un banco capitalista para apostar por alternativas financieras éticas, cooperativas y en algunos casos comunitarias. De esta manera iremos disminuyendo colectivamente nuestra colaboración con el sistema para financiar su alternativa.

En el ámbito de la vivienda propongo como proyecto estratégico la creación de cooperativas de vivienda de uso. Es decir, donde los participantes son inquilinos y a la vez socios de la cooperativa que es propietaria de la vivienda. Esta idea que aborta la especulación, sigue el modelo escandinavo “andel” que está popularizando, hasta ahora todavía con poco impacto, la asociación Sostre Civic.

Ahora se abre una buena oportunidad para generalizar esa propuesta, porque con unos pocos cálculos cualquier persona hipotecada podrá darse cuenta que dejando de pagar su hipoteca y apostando por ese modelo, podrá aumentar a medio plazo su bienestar y seguridad, disminuyendo sus necesidades económicas.

Este modelo de cooperativa de vivienda además de por el propio acceso a la vivienda es importante por todas las relaciones comunitarias que puede conllevar, pues se pueden generar tareas, espacios y usos comunes que además ayudarán a reducir el impacto ecológico de nuestra forma de vida.

Se trata de realizar una expropiación ciudadana de la propiedad capitalista para convertirla en propiedad colectiva, y la cooperativa de uso es una manera legal de hacerlo que puede complementarse con las acciones de desobediencia civil tipo okupaciones que ya conocemos.

Sabemos de sobra que también debemos construir una acción unitaria en el ámbito del trabajo, delante de los despidos y del aumento exponencial del paro que se está empezando a vivir. No podemos conformarnos con presionar para quedarnos como estamos; porque la construcción de una alternativa al capitalismo necesita de otros tipos de empresas, autogestionadas por los trabajadores y trabajadoras, que se dediquen cada vez más a aquellas áreas económicas que nos permitan realizar una transición hacia otra manera de vivir.

Es necesario apostar por la expropiación y la recuperación obrera de empresas y a la vez por la transición de éstas hacia otros modelos productivos. Y hace falta apostar por crear nuevas cooperativas que hagan posible otra manera de producir y de vivir.

Es importante que el entramado existente de sindicalistas alternativos y combativos asuma esa estrategia en sus incansables acciones de apoyo a los trabajadores en peligro, puesto que será de esta forma que dotaremos de una estrategia realmente anticapitalista al actual proceso de luchas sociales. En ese camino, sin duda contarán con el apoyo del movimiento ecologista y cooperativo, junto con nuevos movimientos sociales, entre ellos el movimiento por el decrecimiento.

Y de manera transversal a los tres ámbitos comentados es importante construir redes comunitarias de apoyo a las personas que por causas de lucha o precariedad tengan problemas para cubrir sus necesidades básicas: (vivienda, alimentación, etc.). Una propuesta que puede interesar a embargados y parados. La misma idea que comentábamos del espacio público autónomo cuando hablábamos del decrecimiento, pero extendida a cualquier persona que tenga necesidades que puedan cubrirse con la autogestión. Quizá es el momento de recuperar la idea de las asociaciones de vecinos pero en un formato basado en la producción de nuevas relaciones sociales y económicas en el ámbito comunitario. ¿Acaso como cooperativas comunitarias?

Conflicto y sistematización. Por la complementariedad de las estrategias de acción.

Estoy enfocando este artículo hacia estrategias de transformación positiva, pero antes de acabar cabe recordar que ella no puede estar exenta de conflicto. El conflicto es inevitable, pero además necesario, porque mucha gente se conciencia a través de una injusticia o situación delicada que le afecta directamente y esta situación estructural activa su motivación para hacer a la vez su cambio personal y participar del cambio colectivo. En el conflicto el individuo se convierte en parte de un colectivo, y el cambio positivo necesita de esos colectivos para alcanzar una envergadura adecuada.

En un momento de crisis como el actual, las situaciones de conflicto se acrecientan y por tanto también las oportunidades de cambios. Mediante el conflicto, de algunas de las empresas del capital que cierran ahora deberán salir las empresas sociales y sostenibles del mañana.

El nosotros contra ellos es algo que se da de manera múltiple en miles de conflictos que hay en nuestra sociedad, y estará allí mientras exista un sistema basado en clases sociales.

Si queremos que la opción por las transformaciones positivas crezca, podemos dedicarnos los que podamos a apoyar a muchos de estos “nosotr@s” en sus conflictos en su lugar de trabajo, de vivienda o donde sea, y provocar que a partir de la práctica de solidaridad también deserten de la opción sistémica (ser explotado, estar hipotecado, etc..) y se impliquen en la creación de una solución positiva que supere esta situación de conflicto. A través de la solidaridad y apoyo mutuo, será más viable desertar de unas realidades y construir otras.

Igualmente, por mucho que desertemos, no nos olvidemos de que el conflicto seguirá existiendo. Por ejemplo, una gran mayoría seguimos obligados a ducharnos en un agua que gestiona Agbar, calentar esa agua a través de otra empresa llamada Gas Natural y conectarnos a internet a través de Telefónica. Empresas que siguen explotando trabajadores y destruyendo el planeta en otros lares y que a la larga harían imposible ese modelo de vida que estamos construyendo.

En algún momento, cuando hayamos dado muchos otros pasos antes y tengamos sistematizada y extendida esa otra forma de vivir, deberemos afrontar ese conflicto con el sistema dominante y afrontar la expropiación de esas empresas que gestionan necesidades públicas.

La necesidad de otra sistematización es necesaria también para que mucha gente se implique en desertar del capitalismo y participar en esos cambios positivos. Hay bastantes personas que necesitan ver que hay algo más allá de pequeños flotadores para tirarse a la piscina. En este artículo he incluido algunos de los elementos que se podrían incluir en lo que podría ser un plan de acción de transición, un plan para llevar a la práctica una transición desde el abandono colectivo del sistema actual, hacia la construcción de otra sociedad. Un plan estratégico de acción, en que el cambio individual y el colectivo; el cambio estructural y el cultural, sean sinérgicos y paralelos, un programa completo pero a la vez abierto y en permanente reconstrucción que nos permita hacer camino al andar. Un plan donde quepan muchos planes, para un mundo donde quepan muchos mundos.

Para concluir, aclarar que en este artículo no he estado hablando de esa otra sociedad que aún nos queda muy lejos y, a golpe de obsesionarnos demasiado en ella, dejamos de hablar de los primeros pasos y los siguientes, que son los que nos pueden permitir acercarnos para que esa alternativa se divise más cerca. Así que me he centrado en proponer lo que podemos hacer para aprovechar la crisis y empezar a salir del capitalismo, aquí y ahora.



Enric Duran en el viejo topo nº 253
Enric Duran es guerrillero antibancario


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