PÀGINES MONOGRÀFIQUES

4/11/24

El futuro se definirá por la forma en que la tecnología la integramos en nuestras vidas

QUÉ ALEJARÁ A LAS PERSONAS DE LAS PANTALLAS

Mientras navegamos la década del 2020, se hace cada vez más evidente que el futuro no pertenecerá solo a la tecnología. En la década pasada vimos cómo los avances tecnológicos transformaron la industria y la vida cotidiana, pero estas innovaciones también han traído dificultades que desafían nuestra relación con el mundo digital.

¿Qué pasaría si el avance constante de la tecnología estuviera provocando un deseo colectivo de reequilibrar nuestra relación con lo digital?

Un cambio significativo que hemos observado es la erosión de la confianza en la sociedad, debido al aumento de desinformación, estafas y contenido generado por IA que difumina las líneas entre lo real y lo que no lo es.

Según las conclusiones del nuevo estudio, el 33% de los consumidores sufrieron ataques o estafas con deepfakes el año pasado, lo que pone de manifiesto el creciente desafío de distinguir las interacciones genuinas.

Las marcas deben trabajar activamente para recuperar la confianza apostando por la  autenticidad y asegurando que sus canales digitales sean fiables, transparentes y seguros para los usuarios. Este esfuerzo va más allá del marketing; exige un enfoque nuevo, que combine creatividad, transparencia y un compromiso real con los consumidores.

Otra tendencia a tener en cuenta tiene que ver con la forma en la que estamos guiando a las nuevas generaciones. Los padres más jóvenes son muy conscientes de los daños potenciales del acceso al mundo digital sin restricciones. La exposición a contenido dañino y los efectos adversos de las redes sociales en la salud mental se reflejan en el hecho de que el 57% de los jóvenes de entre 18 y 24 años reconocen el impacto que las redes sociales tienen en la formación de su identidad.

Como resultado, muchos padres están huyendo de la dependencia digital para ellos y para sus hijos, optando por fomentar una conexión más fuerte con el mundo físico, que priorice el vínculo humano y el bienestar. Las compañías que deseen conectar con estos consumidores deben adaptarse, pasando de estrategias de participación puramente digitales a enfoques que reconozcan y apoyen el deseo de experiencias en el mundo real.

Simultáneamente, estamos presenciando el auge de la  economía de la impaciencia. La era digital nos ha entrenado para esperar la gratificación instantánea, ya sea con vídeos cortos de una deliciosa receta en menos de 30 segundos, tener la posibilidad de ver todos los capítulos de la serie de estreno de una sentada, comprar en plataformas online con solo un clic, victorias rápidas en Candy Crush o un chat de IA generativa que proporciona infinitas e instantáneas respuestas a nuestras preguntas.

Este entorno de gratificación instantánea influye en la forma en que las personas abordan sus objetivos de vida, con casi siete de cada diez dispuestas a explorar caminos más arriesgados para mejorar su salud física o su estado financiero. Si bien esto crea oportunidades para que las marcas intervengan, también plantea consideraciones éticas. Las empresas deben asegurarse de proporcionar formas genuinas, seguras y sostenibles para que las personas alcancen sus objetivos, en lugar de capitalizar atajos que pueden conducir a una sociedad más impaciente.

Esta inmediatez también se nutre de la capacidad de conexión con nuestros referentes online. Los influencers han dominado el arte de hacer que su contenido sea accesible y personal, encontrando maneras de conectar de con su audiencia, no solo a través de los productos que venden, sino mediante las historias que cuentan. Aprendamos como marcas a llegar a las personas de la misma forma.

Otra preocupación dentro de la dinámica cambiante entre la tecnología y los humanos es el reconocimiento en el trabajo. La rápida integración de la IA generativa y las tecnologías avanzadas ha generado debates sobre la productividad. Es cierto que es más eficiente, pero también vale la pena preguntarse: ¿quién gestionará todo lo nuevo que se produce? ¿Creará más tareas en lugar de simplificarlas? Los empleados quieren sentirse respetados, reconocidos y valorados en su trabajo.

Las compañías que no tengan esto en cuenta corren el riesgo de perder a su mejor talento. El reto para los directivos es introducir tecnología avanzada de forma que mejore, en lugar de socavar, la experiencia humana en el trabajo; que fomenten un entorno donde la tecnología sirva como una herramienta para apoyar y aumentar lo que los empleados pueden hacer. Es crucial planificar la introducción de la IA de forma responsable, especialmente en un contexto en el que existe un grado de desconexión entre lo que buscan los empleados y cómo responden sus jefes.

Finalmente, hay un movimiento creciente de vuelta a lo natural en las conexiones sociales. Después de años de interacciones cada vez más digitales, las personas anhelan profundidad, autenticidad y riqueza sensorial en sus experiencias. Buscan actividades que les permitan reconectar con la naturaleza, participar en sus comunidades cercanas y explorar su creatividad libre de distracciones digitales. Hasta un 60% de las personas cuestionan más que nunca la autenticidad del contenido online, por lo que las marcas deben identificar nuevas formas de interacción inmersiva y presencial con ellas, no solo a través de pantallas.

Todo esto subraya un cambio cultural más amplio. La narrativa de la década de 2010 giraba en torno a todo lo que la tecnología podía transformar; hoy, se trata de encontrar el equilibrio. El futuro se definirá no solo por lo que la tecnología puede hacer, sino por la forma en que la integramos en nuestras vidas, de manera consciente y responsable.

Para las empresas, esto significa adaptarse a las nuevas expectativas de los consumidores que priorizan la confianza, la autenticidad y la humanidad. En este vaivén del camino digital, donde cada notificación nos arrastra en distintas  direcciones, el desafío no es solo mantener el ritmo, sino cultivar conexiones genuinas en medio del ruido.

Mark Curtis, responsable de sostenibilidad y thought leadership en Accenture Song.

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