PÀGINES MONOGRÀFIQUES

13/11/24

Creer en la verdad, el bien, el amor, la empatía y seguirlos practicando hasta el fin

UNA CUESTIÓN DE FE                             

EN DIOS Y EN NOSOTROS MISMOS

En aquellos oscuros tiempos en los que se adoraba al dios Ra de Egipto o a su divinidad Enli en la vieja Babilonia, el ser humano estaba sometido a ellos. Mas habría que preguntarse cuál era el perfil de estos personajes, que algunos creen que eran extraterrestres o seres mitológicos. Para entender el trasfondo del paganismo y la relación que puede tener con nuestra época actual es fundamental tener claro cuáles son las raíces espirituales de todo este movimiento y cómo se nos muestra actualmente. La obra de Szandor La Vey, titulada La Biblia Satánica, publicada en 1969, arroja mucha luz a acontecimientos que ahora podrían considerarse incomprensibles.

“Para el Satanista, Dios, o por cualquier nombre que se le llame, o bien por ningún nombre en absoluto es visto como el factor de equilibrio en la Naturaleza, y no como un ser al que le preocupe el sufrimiento. Esta poderosa fuerza que permea y equilibra el universo es demasiado impersonal para preocuparse por la felicidad o la miseria de las criaturas de carne y hueso de esta bola de mierda sobre la cual vivimos.

El Satanista se da cuenta de que el hombre, y la acción y reacción del Universo, son responsables de todo lo que ocurre, y no se engaña creyendo que a alguien le importa. ¡Ya no nos quedaremos sentados y aceptaremos el destino sin hacer algo al respecto, sólo porque así lo dice en el Capítulo o Salmo tal y cual, y baste con eso! El Satanista sabe que el rezar no ayuda mucho, de hecho, disminuye las posibilidades de éxito, ya que lo que suelen hacer las personas devotas es sentarse complacidamente y rezar por una situación que, si hicieran algo, la resolverían mucho más rápido”. 

Es decir, y vamos paso por paso: primero, los términos bien o mal desaparecen, formando parte de meras acciones de equilibrio del universo y es el mismo Lucifer el que se encarga de ello, debiendo los hombres simplemente aceptarlo (O sea, que, si hay sufrimiento, dolor, miedo o infierno, todo ello forma parte del ciclo cósmico). 

Segundo, a esos dioses no les importamos, de hecho no se dan cuenta ni de que existimos, siendo nosotros mismos, a nivel individual los que debemos salvarnos el pellejo todos los días y, si se puede hacer algo para que sean más compasivos y no nos hagan tanto daño, simplemente se hace por devoción, como cuando se daban niños al dios Molock en la antigüedad, siendo por ello que los sacrificios se practican en los grupos que adoran a Lucifer.

Tercero, la verdad no tiene sentido, no hay que creer en ella, de hecho, mucho menos en el resultado criminal de muchas de las acciones que cometen muchas personas en el mundo, las cuales no tienen ningún valor; es como si gobernase la conciencia humana con la irresponsabilidad más absoluta y el egoísmo. 

Y, cuarto, dado que a estos dioses les importamos un comino, habrán de ser los humanos los que gobiernen el mundo, mejor dicho, ciertos sujetos en detrimento de otros porque son los únicos capaces de poner orden en medio del caos, por lo que habrán de ser tratados como tales por el resto de los mortales, que son tan de carne y hueso como ellos; es lo que ocurría con los faraones, césares y todos los reyes de miles de años atrás, que tenían que ser adorados y no se les podía ni mirar a los ojos.

Han pasado miles de años, el ser humano ha avanzado tecnológicamente, pero esta religión diabólica no ha desaparecido y se asienta en organismos internacionales, en nuestros gobiernos, en las sectas de las que forman parte (masones, y otras logias) que rinden culto a estas figuras en su día a día, en su actuación permanente y en el arte de sus engaños. 

Tomaremos dos ejemplos que se pueden considerar como sacrificios: el primero es el de la plandemia del covid, que se llevó la vida de millones de personas, que obligó a inocularse un veneno que aún sigue matando de manera imperceptible a miles de personas con tumores super rápidos, con infartos, con problemas de salud de por vida y otros daños; nadie se hace responsable de ello, siendo un hecho que pasa desapercibido.

El mismo ceremonial en el Palacio Real de 2020 recuerda a un acto de corte masónico, lo cual no es ninguna casualidad; en la misma línea tenemos la ceremonia de las olimpiadas de Paris de este año, con simbología diabólica por doquier. Lo de la dana de Valencia parece más de lo mismo; frente a la dejadez del día del desastre, de la que el gobierno no quiere hacerse responsable, tenemos la gran cantidad de enfermedades potenciales y de personas desaparecidas que aún no han sido descubiertas, los restos en las calles que nadie recoge, las familias sufriendo situaciones infernales dentro de sus casas, y el dolor profundo que sabemos ha de estar alimentando muy bien a los mismos demonios.

¿Acaso tanto dolor y tanto abandono no podría ser una especie de ritual satánico, precisamente cuando Sánchez se presenta en Bakú para decir del riesgo del cambio climático que ellos provocan con la geoingeniería para justificar la gravedad de que la temperatura ha subido grado y medio? ¿O es que tampoco es casualidad que ello forme parte de la hoja de ruta de la ONU, de la UE, del Foro de Davos y las políticas nacionales e internacionales, haciendo de todos estos mensajes satánicos dogmas obligatorios, como cuando se reza el padre nuestro en una misa?

Nos olvidamos de algo muy importante: del valor de lo sacro y de lo ritual en el mundo de la política y de los mensajes que los medios de desinformación esparcen como sus verdades, mientras el resto son considerados bulos, no porque únicamente los desmientan, sino porque los ponen en evidencia al dejar claro sus incongruencias racionales.

Estos seres nunca admitirán una falta, un defecto, un error de cálculo y, si lo ven, le echarán la culpa al otro (ya lo estamos viendo con el modo en el que están resolviendo lo de la dana, de la misma forma que hicieron con las víctimas del volcán de la Palma, muchas de las cuales aún no han recibido las prometidas ayudas).  Mucho cuidado porque su capacidad de disfrazarse es tan brillante como esos supuestos dioses paganos que se ríen de nosotros y nos engañan a su antojo, lo cual hacían esos míticos emperadores que estudiamos en historia universal.

Habrán pasado entonces muchos milenios, pero seguimos gobernados del mismo modo, con las mismas mentiras, falsas promesas y maldades soterradas y ocultas que se convierten en realidad cuando el plan ya se encuentra en fase de ejecución. Tampoco debemos olvidar las raíces espirituales de estas prácticas, que no son por intereses económicos (que sí que los hay y son muchos), sino por congraciarse con esos dioses para ver si sus vidas son afortunadas y no de sufrimiento, lo cual es lo que tiende a ocurrir, dado que, para que ellos estén bien nosotros debemos estar jodidos, como mínimo, para poner en un lado de la balanza un poquito de placer y en el otro un poquito de desgracia y, si desean más privilegios, más daño para los demás. Esto es lo que denominan equilibrio natural.

Consciente de la dureza de este tema, que no es tratado en ningún círculo, es necesario erradicar todas nuestras creencias de la religión de Lucifer que ronden por nuestras cabezas, creer en la verdad del bien, del amor, de la empatía y continuar practicando estos principios hasta el fin de nuestros días. Mejor morir con el  orgullo de luchar por la verdadera conciencia del amor que con miedo a una horda de mentes huecas.

Ángel Núñez

https://eldiestro.info/2024/11/una-cuestion-de-fe-en-dios-y-en-nosotros-mismos/

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