PÀGINES MONOGRÀFIQUES

10/10/24

Nueva forma de habitar la tierra, de relacionarnos con nosotros mismos y con el mundo

¿SOMOS INDIVIDUOS SEPARADOS?

Estamos en medio de una crisis sistémica global, a la que sólo podremos responder adecuadamente si logramos construir una cultura basada en la interdependencia, la reciprocidad y el interser.

La mayoría de los humanos nos percibimos como individuos separados. Físicamente nos sentimos un saco de piel que nos delimita con el exterior y protege los órganos que nos mantienen con vida. Psíquicamente, nos sentimos una entidad con voluntad propia, que controla y dirige sus acciones, con sus propias emociones, sentimientos y pensamientos.

La memoria por su parte, juega un rol central en esta percepción de separatividad, porque nos permite solidificar la identidad con la construcción del hilo de nuestra historia, y en base a eso, proyectar hacia adelante acciones que permitan resguardarnos física y mentalmente, y darnos una idea de seguridad y control. Una idea de permanencia del yo.

Nuestro nombre, nuestra personalidad, nuestras pertenencias (materiales, logros, vinculares) afianzan esa sensación de separación que siempre va acompañada de miedo y la consecuente necesidad de protección tanto psíquica como física.

¿Cómo llegamos a esta conclusión?

Por un lado nuestra realidad es la que percibimos con nuestros limitados sentidos: la vista, el oído, el tacto, el sabor y el olor.

Como sabemos, los físicos han descubierto que la aparente solidez de la materia es una ilusión producto de nuestros sentidos. Nuestro cuerpo físico, por ejemplo, es 99,99% espacio vacío, esto es por el espacio entre los átomos comparado con su tamaño, sin embargo nuestros sentidos nos lo hacen percibir como sólidos.

Es cierto también que, esta sensación individual egoica predominantemente mental, fue enfatizada por la cultura dominante occidental, especialmente desde el Renacimiento. Con el abandono del teocentrismo medieval, que ponía el sentido de la vida terrenal en dios y en lograr el paraíso celestial, se fue afianzando la entronización de la individualidad humana como medida de todas las cosas. Nuestra razón nos convertía en dioses, y el progreso de la ciencia y la técnica convertirían la vida terrenal en el paraíso.

Paso a paso, a lo largo de estos últimos cinco siglos hemos ido acentuando esa individualidad al mismo tiempo que nos liberábamos de los lazos con todas las identidades colectivas (religión, nación, familia, biología, naturaleza, tradición). Innegablemente, muchas de estas identidades colectivas eran estructuras dogmáticas y rígidas que ahogaban al ser humano pero que, en su ejercicio sano, son arquetipos inmemoriales y fundamentales de lo humano.

Al mismo tiempo que se liberaba al ser humano de los lazos comunales, se producía una inflación de la individualidad, un énfasis en la satisfacción de las propias necesidades, una apuesta al ejercicio de las libertades individuales y a la focalización en el propio bienestar material y psíquico. Todo esto redundaría -aseguraban- no sólo en la plenitud del ser humano, sino el desarrollo y progreso de toda la sociedad.

Y bajo estos supuestos fue armándose el entramado teórico de las ciencias sociales y naturales, que influenciaron grandemente la forma de organización de la civilización moderna.

Así, la economía, ciencia que ejerce amplio dominio en esta etapa de la humanidad, postula entre los supuestos fundamentales para sus modelos, que los seres humanos son egoístas por naturaleza y maximizadores racionales del bienestar individual.

La biología contemporánea por su parte, ha llevado la teoría de Darwin de la supervivencia del más apto a nuevos extremos. Así, el neodarwinismo, con figuras como Richard Dawkins, ha impuesto con éxito la idea de que somos máquinas impulsadas por genes egoístas, y que esa es nuestra verdadera naturaleza.

La pregunta es ¿Qué tipo de mundo puede surgir de esta cosmovisión del ser humano? Alguien egoísta, competitivo, que lo único que le importa es su propio bienestar, que el único sentido vital descansa en pasarlo lo mejor posible y traspasar sus genes a la próxima generación. ¿Cómo es el mundo en donde la fuerza que motiva el comportamiento humano es siempre la necesidad de sobresalir, ser especial, tener el control, tener poder, tener más que los demás? La respuesta la tenemos si observamos la situación del mundo actual, un mundo lleno de injusticias, malestar, infelicidad, estrés y conflicto.

Y esta situación va a seguir deteriorándose si no revisamos los supuestos que la fundan. Y estamos en ese momento, un momento de crisis sistémica donde nada parece funcionar cómo nos lo dijeron.

Y más allá del tipo de mundo que derrama el supuesto de individualidad, separatividad y egoísmo humano, la pregunta esencial es ¿qué tan cierto es?

Una nueva mirada sobre quiénes somos

Por suerte esta visión del ser humano y de la naturaleza, dominada por individuos separados que compiten en un sálvese quien pueda planetario, está empezando a verse erosionada desde varios frentes: el científico, el filosófico y el espiritual.

1 - Somos la vida metamorfoseándose

El filósofo italiano Emanuel Coccia nos explica en "Metamorfosis" la imposibilidad de la individualidad y la presencia de la mezcla, como la realidad fundamental de lo que somos.

Coccia retoma en su libro "La vieja hipótesis de una única y misma vida que se despliega continuamente a través de las formas. En esta hipótesis, el nacimiento, la alimentación y la muerte –es decir, el haber nacido, el comer y ser comidos hasta por los gusanos mismos– son la experiencia de pasar al cuerpo de otros, o de incorporar el cuerpo de los otros".

"En el comienzo éramos todos el mismo viviente. Hemos compartido el mismo cuerpo y la misma experiencia. Las cosas no han cambiado tanto desde entonces. Hemos multiplicado las formas y las maneras de existir, pero todavía hoy somos la misma vida."

Y no es sólo compartir el cuerpo. Vivir es siempre vivir de la vida de los otros, de los mundos que otros han sabido construir: del oxígeno creado por las plantas, de los alimentos producidos por el suelo, la lluvia y el sol, un suelo creado por miles de microorganismos que descomponen la materia inerte y la transforman en vida, de los conocimientos que hemos acumulado desde hace miles de años.

"Esta visión trastabilla toda identidad: el yo se convierte en migrante, en un saber migrar de cuerpo en cuerpo, un dejar migrar el yo descentrado, pluralizado, que llegó a nosotros desde otra parte y que irá hacia otros destinos y formas de vida. Una nueva figura para nuestro estar en el mundo, sin el hombre como centro organizador, y una nueva relación posible de convivencia e intercambio con los otros vivientes y con la Tierra."

Nuestro cuerpo mezcla el polvo de las estrellas, nuestro cerebro mezcla nuestro pasado evolutivo reptiliano, mamífero y el de los primeros sapiens, nuestro ADN viene mezclándose de ancestro en ancestro y es similar al de muchos otros seres vivos, nuestro pensamientos se hibrida de encuentro en encuentro, la materia del mundo ya sea mineral, vegetal o animal constituye nuestro tejido y nuestra energía. Nuestra mente mezcla ideas, pensamientos, tradiciones, tecnologías.

En este mundo, todo está en todo, somos todos una sola vida, nos explica Coccia.

2 - Somos relaciones

Pero no sólo desde la filosofía se piensa así. La bióloga argentina Sandra Díaz, al momento de recibir el premio Princesa de Asturias 2019, dijo:

"La naturaleza es fundamentalmente relaciones, es un construir y moler y rehacer siempre con los mismos materiales. Todas las personas que estamos aquí, y también los bacalaos, los tigres, las lombrices, los tomates que languidecen en el supermercado y las levaduras que levantan el pan, estamos hechos con los mismos átomos que se vienen tejiendo y destejiendo y retejiendo desde hace millones de años. Estos átomos antiguos primero formaron parte de esa persona que dibujó el bisonte en Altamira, luego se reciclaron para formar a los murciélagos que dibujó Goya y para formar a Goya mismo, luego Goya y sus murciélagos acabaron en el compost, entonces algunos de los átomos fueron a formar los jazmines y las hormigas de García Lorca, y las cebollas y las abejas de Miguel Hernández y otros átomos cruzaron el mar, algunos como madera de un barco, otros como algunos de mis antepasados, que iban dentro del barco; otros átomos más se hundieron en el mar y ahora son parte de los bacalaos.

Y en este maravilloso entremezclarse, el alquimista supremo son las plantas. Lo damos por sentado, pero cada día las plantas verdes llevan a cabo el increíble acto de transformar las moléculas inanimadas del aire, el agua y el suelo en vida para todo el planeta y también en alimento, cobijo e historias, para los seres humanos

Por eso esta idea de que la naturaleza está afuera, de que no tiene que ver con nosotros es, en todo el sentido de la palabra, una postverdad."

Fritjof Capra señala que la identidad psíquica, lo que nos define, es en realidad un patrón de relaciones, ya sea con nosotros mismos o con nuestro entorno. "Si me hubieran pedido que me presentara, habría dicho que soy científico y escritor, que soy filósofo, pero también podría haber dicho que soy padre, tenista o aficionado al jazz, y todo eso me describe, y todo es una descripción en términos de relaciones. Relaciones con otros seres vivos, relaciones con el entorno y también, por supuesto, relaciones históricas y genéticas con nuestros antepasados".

3 - Somos simbióticos

Pero la biología también viene desmontando la idea darwiniana que somos individuos que sólo evolucionamos a través de la competencia y del egoísmo. La reconocida bióloga Lynn Margulis postulaba la cooperación -en vez de la supervivencia del más apto- como uno de los principales motores de la evolución.

Según la teoría de Margulis, ampliamente aceptada, la rica diversidad de la vida en la Tierra surgió, no por el egoísmo de los genes, sino porque los distintos organismos aprendieron a cooperar entre sí en una red asombrosamente compleja de simbiosis mutuamente beneficiosa.  Descubrió que en una de las etapas más tempranas y fundamentales de la historia terrestre, cuando se produjo el salto evolutivo de la célula procariota -sin núcleo- a la eucariota -con núcleo- iniciándose la reproducción sexual, se originó por fusión simbiótica de una arquea (microorganismo procariota) y una bacteria espiroqueta. Afirma que el mecanismo principal de la evolución no es la mutación sino la simbiogénesis, en la que surgen nuevas especies a través de la relación simbiótica entre dos o más tipos de organismos. "Todos los organismos visibles son producto de la simbiogénesis, sin excepción".

La teoría clásica de la evolución propone una historia de la vida donde la acción de la selección natural consiste en eliminar. En esta historia quedan atrás los genes y organismos menos eficientes, y los que sobreviven son las formas de vida que han sido capaces de suplantar a otras mediante innovaciones que han resultado ser armas letales. Pero la biología evolutiva actual ha dejado de ser una ciencia dedicada a establecer la divergencia de los linajes, y ha comenzado a ser una ciencia de redes dinámicas, buscando las interacciones entre componentes. Este modelo permite reconocer cómo nos ha afectado el entrelazamiento de las especies, especialmente con los microbios. Y también a pensar en cómo esas conexiones nos afectan hoy, y nos afectarán mañana.

Por otro lado, cuando vemos la evolución de nuestra especie, podemos reconocer que la cooperación fue una característica definitoria. El homo sapiens, al igual que los primates, desarrollamos emociones como la compasión, la vergüenza y el sentido de justicia que hicieron que nuestra identidad se expandiera más allá de los individuos e integrara a todo nuestro grupo.

Esta visión del ser humano también está siendo confirmada por investigaciones en diversos campos que apuntan a una visión más equilibrada y positiva de nuestra naturaleza. No todo es crueldad y egoísmo -que también existen y que son los que ampliamente se muestran en las noticias- pero también hay una tendencia natural de ayudar al otro, de preocuparse y de tener empatía por el que sufre. Como dice el psicólogo Steve Taylor, "El consenso de los antropólogos es que, durante la mayor parte del tiempo que hemos habitado este planeta, las sociedades humanas han sido igualitarias y pacíficas. Esto cuestiona la idea neodarwinista de que la vida humana siempre ha sido una lucha competitiva por la supervivencia, lo que nos ha condicionado a ser egoístas e individualistas."

4 - Somos Holobiontes

Cuando las relaciones y la simbiosis se juntan, tenemos a los holobiontes. Esta palabra es el nuevo término usado para mostrar que biológicamente no somos un individuo separado y aislado, sino que estamos compuestos por multitud de bacterias, gérmenes, hongos y virus. ¡Es decir somos un ecosistema! No sólo los humanos sino la mayoría de los organismos vivientes.

Implica que organismos de distintas especies mantienen una interacción de la que dependen y que les permite coexistir plenamente. Un holobionte es un organismo compuesto por un huésped y una variedad de especies que cohabitan en él (no necesariamente en su interior sino también sobre él).

Uno de los ejemplos más importante se encuentra en la microbiota intestinal de los animales, que es un punto de encuentro de muchos microorganismos que son imprescindibles en la digestión. Por ejemplo las vacas puedan digerir el pasto gracias a una enzima que producen algunas bacterias que habitan en su estómago.

El ser humano es, quizás, el mejor ejemplo de lo que es un holobionte. Tenemos en nuestro interior más cantidad de microorganismos (bacterias, hongos y virus) que células. En una persona con un peso de 70 kilos, el 3.5%, es decir 2 kilos, son células de microorganismos. Y no podríamos existir sin ellos: intervienen no sólo en los procesos digestivos, si no que intervienen en nuestro sistema inmune (hasta el 70% del sistema inmunológico depende de la microbiota); es una barrera protectora contra microorganismos patógenos, sustancias carcinógenas, metales y químicos tóxicos; regula nuestro metabolismo, produce vitaminas y regula la secreción de neurotransmisores fundamentales.

Como vemos la naturaleza es poco dada a respetar las categorías cerradas.

5 - Intersomos

Aunque esta interconexión omnipresente puede parecer sorprendente para el pensamiento moderno, es muy común en otras tradiciones no occidentales.

«Interser» es un término creado por el monje vietnamita Thích Nhất Hạnh. Y para que lo podamos entender, vamos a transcribir un texto suyo acerca de las interconexiones que tiene una simple hoja de libro:

"Contemplemos de nuevo la página con más intensidad y podremos ver la luz del sol en ella. Sin la luz solar, los bosques no crecen. En realidad, sin la luz solar no crece nada, así que también podemos afirmar que ella está en esta página. La página y la luz solar interson.

Si seguimos mirándola podemos ver al leñador que taló el árbol y lo llevó a la factoría para que lo transformaran en papel. Y veremos el trigo. El leñador subsiste gracias al pan de cada día, y por lo tanto, el trigo que más tarde será su pan también está en la cuartilla.

A su vez están el padre y la madre del leñador. Mirémosla bien y comprenderemos que sin todas estas cosas la página no existiría. Si contemplamos aún con mayor profundidad, incluso podemos vernos a nosotros mismos en esta página. No resulta un proceso muy difícil porque mientras que la miramos, forma parte de nuestra percepción. Vuestra mente y la mía, están ahí.

No falta nada, están el tiempo, el espacio, la tierra, la lluvia, los minerales y el suelo, la luz solar, las nubes, los ríos, el calor. Todo coexiste en esta página. Por eso considero que la palabra «interser» debería figurar en el diccionario. «Ser» es «interser». Sencillamente, es imposible que «seamos» de forma aislada si no «intersomos». Debemos interser con el resto de las cosas. Esta página es porque, a su vez, todas las demás cosas son.

Supongamos que intentamos devolver un elemento a su origen. Así, imaginemos que devolvemos al sol la luz solar, ¿sería posible la existencia de esta página? No, nada es posible sin la luz solar. Tampoco tendremos página si devolvemos el leñador a su madre. La existencia de esta página implica la de todo el universo." 

Y el mismo ejercicio podríamos hacer con cada uno de nosotros.

Es lo mismo que pasa cuando miramos un árbol, sólo vemos lo que sucede de la tierra hacia arriba, pero para que el árbol pueda existir, un mundo complejo de raíces, rizomas, hongos, microorganismos se teje en el suelo. Nuestras vidas podríamos pensarlas de la misma manera, y figurarnos todas las interconexiones que sucedieron y suceden para que estemos aquí, vivos.

Como dice Coccia "Cada uno de nosotros no es más que una transformación y condensación del cielo y de la tierra, de su materia, de su vida.

Dice Eckhart Tolle en su libro La Nueva Tierrra que "Los átomos que componen nuestro cuerpo se forjaron en algún momento dentro de las estrellas y las causas del suceso más insignificante son virtualmente infinitas y están conectadas con el todo de manera que escapa a toda comprensión. Si quisiéramos encontrar la causa de cualquier suceso, tendríamos que remontarnos hasta el comienzo de la creación. El cosmos no es caótico. La palabra cosmos significa orden. Pero un orden no comprensible para la mente humana, aunque sí es posible vislumbrarlo a veces".

6 - Somos Uno

La mística (y varios representantes de la física cuántica) lleva el concepto de la no separatividad más allá y nos dice que todos compartimos la misma "yoidad", la misma esencia, que somos Uno.

La misma conciencia informe, capaz de observar nuestras emociones y pensamientos, y ser testigo de la vida que se desenvuelve a través nuestro, habita en cada uno de los seres sintientes y no sintientes.

En el hinduismo el Namasté, que suele usarse como un "hola", tiene un significado mucho más profundo: señala el reconocimiento de esa unidad que somos, la chispa divina que compartimos:

Namasté

Honro el lugar en ti que es igual en mí,

Honro el lugar en ti donde el universo entero reside,

Honro el lugar en ti, de amor, de luz, de paz y de verdad.

Honro el lugar en ti que es el mismo en mí.

No hay más que UN Namasté.

Hay varios escritos de los fundadores de la física cuántica y de la relatividad que van en el mismo sentido, como Heisenberg, Schrodinger, Einstein, Jeans, Planck, Pauli, Eddington. Schrödinger, por ejemplo, escribió algo muy bello en ¿En que consiste mi yo?

Albert Einstein expresó que «Un ser humano es una parte del todo llamado por nosotros universo, una parte limitada en el tiempo y en el espacio. Se experimenta a sí mismo, sus pensamientos y sentimientos como algo separado del resto, una especie de engaño óptico de su conciencia. Esta ilusión es una especie de prisión para nosotros, que nos restringe a nuestros deseos personales y al afecto por unas pocas personas cercanas a nosotros. Nuestra tarea debe ser liberarnos de esta prisión ampliando nuestro círculo de compasión para abarcar a todas las criaturas vivas y a toda la naturaleza en su belleza.»

Hacia el futuro

El viejo paradigma de la modernidad -la racionalidad, el mecanicismo, el reduccionismo, la cuantificación y el materialismo- nos trajo a un callejón sin salida, una forma de pensar y analizar muy cortoplacista porque es ciego a las relaciones sistémicas. Pero justamente, estamos hoy frente a una crisis sistémica que amenaza las mismas bases de la civilización que hemos creado, que no puede resolverse con esa cosmovisión.

Es imposible cambiar el rumbo pensando de la misma manera que nos trajo hasta aquí, desde la división en partes, la competencia, el egoísmo, la búsqueda del tener y el poder.

Solo cuando seamos capaces de percibir espontáneamente las interconexiones entre todas las cosas y darnos cuenta que la separación es una ilusión, podremos resolver los problemas creados por el viejo paradigma. Reconocer la interconexión implica entender que lo que hacemos "a lo demás" o "a los demás", nos lo hacemos a nosotros mismos. Reconocer la interconexión es aprender la lección básica de cómo funciona la vida.

Y con esto habremos dado un paso a un yo ampliado, un yo hecho de tejidos. Un yo que ya no es una entidad aislada y egoísta, sola en un universo absurdo, sino que es un nodo de conexiones e interdependencias.

Sólo desde ese estado mental podremos construir una contracultura en la que la compasión y la reverencia por el ser humano y por la vida sean la norma y así cocrear una nueva forma de habitar la tierra, una nueva forma de relacionarnos con nosotros mismos y con el mundo.

Carolina Flynn

https://www.climaterra.org/post/somos-individuos-separados  


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