LO PEQUEÑO ES HERMOSO
Activar el radar de
iniciativas para cuidar y cuidarnos
¿Cómo podemos convencer de que un mundo mejor es posible?
¿Toca quitarles el protagonismo en nuestro discurso a los problemas para
dárselo a las semillas de cambio que tratan de brotar?
Un debate muy vigente en las organizaciones para la transformación social es cómo comunicar la necesidad urgente de construir una sociedad distinta, más inclusiva, sostenible, igualitaria y realmente sin fronteras. Todo eso, claro, sin culpabilizar a las personas para no crear rechazo a los mensajes y sin victimizar ni quitar la dignidad a quienes más están sufriendo las injusticias del sistema. Pero es mucho más fácil trasmitir mensajes con soluciones simplistas (que casi nunca funcionan) que los que involucran complejidad.
Conocemos los problemas desde hace mucho. La gente joven lleva siendo bombardeada con esos problemas casi desde que tienen uso de razón. Pero falta mostrar las alternativas. Cómo sería un mundo que llevara a la práctica los valores que defendemos.
Los discursos se vuelven entonces apocalípticos y vacíos. Entonces, las personas se cansan de tanto alarmismo e, incluso, ocurre que los discursos ultras se vuelven la nueva rebeldía. De ahí esa polarización de las personas jóvenes de las que se viene hablando con preocupación.Por ejemplo, no hace mucho leía que la gente joven no
necesita más educación ambiental sobre los problemas que estamos afrontando.
Saben ya sobre el problema del calentamiento global, el cambio climático, la
contaminación o la destrucción de la biodiversidad. Lo que no les cuentan son
alternativas. Qué pueden hacer. Así es como llega la frustración. Es más,
seguro que esta frustración no afecta solamente a la gente joven, y surgen las
actitudes más cínicas para justificar la inacción de “si no lo hago yo, lo
harán otras personas” o “qué más da lo poco que yo pueda hacer”.
Por eso, lo primero es empezar a entrenar. Entrenar nuestro
radar para detectar pequeñas iniciativas, formadas por gente pequeña que,
haciendo cosas pequeñas en sus lugares pequeños, sin acaparar titulares,
siembra su parcelita con algunos ‘y si’ (¿y si esto funciona?). Da igual todo
ese rollo de la escalabilidad de escuela de finanzas, o de lo difícil es que lo
pequeño transforme el mundo que nos cuentan en primero de eficiencia. Es
curioso que todo lo que nos rodea se haya mastodontizado tanto. ¿Acaso quien
excavó el primer canal para acercar agua a su refugio o a su huerto pensó que
miles de años después habría kilómetros de canales y tuberías para lo mismo en
todo el mundo?
¿Quién le iba a decir a quienes empezaron a aplanar la
tierra de los senderos para que no se cubrieran de maleza en poco tiempo que,
mucho después, habría kilómetros y kilómetros de vías en todo el mundo
cubiertas de materiales mucho más elaborados en nombre de mejorar las
comunicaciones? ¿Quién le iba a decir a quienes probaron la radio o el
telégrafo que, no mucho después, el mundo estaría lleno de cables, incluso bajo
el mar, y que el espectro de frecuencias estaría tan saturado que habría que
regularlo? Las semillas, además de crecer, también se pueden multiplicar, así
que lo pequeño no solo es hermoso, también puede ser grande. Pero es mejor que
sea grande, en red y de manera colectiva.
Para que el radar funcione con menos interferencias, hay que
des-aprender y escapar de marcos que nos han rodeado toda la vida. Es muy
saludable conocer, acoger y apoyar con amor y esperanza iniciativas, más
pequeñas o más grandes, que cubran y descubran necesidades para el buen vivir
de sus protagonistas. Conocer y participar en el cómo se hace, cómo cuidarnos
mientras lo hacemos y cómo inventar y reinventar tecnologías para apoyar estos
procesos.
Al hablar de esas iniciativas, participar y apoyar en lo
posible en las que nos rodean, seguimos combatiendo los problemas que,
efectivamente, no están dejando crecer tranquilas a esas semillas de
cambio. Pero les quitamos poder a los problemas al dejar de darles el
protagonismo y estamos demostrando que otro mundo es posible. Con dificultades
y conflictos, pero posible. Además, huimos de las soluciones eficientes, esa
eficiencia extractivista que todo lo impregna, incluso a quienes nos
consideramos más sensibilizados. Huimos de esas soluciones que son eficientes
dentro de unas reglas de un juego al que no queremos jugar, por engañoso y
deshonesto, que prefiere olvidar el futuro, obviar a los nadies, y sobre todo a
las nadies, y ocultar la destrucción del hogar que nos sustenta.
También huimos de las soluciones utilitaristas, o las
mesiánicas lideradas por grandes gurús que van dejando cadáveres en el camino
en nombre de la salvación. Porque, en la buena innovación social, el camino
importa más que el fin. Y tendremos que hackear las tecnologías para que
acompañen estos procesos, para cuidar y cuidarnos, co-responsabilizarnos del
mundo (marchando una de pastillas rojas) y que nos deje bailar, juntas.
Si no nos salvamos todas y todos, igual no merece la pena
que se salve nadie...
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