ADA COLAU |
UNA FILÓSOFA CONTRA EL MUNDO
Esta catalana se ha convertido en la activista más famosa y contundente de los últimos tiempos
Líder
del movimiento antidesahucios e impulsora de los escraches contra políticos
“Sí se puede, pero no quieren” es el lema reivindicativo del momento. Detrás de él está la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, organización de ciudadanos al borde del desahucio cuya portavoz, Ada Colau, es seguramente la activista más famosa de este país. Casi licenciada en Filosofía –le quedan dos asignaturas para acabar la carrera–; autora junto a su pareja, el economista Adrià Alemany, del libro Vidas hipotecadas; parada en ciernes, pero optimista compulsiva, Colau posee una inusual habilidad para comunicar, fundada en un talento natural y en la seguridad del que sabe de lo que habla.
Políticos y banqueros la tacharán de demagoga, pero esta catalana de treinta y tantos ya se ha convertido en un referente de la lucha social que despierta la adoración popular (del pueblo, no del partido).
Hemos descubierto el punto débil de los bancos: su imagen pública
"Un, dos, tres, ¡fuerte!”. Levantar la reja del local
de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) en Barcelona, cuyo
sistema eléctrico se ha estropeado, ha sido mi acto solidario de hoy. Solidario
con su portavoz, Ada Colau, que quizá no habría podido sola porque pesa un
quintal, pero en el fondo interesado, porque quiero ver dónde opera una de las
organizaciones sociales más activas y exitosas de este país. Superada la prueba,
entramos en una amplia lonja con aires de garaje en la que se reparten unas
cuantas mesas con sus ordenadores y sus sillas de oficina. Todo es espartano y
con pinta de segunda mano, como supongo corresponde a un movimiento de base.
Colau se sienta y, en cuanto
empiezo a preguntar, sale de su boca un discurso tan torrencial que dan ganas
de unirse a la lucha o, si estás en el otro lado de la barricada, de rendirse y
entregarse. Esta barcelonesa de 39 años es la voz pública de muchas personas
que han estado o están a punto de ser desahuciadas de sus hogares por no poder
pagar su deuda con los bancos, y que se han unido para pelear. Su defensa de
acciones tan polémicas como los escraches la ha convertido en favorita de unos
medios y en punching ball de otros. En esperanza blanca de
muchos progresistas… y en bestia negra del Partido Popular, algunos de cuyos
dirigentes no dudaron en relacionarla con el terrorismo en un inútil intento de
mermar su popularidad.
P. ¿Es usted ETA?
R. Evidentemente, no.
Tener que decirlo demuestra ya el nivel político de nuestro país y de nuestro
Gobierno. Es ridículo.
P. Vayamos entonces con
asuntos más serios. La plataforma de la que es portavoz se enfrenta a un
problema crónico, la vivienda, y a un drama, los desahucios. ¿Algún país lo está haciendo bien
en este terreno?
R. Nadie lo está haciendo
perfecto, pero no hay otro país que lo haga tan mal como España. Es un ejemplo
negativo ante el mundo. Vienen medios de comunicación ultraliberales y se
escandalizan: lo nuestro no se entiende ni desde esa ideología. Si excluyes a
millones de personas del sistema de por vida, generas economía sumergida y
ningún incentivo para retomar la actividad económica.
P. ¿Algún caso le ha
tocado especialmente?
R. Todos, porque, a
diferencia de lo que quiere hacernos creer el PP, no hay unos casos más graves
que otros: en todos hay vulnerabilidad extrema. La pérdida de vivienda rompe
familias y te desestructura emocionalmente. Aunque consigamos cambiar la ley y
resolver los casos que nos están llegando, habrá una generación traumatizada.
P. ¿Cómo responde la
gente cuando logran parar su desahucio?
R. Responden
ya no con agradecimiento, sino con implicación. Independientemente de lo que
consiga de las Administraciones, la plataforma ya ha ganado. La gente llega con
la autoestima por los suelos, encuentran apoyo y después tienen más ganas de
ayudar a otros. Es un proceso que casi todo el mundo explica como un renacer:
el paso de afectado a activista. Es lo más bonito que he visto en mi vida.
P. ¿No son responsables
los individuos de haberse entrampado al firmar hipotecas enormes?
R. Ellos no rehúyen su
parte de responsabilidad. ¿Qué entendió la gente y qué le explicaron en el
banco cuando firmaba? Que el banco tasaba el piso y decía que valía, por
ejemplo, 300.000 euros, y que por eso a ti te dejaban 250.000, 300.000 o más.
Entonces el banco te decía: “Tranquilo, si no puedes pagar, vendes la vivienda
y no pasa nada”. Ni el banco, ni la inmobiliaria, ni el notario, ni la
Administración pública explicaron que podías perder la vivienda y quedarte con
una deuda de por vida. Si lo hubieran explicado, mucha gente no se habría
hipotecado. Los bancos redactaron contratos plagados de cláusulas abusivas,
engañaron y estafaron. Es increíble que no estén pasando cosas más graves en
este país, es de escándalo.
P. ¿Cómo son sus
negociaciones con las entidades financieras? Porque para ellas esta situación
también es un problema.
R. Es un problema, pero
saben que son rescatados sistemáticamente. Unos se jubilan con millones de
euros o siguen con sueldos millonarios. En España es ministro de Economía el señor De Guindos, tras ser directivo responsable
de unas de las entidades que han fracasado. El mensaje oficial es
que puedes ser un mafioso, un estafador y hundir la economía de un país, que
vas a recibir todo el reconocimiento institucional. Cuando empezamos a negociar
con los bancos había desprecio y humillación. Pero David está pudiendo con
Goliat. Hemos descubierto su punto débil: la imagen pública. Ponernos delante de
sus oficinas explicando a la gente que entra que ese banco está engañando y
estafando les ha obligado a negociar.
P. ¿Apuesta usted
entonces por su desaparición?
R. No. Sería infantiloide
pensar que no tiene que haber una organización económica. Claro que tiene que
haber algún tipo de banca, o pública o con un control democrático real, que
priorice las necesidades básicas de la población y anteponga la vida humana y
la dignidad sobre cualquier interés particular.
P. ¿Ha sido siempre tan guerrera?
R. Sí. Siempre he tenido
una inquietud social crítica; si no, no habría estudiado Filosofía, que no
sirve precisamente para tener un trabajo muy bien remunerado.
P. ¿Cuándo se da cuenta
de que quiere convertirse en esa especie de superhéroe social?
R. Superhéroe, no. El
mensaje más importante de la PAH es que la gente sencilla, si se organiza y se
apoyan unos a otros, puede mover montañas, conseguir lo que parecía imposible.
Si se presenta como una cuestión de superhéroes, lanzamos el mensaje de que es
muy complicado, y es falso. Es lo que el poder quiere que creamos. ¿Me
preguntaba por mi implicación personal?
P. Sí, cuándo empieza.
R. Inquietud la tenía
desde el instituto. Me acuerdo de participar en manifestaciones por la primera
guerra del Golfo. En la universidad participé en el proceso asambleario con
muchos otros. El activismo más fuerte surgió en 2001 con la antiglobalización.
Muchísima gente de muchos colores diferentes salió a la calle para visibilizar
que aquí están mandando unos que no hemos votado nunca: el FMI, entidades
financieras… Poderes nada transparentes que mueven como marionetas a los
Gobiernos a escala planetaria. La mayoría de los que participamos en esas experiencias dijimos: “Bueno, ¿y
ahora qué? ¿Qué hacemos con nuestra vida?”. Porque ahora, cada día hay que
luchar contra la precariedad. Y en el Estado español, uno de los principales
factores de precariedad era la vivienda.
P. Usted vivió en casas
ocupadas. ¿Cuál es su visión de la ocupación? ¿La ve legítima?
R. Por supuesto. Más que
nunca. España es el país de Europa que más vivienda vacía acumula y, al mismo tiempo, el
que más desahucia. El desalojo por la fuerza por motivos económicos es la peor
vulneración del derecho a la vivienda. Debe ser el último recurso, pero en
España es el primero. Quizá será legal, pero es absolutamente inmoral.
P. Entonces, ¿discute
usted la propiedad privada inmobiliaria?
R. Hay que discutir la
forma de tenencia. La gente tiene derecho a acceder a una vivienda segura,
estable e incluso de por vida. Eso se puede hacer de varias maneras: aquí se ha
impulsado solo a través de la propiedad privada, y nos dijeron que era la
manera más estable. Ahora eso es falso: miles de personas no eran propietarias,
sino sobreendeudadas. Y el alquiler no es una alternativa real porque era ya
precario y el PP lo acaba de precarizar más: ha reducido de cinco a tres años el
contrato, y eso no es una vivienda estable. Hay que exigir otras
formas. Primero, alquiler de calidad y accesible; luego, una propiedad privada
que no sea especulativa.
P. ¿Cómo se ha ganado la
vida en todo este tiempo de activista?
R. He trabajado en una
consultora de comunicación, en producción de televisión, de traductora… y todos
los trabajos eran precarios.
P. Salió hasta en una
serie de televisión, Dos + una.
R. Sí.
P. ¿Lo quiere olvidar?
R. Sí, porque es una de
las peores cosas que he hecho.
P. ¿Y ahora qué hace
aparte de ser activista?
R. Tengo la suerte de
llevar cinco años en el Observatorio de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Pero no creo que dure
mucho porque depende de la financiación pública.
P. ¿Lleva usted una vida
austera?
R. Necesito poco para
vivir. Tampoco lo veo como una renuncia: no tengo coche, ni propiedades, ni
grandes caprichos.
P. ¿Qué cosas le llenan
entonces?
R. He comprobado que con
menos tienes más. Compartir con otros en experiencias como la plataforma, eso
es lo que más me llena. Creo que es mucho mejor, incluso en términos egoístas.
Es mil veces más satisfactorio vivir con menos que no esa sociedad del consumo
que promete felicidad y al final solo hace que te sientas solo, pobre y
desgraciado.
P. No tiene casa en
propiedad, algo que se le ha criticado siendo portavoz de una plataforma de
afectados por las hipotecas.
R. Si hay que ser esclavo
para luchar contra la esclavitud, mal iríamos. No me veo afectada por la
hipoteca, pero sí por la vivienda, y la plataforma, desde el primer día,
defendió el derecho a una vivienda digna, en propiedad o alquiler.
P. ¿En el altruismo hay
una parte de egoísmo?
R. Seguro. El activismo
de miles de personas no se explicaría si no fuera porque es altamente
gratificante. Si fuera solo sacrificio, no habría miles de personas entregadas
a esta causa. El proceso de empoderamiento, de ver que nuestra capacidad de
transformación es mayor de lo que nos habían dicho, produce satisfacción. La
plataforma te da más de lo que tú le das a ella. Eso explica que el movimiento
crezca cada día.
P. Dada su popularidad,
¿no ha sentido la tentación de cambiar las cosas desde un partido?
R. No. Como ciudadana,
creo que todos tenemos que ocuparnos de renovar nuestras instituciones
democráticas. Claramente ahora son fallidas. Hay unos partidos plagados de
corrupción, cada día más lejos de la ciudadanía, endogámicos, preocupados de
perpetuarse, con falta de transparencia absoluta… Me han propuesto ser diputada
y he dicho que no, porque la plataforma está haciendo más que cualquier
partido. Hemos impulsado una Iniciativa Legislativa Popular, parado
más de 700 desahucios, negociado centenares de daciones en pago y alquileres
sociales. A ver qué estructuras con un montón de dinero y muchísimos cargos
están consiguiendo eso: diría que ninguna.
P. ¿Tienen futuro los
partidos?
R. Como están ahora, no.
Hay que resetearlos. Es posible que haga falta algún tipo de organización, de
representación; no puede ser todo el mundo opinando todo el rato. Pero se
pueden pensar cosas más actuales: Internet permitiría, por ejemplo, cotas de
participación brutales.
P. ¿Le gusta que le
definan como izquierdista?
R. Yo no me definiría
así, sino como demócrata radical y defensora de los derechos humanos. Es
necesaria una democracia, pero una real, no una democracia secuestrada como la
de ahora. Izquierda y derecha han servido durante mucho tiempo, pero yo creo
que ahora hay una mayoría social que no se identifica con esas etiquetas. Los
partidos han machacado su propia imagen: el PSOE se ha cargado la idea de
izquierda en este país. En temas de derechos civiles, de libertades, me
reconozco más con una tradición de izquierdas, pero con la representación
actual no me identifico.
P. ¿Qué balance hace de los escraches a
diputados del PP?
R. Han sido un acierto.
Han generado un debate sobre por qué parece tan excepcional que los ciudadanos
pidan explicaciones a sus representantes. En otras democracias, los diputados
reciben a cualquier ciudadano que quiera poner una queja. Si eso sucediera
aquí, seguramente no habríamos llegado a los escraches.
P. ¿Pero era necesario
hacerlos en domicilios? ¿No es una invasión de la privacidad?
R. Es que lo otro ya lo
habíamos hecho. Nos concentrábamos ante las sedes del PP y del Congreso, y nos
ignoraban sistemáticamente.
P. Eran un último
recurso, entonces.
R. Se trataba de
señalizar que vamos a estar allí donde vayas y no vas a poder no vernos. Y si
es en tu domicilio, en tu domicilio, que a esta gente la están echando de su
casa y nosotros simplemente vamos a la tuya y nos ponemos delante con pancartas
y pegatinas en las que pone “Sí se puede”. No hemos invadido la casa de nadie,
mientras que a la gente le están echando la puerta abajo.
P. Ante las cosas que han
dicho sobre usted los dirigentes del PP y sus medios afines, ¿no ha sentido
miedo?
R. Quizá en algún momento
sí, porque hubo días muy duros… Ellos apuntan, y luego saben que cuando
despiertan lo del imaginario terrorista, hay un sector reducido pero muy
radicalizado de la población que puede actuar. He recibido algunas amenazas
bastante fuertes, ya no solo contra mí, sino contra mi familia, que todo el
mundo sabe que es lo que más duele. Pero en realidad miedo, miedo, no he
tenido, porque participo en un colectivo muy amplio en el que todos nos
apoyamos los unos a los otros.
P. Y su entorno ¿cómo
lleva que esté ahí, en la diana?
R. Mi compañero y yo
estamos igual de implicados. Los dos impulsamos la plataforma y nos conocimos
en el activismo. Mi vida personal no está separada. Otros familiares nos
apoyan. Ha podido haber momentos incómodos, pero nadie ha tenido ninguna duda
de que estamos haciendo lo que hay que hacer, parafraseando a Rajoy.
P. ¿Cómo desconecta de
todo este lío?
R. Con mi hijo de dos
años. Es la mejor manera, llegas a casa y no te lo tienes que plantear. Te
reclama, juega; si te ve con el teléfono, te lo coge y lo tira.
P. ¿Se puede conciliar
vida laboral, familiar y, encima, la de activista?
R. Se puede. Yo veo a un
montón de gente trabajando en dos empleos para poder llegar a final de mes, a
muchísimas mujeres haciendo muchos más esfuerzos de los que hago yo. Yo me he
llevado a mi hijo a parar desahucios y a manifestaciones con otros niños de la
plataforma. Somos de hecho un movimiento muy familiar donde hay muchísimos
niños que llevamos a nuestras actividades. No separamos una cosa de la otra.
Los niños forman parte de nuestra vida, y que así sea, porque desde luego su
alegría y su energía son la mejor receta contra la crisis.
P. Tras estos años, ¿cuál
sería la mayor enseñanza personal que ha sacado del activismo?
R. Vaya pregunta. No sé… La idea de que el determinismo
es falso. El mensaje oficial es que no hay nada que hacer, que aunque te muevas
no vas a conseguir nada, que todo lo que te pasa es culpa tuya y te tienes que
avergonzar: escóndete, has vivido por encima de tus posibilidades y eres un fracasado.
Ese mensaje responde a unos intereses. Hay alguien a quien le interesa que tú
creas que estás solo. Cuando empezamos, nuestra primera dificultad no fue el
poder de la banca, sino lo destrozada que estaba la gente. El mayor aprendizaje
ha sido comprobar que las personas con menos recursos, los más hechos polvo, si
encuentran un espacio de solidaridad y se les restituye la dignidad, se
convierten en superhéroes.
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