EL BARÓN DE MÜNCHHAUSEN
El hombre que intentó tirar de su propio cabello para
salir de un pantano.
El barón de
Münchhausen es un personaje ficticio basado en un noble alemán
llamado Karl Friedrich von Münchhausen, conocido por sus relatos inverosímiles
sobre sus aventuras y hazañas.
En una de ellas, cuenta que quedó atrapado en un pantano y
que no había nadie cerca para ayudarlo. En lugar de rendirse, se agarró de su
propio pelo o botas y se extrajo a sí mismo del pantano, desafiando así todas
las leyes de la física. Esto es claramente imposible. Sin embargo, de este modo
es cómo debemos conceptuar el nacimiento de las ideas, las modas o los deseos.
No hay cuerda: La publicidad no logra hacernos comprar lo que no necesitamos. Tampoco la demanda es moldeada por la oferta como el pedazo de barro fresco lo es por las manos del alfarero.
No hay quien tire de nosotros. En realidad, tiramos nosotros mismos de nuestro cuerpo. Al ascender un poco, ese impulso nos permite tirar un poco más. Agentes externos (otras manos, una cuerda o cualquier otra cosa) nos pueden ayudar en nuestro empeño, o quizá frenarlo. Pero poco más.La creación del deseo ex nihilo desafía
nuestra concepción mental de las causas y los efectos porque no entendemos, en
realidad, las complejas dinámicas sociales en las que nos hallamos inmersos.
Entonces, ¿por qué los procesos de manipulación de masas funcionan en un lugar
y no en otro? Porque solo sabemos de las veces que funciona (pocas) y no de las
veces que no lo hace (la mayoría).
También se desestiman por completo los mecanismos de
selección darwiniana que operan a todos los niveles, incluso a nivel
neuroquímico o genético. Al considerar únicamente los éxitos de la oferta, se
llega a creer que es la oferta la que crea la demanda, particularmente si
cuenta con el respaldo de una campaña publicitaria. Esta interpretación retrospectiva sesgada es
una lente que deforma la realidad.
Es cierto que la publicidad estimula nuestra necesidad de
diferenciarnos, pero no la genera de la nada. Dicha necesidad está arraigada en
nuestra identidad como seres humanos. No se puede afirmar que no existía
previamente una demanda porque las posibilidades de consumo no encontraran una
forma de manifestarse antes de la aparición de una oferta. Las leyes de
la gravedad universal existían antes de que Isaac Newton las formulara.
Un ejemplo sobre esta dinámica fue una hambruna que tuvo
lugar en Etiopía a mediados de los años 80 y que desató una considerable
preocupación en la sociedad estadounidense. Este fenómeno suele atribuirse al
papel de los medios de comunicación, dado que solo después de una notable
cobertura periodística, la hambruna se convirtió en una cuestión pública
relevante.
Sin embargo, un estudio realizado por Christopher Bosso propone una lectura diferente.
Inicialmente, los medios eran reacios a informar sobre la hambruna, ya que la
percibían como un suceso habitual, similar a otras hambrunas africanas. Pero
desafiando el consenso mediático, NBC decidió dedicar tres días en octubre de
1984 a cubrir la hambruna.
Esto, a su vez, generó una gran respuesta del público y, en
consecuencia, NBC dedicó amplia cobertura a seguir la historia, lo que llevó a
sus competidores en televisión y prensa a sumarse a la narrativa, inundando a
su audiencia con información que, para sorpresa de los medios, era
efectivamente demandada.
Evolución biológica
Visto desde esta perspectiva, esta miopía a la hora de
contemplar cómo se contagian de verdad las ideas se asemeja al error de
considerar que los procesos de evolución biológica son el resultado de una
intención de la naturaleza que supuestamente hace bien las cosas. De
estos mimbres nace la pseudociencia del diseño inteligente. También el
hecho de que somos incapaces de asimilar la inmensidad de elementos implicados
en la evolución, así como los océanos de tiempo en los que interactúan tales
elementos.
El pálpito del diseño inteligente (que muchas veces se
ejemplifica con un reloj que encontramos en mitad del bosque: ¿no resulta más
improbable que exista fruto del azar?) se debe precisamente a que los seres
vivos parecen estar muy bien adaptados a su entorno. El problema radica, de
nuevo, en que solo asistimos a los éxitos de la naturaleza y no a la multitud
de sus fracasos.
Nuestra experiencia directa no abarca la escala de tiempo
suficiente para que nos demos cuenta de que el 99,9% de las especies
que existieron en algún momento han desaparecido. Solo percibimos la
versión final exitosa de la naturaleza y no la acumulación de sus borradores,
lo cual nos conduce a pensar que las cosas en el mundo natural están
perfectamente dispuestas.
La situación en el mercado de las ideas es diferente porque
la oferta no se construye al azar. Se orienta a partir de las anticipaciones
que se pueden elaborar sobre la demanda, basándose en las huellas que ha dejado
en la historia del mercado. Esto es especialmente cierto en el mercado
cognitivo y no implica que no podamos reflexionar sobre su manipulación. Porque la oferta, la censura y otros
mecanismos, en efecto, modifican las probabilidades de encontrar ciertas
narrativas.
Sin embargo, ninguna de ellas crea ex profeso el
deseo de adoptarlas. Ese deseo está simplemente arraigado en nuestro cerebro,
al igual que el deseo de diferenciarnos, el anhelo de reproducirnos sexualmente
o el hambre de grasas y azúcares.
Bucles y más bucles
El Trilema de Münchhausen es un problema filosófico sobre
cómo justificar nuestras creencias. Sugiere que todos los intentos de
justificación caen en una de esas tres categorías, todas problemáticas:
- Regresión infinita: La
justificación requiere otra justificación, y así sucesivamente,
infinitamente.
- Círculo vicioso: La justificación
termina referenciándose a sí misma.
- Axioma básico: La justificación
se basa en una afirmación que aceptamos como verdadera sin prueba.
Este trilema indica que no existe una justificación absoluta
para ninguna creencia.
Bajo este prisma caleidoscópico de bucles de
retroalimentación, un hombre se siente universalmente más atraído por unos
pechos antes que por un codo porque no escoge hacia qué se quiere sentir
atraído. Tampoco ninguna fuerza cultural logrará eliminar esa preferencia por
mucho tiempo. La preferencia existe desde siempre y se refuerza, una y otra
vez, por el propio mercado de las ideas, por los memes, por el genoma.
De este modo, la anticipación de eventos futuros es
incierta, y determinar qué provoca que una opinión se
consolide o incluso se viralice se torna un asunto que, a día de hoy, continúa
sin esclarecerse. Tomemos como ejemplo a una persona que desafió la moda
convencional al usar su gorra de béisbol al revés. Esta acción recibió una
respuesta positiva: un número significativo de individuos consideró esta
innovación como algo atractivo y decidieron emularla.
Pero ¿esto
implica que el pionero de esta moda manipuló a sus seguidores? ¿Se
podría sospechar que si la misma persona hubiera decidido usar su gorra con la
visera hacia un lado, la reacción de los demás habría sido negativa? La variable
causal relevante parece estar arraigada en la psicología de los
observadores, o incluso en sus neuronas o genes, más que en la intención
del influencer.
Sin duda, esta es una nueva interpretación de cómo opera el mundo, en la que no predominan tanto los líderes o manipuladores, sino que existen conjuntos indescifrables de memes que interactúan como lo haría un sistema dinámico no lineal (como la meteorología).
Dicho de otro modo: no hay
(casi) nadie al volante.
Visto en: https://www.yorokobu.es/trilema-de-munchhausen/?utm_campaign=twitter
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