¿POR QUÉ ECOALDEAS?
Después de trabajar como astrofísico para la NASA
hace 25 años, Robert Gilman decidió que “las estrellas podían esperar, pero el
planeta no”. Desde entonces se ha dedicado al estudio de la sostenibilidad
global, a la investigación de visiones futuras y a las estrategias de cambio
social positivo.
Junto a Diane Gilman, es fundador del “Context
Institute” y la revista In Context. http://www.context.org
Antes de entrar en “¿Por qué ecoaldeas?” quisiera
empezar por la cuestión de “¿en qué momentos de la historia nos encontramos?”
Veamos dónde nos encontramos físicamente.
El cuadro adjunto abarca del 1900 al 2100. Nos
encontramos donde las líneas se quiebran. Hasta ese momento, habían crecido
exponencialmente y lo seguirán haciendo hasta un punto que los teóricos de
sistemas y ecologistas llaman “saturación y colapso”.
DOS FUTUROS POSIBLES
Desarrollo sostenibles versus negocios convencionales
Política y cambios de actitud que podrían, a partir
de 1995, conducirnos a un futuro sostenible
Tecnología
• Confianza decreciente en los recursos no-renovables
por unidad de producción industrial (reducida ésta a la mitad en 20 años, al
aumentar la eficiencia y el uso de renovables)
• Tecnologías agrícolas mejoradas y conservación del suelo
• Inversión decreciente en control de la contaminación (tasa de contaminación reducida a la mitad en 20 años)
• Tecnologías agrícolas mejoradas y conservación del suelo
• Inversión decreciente en control de la contaminación (tasa de contaminación reducida a la mitad en 20 años)
Consumo
• Producción industrial per capita limitada a los
niveles aproximados de 1995.
El nivel de vida sube con productos de más larga vida.
Población
El nivel de vida sube con productos de más larga vida.
Población
• Acceso total a los métodos de control de natalidad
• Cifra media de hijos por familia: 2
• Aumento de la inversión en servicios de tipo humano (50%)
• Cifra media de hijos por familia: 2
• Aumento de la inversión en servicios de tipo humano (50%)
Cuando alguna parte de un sistema crece tanto que
destruye y mina los recursos de los cuales depende, pierde su capacidad de
autosostenimiento y se colapsa. Este es un fenómeno muy familiar para los
biólogos. No hay indicio alguno de que los humanos como especie nos libremos de
este fenómeno. Esto está representado por la línea de puntos. Lo positivo para
mí está representado por la línea continua, los cambios que podríamos hacer los
humanos en el terreno físico. Puede que no sean cambios fáciles en el plano social
pero sí en el físico. Son cambios en la tecnología, el consumo y la población.
Me imagino estos tres campos representados por un taburete de tres patas.
Cuando me hablan de la necesidad de incidir sobre el
consumo, la población o la tecnología suelo responder: ¿qué pata del taburete
lo mantiene en pie? Propongo esta metáfora para que la estudiemos.
¿Y por qué son importantes las comunidades, dados los
cambios que debemos hacer en el plano físico?
No hay manera de que lleguemos a una sociedad sostenible
si no abordamos el diseño de nuestras comunidades.
Es decisivo corregir los niveles de consumo de recursos de nuestras comunidades. Es bueno saber que aquí hay personas que están reduciendo el consumo de energía en sus comunidades, y no sólo de energía. Sabemos cómo hacerlo técnicamente pero no lo estamos haciendo.
Es decisivo corregir los niveles de consumo de recursos de nuestras comunidades. Es bueno saber que aquí hay personas que están reduciendo el consumo de energía en sus comunidades, y no sólo de energía. Sabemos cómo hacerlo técnicamente pero no lo estamos haciendo.
Para saber en qué momento de la historia estamos es
también importante abordar el lado social y humano. Revisando la cultura de la
sostenibilidad, he descubierto tres períodos épicos y dos transiciones
intermedias. El primer periodo, el Tribal, ha sido el más largo. Le siguió la
transición a la agricultura y las ciudades, y después vino el Imperio. Creo que
ahora nos encontramos en otra transición, tan profunda como la primera.
Si nuestras vidas son a veces un poco esquizofrénicas
es porque nos hallamos en medio de dos etapas. Muchas de las características de
nuestras vidas hoy son las de la era en la que entramos, la Planetaria Sin
embargo las actuales instituciones tienen su origen en los pasados 5.000 años
de era Imperial. Cuando digo instituciones me refiero no sólo a los gobiernos
sino también a la mitología que utilizamos y de la que estamos empapados. El
crecimiento de la población y la tecnología lo que han hecho es acortar los
ciclos. El karma nos vuelve con mayor rapidez. Muchos grupos de diferente
índole están dándose cuenta de que no hay beneficio personal si no es a la vez
beneficio para la comunidad y el medio ambiente. Es como si nos viéramos
empujados a lo que antes era más bien una cuestión moral.
¿Y qué tiene esto que ver con las comunidades y las
ecoaldeas?
Creo que las ecoaldeas, las comunidades sostenibles y
los barrios con elevada conciencia ecológica son los asentamientos ideales para
impulsar la nueva cultura. Y ésta no existe si no se comparte con otros. Si
intentamos trabajar a gran escala, la cosa se diluye en abstracciones. Sólo a
escala humana podemos descubrir a los demás y a nosotros mismos.
Cuando redactamos el informe sobre ecoaldeas para
Gaia Trust, tuvimos que definir la ecoaldea y parece que la definición ha
prendido: “una ecoaldea es la escala humana”, o sea, un lugar donde conoces a
los demás, un “asentamiento integral”, no sólo una estructura de viviendas,
agrícola o empresarial sino todo ello a la vez, un asentamiento donde las
actividades humanas están integradas en el medio natural de manera inocua.
Tan importante como la relación con el medio natural
es que el asentamiento sea soporte de un desarrollo humano sano, y que haya un
sentido de celebración en él, como aquí en Findhorn.
Finalmente, la sostenibilidad. Es clave que “la vida
de la comunidad pueda continuar indefinidamente en el futuro”, de lo contrario,
estaríamos hipotecando ese futuro Si traducimos esto al nivel práctico vemos
que las ecoaldeas tienen hoy los siguientes retos:
Imaginémoslos como pisos de un edificio. El primer
piso es el estrato físico, o sea, los sistemas biológicos: tratamiento de aguas
residuales, producción de alimentos animales, etc. Luego está el entorno
construido: edificios, carreteras, etc. Estos dos pisos son partes decisivas de
una ecoaldea y, a veces, son las más sencillas, al menos a juzgar por la
experiencia de quienes los han levantado.
Debajo de todo está la parte humana: el sistema
económico y el gobierno. Si éstos no están bien fusionados, los niveles
superiores tampoco podrán estarlo.
Sin embargo, para hacer funcionar la economía, hace
falta algún tipo de hilo conductor en la comunidad, un espíritu, unos
sentimientos y una cultura comunes que mantenga unidos a sus miembros cuando se
aborden los temas difíciles. Y las dificultades muchas veces vienen del hecho
de tener que dar respuesta simultánea a muchas cuestiones; las relaciones se
resienten mientras las necesidades de nuestros hijos son también diversas. El
desafío del sistema en conjunto es lo que muchas veces colapsa a los miembros
de la comunidad o los unilateraliza.
Por tanto hay que descubrir cómo conservar el
equilibrio. Las ideas que en un tiempo pensamos podrían resolver los problemas
del mundo resultan hoy insuficientes. Debemos encontrar el equilibrio entre lo
comunitario y lo privado, entre el presente y el futuro, entre las estructuras
tangibles (los edificios) y las intangibles (el corazón, la mente y la
voluntad). A propósito de esto, una de las trampas en la que creo que caen las
comunidades es el desequilibrio de estas tres partes. Para mi, se trata, de
nuevo de un taburete de tres patas.
¿Por qué ecoaldeas?
Sencillamente porque creo que es el lugar que mejor
nos permite entender la esencia de nuestro tiempo, que no es ni más ni menos
que ser parteros de la cultura emergente. Y esto no podemos hacerlo
individualmente sino con los demás y a una escala comprensible para nosotros.
Y vamos con el tercer taburete de tres patas: nuestra
relación con el medio natural, con los demás respecto a los temas políticos y
sociales y la relación con nosotros mismos en términos de salud, crecimiento
personal y espiritualidad. Todo ello forma parte de nuestro propio yo.
Los sociólogos han trazado una curva en forma de “s”
y le han dado el nombre de “Difusión de Innovaciones”. Según ésta, ¿qué estrategias necesitamos si queremos ser agentes
del cambio, parteros de las innovaciones?
Las mejores estrategias son las que van cambiando a
medida que avanzamos en la curva. Ocurre a menudo que se tiene una magnifica
estrategia en el momento equivocado.
¿Dónde están, pues, las ecoaldeas?
Creo que hasta ahora hemos estado en el terreno de la
“Experimentación” y de los “Proyectos Piloto” . Por experimentación entiendo lo
que los apasionados e irascibles excéntricos se atreven a hacer. De esta etapa
hemos aprendido mucho, pero aún queda mucho por hacer.
Por otra parte, y aunque los Proyectos Piloto deben
continuar, vamos entrando en la etapa de “Construcción de la Infraestructura y
de los Sistemas de Apoyo”. Y no me estoy refiriendo a la carreteras y las
líneas eléctricas, sino a la infraestructura social y de comunicación, a la Red
Global de Ecoaldeas y a esta Conferencia misma. Me dirijo a toda la gente que
ha estado trabajando en ecoaldeas de una manera aislada. Si nos mantenemos en
contacto podremos aprender unos de otros y entrar en la fase de
“Popularización”.
Los sociólogos han descubierto que la mejor manera de
divulgar una idea es contactar con la gente que está interesada y motivada, y
ayudarles a desarrollarla, ignorando a los detractores. Si lo que queremos es
boicotear las innovaciones, lo mejor es reunirles a todos ellos y enzarzarles
en una discusión. Un espejismo que nos ha hecho creer la democracia es que nada
cambia si primero no hay una discusión pública del tema y luego una acción
gubernamental.
Bueno, pues esta no es la manera como están cambiando
las culturas. Los empresarios y comerciantes lo saben muy bien: primero
introducen un producto en un mercado reducido, luego consolidan su consumo y de
ahí pasan a extenderlo a otros mercados hasta que logran tener una gran
influencia sobre el cambio social.
Una de las razones por las que las “Políticas
Electorales ” van un poco retrasadas en la curva es que el momento de meterse
en esas políticas es cuando pueden ganar votos. No quiero decir con esto que no
haya leyes que cambiar ni algunos espacios políticos en los que meterse, sino
que creo más necesario dedicarse a los “Proyectos Piloto”, construir la
infraestructura, contactar con los que realmente están interesados en lo que
estamos haciendo y esperar el momento oportuno.
Esta conferencia llega en un momento interesante.
Creo que dentro de 5 años podremos decir que “en esta conferencia se hicieron
muchos contactos, se crearon muchas redes, se profundizó en la comprensión y
surgieron una gran variedad de eventos.
Aprendimos a tener un brillo especial en los ojos y
al volver a ver a miembros estresados de nuestras comunidades pudimos
contestarles así: “Entiendo lo que te pasa y, sin embargo, siento una gran
alegría interior; descubramos juntos la manera de arreglar el asunto” o lo que
sea.
Sabemos cultivar alimentos que no nos envenenan;
sabemos construir espacios para los peatones y reducir drásticamente las
necesidades de transporte, incluso sabemos bailar juntos y sabemos escucharnos.
Si somos capaces de transmitir esta energía al mundo es que esta conferencia ha
sido el germen de algo excelente.
Las identidades colectivas y la
espiritualidad inmanente
Para que una comunidad sea sostenible, es decir para
que pueda perdurar en el tiempo conservando e incluso mejorando el espacio que
la contiene, no basta con implantar una serie de tecnologías “eco” ni con crear
estructuras políticas y sociales realmente democráticas e innovadoras. Se
necesita algo más. Se necesita crear una identidad, posiblemente variable, pero
capaz de estimular el deseo de pertenencia, liberando fuerzas integradoras
basadas en el respeto, la tolerancia y el apoyo mutuo, conformando ritos,
celebraciones y actos festivos que contribuyan a reafirmar esa identidad
colectiva. Todos somos conscientes del peligro de las identidades colectivas
que funcionan por exclusión (nacionalismos y fundamentalismos varios), pero no
todas las identidades colectivas comportan algo negativo, y sin duda son
necesarias.
La sociedad capitalista occidental está generando
poderosas fuerzas desintegradoras, que están acabando con los pocos núcleos de
autoapoyo y seguridad existentes –la gran familia, el barrio, la aldea, etc.–,
cuyas consecuencias son un recrudecimiento de las opciones individualistas y
una reafirmación colectiva aunque impersonal a través del consumo –las únicas
posibilidades de identificación actuales se realizan a través del gusto,
indefectiblemente ligado a un consumo–.
En el otro extremo se hallan todos los inadaptados
del sistema, aquellas personas que, despojadas de los atávicos lazos que antaño
conformaban las identidades grupales, no han sabido amoldarse al cariz de los
nuevos tiempos y se dedican a vagar por el espacio urbano dejando una amplia
huella de su insatisfacción, con marcadas frustraciones personales y, en
determinados casos, con fuertes desestructuraciones psíquicas. No nos
engañemos, no somos tan fuertes como para vencer en solitario los golpes que
nos da la vida, ni las magras recompensas de la tan aplaudida ambición personal
(en la línea de la ética utilitarista que subyace al capitalismo) nos han de
salvar de un naufragio cantado. Necesitamos de los demás, y necesitamos
identificarnos con ellos, reconocer sus carencias y sus afectos y sentirnos
reconocidos en las suyas.
Una comunidad sólo puede perdurar si es capaz de
poner los medios para que el aglutinante o la llama que la sostiene no se
extinga, si es capaz de reinventarse continuamente a sí misma como comunidad,
teniendo cuidado de no caer en la apatía y el desinterés general. Y para esto
son importantes los ritos, las celebraciones y las fiestas.
La antropología nos ha mostrado claramente el sentido
de los ritos en las comunidades primitivas. Los tiempos han cambiado, los ritos
también. Pero eso no quiere decir que hayan desaparecido. Cada colectivo tiene
sus propios ritos, en algunos casos no son más que adaptaciones de ritos
antiguos que se asumen como propios, en otros se trata de ritos nuevos, tal vez
más acordes con el origen social de quienes participan en ellos.
Gracias a todas estas manifestaciones externas se
reactualiza el deseo de pertenencia a un grupo, al hacernos sentir más cerca de
los demás, más fuertes en nuestra confirmada unidad, más seguros con nosotros
mismos.
Independientemente de los motivos por los que se
decide vivir en comunidad (ecológicos, políticos o espirituales, o por una
mezcla de todos ellos), más allá del acercamiento intelectual que permite el
acuerdo o el sereno debate sobre contenidos teóricos, se necesitan otros
instrumentos para dar forma a la corriente de flujos afectivos que recorre toda
comunidad, algo que permita hablar a los cuerpos en su propia búsqueda de
sintonía más allá de la palabra. Esto es el rito, la fiesta, la cálida
corriente energética que se eleva por encima de cada yo particular para
conformar, aunque sólo sea por unos instantes, un ser más fuerte del que todos
nos sentimos partícipes.
Y esto es también la espiritualidad, tal y como yo la
interpreto. Nada de dioses transcendentes, por muy antropomorfizados que estén.
Nada de sacerdotes ni de gurús ni de líderes espirituales, por muy cercanos que
se nos quieran presentar. Nada de palabras sagradas, ni de rituales que nos
comprometen con un “Más Allá”. Pura corriente inmanente, que cristaliza en
determinados actos de sentido compartido. Creo que hasta aquí la espiritualidad
es algo que todas las personas podemos compartir, al menos todas que no han
hecho de la razón su propio dios.
Y creo también que en este sentido es una componente
importante en toda comunidad sostenible, y que desde luego no falta en ninguna
ecoaldea. Si en ocasiones se halla ausente de ciertas comunidades radicales,
probablemente se deba a una falta de comprensión sobre los supuestos de la
espiritualidad inmanente. Otra cosa distinta es la creencia o la fe en un
conjunto de ideas externas a nosotros (que se nos presentan por tanto como un
dogma), inventadas por personajes históricos o actuales y que suelen ir
acompañadas de ciertos ritos de comunión.
No es necesario que tales ideas contengan la noción
de un Dios, más o menos antropomórfico, entre sus premisas: conceptos como
Espíritu, Energía o Unidad puede jugar dicho papel. Lo que caracteriza a la
religión (que es de lo que estamos hablando) es la sustitución o
complementación de un discurso racional (asumible por todos los seres humanos)
por otro discurso que sólo es asumible por los creyentes, pues ninguna
evidencia racional o sensible lo confirma, salvo la de la propia predisposición
a creerlo (lo que sin duda puede alterar en el creyente la sensibilidad
receptiva y las formas de representación). Muchas comunidades espirituales son,
según la explicación anterior, comunidades religiosas, con sus gurús y sus
textos sagrados.
En la medida que tales comunidades se construyen
sobre creencias que implican una subordinación o sumisión de unas personas a
otras, llegando a crearse estructuras jerárquicas inmóviles, no pueden
considerarse como ecoaldeas, pues tales posiciones entran en abierto conflicto
con lo que hemos dicho en apartados anteriores. No estoy diciendo con ello que
en una ecoaldea no quepan actitudes religiosas –todavía mucha gente necesita de
la religión, incapaces de afrontar desde adentro las grandes preguntas de la
vida, consolándose con respuestas que les vienen de afuera–, simplemente
mantengo que tales actitudes se han de tratar como opciones individuales, que
no tienen por qué afectar a la comunidad en su conjunto. La aconfensionalidad
es un ingrediente necesario de toda ecoaldea, como lo es también el respeto por
toda opción religiosa individual.
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